6. Después de Marx

Karl Marx

Ningún filósofo ha incidido tanto en los acontecimientos planetarios y en un periodo corto de tiempo como Karl Marx. Unos setenta años después de su muerte, una tercera parte de la humanidad vivía debajo gobiernos que se autodenominaban «marxistas». Con toda seguridad que el mismo Marx, que se mantenía siempre crítico afirmando «yo no soy marxista», se habría horrorizado frente a las decisiones y acciones de muchos de estos gobiernos.

Inmediatamente después de su muerte, el marxismo sufrió un proceso de escisión formándose dos interpretaciones opuestas: la de los revisionistas, que buscaban nuevas fórmulas para explicar los acontecimientos históricos que no se ajustaban a las «leyes científicas de la historia» postuladas por Marx, y la de los ortodoxas, que no querían renunciar a ninguna de las tesis de Marx considerando que se basaban en indiscutibles análisis científicas.

Los revisionistas, aceptando que no era evidente el proceso de superación definitiva del capitalismo y constatando la gran capacidad de adaptación de éste, proponían acceder al socialismo por vía democrática, es decir, consiguiendo mayorías parlamentarias. Ésta ha sido la vía de las socialdemocracias presentes, a lo largo de todo el siglo XX, en Europa Occidental.

Pero la interpretación ortodoxa fue la que se impuso de un modo más planetario. En Rusia, tras la revolución de 1917 instaurada por Lenin (1870-1924), se formó el modelo de pensamiento o escolástica marxista que se habría de extender a otros muchos estados: el marxismo-leninismo, un pensamiento cerrado que no coincidía con los anhelos de Marx.

El pensamiento marxiano y las formas de gobierno marxistas permanecerán vinculados a la historia del siglo XX. Cuando se afirma que el pensamiento de Marx está muerto, se olvida, entre otros aspectos, el peso del materialismo en nuestro mundo, la función que en él representan los hechos económicos, la pluralidad de formas que hoy toma la alienación.