Lo natural, que manden unos; no todos
 
Lo natural, que manden unos; no todos
 
Los seres humanos no somos iguales; lo más evidente es que somos diferentes. Hay cobardes y débiles, fuertes y valientes, fuertes pero cobardes, débiles pero valientes, guapos, feos, altos, bajos, rápidos, lentos, listos, bobos,... Esto es lo que explica Fernando Savater en su libro "Política para Amador", un tratado básico de pensamiento político.

Los griegos, inventores de la democracia, partieron de la constatación de las diferencias entre los humanos; pero también consideraron que los individuos compartimos fundamentales semejanzas: todos hablamos, todos podemos pensar sobre lo que nos gusta o desagrada, todos somos capaces de discernir sobre lo que nos conviene o no nos conviene. Por lo tanto, todos tenemos derecho a tomar decisiones o a elegir quién nos tiene que representar.

El autor sigue reflexionando sobre la democracia. El siguiente fragmento forma parte de esta reflexión, pero se han perdido palabras que hace falta recuperar.

Recupera las palabras perdidas. Del libro Política para Amador, capítulo La gran invención griega, de Fernando Savater.

«La invención democrática es algo demasiado revolucionario para que sea aceptado sin escándalo... Lo natural es que los más fuertes, los más listos, los más ricos, los de mejor familia, los que piensan más profun­damente o han estudiado más, los más buenos, los más santos, los generosos, los que tienen para salvar a los de­más, los justos, los puros, los astutos, los... los que quieras, ¡pero no todos! Es verdad, que el poder sea cosa de todos, que todos in­tervengan, hablen, , decidan, tengan ocasión de , intenten en­gañar o permitan que les engañen, protes­ten, metan baza... eso no es cosa natural, sino un , una apuesta desconcertante contra la naturaleza y los dioses… El invento de que cada cual tiene derecho en la comuni­dad a que , a acertar o a engañarse , a ser responsable -aunque sea en una mínima parte- de los éxitos y los desastres que le conciernen. Este sistema más aciertos que les habituales cuando manda uno sólo o unos pocos; ni tampoco mejores leyes, ni mayor honradez pública, ni siquiera más prosperidad. Lo único garantizado es que habrá más conflictos y menos tranquilidad… Pero el griego con sus iguales que someterse a los amos; prefería hacer por él que disfrutar de por otro; quería inventar las leyes de su ciudad y poder cambiarlas si no funcionaban bien.»