Las amapolas, ¿son rojas o ultravioletas?

  

1. ¿Rojas o ultravioletas?

Las amapolas en flor que el viento no para de columpiar en un campo ufano, ¿son rojas o ultravioletas? Indiscutiblemente y evidentemente, para los hombres son rojas: las vemos rojas. Pero para una abeja que en este ufano campo busca su polen, ¿serían también rojas? La respuesta que los humanos podemos dar a esta pregunta es negativa: para las abejas estas amapolas no serían rojas sino ultravioletas.

Los humanos vemos las amapolas rojas; las abejas, ultravioletas. ¿Pero como son las amapolas en realidad? Los humanos, con nuestras refinadas herramientas, ¿podemos ver o captar de algún modo el mundo real? Todos los animales vivimos en el mismo mundo real, en el mismo montaje de átomos, fotones, neutrinos, campos gravitatorios y electromagnéticos, etc. ... Pero este mundo real no es visible, ni captable, ni intuible, ni experimentable, ni perceptible por ningún animal. Cada especie animal ha desarrollado receptores que captan ciertos rasgos del mundo real, precisamente aquellos rasgos la captación de los cuales es relevante para la supervivencia y reproducción de estos animales. (MOSTERÍN Grandes temas de la Filosofía actual). En el mundo real no hay colores, sino sólo absorción y reflejo de fotones de muy diversa frecuencia: los humanos captan los fotones de frecuencia correspondiente al rojo pero no captan los fotones de frecuencia correspondiente al ultravioleta.

Amapolas

La abeja no puede percibir sino aquello que su aparato nervioso-sensorial determina a priori. Los humanos sólo podemos percibir aquello que nuestro aparato nervioso-sensorial nos determina a priori; sin embargo, hay muchas cosas que sabemos y no percibimos, que caen fuera de nuestro mundo perceptual pero no conceptual.

Nuestro aparato nervioso-sensorial sólo nos permite responder a un sector muy reducido del inmenso campo de energía electromagnética, o sea, el espectro visible (los colores) constituye una pequeña parte del espectro electromagnético. Y no sólo el ojo humano, nuestro receptor visual, tiene unas limitaciones determinadas a priori, sino que todos los receptores de nuestro aparato nervioso-sensorial tienen los propios a priori. Los olores que capta un perro no son los olores que un humano capta: su mundo olfativo es mayor que mi mundo olfativo. Los leves ruidos que capta una lagartija me resultan completamente imperceptibles: su mundo auditivo no es mi mundo auditivo, los suyos a priori no son los míos.


  

2. Lo que yo aporto y lo que viene de fuera: estructuras y estímulos

Bastante antes de las anteriores diferenciaciones fisiológicas entre especies, los filósofos ya se habían dado cuenta de que los mismos humanos captamos los estímulos del mundo en función de algo subjetivo, personal. Un antiguo proverbio latín lo expresa: Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur; que significa: todo aquello que se recibe es recibo o estructurado según la forma del receptor. Y, inevitablemente, surgió, en la Época Moderna la reflexión sobre ¿qué pesa más, lo que proviene del exterior, aquello recibo, o bien lo que el sujeto aporta estructurando los datos que recibe?

Los racionalistas, como arañas ...

Los pensadores racionalistas, pensemos en Descartes (1596-1650), insistían en todo aquello que aporta el sujeto, es decir, en los a priori del sujeto: los elementos innatos. Para ellos, los conocimientos más seguros eran los que provenían de mi yo racional. Por otra parte, los pensadores empiristas -pensemos en Hume (Escocia, 1711-1776)- insistían en la fuerza de los hechos puros: sólo es fiable aquella idea que tiene detrás una impresión captada sensorialmente.

Los racionalistas,
como las arañas...

Francis Bacon (1561-1626), en el su Novum Organum, ya expresó con una parábola -en parte avant la lettre- esta confrontación: ni arañas ni hormigas, sino abejas. El racionalista, dice Bacon, semeja una araña que lo saca todo de su propia sustancia y, así, teje una tela vacía; el empirista semeja una hormiga que recoge todo aquello que encuentra sin inteligencia, y que se lleva a casa en estado sucio. El auténtico filósofo no es ni una araña ni una hormiga: colecta como una abeja el néctar de les flores y con él hace miel.

Los [empiristes], como hormigas ...
Los empiristas,
como las hormigas...

Como las abejas ...

Sacar materia de les flores del campo y transformarla, con la propia capacidad, como las abejas. Ésta, metafóricamente, será la concepción del gran ilustrado Immanuel Kant (1724-1804). Para Kant, formado en la física de Newton, ni la posición racionalista ni la posición empirista explica la realidad de los enunciados de la física newtoniana; es preciso superar ambas posiciones. El conocimiento humano es resultado de una interacción entre experiencia y razón. La experiencia es imprescindible: aporta datos, elementos materiales; la razón estructura estos datos, las hace inteligibles, las interpreta. Razón y experiencia encajan en el proceso de conocimiento.

Así, en la epistemología de Kant, el hombre no es un receptor pasivo de los estímulos que provienen del mundo, sino un interpretador activo. Nuestro conocimiento está determinado por unas estructuras a priori: no conocemos nunca las cosas tal y como son en sí mismas, nosotros conocemos las cosas mediatizadas por nuestro sistema de conocimiento. No vemos el mundo, vemos nuestro mundo: nos proyectamos en nuestro conocimiento de las cosas. Las características que el sentido común atribuye a la realidad misma, Kant las atribuye a la estructura cognoscitiva del hombre. En cierto modo, el espectador, con sus a priori, condiciona el espectáculo en el mismo momento de la observación.

«Pero, aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no por ello procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer produce simplemente motivada por las impresiones a partir de sí misma. En tal supuesto, no distinguiríamos este adición respeto de esta materia fundamental hasta tanto que un prolongado ejercicio nos hubiese hecho fijar y nos hubiese adiestrado para separarla.»
Kant Crítica de la Razón Pura

¿Y qué es lo que aporta o produce la propia facultad de conocer? ¿Cuáles son nuestros a priori? Kant, en la Crítica de la razón pura, explora nuestras capacidades mentales de conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. La sensibilidad, la capacidad de ser afectados por estímulos del mundo que nos rodea, organiza estos estímulos mediante dos formas, el espacio y el tiempo. El entendimiento nos permite entender lo percibido por la sensibilidad merced a sus categorías, sus elementos formales y a priori, especialmente gracias a la categoría de causalidad. La razón, la capacidad sintética más potente del hombre, pretende, con sus ideas a priori alcanzar una visión final del hombre y su mundo, pretende alcanzar todo aquello que es incondicionado.

[Immanuel] Kant

  

3. El apriorismo después de Kant: Lorenz

La concepción kantiana del espacio y tiempo como formas de la sensibilidad, o sea, como estructuras innatas de mi capacidad sensorial, ha sido el primer reconocimiento de que nuestro aparato sensorial con-forma la percepción de lo percibido. Un primer reconocimiento que se ha visto seguido de posteriores reconocimientos. Gracias a Konrad Lorenz (1903-89) y a otros neurofisiólogos de la percepción humana, hoy sabemos que el a priori sensorial tiene una indudable realidad biológica.

Lorenz, en el marco de la teoría evolutiva del conocimiento y partiendo de Kant, habla de unos a priori biológicos. Todos los seres vivos están dotados de determinadas estructuras innatas. Ningún ser vivo es, en el momento de su nacimiento, un "recipiente vacío", una "tabula rasa", sino que viene equipado con "disposiciones" específicas que hacen posible el aprendizaje individual.

Ahora bien, éstos a priori son considerados como un resultado de un proceso evolutivo: son a priori de nuestra percepción, pero tienen un origen a posteriori, son a posteriori de la evolución. Para Lorenz, las estructuras innatas son, a diferencia de Kant pero no lejos de él, frutos de la evolución; son resultados de la selección natural; ésta, entre todos los "productos de partida" ha dado preferencia a aquéllos que capacitan al organismo para la lucha y la supervivencia.

[Konrad] [Lorenz]

Si bien Kant negaba la posibilidad de conocer las cosas en sí mismas, Lorenz, y con él la mayor parte de los naturalistas actuales, acepta una cierta relación entre la cosa o existente en sí y la forma de mi sensibilidad o mi a priori. «La forma ha surgido a lo largo de miles de años de filogénia humana, en la confrontación cotidiana con las leyes reguladoras del existente en sí y como una adaptación a él, lo cual ha otorgado genéticamente a nuestro pensamiento una estructuración ampliamente correlativa a la realidad del mundo externo». (Konrad Lorenz La teoría kantiana del apriorístico bajo el punto de vista de la biología actual)

[Guía]