Las dos caras de toda innovación tecnológica: el reloj y el móvil

  

1. El reloj mecánico

El reloj mecánico fue, en su día, una innovación tecnológica. Parece ser que se originó en los monasterios benedictinos de los siglos XII o XIII en orden a proporcionar una regularidad más precisa en las monótonas actividades de los monasterio. Una leyenda explica que fue inventado, el siglo X, por un monje del monasterio de santo Pere de Rodes, Gilbert, el futuro papa Silvestre II; pero parece ser que su reloj no era de pesas sino de agua, y éstos ya eran conocidos por los romanos y árabes. En todo caso, tenemos registros claros de relojes mecánicos con pesas en siglo XIII y, alrededor de 1370, se construye uno para la ciudad de París. Eso quiere decir que a finales del siglo XIII el reloj ya había salido de los monasterios.

El reloj, inventado por hombres religiosos con el fin de poder dedicarse con más rigor y puntualidad a la oración, salió de los monasterios y —paradójicamente— devino la tecnología más usada y eficaz por los hombres que se dedicaban a acumular dinero: llegará a ser la máquina clave de la civilización industrial. Posteriormente, ha llegado a ser una máquina clave de nuestro mundo.

¿Qué sería de nuestras vidas sin el reloj? Casi nos ha cambiado la propia naturaleza. La naturaleza sólo tiene dos horas: el día y la noche. El reloj de sol nos deja tranquilos durante la noche y cuando está nublado. Pero el reloj mecánico, nuestro reloj de pulsera, nos tiene encadenados o esposados. Un reloj de pulsera es media manilla. Ya no comemos cuando tenemos apetito, sino ¡cuando es hora! Ya no descansamos cuando estamos cansados, sino ¡cuando toca! Ya no acabamos las clases cuando se acaba la explicación del tema, sino ¡cuando suena el timbre! Muchos serían los cambios que se producirían en nuestro mundo si desapareces el reloj y con él la posibilidad de medir con precisión el tiempo: ¡el tiempo ya no sería oro!


  

2. El teléfono móvil

En la exposición de Filadelfia de 1876, el norteamericano Alexandre Graham Bell, presentó su última invención: un micrófono y un receptor separados a una cierta distancia y enlazados con dos cables, la voz de quién hablaba la recogía el micrófono, era transmitida por los cables y se reproducía en el receptor.

Teléfono de Bell

Antes de acabar el siglo, este rudimentario teléfono fijo experimentó una sucesión de innovaciones y mejoras que dieron lugar al nacimiento de la telefonía fija. El teléfono fijo y la radio (Marconi, 1894), en la primera mitad del siglo XX, impulsaron el incremento de las comunicaciones que tanto han cambiado la vida humana.

A finales del siglo XX, la integración de telefonía y radio, junto con los avances de la electrónica y la informática, ha hecho posible el nacimiento del teléfono móvil, un teléfono sin cables que dispone de un transmisor y un receptor de radio. Un teléfono que, como el reloj, deviene un apéndice de la persona.

El teléfono móvil, como toda innovación tecnológica, tiene dos caras: tiene ventajas e inconvenientes, tiene efectos beneficiosos pero también efectos negativos o molestos. Cuando aparece una innovación, se hace difícil evaluar cuáles de sus efectos predominarán. Es preciso tener presente que quién inventa o quién produce nunca es lo mejor juez de su obra: lo ama demasiado para ser capaz de valorar bien sus efectos. Y quién no valora por él mismo los efectos de toda innovación está a merced de las valoraciones e intereses de las otras. Ante el alud actual de innovaciones y posibilidades es una conquista personal la capacidad de marcar el propio ritmo vital, éste es demasiado importante como para dejar que nos lo controlen las multinacionales.

mobil.jpg - 11988,0 K

Parece innegable que el teléfono móvil otorga más posibilidades de libertad a sus usuarios. Pero también parece innegable que otorga más posibilidades de control de las personas. Gozar de los nuevos escenarios de libertad que esta tecnología ofrece y protegerse de las dependencias que genera es un objetivo muy inteligente. El teléfono móvil, como el reloj, es un instrumento, no una finalidad en sí mismo; tanto uno como el otro pueden tener finalidades positivas y finalidades negativas.

Con mi móvil, desde cualquier lugar me es posible —si dispongo de cobertura— conectar con mi amigo, con mi familia, con el centro de trabajo. Muy pronto, con el mi WAP (sistema que integra telefonía móvil e internet) podré acceder a todo tipo de información desde cualquiera rincón del mundo. Pero móviles y portátiles van reduciendo las fronteras entre casa y fábrica, entre ocio y trabajo; posibilitan trabajar siempre y en todo lugar, y de este modo, instrumentos que de entrada ofrecían libertad, a menudo nos esclavizan. En bastantes momentos, la máxima libertad será la capacidad de desconectar el móvil.

[Guía]