LA MAESTRA

 

EVA

 

Durante su adolescencia no se le ocurrió nada mejor que abandonar los estudios en tercero de bachillerato. A la Educación Física le tenía manía, la Historia le parecía un rollo y pensaba que los títulos no servían para nada en la vida real. Veinte años y tres hijos después –apoyada por su marido y su suegra- volvía al instituto porque aspiraba a un trabajo para el que necesitaba la titulación.

En el turno de nocturno del instituto las normas eran bastante flexibles. El alumnado -que cuando asistía a clase era muy agradable e interesante- era adulto, tenía obligaciones familiares y laborales, no seguía cursos completos y, a menudo, abandonaba el curso antes del final. Para curarme en salud, le comenté a Eva que, si a lo largo del curso se le hacía difícil la asistencia a clase, intentaríamos arreglarlo mediante algunos trabajos que podría hacer en casa. Aceptó.

En realidad hizo todo lo contrario. No sólo asistía siempre sino que empezó a llegar cada vez más temprano y a salir cada vez más tarde. Preparaba la clase en la cantina con un par de compañeros y luego se quedaba a hablar conmigo. Al principio era porque continuamente tenía dudas, temía no entender bien y la perspectiva del examen le daba un miedo atroz. Después del primer notable se dejó llevar por el entusiasmo.

- Es increíble que sea tan fácil, pero, sobre todo, que sea tan interesante. ¡Pero si antes esto era un rollo¡

Empezó pidiéndome que le recomendase películas y libros que tuviesen relación con la asignatura,pero luego la cosa se amplió a otros escenarios. Tomábamos café juntas, charlábamos y nos recomendábamos y prestábamos libros, discos, películas... al principio sólo de Historia, luego de cualquier tema de los muchos que descubrimos tener en común.

A final de curso me contó que había llegado a un nuevo acuerdo con su marido y su suegra para empezar COU en septiembre.

Y yo constaté una vez más, porque ya lo sabía por experiencia personal, que nunca es demasiado tarde para disfrutar aprendiendo.

 
 
 
© MCAV. 2007