LA MAESTRA

 

MIGUEL ÁNGEL

 

Me esforzaba pero, al principio, me costaba mucho no mirarle. El accidente de Los Alfaques, además de quitarle a su madre y a su hermana, había dejado sus huellas. Todos los años, pasaba el mes de septiembre en el hospital recibiendo tratamiento.

Pero en una cosa tuvo mucha suerte: sus compañeros de clase siempre fueron una piña. No es que no discutieran, ni se pelearan -porque de primero a octavo de EGB hay tiempo para casi todo- ni que no hubiera grupos y grupitos, pero se querían mucho y, a la hora de la verdad, eso siempre estaba por encima de todo lo demás.

La mayoría tardó en ser consciente de ese cariño mutuo pero algunos lo captaron rápido. El día en que se discutían mil y una propuestas sobre como ayudar a Carlos, que iba a volver a clase después de una enfermedad, la aportación de Miguel Ángel fue definitiva.

- No hay que darle tantas vueltas. Lo único que, de verdad, Carlos necesita es saber que le queremos y que puede contar con nosotros. Y como eso ya lo sabe, tranquilos, si necesita algo él nos lo dirá.

Se querían. Y además se apuntaban a un bombardeo. Cualquier sugerencia que se les hiciera era aceptada con entusiasmo y, las más de las veces, modificada, corregida y aumentada. Escribían artículos, preparaban fiestas, obras de teatro, y debates o elaboraban marionetas y pájaros gigantes para el carnaval.

Convencieron a gente del barrio para que viniera a clase a contar sus experiencias, le montaron al alcalde una improvisada “rueda de prensa” y se “quedaron con el personal” en todas sus salidas: universidad, entrenamientos del Barça, ensayos de una compañía de teatro o en Florencia, cuando ganaron el primer premio de un concurso de La Caixa.

Miguel Ángel estuvo siempre en todas las movidas menos en la última. No asistió a la cena-sorpresa que me montaron -trece años después de abandonar la escuela- pero tenía una buena razón: acababa de casarse y estaba de luna de miel.

Y yo, sintiéndome inmensamente feliz, aprendí que lo más importante en la vida es amar y ser amado.

 
 
 
© MCAV. 2007