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SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX LA MENTALIDAD DE LA ÉPOCA |
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Contexto histórico | ||||
Al iniciarse este periodo ocupa el trono español
la reina Isabel II que es destronada en septiembre de 1868; la reina huye
a Francia y se va a vivir a París. Tras su caída se suceden
años de terrible agitación política. En 1871 viene
a reinar a España Amadeo I de Saboya, pero en febrero de 1873 se
instaura la primera República. En la primera mitad del siglo XIX la burguesía había conquistado el poder político y social, y había consolidado su poder económico. Anclado en el pasado por la fuerza de la rutina y la costumbre, el campesino continúa aferrado a la tierra y a sus costumbres, y de espaldas al progreso. El campo estaba sumido en un sistema latifundista controlado por caciques. Durante la mayor parte del siglo XIX, a pesar de las inhumanas condiciones de la vida rural, no se dio, antes de 1909, una inquietud seria ni un movimiento obrero organizado en este grupo. La realidad demográfica mejora, ya
que se produce un importante crecimiento demográfico impulsado
por la expansión económica, favorecida por el progreso técnico,
por la intensificación del comercio y por el desarrollo de la industrialización.
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Mentalidad | ||||
En esta época se
produce una reacción contra el idealismo de la época anterior.
Se pueden señalar cuatro puntos fundamentales en el pensamiento
filosófico de este siglo: a) su gran interés por las ciencias positivas, b) la negación de toda posible metafísica. c) la tendencia muy marcada a convertir la filosofía en teoría del conocimiento, ya que se entendía como teoría de las ciencias. La filosofía de la época es el positivismo de Augusto Comte (1798-1857), quien formuló su famosa ley de los estados; en un primer estado, el teológico, se buscan las causas y principios de las cosas en función de la acción divina; en un segundo, el metafísico, se siguen buscando los conocimientos absolutos, pero los agentes sobrenaturales de antes se sustituyen por entidades abstractas (esencias); y en un tercer estado, el positivo, el actual, domina la observación, y la mente humana se ciñe a la reiterada observación de los fenómenos que permiten descubrir las leyes. El positivismo basa el conocimiento en una investigación de los fenómenos, limitada a la enumeración de sus relaciones. El positivismo renuncia a toda problemática acerca de lo sobrenatural y se reduce a la averiguación y comprobación de las leyes de la experiencia, no sólo de los fenómenos físicos, sino también de los espirituales, sociales y morales. Su principio básico es que el conocimiento sólo se puede ocupar de los hechos y sus relaciones; los hechos no son otra cosa que los fenómenos que se pueden comprobar con la experiencia. Un análisis riguroso de la realidad a través de los fenómenos objetivos. Pero el positivismo no es la única ideología de la época. Entre otras, destaca el pensamiento socialista de Marx, cuya importancia estriba en dar al socialismo una base teórica dentro de un sistema filosófico más amplio que incluye una interpretación del mundo y de la historia desde un planteamiento materialista. Tampoco debemos pasar por alto el evolucionismo o darwinismo. Charles Darwin (El origen de las especies. 1859) considera a las diversas especies vivientes derivadas de un tronco común material, a partir del cual cada una ha ido evolucionando y transformándose en procesos distintos. En el ámbito científico se
producen avances importantes en astronomía, física
(leyes de la termodinámica), química (se descubre
la termoquímica, se perfeccionan los explosivos); y en la medicina
es donde se realizan los progresos más espectaculares: Louis Pasteur
hace avanzar el estudio de la Microbiología; se estudia y descubre
la actuación de los microorganismos; la cirugía mejora con
la aplicación de la asepsia, la antisepsia y la anestesia; Koch
descubre el bacilo de la tuberculosis. España, alejada de los avances
científicos, no participa en ellos, pero sí los conoce. Las repercusiones de todos estos cambios fueron
importantes en el arte y en la literatura. La nueva era,
sentando sus bases científicas y tecnológicas, impone un
nuevo tipo de vida; la realidad social es descrita tal y como es (Realismo).
Los cambios en las estructuras sociales tienen una repercusión
muy directa en la literatura; por un lado, la novela se impone a las demás
formas de expresión literaria y segundo, y muy importante, aparece
un tipo de público lector masivo y heterogéneo: burgueses
y nobles, intelectuales y asalariados, jóvenes y viejos, todos
consumen la literatura narrativa con interés y placer. La novela,
tanto en España como en el resto de Europa, alcanza uno de sus
periodos más álgidos. Lo fantástico del escritor romántico
se ve sustituido por la realidad objetiva exterior; la lejanía
en el espacio y en el tiempo, por lo actual, por el aquí y ahora.
Los sentimientos del autor deben quedar al margen de la obra. El autor
será un narrador objetivo. La realidad social se convierte en tema
de novela; se tratan los conflictos humanos, los problemas vitales y todo
lo que constituye el entorno habitual del hombre. Las descripciones reflejan
ambientes concretos y responden a la observación y consideración
de todo aquello que es parte de la vida. Así, Emilia Pardo Bazán
escoge como marco de su obra un paisaje y ambiente conocido: Galicia,
con sus gentes y sus costumbres. (En "Los Pazos de Ulloa"
desfilan gentes y paisajes gallegos, traspasados por pasiones violentas).
Los argumentos se basan en la realidad cotidiana y están protagonizados
por personajes tomados de la misma realidad. Los protagonistas suelen
ser personajes más o menos conflictivos (enfrentados a la sociedad
o a las normas sociales) que se desenvuelven en la sociedad en que vive
el personaje. Se aplican las enseñanzas de la psicología
y de la sociología, las nuevas ciencias de la época a las
que nos hemos referido antes. Esta literatura permite análisis
psicológicos, exposición de ideologías, inquietudes
morales, la caracterización lingüística de los personajes,
recogiendo el léxico y los giros populares y el uso de expresiones
localistas o regionales. Todas estas características las veremos
en "Los Pazos de Ulloa". La pintura y la escultura siguen las mismas pautas artísticas que hemos visto en la novela. El pintor muestra su entorno y sus problemas. Pero, a partir de 1874, la pintura se convierte en la vanguardia de los movimientos artísticos con los impresionistas. Adelaida de Sárraga IES Ronda. Lleida |
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