SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

LA MENTALIDAD DE LA ÉPOCA

Contexto histórico      
 

Al iniciarse este periodo ocupa el trono español la reina Isabel II que es destronada en septiembre de 1868; la reina huye a Francia y se va a vivir a París. Tras su caída se suceden años de terrible agitación política. En 1871 viene a reinar a España Amadeo I de Saboya, pero en febrero de 1873 se instaura la primera República.
El 14 de enero de 1875, con la proclamación del joven Alfonso XII se reinstaura la monarquía borbónica (es la llamada época de la Restauración que va de 1875 a 1898) y se produce un retorno a la estabilidad política y un resurgimiento de la prosperidad económica y de florecimiento de la literatura (Galdós, Clarín, Pereda, entre otros). La muerte de Alfonso XII en noviembre de 1885 da lugar al turno de partidos. Al nacer en mayo de 1886 el futuro rey Alfonso XIII, inicia la regencia la Reina Madre, María Cristina, hasta 1902.
Pero el desastre político y económico sobrevino en 1898; España pierde sus últimas colonias de ultramar. A finales del XIX España se encuentra sumida en una situación humillante y confusa.

En la primera mitad del siglo XIX la burguesía había conquistado el poder político y social, y había consolidado su poder económico.

Anclado en el pasado por la fuerza de la rutina y la costumbre, el campesino continúa aferrado a la tierra y a sus costumbres, y de espaldas al progreso. El campo estaba sumido en un sistema latifundista controlado por caciques. Durante la mayor parte del siglo XIX, a pesar de las inhumanas condiciones de la vida rural, no se dio, antes de 1909, una inquietud seria ni un movimiento obrero organizado en este grupo.

La realidad demográfica mejora, ya que se produce un importante crecimiento demográfico impulsado por la expansión económica, favorecida por el progreso técnico, por la intensificación del comercio y por el desarrollo de la industrialización.


Mentalidad      
  En esta época se produce una reacción contra el idealismo de la época anterior. Se pueden señalar cuatro puntos fundamentales en el pensamiento filosófico de este siglo:
a) su gran interés por las ciencias positivas,
b) la negación de toda posible metafísica.
c) la tendencia muy marcada a convertir la filosofía en teoría del conocimiento, ya que se entendía como teoría de las ciencias.
La filosofía de la época es el positivismo de Augusto Comte (1798-1857), quien formuló su famosa ley de los estados; en un primer estado, el teológico, se buscan las causas y principios de las cosas en función de la acción divina; en un segundo, el metafísico, se siguen buscando los conocimientos absolutos, pero los agentes sobrenaturales de antes se sustituyen por entidades abstractas (esencias); y en un tercer estado, el positivo, el actual, domina la observación, y la mente humana se ciñe a la reiterada observación de los fenómenos que permiten descubrir las leyes. El positivismo basa el conocimiento en una investigación de los fenómenos, limitada a la enumeración de sus relaciones. El positivismo renuncia a toda problemática acerca de lo sobrenatural y se reduce a la averiguación y comprobación de las leyes de la experiencia, no sólo de los fenómenos físicos, sino también de los espirituales, sociales y morales. Su principio básico es que el conocimiento sólo se puede ocupar de los hechos y sus relaciones; los hechos no son otra cosa que los fenómenos que se pueden comprobar con la experiencia. Un análisis riguroso de la realidad a través de los fenómenos objetivos.

Pero el positivismo no es la única ideología de la época. Entre otras, destaca el pensamiento socialista de Marx, cuya importancia estriba en dar al socialismo una base teórica dentro de un sistema filosófico más amplio que incluye una interpretación del mundo y de la historia desde un planteamiento materialista. Tampoco debemos pasar por alto el evolucionismo o darwinismo. Charles Darwin (El origen de las especies. 1859) considera a las diversas especies vivientes derivadas de un tronco común material, a partir del cual cada una ha ido evolucionando y transformándose en procesos distintos.

En el ámbito científico se producen avances importantes en astronomía, física (leyes de la termodinámica), química (se descubre la termoquímica, se perfeccionan los explosivos); y en la medicina es donde se realizan los progresos más espectaculares: Louis Pasteur hace avanzar el estudio de la Microbiología; se estudia y descubre la actuación de los microorganismos; la cirugía mejora con la aplicación de la asepsia, la antisepsia y la anestesia; Koch descubre el bacilo de la tuberculosis. España, alejada de los avances científicos, no participa en ellos, pero sí los conoce.
En esta época surgen, como ciencias nuevas, la sociología (creada por Augusto Comte) y la psicología, que estudian el comportamiento del grupo social y del ser humano, respectivamente. Estas ciencias tendrán su reflejo en las novelas de la época.

Las repercusiones de todos estos cambios fueron importantes en el arte y en la literatura. La nueva era, sentando sus bases científicas y tecnológicas, impone un nuevo tipo de vida; la realidad social es descrita tal y como es (Realismo). Los cambios en las estructuras sociales tienen una repercusión muy directa en la literatura; por un lado, la novela se impone a las demás formas de expresión literaria y segundo, y muy importante, aparece un tipo de público lector masivo y heterogéneo: burgueses y nobles, intelectuales y asalariados, jóvenes y viejos, todos consumen la literatura narrativa con interés y placer. La novela, tanto en España como en el resto de Europa, alcanza uno de sus periodos más álgidos.
Honoré de Balzac (1799-1850), el más representativo novelista del realismo francés, es el que mayor influencia ejerció en los escritores españoles. Su obra, fruto de la observación directa de la sociedad y de la realidad circundante, reproduce escenas, tipos y problemas, especialmente, de la clase burguesa de su época.
Junto a Balzac, destaca Emile Zola (1840-1892) que también ejerció una notable influencia. En sus obras trata de demostrar, de acuerdo con las teorías recientes, que la herencia biológica y las circunstancias condicionan la conducta del hombre; lleva el Realismo a un extremo de exageración y de visión intencionadamente parcial que se va a conocer con el nombre de Naturalismo, donde el cientificismo, las ciencias experimentales y el positivismo se harán más manifiestos.
Por otra parte, la novela rusa, y especialmente Fedor Dostoievski (1821-1881), también influyó notablemente en los escritores españoles, como Galdós, Baroja o la misma Pardo Bazán.
La novela, como vemos, es el género adecuado para lo que se propone el escritor: narrar la cotidianeidad del hombre, con la captación de ambientes y lugares. Stendhal decía "La novela es un espejo que se pasea a lo largo de un camino", y Emilia Pardo Bazán la explicaba diciendo "La novela nos lleva fuera de nosotros mismos y nos recuerda la comunidad de nuestro ser" (La literatura francesa moderna. El Naturalismo). Así pues, el escritor realista intentará hacer una reproducción exacta de la realidad externa, tomando como modelo los métodos de observación de la ciencia; y así se documentan sobre el terreno, toman apuntes de las gentes, saliendo, por ejemplo, de trabajar de la fábrica, de su indumentaria, de su ambiente o de sus gestos. Para la captación de la realidad exterior, la materia que va a convertirse en literatura, el escritor se basa en su experiencia personal, en lo que ve y en lo que oye. Podríamos decir que el escritor capta la realidad exterior con una técnica más adecuada a un científico que a un narrador. Hasta la misma conducta humana se explica por procedimientos científicos, fatalista, como las circunstancias en que se vive o el ambiente cerrado de los pazos que recoge Emilia Pardo Bazán.

Lo fantástico del escritor romántico se ve sustituido por la realidad objetiva exterior; la lejanía en el espacio y en el tiempo, por lo actual, por el aquí y ahora. Los sentimientos del autor deben quedar al margen de la obra. El autor será un narrador objetivo. La realidad social se convierte en tema de novela; se tratan los conflictos humanos, los problemas vitales y todo lo que constituye el entorno habitual del hombre. Las descripciones reflejan ambientes concretos y responden a la observación y consideración de todo aquello que es parte de la vida. Así, Emilia Pardo Bazán escoge como marco de su obra un paisaje y ambiente conocido: Galicia, con sus gentes y sus costumbres. (En "Los Pazos de Ulloa" desfilan gentes y paisajes gallegos, traspasados por pasiones violentas). Los argumentos se basan en la realidad cotidiana y están protagonizados por personajes tomados de la misma realidad. Los protagonistas suelen ser personajes más o menos conflictivos (enfrentados a la sociedad o a las normas sociales) que se desenvuelven en la sociedad en que vive el personaje. Se aplican las enseñanzas de la psicología y de la sociología, las nuevas ciencias de la época a las que nos hemos referido antes. Esta literatura permite análisis psicológicos, exposición de ideologías, inquietudes morales, la caracterización lingüística de los personajes, recogiendo el léxico y los giros populares y el uso de expresiones localistas o regionales. Todas estas características las veremos en "Los Pazos de Ulloa".
El teatro y la poesía pierden vigencia con la nueva mentalidad.

La pintura y la escultura siguen las mismas pautas artísticas que hemos visto en la novela. El pintor muestra su entorno y sus problemas. Pero, a partir de 1874, la pintura se convierte en la vanguardia de los movimientos artísticos con los impresionistas.

Adelaida de Sárraga

IES Ronda. Lleida