Verónica
Pascuet Rodríguez.
4 de E.S.O A (2005-06)
Capítulo
1:
Llueve, cada vez con más intensidad. El cielo que se puede ver
desde el cementerio es gris. Susana tan sólo puede ver cómo,
una a una, las gotas de lluvia van cayendo sobre la lápida de su
abuela Clara, y también sobre su rostro. Se mezclan con sus lágrimas.
Susana se estremece, quizás por estar empapada de lluvia, o tal
vez por el futuro nada claro que se le avecina. ¿Acaso podía
salir algo peor?, una potente luz iluminó el cielo. Segundos más
tarde, el estruendo de un relámpago le hizo dar un grito. Obviamente
sí, las cosas podían ponerse aún peor para ella.
*********
La gente estaba alborotada. En los pasillos de la universidad se mezclaban
unas voces con otras. Todo el mundo queria explicar cuantos "rollitos
de verano" habían conseguido, o enseñar fotos de lo
"divinas" que quedaban en traje de baño, o algún
chico que se levantaba la camiseta para demostrar lo morena que tenía
la piel, y de paso lo marcados que tenía los abdominales.
Los chicos que entraban a hacer su primer curso allí, los nuevos,
miraban la escena callados, como asustados. No sabían qué
cara poner ni a que grupo integrarse.
José, tambien era nuevo ese año, era un chico extrovertido,
que no se callaba ni debajo del agua, un bocazas, vamos. Él tenía
claro que el primer día ya iba a ir "a saco". De hecho,
esto era lo que había pensado aquella mañana, mientras se
engominaba el pelo
"Joer, ¡que bueno que estoy!. Soy el "machomen" "number
one". ¡Si es que estoy como un queso!, jeje, ha valido la pena
hacer abdominales cada mañana
¡Mira qué chocolatina!.
Bueno
eso es un michelín
vaya
¡bah!, si alguna
chica pregunta digo que no es barriga, sino chocolatina rellena de cacahuete.
Hoy voy a saco con la primera "jamba" que vea".
-¡Hola hermosura!. ¿Que hace un bombón como tú
aquí? -ligaba Jose con una chica de Segundo Año- ten cuidado
no te derritas. ¡Si tu culo fuera mantequilla, "peazo"
tostada que me comía!.
-¡Serás cerdo!, ¿de qué vas niñato?.
¡Crece un poco, anda!.
Y, propinándole un tortazo, aquel "bombón" dejó
a Jose más colgado que un cuadro. Un grupillo de los nuevos se
rieron al ver la escena. José les habia caído simpático,
y comenzaron a hablar con él.
Cuando José estaba eufórico, explicando a sus nuevos amigos
aquella vez que sin querer se afeitó toda una ceja y media cabeza,
vio como una chica cruzaba ante ellos. También era recién
llegada. Iba cabizbaja, aferrada a su carpeta, que apretaba fuertemente
contra el pecho. Su cabello era castaño, ondulado, e iba haciendo
un vaivén, suelto y sin recoger, a cada paso que daba la muchacha.
-Hey chicos -"fardaba" José- observad al maestro del
amor. ¡Voy a ligarme a esta!.
Se peinó el pelo hacía atrás, se ajustó los
pantalones y comenzó a andar hacia la joven, y con una voz grave,
de conquistador le dijo:
-Me pregunto si te hiciste daño
-¿Eh?-pronunció abstraídamente ella.
-Que me pregunto si te hiciste mucho daño al caer del cielo. Pensaba
que los ángeles más bellos no venían a la tierra.
-¿De qué hablas?. Perdona, tengo prisa.
-Oeoe
para el carro
¡Susana!-dijo leyendo el nombre que
tenía la chica escrito en la carpeta.
-¿Qué quieres?, no seas pesado. Hoy tengo un mal día,
y me gustaría llegar puntual a mi clase, al menos el primer día.
Susana esquivó a José y subió las escaleras al fondo
del pasillo. Llegó a la segunda planta, después de perderse
tres veces, justo cuando sonaba el timbre. Entró tímida
a clase, donde el profesor ya estaba explicando.
-Oh my God! No creo que sea tanto pedir, señorita, que respete
los horarios de inicio de clase. Nos estábamos presentando-vociferaba
el profesor de Inglés.
-Disculpe, no era mi intención. Es que hoy no tengo un buen día,
¿acaso me puede ir a peor?.
-Ya, ya, ya, reina del drama. Siéntese donde encuentre un sitio
libre.
-Hey, Susana, ¡aquí, conmigo!-gritaba ilusionado José-he
pedido ir a la misma clase que tú. ¿No es genial?.
Susana se sentó y suspiró
"Efectivamente, me equivocaba".
Capítulo
2:
El día había
sido interminable para Susana. Al parecer José se habia propuesto
hacerle la vida imposible.
Pasaron los días, y se acercaban los exámenes. Susana estaba
muy preocupada: en clase apenas podía atender, porque las payasadas
de José la distraían de todo. Aparte, echaba muchísimo
de menos a su abuela. Y encima se sentia terriblemente desgraciada, porque
desde el fatídico día del funeral de su abuela tuvo que
aprender a vivir sola. Y no era nada sencillo acostumbrarse a ello. Llegar
a casa y no encontrar a nadie. Al menos, no tendría que trabajar
durante unos años, justo los que duraban sus estudios en la Universidad,
gracias a la sencilla herencia de la abuela, que no era muy abundante
pero era lo justo para subsistir. La mente de Susana estaba llena de dudas
"Ojalá mi vida fuera diferente. Me gustaría tener la
vida de alguno de mis compañeros o profesores. O de alguien que
tuviera algún "hobby" que le llenara por dentro, o que
tuviera muchos familiares viviendo con él. Daría lo que
fuera por vivir la vida de cualquier otra persona
".
Así pensaba Susana día tras día. Un lunes, al salir
de la universidad, decidió andar sin rumbo, no le importaba el
lugar donde fuera a parar. Se sentia tan desgraciada que hacia tiempo
que nada le impotaba en esta vida.
Se adentró en la parte trasera del edificio de la Universidad.
Siguió un camino, que parecía desierto. El suelo estaba
cubierto de hojas caídas de los árboles. Y no se oía
ni un sonido. Conforme más distancia recorría más
muerto parecía todo a su alrededor. A izquierda y derecha de ella
habian árboles, que se erguían altos y majestuosos. Pero
su tronco parecía destrozado, y el verde de sus copas apagado y
mortecino. La joven se empezó a inquietar. El viento soplaba fuertemente,
y daba la sensación que la empujara hacia delante. Al levantar
la vista, Susana vio una biblioteca. Su aspecto era de abandono. Daba
la sensación de que hiciera años que nadie la visitaba.
Sin embargo, en vez de asustarse, Susana se dijo a sí misma:
"Aunque parece abandonada en la puerta puedo ver un cartel en el
que se lee "ABIERTO". Seguro que excepto algún bibliotecario
este lugar tiene que estar desierto. ¡Es ideal para estudiar!. No
tendré que verle la cara a nadie, y podré concentrarme en
mis exámenes y en mis pensamientos. Me da un poco de miedo, pero
¡voy
a entrar!.".
La muchacha se acercó hacia la puerta de cristal. El vidrio estaba
sucio y empañado, de modo que desde fuera era prácticamente
imposible adivinar el aspecto del interior. Susana empujó la puerta
y entró. El vestíbulo estaba débilmente iluminado
por una bombilla que parpadeaba colgada del techo. A pesar que la decoración
interior tenía aspecto de antigua y desde el exterior el edificio
daba la sensación de abandono, el interior estaba limpio y ordenado.
A uno y otro lado se extendían interminables estanterías
de madera de roble, repletas de libros. Y en lo alto de todos aquellos
muebles se hallaban querubines, ángeles con cara de inocentes y
otros con caras inquietantes y de sufrimiento, que estaban hábilmente
tallados en la madera. Susana estaba muy tensa. Aquel ambiente le ponía
los pelos de punta:
-Hola
¿hay alguien?
Se oyó un terrible estruendo. Las cañerías del edificio
crujían fuertemente.
-Hola, ¿hay alguien ahí? -repitió Susana con la voz
entrecortada- ¡que miedo da este lugar!...vaya día, ¿acaso
me puede ir ya a peor?.
Y en ese instante, la débil iluminación del lugar, se apagó.
Susana lanzó un grito
-¡Evidentemente, me equivocaba!. ¡Socorro!
Capítulo
3:
-Oye, oye. ¿Estás
bien?.
Susana se encontraba estirada en el suelo, hecha un ovillo. Aquel contratiempo
había sido algo más fuerte de lo que sus nervios podían
soportar. Y aquel lugar, a oscuras, todavía la aterrorizaba más.
La voz procedía de una anciana, con una vela encendida en su mano
derecha.
-Tranquila. No te asustes. La instalación eléctrica del
edificio tiene ya muchos años, y a menudo se va la luz -explicaba
la anciana mientras ayudaba a Susana a incorporarse- vaya ¡qué
sorpresa tener una visitante!. Aquí viene tan poca gente. Pocos
saben llegar hasta aquí
-¿Usted trabaja aquí?-preguntó Susana
-¡Claro!. Yo soy la bibliotecaria. En realidad no cobro un sueldo
ni nada. De hecho, según el ayuntamiento este recinto y sus alrededores
están abandonados. Y hacía años que nadie me venía
a visitar
-¿No cobra nada?. Entonces, ¿de que vive usted?
-¡Ah!, veo que no te cortas y dices las cosas tal cuál las
piensas, Susana.
-¡Eh!, pero
¿cómo sabe mi nombre?
-Porque yo soy adivina. Ese es mi otro empleo, el que me da de comer.
Pero, al igual que hoy en día la gente apenas lee con tanta tecnología
a su alrededor, el negocio de la hechicería y la adivinación
también anda de capa caída. Pocas personas creen ya en él
"Esto es increíble -pensaba Susana- Una hechicera de verdad,
¿o no?. Bueno, ha adivinado mi nombre, aunque eso no demuestra
nada".
La bibliotecaria era bajita y regordeta. Su aspecto era saludable y risueño.
Sus cabellos, de un tono canoso, estaban recogidos en un moño perfectamente
peinado. Y su mirada era profunda. Parecía conocerlo los secretos
de todo el mundo. Aunque, de manera extraña, Susana no lograba
advertir de qué color eran exactamente sus ojos, ya que la luz
de la vela no alumbraba lo suficiente.
-Ven, voy a ver si soy capaz de colocar bien los plomos. Y de paso me
dices en que te puedo ayudar. ¿Buscas algún libro en concreto?.
La bibliotecaria, mientras decía esto, iba andando a un sorprendente
paso rápido, a pesar de sus cortas piernas. Susana iba detrás
de ella, siguiéndola.
-Bueno, en realidad no busco nada en concreto -se sinceró Susana-
de hecho estoy aquí en un intento de aislarme. Últimamente
mi vida parece ir de mal en peor
-No hace falta que sigas. Tus ojos muestran más dolor que tus palabras.
Seguro que ya han llorado muchas lágrimas, hasta que parece que
se han quedado secos, ¿no?.
Susana estaba sorprendida. Nadie hasta el momento había descrito
tan bien su estado de ánimo como aquella desconocida en apenas
siete segundos.
-Sí, es cierto.
-Además, es una pena. Porque tus ojos son de un verde muy bonito
-Sí, bueno
ese es el tono de verde de los ojos de mi abuela.
Ella si que tenía una mirada bonita. Tenía un ojo de cada
color. Uno azul y uno verde. Recuerdo que de pequeña creía
que mi abuela era una ángel, y que por eso sus ojos eran así
Susana sonreía ante ese recuerdo. Pero su mirada se llenó
de lágrimas. La añoranza era demasiado fuerte.
-Te entiendo. La echas de menos
-¿Y usted cómo sabe que
?
-¿Qué está muerta? Olvidas que soy adivina. Cuanto
más tiempo paso con una persona, más sobre su pasado y su
futuro se me aparece.
-¡Qué fuerte! Aunque yo ya conozco mi pasado. Y mi futuro
no me atrae nada. De hecho nada de mi vida me atrae. Me gustaría
-¿Vivir la vida de otra persona? -sonreía pícaramente
la bibliotecaria.
Susana enmudeció:
-Se
¿se puede lograr eso realmente?
Sí, durante unos instantes sí. Eso es mi especialidad. ¿Por
qué?. ¿Acaso te interesa?
Capítulo
4:
Aquello era increíble.
Esa mujer podía lograr lo que Susana ansiaba tanto.
-Sí que me interesa. ¡Mucho!. Pero, no tengo dinero
-Eso no es problema. Yo no lo hago por dinero. Para eso ya tengo gente
que me paga, la que quiere hacerlo por algún interés económico.
Sin embargo puedo sentir tu corazón, y sé que lo tuyo es
un deseo más espiritual que material.
-¿Entonces
?.
-Entonces, querida Susana, vamos a cumplir tu deseo ahora mismo.
Una vez lograron entre las dos volver a enchufar los plomos del edifico,
se dirigieron a la parte superior del edifico. Entraron en una gran sala,
decorada con pesadas telas de terciopelo morado y azulado. Sobre el suelo
de madera de cedro se extendía una larga alfombra, que tenía
bordada la carta astral con hilos dorados y plateados.
-Siéntate, por favor. Voy a explicarte en qué consiste todo
esto.
Susana se sentó sobre la alfombra, junto a la anciana. Ésta
cogió un gran espejo, que apoyó en el suelo, enfrente de
ellas. Sobre el espejo hizo un círculo con arena que sacaba de
un saquito de cuero negro. Y una vez hizo esto, extendió boca abajo
una baraja del tarot en la parte superior del espejo.
-Verás, es muy importante que entiendas cómo funciona este
ritual -la anciana explicaba pausadamente mientras miraba a Susana- durante
unos segundos tu alma podrá meterse en el interior de otra persona.
Esa persona no sufrirá daños ni ningún percance.
Simplemente quedará inconsciente mientras tu estés en su
interior. Y una vez acabe el ritual, tu alma volverá a tu cuerpo
y esa persona volverá a despertar, sin recordar nada extraño
y sin que nada haya cambiado en su vida.
-¿Y yo puedo decidir quién quiero ser?
-Quien elegirá será tu subconsciente, no tú. Y puede
ser gente tanto del presente como del pasado. Lo único que no se
puede controlar es el futuro, porque todavía no ha ocurrido, ¿lo
entiendes?.
-Creo que sí.
-Tranquila. Ahora lo verás todo más claro. Cierra los ojos,
y piensa en la persona que más quieras.
Susana obedeció. Y pensó en su abuela. Su recuerdo era tan
nítido, que no pudo evitar que una lágrima se resbalara
sobre su mejilla y se precipitase sobre la superficie del espejo.
-¡Perfecto! - exclamó la bibliotecaria- ahora recitaré
el conjuro. Cuando acabe de decirlo debes abrir los ojos y mirar fijamente
el espejo. Te tendrás que concentrar en tu reflejo, y ya estará
todo listo
La anciana empezó a recitar
-De una lágrima tuya tu alma sale al exterior. Tu interior está
atormentado, se debe serenar. De una lágrima tuya tu vida podrás
intercambiar, de una lágrima tuya tu vida cambiará.
Susana abrió los ojos y contempló su reflejo en el espejo.
La lágrima que se había precipitado sobre su superficie
empezó a agrandarse, y la imagen del espejo se distorsionó.
De él salió una potente luz blanca, una luz que cegaba los
ojos. Susana no pudo evitar cerrarlos. Cuando los abrió se encontraba
¡¿en
una cocina!?
Capítulo
5:
Susana estaba rodeada
de fogones y cacerolas. Cogió una y se miró en ella. El
reflejo que le devolvía el metal no era el de una chica de pelo
castaño y ojos verdes, sino más bien el de un hombre de
unos cuarenta años, con alguna que otra entrada en la cabeza y
barba de tres días. Susana se sorprendió.
-¡Es verdad!. ¡Funciona! Ahora soy
Susana miró el delantal que llevaba puesto. En el había
sujeta con un imperdible una tarjeta de identificación. Susana
la levantó y leyó lo que estaba escrito:
"Antonio Giménez. Chef. Universidad Pública S.A."
¡Caray!, ahora resultaba que era el chef de la cafetería
de su universidad.
-¡Bah! -exclamó Susana- hacer unos cuantos sándwiches
y preparar algún que otro café. ¡Este trabajo lo voy
a hacer con los ojos cerrados!.
De repente, sonó una sirena. Era la alarma de las once, la hora
del almuerzo. Susana sacó la cabeza por el mostrador de la cocina.
Y lo que vio no le gustó nada. Un centenar de estudiantes, con
caras de aburrimiento, enfado y estrés, se acercaban rápidamente
y empezaban a agolparse sobre el mostrador, pidiendo cada unos lo que
quería a la vez.
Susana pasó un estrés increíble. No paraba de servir
cafés, bocadillos, ensaimadas, refrescos, ensaladas
Ya se
había abrasado nueve veces con la leche hirviendo, y se le habían
quemado más de treinta biquinis. Y cada vez aparecía más
y más gente pidiendo. ¡Aquello no acababa nunca!. Ya no recordaba
ni quién era. Además, de tanto trabajar y ver comida le
estaba entrando un hambre increíble
¡pero apenas tenía
tiempo de respirar, imagínate de hacerse un bocadillo!.
Los segundos pasaban lentamente. Susana estaba al límite de sus
fuerzas. Y aún no había pasado ni un cuarto de hora.
-¡Juer!, ¿cómo puede soportar el cocinero esto cada
día?.
Alguien se acercó y le pidió un bocadillo de tortilla de
patatas con cebolla.
Susana se apresuró a cortar en finas rodazas la cebolla. Al hacerlo,
se le empezaron a caer unos lagrimones de los ojos.
-¡Qué rabia!. ¡Siempre que corto cebolla me pasa igual.
Cuando una de sus lágrimas cayó al suelo, todo se paralizó
a su alrededor. Y nuevamente una potente luz blanca cegó su vista.
Al abrir los ojos, se encontraba otra vez en su cuerpo, junto a la bibliotecaria.
Capítulo
6:
-¿Qué
tal ha ido?-preguntó ella.
-Buff, ¡menudo estrés! Caramba, nunca había sido consciente
hasta hora de la suerte que tengo de estudiar en vez de trabajar en algo
tan estresante.
-¡Ajá!, lo bueno de estos viajes astrales es que te das cuenta
de todo lo bueno que uno tiene a su alrededor, y que no valora -respondió
filosóficamente la anciana.
-Es cierto -admitió Susana tímidamente- pero también
ha sido mala suerte. El mundo está lleno de gente sin preocupaciones.
-¿Tú crees?, ¿y quién?
-Pues, no sé
los millonarios, los niños
-¿Te apetece probar otra vez?
-¡Venga!.
Susana y la bibliotecaria repitieron otra vez todo el ritual. Cuando Susana
abrió los ojos se encontraba en un parque. Ella estaba dentro de
un arenero
y ¡ecs!, estaba llena de arena
hasta le parecía
que
¡sí!, ¡la boca también le sabía
a arena!.
-¿Cuándo he comido yo esto?-dijo Susana escupiendo.
Miró a su alrededor. Junto a un tobogán de color naranja
había una pequeña fuente metalizada. Se levantó,
se sacudió la ropa, y fue corriendo hacia ella para lavarse las
manos y aclararse la boca.
El parque estaba repleto de niños, que jugaban y correteaban de
un lado para otro. Eran libres de cualquier sufrimiento.
-Al ser tan pequeñitos, no se preocupan de sus sentimientos -se
dijo Susana.
Cuando llegó a la fuente se percató que algo no cuadraba.
-Vamos a ver. O en este parque las fuentes miden dos metros, o yo me he
encogido.
En efecto. Al intentar llegar en vano al pulsador que accionaba la fuente,
pudo verse reflejada sobre la superficie de esta. La imagen era la de
un niño de unos cuatro años, rebozado de arena como si fuera
una croqueta. Además, la verdad es que iba vestida de manera muy
hortera.
-¡Madre mía!, pero si estos pantalones hace catorce años
que ya no se llevan.
Y volvió a mirar al resto de los niños. Todos iban tan "modernos"
como ella.
-Dios mío, parece que en este parque todos los niños van
vestidos con ropa del baúl de los recuerdos
Entonces, se fijó aún más en la imagen reflejada
de aquel niño, que ahora era ella. Le era muy familiar.
-¡Ahora caigo! -exclamó- esta vez he viajado al pasado. Ahora
lo recuerdo. ¡Qué fuerte! ¡Ahora soy el niño
que me gustaba cuando yo tenía cuatro años!.
Aquel viaje si que había sorprendido a Susana. Era sin duda el
niño del que ella se había enamorado en su infancia. De
hecho, que ella recordara, aquel había sido su único amor.
Conforme creció se fue volviendo malcarada y fue espantando a todos
los chicos de su entorno.
Una niña pequeña iba corriendo y riéndose. Llevaba
su cabello castaño recogido en dos coletitas, que se sujetaban
a su cabeza con dos gomas de pelo con dibujos de ositos. Y sus ojos, verdosos,
echaban chispas de felicidad.
-¡Hola!, ¡Cuánto tiempo!- le dijo la niña a
Susana mientras se acercaba hacia la fuente.
Aquello era más fuerte que lo anterior. Aquella niña
¡Era ella!
"-¡Qué fuerte!- me estoy viendo a mi misma con cuatro
años!"
En efecto. La pequeña Susana reía sin cesar. Cogió
a Susana-niño de la mano y literalmente lo arrastró hacia
los columpios.
-¡Vamos a jugar! -le dijo Susana-pequeña.
Y Susana jugó, aunque parezca raro consigo misma, durante toda
la tarde. Hacia años que no era tan feliz y que no estaba tan tranquila.
De repente, Susana-pequeña le dijo:
-Siéntate, he de "decite" una cosa.
"-Todavía no sabía hablar bien" pensó Susana
-¿El qué?- dijo, siguiéndose a sí misma el
juego.
-Yo te quiero
-¿Qué? -Susana recordaba aquel momento
"-Recuerdo cuando me declaré a aquel niño. Él
me dijo que sí, y fuimos novios en broma. Me gustaba más
que todo, más que mis muñecas, más que ver mis dibujos
en la tele y más que mi merienda: el pan con chocolate. Pero al
cabo de unos meses recuerdo que él se mudó con sus padres
a otra ciudad, y ya no supe más de él. Hasta olvidé
su nombre
"
-¿Qué has dicho?-repitió Susana-niño.
En su interior, Susana podía sentir aparte de su propio corazón
el de aquel niño. Aquello no se podía explicar, era tan
bonito, tan mágico. El corazón de aquel niño
era muy dulce y estaba profundamente enamorado de aquella Susana de cuatro
años. Susana ignoraba que un niño fuera capaz de tener sentimientos
tan nítidos y profundos.
-Pues eso, ¡que te quiero!
Y Susana-niño sintió un nudo en el estómago. El interior
del niño se estremeció. Y sin poder evitarlo, el niño
de Susana-niño empezó a llorar. Pero lloraba de felicidad.
Capítulo
7:
Cuando las lágrimas
de Susana-niño cayeron sobre la arena, se paralizó todo,
como anteriormente había ocurrido en la cafetería de la
universidad. Y otra vez apareció una potentísima luz.
Al abrir los ojos, Susana se encontró otra vez en la azotea de
la biblioteca, junto a aquella misteriosa anciana.
-¿Qué tal ha ido está vez?
-¡Ha sido increíble!
-Supongo que el hecho de haber vuelto a ser pequeña te habrá
hecho darte cuenta que hasta las criaturas tienen sentimientos. Y estos,
a veces, incluso son más profundos e intensos que los de algunos
adultos.
-Completamente de acuerdo. Lo he podido comprobar en carne propia. Todo
esto, no sé
me está haciendo cambiar la forma de ver
la vida.
-¿A mejor?
-¡Por supuesto!
-Pues, aunque creo que es difícil,
sí
¡voy
a intentar hacerlo por ti, si es cierto que te ayuda!.
-¿A que se refiere?.
-¿No lo adivinas? -preguntó la anciana - ¿Qué
es lo que más deseas en esta vida?.
Susana estaba atónita. No creía que lo que iba a responder
fuera a lo que se refería la bibliotecaria. Sin embargo, tragó
saliva, y contestó lentamente
-Ver
¿a mi abuela?
-¿Y que te parecería ser ella?
-¿Qué?
Capítulo
8:
La luz blanca lo
invadía todo. Susana oía cómo la anciana volvía
a repetir por tercera vez el conjuro
- De una lágrima tuya tu alma sale al exterior. Tu interior está
atormentado, se debe serenar. De una lágrima tuya tu vida podrás
intercambiar, de una lágrima tuya tu vida cambiará.
Susana abrió los ojos. Su corazón latía impetuosamente.
No se lo podía creer. En apenas unos escasos instantes, viviría
la vida de su abuela. De su querida abuela Clara. Ya faltaba menos. La
potente luz blanca cesó de brillar. Ya estaba todo listo.
Susana miró a su alrededor, nerviosa, emocionada, ilusionada, alegre
¡feliz!.
Pero lo que vio la desconcertó:
"-Esto
¡Esto no puede ser real!, o
¿o sí?".
Susana se esperaba encontrar en cualquier sitio. Pero "eso",
no tenía sentido. No podía ser. ¿Estaba realmente
allí?
La sala donde se encontraba estaba cubierta de tapices de tonos azulados
y morados. Una alfombra en la que había bordada con esmero la carta
astral cubría el suelo de la habitación. Sobre la alfombra
había un espejo y una muchacha, de pelo castaño, inconsciente
y estirada en el suelo.
Susana estaba asustada. Se acercó hacia el espejo y miro en él.
La imagen que se reflejaba era
¿¡la de la bibliotecaria?!.
Capítulo 9:
El "shock"
que se llevó Susana fue tan fuerte que dio un grito de horror y
cayó al suelo inconsciente.
Al abrir los ojos se encontraba nuevamente en su cuerpo, tal y como había
sucedido las veces anteriores.
La bibliotecaria, sentada a su lado, sonreía.
-¿Qué
qué ha ocurrido aquí? -preguntó
alterada Susana.
-Pero, ¿aún no lo entiendes?. Tranquilízate, cariño.
Ahora te lo explico todo.
Y, inexplicablemente, el cuerpo de la bibliotecaria irradió una
luz, que al apagarse, mostró la imagen de otra anciana. Pero ésta
era diferente a la anterior. La mirada también era mágica.
Tenía un ojo de color azul, profundo como el mar, y otro verde,
del mismo intenso tono de verde que su nieta.
-Abuela, ¿eres tú? -lloraba Susana- ¿¡tú
eras la bibliotecaria?!.
-Mi nieta querida.
Susana y Clara se abrazaron. Abuela y nieta estaban juntas otra vez. Susana
no comprendía nada, pero estaba feliz de volver a ver a su abuela.
-Pero tú, ¿no estabas muerta, abuela? -preguntó Susana,
después de haberla abrazado.
-En efecto
-Entonces, ¿la bibliotecaria, la biblioteca, tú
?.
-Verás, las personas siempre están junto a sus seres queridos.
Incluso cuando mueren. Yo siempre he estado a tu lado, Susana, desde que
te ví nacer hasta que te vi llorar por mí en el cementerio.
Nunca has estado sola. Y nunca lo estarás. Siempre alguien que
te quiere te protegerá. Aunque tú no lo sepas.
Lo que ocurre es que tú no lo sabías. Y estabas sufriendo
muchísimo. Tú eres una chica sana y afortunada, deberías
ser feliz. Sin embargo te estabas volviendo huraña y pensabas erróneamente
que todo el mundo era más feliz que tú. Así que le
pedí a "él" que me diera permiso para hacerte
comprender que la vida de todo el mundo tiene cosas buenas y cosas malas.
Y que tú no eres la única desgraciada en este mundo. Que
has de ser fuerte, y dar gracias por todo lo que tienes.
-¡Y lo he aprendido abuela!. De verás que sí.
-Ya lo sé. Ahora, ¿estás triste?.
-No -respondió sonriendo Susana- porque sé que has estado
a mi lado.
-Y siempre lo estaré. Debo irme, ahora mi lugar está arriba.
Recuerda que siempre estaré a tu lado. Cuando algo te preocupe,
habla conmigo. Estés donde estés yo te escucharé.
Y recuerda que te estaré esperando.
-Sí -afirmó llorando de emoción Susana.
-Te quiero, cariño. ¡Hasta pronto!
-¡Adiós abuela!
Y una luz, esta vez de un color bello e inexplicable, lo iluminó
todo.
Al cesar la luz, Susana se encontraba sentada en el suelo, en la parte
trasera del edifico de la Universidad.
No había rastro ni de la antigua biblioteca ni de aquel extraño
camino.
"-Todo lo creó para hacerme entender que soy afortunada de
ser quien soy-" pensó Susana.
Se levantó del suelo, y justo cuando se iba a ir de aquel lugar,
se percató de que en el suelo había una carta, con su nombre
escrito. La recogió.
Era una carta de su abuela. La abrió, y justo cuando iba a empezar
a leerla, apareció José.
-¡Susana!, te he estado buscando todo el día.¿Dónde
estabas?.
En vez de enfadarse, Susana miró a José extrañada.
Veía en él algo que antes no había visto, pero no
sabia qué.
-Yo
-respondió Susana, pero José la cortó.
-Verás -dijo él- he de decirte algo. Cuando hablé
contigo la primera vez no me di cuenta, pero cuando me fijé más,
lo comprendí
-¿El qué?
-Que hace catorce años que te buscaba, y que por fin te había
vuelto a encontrar.
El corazón de Susana latía fuertemente. Cogió la
carta de su abuela y empezó a leer. Mientras lo hacia, sus manos
temblaban. ¿Aquello era lo que ella creía que era?:
"Querida nieta:
Antes de irme, creo que debía decirte una última cosa. Algo
que tú olvidaste y creo que también debes recordar. Aquel
chico del que te enamoraste de niña, y que sé que en el
fondo de tu corazón nunca lograste olvidar está más
cerca de lo que crees. ¡Qué demonios!...¡que esto no
es ninguna película!. Te lo diré sin tapujos: es José,
y aún te quiere. Sé feliz cariño. Recuerda que siempre
estaré junto a ti. Y no olvides que, como hoy te he podido demostrar,
de una lágrima nuestra, podemos aprender algo.
Muchos besos.
¡Hasta siempre!"
-José -Susana
ya lo veía claro - ¡eres tú!
-Parece un idiota, pero en catorce años nadie ha podido parecerme
más bonita que tú, la imagen de una niña de cuatro.
-Hace tanto tiempo -lloraba Susana -creía que me habías
olvidado. Ahora me doy cuenta de todo lo que te he querido siempre.
-Y yo Susana.
Y se besaron apasionadamente. El tiempo pasó, porque siempre pasa.
Susana y José salieron juntos. Esa tarde, Susana, ante la mirada
atónita de José, compró una tarta en la que había
escrito "perdónanos por ser tan pesados" y se la entregó
al chef de la cafetería de la universidad.
-No entiendo, ¿acaso él te gusta más que yo?- preguntó
celoso José.
-No es eso -rió ella- digamos que el hombre está muy estresado.
Y créeme, no tiene ni tiempo para comer, lo sé por experiencia.
Desde ese día, Susana cambió. La lección de su abuela
le había abierto los ojos. Volvía a ser feliz, volvía
a vivir la vida. Y dio gracias cada día por todo lo que tenía.
Hasta os puedo decir que su abuela Clara, se convirtió en bisabuela.
Y José en un padre orgulloso.
¿Qué cómo sé yo eso? Bueno, yo lo sé
todo y lo veo todo. Además, me lo pudo explicar Clara en persona
cuando volvió.
Aún no sabes quien soy. Hay gente que cree en mí y gente
que no. Tú eres libre de pensar como quieras. Digámoslo
así: el "él" al que Clara pidió permiso
para bajar a la Tierra junto a su nieta soy yo.
Y recuerda, de una lágrima tuya puedes vivir toda una aventura.
FIN
|