1. Síntesis de la novela

Nota del transcriptor

Un transcriptor anònimo justifica por qué dedide llevar a la imprenta las memorias de Pascual Duarte. El transcriptor explica cómo, cuándo y dónde había llegado hasta sus manos el manuscrito y la labor que ha realizado hasta dejarlo listo para poder ser editado.

Carta anunciando el envío del original

El 15 de febrero de 1937 Pascual Duarte, preso en la cárcel de Badajoz y condenado a muerte, escribe esta carta a don Joaquín Barrera López, de Mérida. En ella Pascual Duarte le anuncia el envío del manuscrito de sus memorias, le explica por qué y para qué las ha escrito y la causa de haberlo escogido a él como receptor de sus escritos.

Cláusula del testamento ológrafo otorgado por don Joaquín Barrera López , quien por morir sin descendencia legó sus bienes a las monjas del servicio doméstico

En la cuarta cláusula de su testamento, dado el 11 de mayo de 1937 en Mérida, don Joaquín Barrera López ordena que el paquete de papeles con el nombre Pascual Duarte que guarda en el cajón de su mesa de escribir sea dado a las llamas sin leerlo, y sin demora alguna, por disolvente y contrario a las buenas costumbres. De todas maneras, añade que si sin mediar malas artes el paquete se libra de la hoguera durante dieciocho meses, quien lo encuentre puede disponer de él libremente.

La dedicatoria de Pascual Duarte

Pascual Duarte dedica su escrito a la memoria del insigne patricio don Jesús González de la Riva, Conde de Torremejía, quien, al irlo a rematar el autor de este escrito le llamó Pascualillo y sonreía.

Capítulo 1
Pascual Duarte comienza sus memorias defendiendo la bondad de su naturaleza y reflexionando sobre el papel del destino -nefasto en su caso- en la vida de los hombres. Pascual explica sus orígenes: había nacido, más o menos, cincuenta y cinco años antes en un pequeño pueblo caliente y soleado, bastante rico en olivos y guarros a dos leguas de Almendralejo. Después de darnos una visión de su pueblo -de la plaza con el ayuntamiento, de la iglesia y, sobre todo de la casa de don Jesús, la única de dos plantas que había en el pueblo-, nos explica con detalle cómo era la suya, a unos doscientos pasos largos de las últimas del pueblo y en la que se podía vivir a resguardo de las nubes de la navidad, y a buen recaudo (...) de las asfixias de la Virgen de agosto. Por detrás del corral corría un regato a veces medio seco y nunca demasiado lleno, cochino y maloliente al que Pascual acudía a pescar anguilas, unas anguilas que, según su mujer, estaban rollizas porque comían lo mismo que don Jesús, sólo que un día más tarde. De todas maneras, Pascual prefería la caza porque, a diferencia de la pesca, era un pasatiempos para hombres. Había tenido una perra perdiguera a la que llamaba Chispa.


Capítulo 2
El padre de Pascual era portugués, alto y gordo como un monte, brutal y arbitrario, cristiano viejo, borracho y pendenciero, y con un estupendo bigote negro que se echaba para abajo desde que su estancia en la cárcel. por contrabandista, le había quitado cualquier gesto de arrogancia.

La madre, alta y chupada, era también desabrida y violenta, borracha, cruel y poco amiga del agua.

Se llevaban mal mis padres; y a su poca educación se unía su escasez de virtudes y su falta de conformidad con lo que Dios les mandaba y cualquier oportunidad era buena para demostrarlo.

Su padre había querido que Pascual fuera a la escuela. Aprendió a leer y escribir, a sumar y a restar, y, con la ayuda de sun madre que: ... siempre que tenía ocasión, y aun a veces sin tenerla, solía decirme que para no salir en la vida de pobre no valía la pena aprender nada. , la dejó a los doce años.

Entre tanto, Rosario, su hermana, había nacido durante un mes de julio o un mes de agosto.


Capítulo 3
Pascual la vió pegajosa y colorada como un cangrejo cocido. La colocaron en un cajón no muy hondo junto a la cama de la madre y el padre se sentaba en el suelo, a la vera del cajón, y mirando para la hija se pasaba las horas, con una cara de enamorado. Creció debilucha y esmirriada y en cuanto reparamos en ella dimos en observar que era más avisada que un lagarto, y como en mi familia nunca nos diera a nadie por hacer uso de los sesos para el objeto que nos fueron dados, pronto la niña se hizo la reina de la casa y nos hacía andar a todos más derechos que varas. Rosario servía para todo y para nada bueno: robaba, bebía y servía de alcahueta a la madre.

A los catorce años agarró todo lo que pudo y se marchó a Trujillo a casa de la Elvira. A los cinco meses, a causa de unas fiebres, volvió a casa medio muerta. Durante el tiempo que Rosario estuvo en cama Pascual explica: el humor de mis padres era como sombrío, y de aquel triste tiempo sólo guardo como recuerdo de paz el de los meses que pasaron sin que sonaran golpes entre aquellas paredes, ¡tan apurado andaba el par de viejos!... que en lo único que estaban acordes era en su preocupación por la hija...

Pero, en cuanto sanó, volvió a levantar el vuelo y a marcharse, esta vez camino de Almendralejo, donde paró en casa de Nieves la Madrileña.

Allí conoció al Estirao que no tenía mejor oficio que su cara porque, como las mujeres tan memas son que lo mantenían, el hombre prefería no trabajar.

Pascual y el Estirao se tropezaron en una finca de don Jesús y tuvieron unas palabras : Aquel día se me clavó una espina en el costado que todavía tengo clavada.

Pasado un tiempo Rosario volvió otra vez enferma a casa y le explicó a Pascual que aquella noche el Estirao le había dicho - ¿Sabes que tienes un hermano que ni es hombre ni es nada?.

En Pascual La espina del costado estaba como removida. Por qué no la arranqué en aquel momento es cosa que aún hoy no sé.


Capítulo 4
Pascual se disculpa del poco orden que sigue en sus memorias ya que lo suelto como me sale y a las mientes me viene y continúa explicando su vida:

A los quince años de nacer Rosario, nació su hermano Mario. El nacimiento de Mario coincidió con la muerte del padre, a quien había mordido un perro rabioso. Mario, entre las voces y las patadas del padre y animado por los gritos de la madre vino al mundo asustado y como lelo y no pasó de arrastrarse por el suelo como si fuera una culebra y de hacer unos ruiditos con la garganta y con la nariz como si fuera una rata. Murió sin haber cumplido los diez años.


Capítulo 5
Mario apareció ahogado en una tinaja de aceite. Su entierro, como años atrás el de mi padre, fue pobre y aburrido, y detrás de la caja no se hubieron de juntar, sin exageración, más arriba de cinco o seis personas: don Manuel, Santiago, el monaguillo, Lola, tres o cuatro viejas y yo.

Lola era medio novia de Pascual y, al acabar el entierro, Pascual la desflora en el cementerio, sobre la tumba de su hermano.


Capítulo 6
Entretenido por los interrogatorios, por las visitas del defensor y por su traslado, Pascual ha pasado quince días sin escribir. Relee sus papeles y reflexiona: es gracioso -y triste también, ¿bien lo sabe Dios!- pararse a considerar que si el esfuerzo de memoria que estos días estoy haciendo se me hubiera ocurrido años atrás, a estas horas, en lugar de estar escribiendo en una celda, estaría tomando el sol en el corral, o pescando anguilas en el regato o persiguiendo conejos por el monte. estaría haciendo otra cosa cualquiera de esas que hacen -sin fijarse- la mayor parte de los hombres; estaría libre, como libres están -sin fijarse tampoco- la mayor parte de los hombres; tendría por delante Dios sabe cuántos años de vida, como tienen -sin darse cuenta de que pueden gastarlos lentamente- la mayor parte de los hombres...


Capítulo 7
Pascual continúa con su relato: cinco meses después de morir Mario, Lola le dijo que estaba preñada y dediden casarse.


Capítulo 8
Al mes, Lola y Pascual se casaron. Y después de haber hecho los honores a los invitados, cogí a mi mujer, la senté a la grupa de la yegua, la enjaecé con los arreos del señor Vicente, que para eso me los había prestado, y pasito a pasito, y como temeroso de verla darse contra el suelo, cogí la carretera y me acerqué hasta Mérida, donde hubimos de pasar tres días, quizás los tres días más felices de mi vida.

Al entrar en Mérida, la mula, asustada, medio descalabró a una vieja. Se alojaron en la posada del Mirlo en donde, al tercer día, apareció la pareja de la guardia civil, requerida por los familiares de la vieja. Todo quedó en un susto, y regresaron a Torremejía.

Al entrar en el pueblo, Lola y Pascual son recibidos con cariño y los amigos de éste se lo llevan a la taberna de Martinete. Lola continúa su camino hasta la casa.

En la taberna, Zacarías cuenta una historia de un palomo ladrón y Pascual, que se siente aludido, le llama la atención. Sacan las navajas y Pascual lo hiere de tres navajazos.


Capítulo 9
Pascual se dirige a su casa con tres o cuatro de los íntimos. Pasan por el cementerio. El camino se hace eterno La casa parecía como si la cogieran con una mano misteriosa y se la fueran llevando cada vez más lejos.

Al llegar Pascual se sorprende del silencio. Le sale al paso la señora Engracia:
...hablaba con la "s", como la lechuza del ciprés; a lo mejor tenía hasta la misma cara
La yegua había descabalgado a Lola y ésta había abortado.

Pascual fue a la cuadra en busca de la mula y le clavó la navaja lo menos veinte veces .. .
Tenía la piel dura; mucho más que la de Zacarías...


Capítulo 10
Doce meses pasa Pascual como anonadado y hundido en las más negras imaginaciones hasta que Lola vuelve a quedar encinta. La tensión y la aprensión los dominaba durante la espera: La idea de que mi mujer pudiera volver a abortar era algo que me sacaba de quicio; los amigos me notaban extraño, y la Chispa -que por entonces vivía todavía- parecía que me miraba menos cariñosa.

Nació un niño al que pusieron Pascual. A los once meses murió de un mal aire.


Capítulo 11
Tres mujeres rodeaban a Pascual cuando murió su hijo pero ninguna, créame usted, ninguna supo con su cariño o con sus modales hacerme más llevadera la pena de la muerte del hijo; al contrario, parecía como si se hubiesen puesto de acuerdo para amargarme la vida. Esas tres mujeres eran mi mujer, mi madre y mi hermana.
¡Quién lo hubiera de decir, con las esperanzas que en su compañía llegué a tener puestas!.


Capítulo 12
La vida al lado de Lola y de su madre, que no dejan de abrumarlo con sus reproches, se hace insoportable para Pascual. El odio le hace pensar en el asesinato: El día llegará y en el día no podremos aguantar su mirada, esa mirada que en nosotros se clavará aún sin creerlo.


Capítulo 13
Pascual reflexiona en su celda. Ha estado un mes entero sin escribir (...) en este largo mes he gozado -a mi manera- de la vida como no había gozado los años anteriores: a pesar de todos los pesares y preocupaciones.

Desea continuar escribiendo su historia porque, aunque Hay ocasiones en las que me duele contar punto por punto los detalles, grandes o pequeños, de mi triste vivir, para compensar, momentos hay también en que con ello gozo con el más honesto de los gozares, quizás por eso de que al contarlo tan alejado me encuentre de todo lo pasado como si lo contase de oídas o de algún desconocido.


Capítulo 14
Pascual, asustado por sus intenciones, huye a Madrid con la idea de, desde allí, llegar a La Coruña y embarcar después para América. Pasó quince días en la capital y dos años en La Coruña donde vió por primera vez el mar y donde hizo distintos trabajos hasta que la nostalgia lo devolvió a su casa.


Capítulo 15
A la semana de su regreso, su mujer, que lo había recibido con cariño, le confiesa que está preñada de otro hombre. Pascual, que sospecha que su madre ha sido la alcahueta, le propone que aborte. Al final perdona a su mujer y acepta la situación pero le exige a Lola que le diga con quién le ha engañado. Nada más decirle que había sido con el Estirao, Lola cayó muerta en sus brazos.


Capítulo 16
Un nido de alacranes se revolvió en mi pecho y, en cada gota de sangre de mis venas, una víbora me mordía la carne.
Salí a buscar al asesino de mi mujer, al deshonrador de mi hermana, al hombre que más hiel llevó a mis pechos; me costó trabajo encontarlo de huido como estaba
.
Fue a buscarlo a Almendralejo y allí se reencontró con su hermana, que volvió con él a su casa a cuidarlo: Y volvió para casa, tímida y como sobrecogida, humilde y trabajadora como jamás la había visto; me cuidaba con un regalo que nunca llegué -y, ¡ay!, lo que es peor-, nunca llegaré a agradecérselo bastante. (...) Los días pasaban suaves como plumas; las noches tranquilas como en un convento, y los pensamientos funestos -que en otro tiempo tanto me persiguieran-parecían como querer remitir.
Pero el Estirao apareció en su casa con la intención de llevarse a Rosario. Pascual mantuvo la sangre fría hasta que,ante la chulería del otro, no pudo resistir más y lo mató.


Capítulo 17
Pasó tres años -de los veintiocho a que le condenaron- en el penal de Chinchilla y lo pusieron en libertad por buena conducta.

Volvió al pueblo lleno de esperanza y deseoso de reencontarse con su hermana. Pero ya por el camino un torrente de funestas ideas, de presagios desgraciados, que en vano yo trataba de ahuyentar, me atosigaban la memoria. Al llegar a su casa descubre que Rosario ha vuelto a marcharse a Almendralejo y que está liada con el señorito Sebastián, que había sido su padrino de boda: Creí morir. Hubiera dado cualquier cosa por haberme visto todavía en el penal.


Capítulo 18
Al saber que ha vuelto, Rosario acude enseguida a verlo y le explica que le ha buscado una novia, Esperanza, la sobrina de la señora Engracia.


Capítulo 19
Pascual se casa con Esperanza pero enseguida se da cuenta de que su madre sigue haciéndole imposible la vida. Pascual le da vueltas a la idea de poner tierra por medio para evitar mayores males pero Mi madre sentía una insistente satisfacción en tentarme los genios, en los que el mal iba creciendo como moscas al olor de los muertos. Llevado por el odio, una noche la mata.


Otra nota del transcriptor
El transcriptor nos explica que hasta aquí llegan las cuartillas manuscritas que posee de Pascual Duarte. Supone que, tras la muerte de su madre, y tal y como avanza en el capítulo 17, debió volver al penal de Chinchilla, donde debió permanecer hasta antes de empezar la guerra. Sólo sabemos que durante los días de revolución de su pueblo asesinó a don Jesús González de la Riva, conde de Torremejía, por motivos que desconocemos, que fue condenado a muerte y que, en la cárcel de Badajoz, mientras esperaba que lo ajusticiaran, escribió las memorias que ha transcrito.

Adjunta dos cartas fechadas el 1942, una del capellán de la cárcel de Badajoz que recogió sus últimas palabras y otra de un guardia civil de la cárcel, que ofrecen dos versiones contrarias de los últimos momentos de vida de Pascual Duarte.