MARC FUMAROLI · ENSAYISTA, AUTOR DE ´EL ESTADO CULTURAL´
"La ´cultura´ es hoy la religión del Estado"
VÍCTOR-M. AMELA  - 16/07/2007

Tengo 75 años. Nací en Marsella pero me crié en Fez (Marruecos) hasta los 17 años. Vivo en París: no soy francés, soy parisino. No tengo hijos. Soy profesor de literatura, ensayista, periodista, fotógrafo de piedras y cortezas de árbol..., ah, y también soy académico de la lengua francesa. Cada día me cuesta más votar. Soy católico.

Qué tiene contra la cultura?

- Combato el actual uso de la palabra cultura.

- ¿La usamos mal?

- La usa la política como pantalla, como escudo, como espejismo: Ministerio de Cultura, dice la política, escudándose tras una palabra ¡contra la que nadie se atreve!

- ¿Suprimiría los ministerios de cultura?

- Los llamaría del modo correcto: Ministerio de Patrimonio y Educación Artística.

- ¿Y por qué no de cultura?

- Porque es una palabra fetiche, vacía de contenido. ¡Pocas palabras hay tan proliferantes y tan políticamente correctas como cultura!Qué seductora es, qué aspecto tan rico, qué apariencia tan irresistible.

- ¿Una palabra sagrada?

- Los filósofos de la Revolución Francesa postulaban que convendría crear una "religión civil" con la que cohesionar la sociedad. Y, con el tiempo, los totalitarismos hicieron de la cultura su religión de Estado.

- ¿Sí? ¿Cuándo nació el primer Ministerio de Cultura?

- Fue un invento del canciller Bismarck en 1871: lo llamó Kulturkampf (impulso cultural). Ya entonces Nietzsche se burló, así: "¡Fenómeno nuevo! ¡El Estado como estrella para guiar la cultura!". Y ahí estamos.

- Porque cundió el ejemplo, ¿no?

- Pues sí. Véase luego el III Reich, con Goebbels ya controlando el cine, el teatro, la edición, ¡todo! Y será el mismo modelo de Lenin y sus casas de cultura en la URSS, y también el de Mussolini y su Minipopcult.

- Veo que son siempre totalitarismos.

- Pero lo de verdad relevante es que siempre se tratará de valores dictados desde el poder, desde arriba, desde fuera del pueblo. ¡Siempre de arriba abajo!

- ¿Y en Francia qué?, ¿también?

- André Malraux, que había sido vedette del Congreso por la Defensa de la Cultura (organizado por el KGB), engendró un Ministerio Iglesia de la Cultura. De Gaulle, tras la liberación, dio cobijo en su Ministerio de Cultura a artistas comunistas, para atraérselos.

- La cultura, irresistible arma política.

- ¡No llame a eso cultura! Llámele propaganda, promoción, publicidad, show-biz,espectáculo, entretenimiento, distracción...

- A ver: ¿qué es para usted la cultura?

- Todo lo que alimenta y enriquece el espíritu, toda nutrición exquisita para la imaginación, la memoria y la voluntad, toda pauta en el arte de conducirse ante los demás, toda educación del gusto, toda formación intelectual, moral, artística...

- Ajá. ¿Y dónde encontrar todo eso?

- ¡No en los aparatos de los ministerios de cultura! Ahí la actividad se orienta hacia la fabricación de productos con los que llenarte el tiempo y excusarte de cultivarte.

- Muy bien. ¿Se sabe a cuánta gente emplea y acoge el Ministerio de Cultura en Francia?

- Son 30.000 funcionarios, y son 120.000 los artistas protegidos, asegurados. ¡El ideal del Estado cultural es hacer de todo artista un sietemesino, un bebé de incubadora!

- ¿En qué sentido?

- Formarle, guiarle, facilitarle el taller, darle dinero de bolsillo, comprarle las obras... ¡Toda su carrera en el presupuesto público!

- Si eso le parece mal, dígame cuál debería ser la función del Estado, a su juicio.

- Favorecer un medio fértil sobre el que puedan desarrollarse los creadores, a su aire.

- ¿Qué funciones tendría su ideal Ministerio de Patrimonio y Educación Artística?

- Restauración, protección y promoción del patrimonio artístico del país (y regulación de su explotación turística, para no asfixiarlo). Y respaldo de escuelas públicas de la máxima calidad en la formación de artistas: danza, conservatorio, teatro, artes decorativas, arquitectura... Y una estrecha colaboración con el Ministerio de Educación.

- Todo sale de ahí: ¡de la educación!

- En Europa formamos a gente centrifugada, dispersa, orientada al masivo consumo de esto, aquello y lo otro... ¡Eso no es educar!

- ¿Qué es educar, señor Fumaroli?

- Contener nuestras tendencias centrífugas naturales. Es decir, cultivar la memoria y la concentración. ¡Esto se ha abandonado!

- ¿Con qué consecuencias, a su entender?

- Al no concentrarnos, nos descentramos: hemos perdido todo sentido del centro, pérdida que nos mantiene dispersos, sin voluntad, incapaces de gozar..., ¡una pérdida que nos aboca a la melancolía! Éste es nuestro diagnóstico colectivo: crisis melancólica, a la que entusiásticamente llamamos cultura.

- ¿Hoy nos sentimos melancólicos en ausencia del goce de la auténtica cultura?

- Pero habrá una reacción.

- ¿Qué reacción?

- Algunas escuelas enseñarán a algunos ciertas materias altamente selectas: se hablará de Homero, de tragedias griegas, del Mahabbarata, de sánscrito... Quizá esté sucediendo ya de un modo secreto, quizá esté ya operando una academia invisible...

- ¿Sí? ¿Un Fahrenheit 451 del espíritu?

- Je, je. Hay artistas, profesores, críticos... al margen de la burocracia oficial. Hay familias que están ya apartando a sus hijos de la televisión, de la circulación general de imágenes. Hacen como Rousseau con su Emilio...¡Habrá un elitismo feroz como lógica reacción a esta feroz masificación!

- Interesante diagnóstico...

- Y sólo de ahí, de esos poetas, de esos estudiosos, de esos artistas podrá brotar lo que yo llamo Europa del espíritu, ¡la única Europa valiosa de verdad! Y una cosa es segura...

- ¿Qué, Fumaroli?

- Esta Europa del espíritu... no va a salir de Bruselas, seguro que no, no, no.

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La Contra | página nº 68
 
FETICHE

Fumaroli incomodó a muchos en Francia hace 15 años con ´El Estado cultural´, un ´ensayo sobre una religión moderna´ (la cultura, así llamada) que es ya un clásico y que ahora se edita en español (Acantilado). Fumaroli formula ahí muchas observaciones agudas acerca del uso de la cultura como fetiche sacrosanto por parte de los estados modernos europeos. Intento sonsacarle sobre el sello que Sarkozy puede imprimir a esta tradición: "Esperaré a conocer sus actos", responde. Fumaroli repudia tanto "las imitaciones simiescas de lo americano" como las apelaciones nacionalistas: "Yo soy parisino, partidario del cosmopolitismo de París, no soy hexagonalista" (alude a la forma perimetral de Francia), y a la vez respalda el fomento y protección de la lengua gala.

Reelaboración por Toni Perulles i Rull para la Educación Superior, 17-07-2007.