Mercados
Titanes de Internet
Yahoo! y Google, dos historias condenadas a cruzarse
La dura lucha por un mercado que no existía hace diez años, las búsquedas en Internet
 
Terry Semel, presidente de Yahoo!
Eric Schmidt, presidente de Google Inc.
Terry Semel
AP Photo / Warner Bros Terry Semel, presidente de Yahoo!
 
LA VANGUARDIA 21/01/2007 | Actualizada a las 09:03h

Norberto Gallego  | Yahoo! empezó en 1994 como el hobby de dos estudiantes de Stanford, David Filo y Jerry Yang. También Google fue engendrada en Stanford, en su caso por Larry Page y Sergei Brin, estudiantes de ingeniería electrónica. Con el tiempo, ambas empresas se disputarían un mercado que hace diez años no existía, las búsquedas en Internet.

Pero, llegadas a un punto del recorrido, las parejas fundadoras sintieron la necesidad de una tutela que les ayudara a desarrollar la perspectiva empresarial. Page y Brin ficharon a Eric Schmidt, ingeniero con una brillante carrera como gestor tecnológico, quien se convertiría en factotum del acelerado crecimiento del negocio. Filo y Yang, por su lado, contrataron a Terry Semel, un ejecutivo de Hollywood, con fama de dealmaker,de quien dice la leyenda que apenas sabía enviar un correo electrónico.

En el 2004, se produjeron dos hechos que marcarían el futuro: Yahoo!, al comprar Overture, adquirió sus patentes de distribución de publicidad en internet, y demandó a Google por uso indebido de esa tecnología. Un acuerdo extrajudicial entre las partes sería el comienzo de una frenética competencia, un mutuo desafío permanente. Con arsenales muy distintos, vuelven a encontrarse.

Las dos viven de la publicidad, pero el futuro de Google depende de su capacidad para extenderse más allá de internet y el de Yahoo! de una nueva estrategia en las redes sociales de internautas.

Yahoo! busca más allá de los buscadores
Hace justo un año, la directora financiera de Yahoo!, Susan Decker, se sinceraba al decir en público que la compañía no podría arrebatar a Google el dominio de las búsquedas en internet, pero sí mejorar la `monetización ´ de su audiencia total, superior en número a la de su adversario. Se intentó entonces matizar sus palabras, pero quedó patente que existía un debate estratégico interno. Han pasado doce meses, y Susan Decker acumula dentro de Yahoo! el poder que le permitiría desarrollar su premisa. Muchos la consideran como la sucesora natural del actual presidente, Terry Semel.

Entre las nuevas funciones de Decker se encuentra el despliegue de las iniciativas destinadas a rentabilizar el caudal de usuarios que Yahoo! ha conseguido defender durante el peor año de su historia. Si se suman los 20 primeros sitios web de la galaxia Yahoo!, reúnen más audiencia que los 20 primeros de Google (excluyendo YouTube, que lleva vida separada). Pero mientras uno ha perdido el 10% de cuota de mercado, el segundo ha ganado un 18,6%, lo que ha llevado a los analistas a calcular que, si no cambian las trayectorias, Google superaría en audiencia a Yahoo! a mediados del 2009. Es el plazo máximo de que dispone la nueva estratega para evitar que Yahoo! pase de ser compradora a recibir proposiciones de compra.

Yahoo! no ha querido (o no ha podido) seguir la estela de Google en la carrera de compras multimillonarias, pero ha tenido la sagacidad de comprar selectivamente empresas jóvenes que, o bien le permiten profundizar enlas ascendentes redes sociales -como Bix. com, para organizar concursos sobre lo que a los usuarios se les ocurra -o en la recaudación publicitaria -como Right Media, una tecnología de subasta de anuncios gráficos -en consonancia con la nueva estrategia.

El instrumento para la resurrección de Yahoo! se conoce oficiosamente como Panamá, y es una plataforma para gestionar la distribución de publicidad en sus distintos medios on line. En síntesis, automatiza la colocación de anuncios segmentando la audiencia según criterios geográficos y demográficos. Pretende ir más lejos que la publicidad convencional en buscadores, puesto que, en opinión de Semel, la publicidad on line puede crecer mucho más de lo que generalmente se piensa, siempre que se considere el potencial del vídeo, las redes sociales y el acceso a internet a través de móviles.

Según Charlene Li, analista de Forrester, la salida para Yahoo! estaría en "dar a la audiencia aquello en lo que está interesada"; esto implicaría avanzar en la integración del abanico de medios existentes con las nuevas formas de acceso y uso de internet. Pero, sin renunciar al frente de batalla tradicional, la compañía está convencida de que la nueva frontera son los móviles, cuyo número y ritmo de crecimiento es superior al de los ordenadores conectados. Desde hace tiempo, Yahoo! experimenta en varios mercados la inclusión de anuncios en sus servicios de búsqueda a través de móviles, pero -lo mismo le ocurre a Google, igualmente interesada -en este negocio tendrá que ponerse de acuerdo con los fabricantes y los operadores.

La ambición de Google no tiene límites
Se preguntaba hace poco Richard Siklos, en el"New York Times", si Google es ya una empresa de medios y, en consecuencia, si debe ser tratada como colega con el que se pueden hacer negocios o como un adversario demasiado ambicioso. No es la primera vez que la cuestión se plantea, y aunque los directivos de la empresa aludida la rechazan hay gente que no acaba de creerles. Eric Schmidt, su presidente ejecutivo, afirma: " nuestro objetivo es crear la mayor red de distribución de publicidad del mundo." No sería, pues, una empresa de medios en el sentido de productor de contenidos, pero la envergadura que ya tiene -su valor en bolsa duplica la suma de Disney y el imperio Murdoch -y la que puede alcanzar este mismo año, avalan su pretensión de controlar la principal fuente de ingresos de los medios convencionales: prensa escrita, televisión y radio.

El propio "New York Times", junto con otros 50 periódicos estadounidenses, ha adjudicado a Google la venta de publicidad en su sitio web, y estudia ampliar el acuerdo para la distribución on line de anuncios en su versión impresa. CBS, por su parte, negocia otorgarle la exclusiva de venta de espacios en las radios de las que es propietaria. Las miras de Schmidt son más largas: no se trata sólo de comercializar su buscador y sitios afines en la Web, así como una multitud de asociados que han aceptado sus reglas (a cambio, en algún caso, de cuantías garantizadas). Ahora mismo, está avanzando el siguiente paso, consistente en captar una cuota creciente del mercado publicitario ajeno a internet.

Las cifras son elocuentes. La suma total del mercado publicitario representa más de 300.000 millones de euros, de los que solamente el 5% o menos se destina a internet.

Para que sus ingresos y beneficios sigan creciendo al mismo ritmo, manteniendo encandilados a los inversores, Google necesita que su sofisticada tecnología sea adoptada como plataforma idónea por un número más amplio de medios y también de anunciantes.

El éxito de Google se ha basado, fundamentalmente, en la venta de inserciones vinculadas a palabras clave en su buscador. La fórmula ha conquistado a un vasto número de anunciantes de pequeña talla, unos 400.000 según datos no confirmados, que no pueden permitirse otras formas de publicidad, y que aprecian la eficacia probada de Google. Distinto es el caso de los grandes anunciantes, que manejan grandes presupuestos, remisos a desplazar cuotas importantes de estos hacia un medio que todavía les provoca desconfianza.

La mayor parte de los ingresos totales de Google -unos 8.000 millones de euros en el 2006 -provienen de la publicidad on line, un mercado que domina con holgura. De seguir así, podrían duplicar los de Yahoo! (aunque esta supera a Google en otras fuentes de recursos), triplicando sus beneficios. Este ritmo excepcional de crecimiento muestra señales de estar cerca de sus límites, Algunos analistas contemplan un aumento del 33% en el 2007, que para cualquiera empresa sería brillante pero, cuando se trata de Google, hay que compararlo con el 81% estimado para el ejercicio cerrado hace tres semanas.

 

Ocio
Hacienda llama a Second Life
EE.UU. estudia imponer un impuesto sobre las fortunas virtuales
Second Life
 
Cuando acaba una partida de Monopoly, nadie pretende retener la propiedad de un hotel. El juego on line Second Life ha llevado mucho más lejos su imitación lúdica de la economía capitalista. Tan lejos, que han surgido propuestas para gravar el universo virtual de Second Life con un impuesto sobre el patrimonio.
LA VANGUARDIA 22/01/2007 | Actualizada a las 08:01h  | Madrid
Norberto Gallego  | A diferencia de otros juegos colectivos on line, en Second Life los jugadores no se limitan a ganar puntos para subir de nivel y disfrutar con los fantásticos objetos virtuales creados por los programadores. Si así fuera -como en World of Warcraft o EverQuest-, el valor de tales objetos decaería al multiplicarse la demanda: esa piedra preciosa que luce en su cuello una princesa valdría lo que un pedrusco si demasiados usuarios pudieran encontrarla en las profundidades de una mina tenebrosa.

En el mundo virtual de Second Life no hay objetos prefabricados: cada jugador crea los suyos, empezando por su propio avatar, un álter ego digital, mediante una aplicación informática. Para evitar que los objetos se desvaloricen, la empresa que explota el juego, Linden Lab, ha instaurado la tasa Linden, que grava los objetos en función del tiempo de procesamiento que requieren de sus ordenadores. Esta noción es resistida por quienes sostienen que el gravamen castiga la creación de objetos complejos, que son los que atraen más visitas y amplían la comunidad de adictos.

Second Life reconoce a sus residentes (se llaman a sí mismos lifers) el derecho de propiedad sobre sus creaciones virtuales. Philip Rosedale, el inventor, explica que se inspiró en la lectura del economista peruano Hernando de Soto, de quien aprendió que la superioridad del capitalismo occidental se fundamenta en la propiedad inmobiliaria.

¿Qué gana Linden Lab aceptando que los usuarios sean propietarios de una tierra que sólo existe como series binarias? Que la propiedad incentiva la creación incesante de contenidos digitales y estimula un mercado en el que cobra una comisión por cada transacción. A quienes protestan en las calles de su mundo virtual, Rosedale replica que es necesario un equilibrio para evitar que la demanda de servicios desborde la infraestructura disponible. La población se duplica cada tres meses, y la empresa ha de aumentar proporcionalmente sus recursos informáticos.

Se dirá, con razón, que Second Life es un juego, un mundo de fantasía, y que los usuarios lo saben desde el primer momento. Pero ¿es sólo un juego? Si 2,4 millones de individuos han pagado 10 dólares para registrarse (la mayoría deserta al cabo de un mes) es porque el morbo de esta plataforma consiste en emular la economía capitalista bajo una apariencia lúdica.

Cada dólar estadounidense cotizaba el viernes [www.slexchange.com] a 276 dólares Linden, la moneda ficticia de Second Life. La empresa se encarga de regular la oferta para evitar un estallido inflacionario. Mucha atención mediática se ha volcado en Anshe Chung -en la vida real Ailin Graef, nacida en China y ciudadana alemana-, la mayor terrateniente de Second Life. Su patrimonio inmobiliario de 550 islas virtuales, o 36 kilómetros cuadrados, tiene un valor nominal de un millón de dólares estadounidenses (equivalente a 750.000 euros); su negocio consiste en alquilar solares a las personas y empresas interesadas en instalarse en ellos. Otros promotores compiten con la señora Chung/ Graef, pero sólo ella puede decir que controla el 10% de la tierra disponible en Second Life.

Sea por la dimensión de esta fortuna, o por el volumen de las transacciones en artefactos virtuales, un comité del Congreso norteamericano lleva meses elaborando un informe sobre las consecuencias fiscales que pudiera tener un tráfico no previsto en la legislación. Hay que suponer que Linden Lab paga impuestos por sus rentas, pero no está claro a qué régimen tributario responde Ailin Graef, con oficinas en Wuhan (China) [www.anshechung.com]. El primero en promover el debate fue Julian Dibbel, que en su libro Play money sugiere que la transferencia de activos virtuales debería ser materia imponible. La mayoría de los expertos invitados por el comité coincide en que, siendo estos patrimonios susceptibles de crecer y puesto que existe un mercado, pueden generar plusvalías opacas al fisco. Al mismo tiempo, se preguntan cómo aplicar un impuesto sobre unos activos protegidos tras unas contraseñas sobre las que ninguna autoridad tributaria podría alegar competencia. Por otro lado, ¿de quién serían esos activos si, eventualmente, Linden Lab quebrara?

Otros juristas sostienen que ningún Estado tiene derecho a gravar estos patrimonios, ya que no aporta infraestructuras ni servicios públicos. Para Greg Lastowska, de la Rutgers University, esta concepción libertaria es inaceptable a la luz del Código Fiscal (¡de 1913!), para el que toda renta es imponible "cualquiera que sea la fuente de la que se obtenga". El problema no es tanto de principios jurídicos como de capacidad para imponer la legislación a un fenómeno que, por así decir, no es de este mundo.