ÉRIC-EMMANUEL SCHMITT · DRAMATURGO, ESCRITOR Y DIRECTOR DE CINE
"Imaginar es enriquecer la realidad"
IMA SANCHÍS  - 05/07/2007 en LA VANGUARDIA

Tengo 47 años. Nací en Lyon y vivo en Bruselas. Soy viudo y no tengo hijos. Catedrático y doctor en Filosofía, he escrito varias obras de teatro y novelas. Soy un europeísta convencido y de extremo centro. Nací ateo y fui agnóstico hasta que un día me perdí en un desierto y la fe se me cayó encima, tuve una revelación. Soy un cristiano sin Iglesia

- Erase una vez...

-... Una mujer muy modesta, de ese mundo del que yo vengo.

-... Y un famoso escritor...

-... Como yo hoy. Existen tantas barreras entre uno y otro mundo que difícilmente él y ella lleguen a comunicarse. Él la ve tres veces.

- Pero no la reconoce.

- Porque socialmente no es alguien que valore: no es lo bastante joven para ser una de sus amantes ni lo bastante culta para devolverle una buena imagen de sí mismo.

- Entonces, ¿qué los une?

- El imaginario. Ella ha entendido lo esencial de él a través de sus libros. Él acabará admirando la capacidad de ella de producir alegría, emoción, que es la capacidad de imaginar que la vida es mejor de lo que parece.

- Gran poder.

- Ella canta y baila cuando está sola, y cuando se emociona, vuela. Los dos son personas estropeadas por la vida que enriquecen su existencia mediante la imaginación.

- Hay quien considera eso una huida.

- Imaginar no es huir de la realidad, sino enriquecerla.

- Usted la ha conocido, ¿verdad?

- Casi. Fue en Alemania. Una noche, después de un encuentro con los lectores, ella se acercó. Se había puesto su mejor traje para mí, le iba un poco ajustado, había engordado desde que lo compró; y había ido a la peluquería. Su imagen, francamente, no era muy alentadora.

- ¿Le habló?

- Balbuceó, incluso lloró, verme le causaba demasiada emoción. Me dio una carta con un sobre totalmente kitsch, con angelitos y flores, y un corazón de espuma. Aquel regalo me causó una impresión terrible, lo metí inmediatamente en el bolsillo de mi chaqueta.

- ¿Confundido?

- No estaba nada contento de provocar tanta emoción en un personaje que no me gustaba. De noche, en la habitación del hotel, sentí nostalgia por estar tan lejos de casa y, como no tenía nada más que hacer, leí la carta.

- ¿Sorpresa?

- Sí, era una de las cartas más bonitas que jamás había leído. Esa mujer tenía un alma preciosa, llena de ternura y de luz. Pensé que yo era un idiota porque mis prejuicios culturales, estéticos y sociales no me habían dejado verla, sólo la parte ridícula de su exterior: el papel de carta, el corazón de espuma.

- ¿Hizo algo con ese sentimiento?

- Esa misma noche le escribí y decidí que esa historia no podía quedar ahí; escribí Odette, una comedia sobre la felicidad.

- ¿Cuál es su experiencia sobre la felicidad?

- Durante mucho tiempo estuve buscándola porque tenía una idea equivocada de ella, pensaba que la felicidad consistía en no tener penas, no estar enfermo, no perder a seres queridos.

- ¿Lo que resistes persiste?

- Sí, viví todo lo contrario: estuve enfermo y perdí a la gente que más amaba. Me di cuenta de que estos aspectos negativos nunca desaparecían de mi vida y me dije que tenía que ser feliz con todo esto, que quizá la felicidad consistía en aceptar la parte dolorosa de la vida. Y lo he conseguido.

- ¿Cómo?

- Prefiriendo la intensidad a la serenidad. Es decir, que vivo plenamente los acontecimientos que tengo que vivir. Incluso la tristeza que pueda sentir la entiendo como una fase del amor, un acto de amor intenso.

- Hay mucho desamor.

- Hay sobre todo miedo, y creo que lo que aportan las religiones, los mitos y la literatura es la idea de que se podría sustituir el miedo por el amor; es una utopía, pero es una utopía útil porque el amor no vive si no se le hace vivir, el amor necesita de eterna reanimación, depende de nosotros mismos.

- Entonces, está a la altura de cada uno.

- Pero hay gente que tiene un don especial para la felicidad, y Odette es así, tiene una banda de jazz en el corazón, tiene alegría de vivir, y eso es un regalo.

- ¿Uno puede regalarse eso a sí mismo?

- Esa banda de jazz deja de sonar en Odette cuando pierde a su marido. Debe volver a hacerla sonar y lo hace mediante la imaginación y la lectura de las novelas de Balthasar. Pero acepta que la traten de naif, que los demás no la entiendan, acepta quedarse en su ambiente, no sueña con ser otra. Lo que le falta no lo vive como una frustración.

- Y usted, ¿ha conseguido instalar una orquesta en su corazón?

- He abierto el oído para escucharla, cuando estoy solo bailo, como Odette; pero también soy un melancólico.

- ¿Hay que luchar?

- Hay que luchar contra uno mismo y contra los demás para evitar la tontería, la simplificación, el egoísmo, el rechazo a los demás; es una tarea ardua. No hay nada más fácil que convertirse en un fascista porque eso está en el interior de cada uno de nosotros, es una de nuestras posibilidades.

- La maldad es más fácil que la bondad.

- El mal ya esta aquí y el bien está por hacer, será nuestro mérito. Nuestras vidas son difíciles, están llenas de dolor y siempre acaban mal, como las historias de amor, pero yo escribo para superarlo, para no quedarme en el diagnóstico e intentar desarrollar las capacidades que nos hacen amar la vida.

- Una noche se perdió en el desierto y tuvo una revelación.

- Me inundó una confianza extrema, la certeza de que todo tiene sentido y de que debía admitir lo incomprensible. Una sensación que todos tenemos en la niñez: para el niño el mundo es misterioso, pero confía. La fe es volver a encontrar ese sentimiento.

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La Contra | página nº 80
 
ÉRASE UNA VEZ

Mañana se estrena ´Odette, una comedia sobre la felicidad´, la primera película de Schmitt, autor teatral multipremiado que ha hecho dialogar en ´El visitante´ a Freud y a Dios, y cuyos libros, breves y poderosos, le han convertido en uno de los autores preferidos de los franceses. ´El señor Ibrahim y las flores del Corán´ se llevó al cine y ´Oscar y la dama rosa´ aparece en la encuesta de la revista ´Lire´ como uno de los libros que habían cambiado la vida a los lectores, junto a la Biblia y ´El principito´. Schmitt era un profesor de filosofía, racional y ateo, que a los 29 años se perdió en el desierto y tuvo una revelación: "La sensación de ser una ínfima parte de algo planeado. Sentí que debía admitir lo incomprensible". Y a partir de aquella noche empezó a escribir.

Recopilación de Toni Perulles i Rull para presentar en mis clases de la Educación Superior. Tortosa, 5-07-2007.