Discurso de Joan Manuel Serrat al serle entregado el 15 de marzo de 2006, el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid

“Quien se dedica a una profesión que le hace feliz, más que un mérito
tiene una bendición”

"Antes que nada, quiero agradecer esta distinción con la que me honran.

Aunque mi amigo Rafael Azcona sostiene la teoría de que los premios han
de ser secretos y fuertemente dotados, este es distinto y especialmente
agradable, porque es uno de los que podré presumir ante mis hijas y mis
paisanos: ya saben que a los catalanes no hay cosa que nos guste más que
ganar en Madrid.

Además, debo confesarles que me gustan las razones que se argumentan
para concederme hoy este honor. Se desprende de ellas que les caigo bien
y que ha sido un amigo el que ha montado este festejo.

Según palabras de otro buen amigo, José Luis García Sánchez, se ponen
ustedes tan estupendos en los méritos considerados, que la distinción,
según él, casi sabe a poco; y añade que, de ser verdaderos tales
méritos, me debían, además, hacer duque de Pueblo Seco y regalarme una
vajilla de doce servicios. Incluso concluye que ustedes no encontrarían
descabellado que, en un ataque de vanidad, le hiciese una OPA a Joaquín
Sabina.

Probablemente, las virtudes que se me atribuyen son algo exageradas.
Pero digo yo que no habré sido un arbusto tan torcido cuando me han dado
el birrete.Quizá la forma más coherente de agradecer este honor fuera el
componer para ustedes una copla del tipo ‘Birrete, ay, mi birrete...",
de rima agradecida, aunque un poco fuera de lugar.

Bromas aparte, ahora espero que entiendan y respeten mi derecho a
defenderme de tanto halago.

Yo aprendí el oficio de hacer canciones y cantar de otros que antes lo
aprendieron de otros, y me hace feliz pensar que tal vez con mi trabajo
he podido ayudar al aprendizaje de los que siguen.Si he contribuido
poética y musicalmente a dignificar la canción, me parece fantástico que
ustedes, contemporáneos míos, me lo hagan saber y me siento muy halagado
de que me lo agradezcan.

La gratitud no es una virtud frecuente; más bien lo contrario. La
historia está llena de hombres que mucho han contribuido en este u otro
aspecto de la vida y que no han recibido a cambio más que el desprecio y
la ingratitud de sus contemporáneos, aunque coincidirán conmigo en que
un hombre que disfruta del privilegio de dedicarse a una profesión que
le hace feliz, que hace lo que le gusta hacer, que le pagan por hacerlo
y que además constantemente percibe que la gente le quiere, más que un
mérito tiene una bendición.Y este es mi caso.

También me alegra que conste entre los méritos que se me atribuyen el de
haber contribuido a la difusión de la obra de grandes poetas españoles,
pero les confieso que, al musicar poemas de Antonio Machado, de Miguel
Hernández y de otros maestros, no era exactamente esa mi intención. Lo
hice porque sus poemas me conmovieron. Lo hice siguiendo el camino de
otros que lo hicieron antes que yo, como Paco Ibáñez, como Raimón, como
Alberto Cortez y algún otro más. Lo hice porque los versos sonaban a
canciones. Canciones bellas e inteligentes que a mí me hubiese gustado
escribir.No se si ellos, los grandes musicados, estarán de acuerdo con
lo que se ha hecho con su obra, ni con lo que se ha dicho aquí al
respecto. Realmente seria interesante conocer su opinión.

En mi defensa les diré que una de las mayores satisfacciones que tuve
cuando grabé aquellas canciones con versos de Antonio Machado fue una
carta del gremio de libreros de Madrid en la que se me agradecía,
después del éxito del disco, mi contribución a que las ventas de los
libros del poeta se multiplicaran.

Decía Xavier Regás, afamado crítico teatral barcelonés y padre de amigos
tan entrañables como Oriol, Xavier, Georgina y Rosa Regás, que un hombre
culto en Barcelona, allá por los 70, era aquel que conocía la existencia
de Antonio Machado antes de que Serrat hubiese puesto música a algunos
de sus poemas.No le faltaba razón. He conocido a alguno que discutía de
Machado sin haber leído jamás un poema suyo, solo porque había oído el
disco: opinaban de la película y solo habían visto el trailer.

La carta del gremio de libreros tranquilizó mi conciencia, en el sentido
de que mi trabajo tal vez sirvió para algo más que para darle una capa
de pintura a la ignorancia.

También me gusta la idea de haber contribuido a normalizar el catalán o,
mejor dicho, a devolver la normalidad al catalán. Aunque en mi caso no
hay que darle mucha importancia porque, aparte de ser catalán, ejerzo de
tal, y para mí expresarme en catalán ha sido algo tan natural como que
crezcan las uñas.Si hay que agradecer a alguien su contribución a la
normalización del catalán, hagámoslo con quienes han peleado por
defender el derecho propio o ajeno, sobre todo el derecho ajeno, por
devolver la normalidad a una lengua y una cultura que solo la
intolerancia, la ignorancia y el rencor marginaron.

Soy bilingüe, como los reptiles.Aunque me reconozco catalán, soy
mestizo; y, por mi origen, escribir y cantar en castellano es también
una manera natural de expresarme a la que no estoy dispuesto a
renunciar, de la misma forma como jamás pensé en dejar de escribir y
cantar en catalán. Si alguna vez alguien me preguntó en cual de las dos
lenguas me expresaba mejor, mi respuesta fue que siempre me expreso más
a gusto en la que me prohíben hacerlo.

Tal vez ustedes, al premiarme con este doctorado, han querido contribuir
al esclarecimiento de uno de los misterios de la metafísica patriótica
o, en términos de Antonio Machín, a resolver el dilema de: Cómo se
pueden tener dos idiomas a la vez y no estar loco.

Seguro que en esto habrá quien tenga otro punto de vista tan legítimo
como el mío. Pero en lo que supongo que estarán de acuerdo conmigo es en
que el hombre, al defender los valores democráticos, al enfrentarse a la
discriminación y la intolerancia, al defender la riqueza del pensamiento
libre y plural, no hace otra cosa que actuar en defensa propia.

Reivindico valores como la libertad y la justicia como un algo único,
pues no hay libertad sin justicia, ni justicia sin libertad.Lo hago
frente a la preponderancia aplastante del dinero, valor supremo por el
que se miden y se valoran las cosas y las gentes.Reivindico la justicia
y la libertad, porque reivindico la vida.Reivindico a la humanidad en su
sentido más amplio.Reivindico a los humanos y a la naturaleza, que nos
acoge y de la que formamos parte.Reivindico el realismo de soñar en un
futuro donde la vida sea mejor y las relaciones más justas, más ricas y
positivas, y siempre en paz.Y sobre todo, como un derecho que todo lo
condiciona, reivindico el conocimiento como el pilar fundamental que nos
sustenta y que nos caracteriza positivamente como especie.Que esto sea
digno de reconocimiento es algo que debería hacernos reflexionar acerca
del mundo en que vivimos y de los valores que lo mueven.

Como decía el profesor Casares, cuando hablamos del canto y de quien lo
practica hablamos de un arte que ha vertebrado la sociedad. Yo escribo
canciones para expresarme, pero también para comunicarme. Los argumentos
de mis canciones están en mí, pero también están alrededor de mí. Son lo
que yo siento, pero también son lo que me cuentan los demás.Son lo que
yo soy, pero también lo que me gustaría ser.Son mi realidad, pero
también mi fantasía.

Las canciones viven en la memoria personal y colectiva de las gentes.Las
canciones viajan y nos transportan a tiempos y lugares donde tal vez
fuimos felices.Todo momento tiene una banda sonora y todos tenemos
nuestra canción, esa canción que se hilvana en la entretela del alma y
que uno acaba amando como se ama a sí mismo.Tal vez alguno de ustedes
ahora este pensando: "Por su culpa, Serrat, me casé con el que hoy es mi
esposo -o mi señora-… estábamos un atardecer de verano en la playa,
cuando empezó a sonar su canción…etcétera…". Por favor: eso no es culpa
de mis canciones, sino de sus atardeceres de verano y de sus ímpetus
juveniles. Así son algunas canciones. Personales e intransferibles.Otras
aglutinan un sentimiento común y se convierten en himnos. Entonces dejan
de pertenecer al autor para ser de todos.

Me complace que hayan valorado ustedes esta parcela de la poesía que es
la canción popular, que, además de algunas otras cosas, es una forma de
acceder al conocimiento del mundo. Les puedo jurar que en la composición
y en la ejecución de algunas canciones populares hay hallazgos tan
definitivos como el teorema de Pitágoras o las virtudes del ácido
acetilsalicílico para combatir la cefalea. Dice el refrán que "quien
canta, su mal espanta". Y es cierto. Cantando compartes lo que amas y te
enfrentas a lo que te incomoda. Conjuras los demonios y conviertes
sueños en modestas realidades.Yo canto por el gusto de cantar. Cantar me
da placer. Por eso, para mí, tener el oficio de cantar es un
privilegio.Aparte, siempre te dan mesa en los restaurantes.

Estoy seguro de que, por encima de todos los considerandos que se
enumeran, esta distinción es el fruto de algo tan simple y preciado como
el cariño. Así lo entiendo y lo agradezco.Si para algo vale la pena
vivir es para querer y ser querido. Es lo que mueve mis pasos.
Probablemente, a lo largo de mi vida no haya hecho otra cosa que lo que
estoy tratando de hacer ahora mismo: que me quieran mis amigos. Y tener
cada vez más. Que es la única acumulación que merece la pena en la vida
y por la que no se pagan impuestos.

Muchas gracias".