Mi bisabuelo tocaba el acordeón, mi abuelo el saxofón y mi padre hizo la   carrera de piano, aunque no se dedicó. 
                    
                  Pero decidió que sus hijos   serían músicos. 
                  
                  Sí, a los 3 años nos enseñaba solfeo y a los 6 nos   inscribía en el conservatorio. Pronto fuimos una troupe de seis niños de entre 5   y 12 años que tocaban el acordeón, instrumento del que mi padre estaba   enamorado, y no lo hacíamos mal: recibimos primeros premios en Francia, Italia,   Holanda, Alemania, Finlandia y Bélgica. 
                  
                  La familia Trapp española. 
                  
                  Así nos llamaba. Una de las actuaciones que mi padre me encomendaba,   emulando a Mozart, era interpretar al piano una obra conocida con los ojos   vendados y con el teclado cubierto con un pañuelo de seda. 
                  
                  Pero la   vida le llevó por otro camino. 
                  
                  Sí, hasta que hace cuatro años, a   raíz de una situación laboral complicada e injusta, tuve una crisis personal y   decidí que a partir de entonces iba a hacer más cosas que me gustaran y a   reducir las obligaciones. 
                  
                  ¿Y recordó lo bien que se lo pasaba con la   música? 
                  
                  Sí, pero la gran pregunta fue: ¿qué habilidades he   desarrollado hasta hoy? Entre otras, la investigación. Así junté ambas cosas:   estudié ingeniería biomédica y decidí dedicarme a los efectos y aplicaciones   científicas del sonido y la música como herramienta terapéutica. 
                  
                  ¿Y   qué ha averiguado? 
                  
                  El efecto indiscutible y comprobado de la música   en los seres vivos, tanto en vegetales como en animales y, por supuesto, en   humanos. 
                  
                  ¿Vegetales, dice? 
                  
                  La música en invernaderos de   semillas influye en una germinación más rápida y de mayor calidad. Y es   sobradamente conocido el experimento con las vacas. 
                  
                  Cuénteme. 
                  
                  Se comprobó que las vacas de vaquerías próximas a aeropuertos,   sometidas a niveles elevados de ruido, dan menos leche, y que las vacas de   establecimientos amenizados con una selección de música clásica incrementan su   producción; pero eso es viejo. 
                  
                  Viejo pero sorprendente. 
                  
                  En la actualidad, la musicoterapia se aplica con excelentes   resultados en los campos de la educación (parálisis cerebral, síndrome de Down,   autismo, hiperactividad...), geriatría (alzheimer, parkinson, enfermos   terminales, demencia senil), salud mental, trastornos de alimentación, traumas   por abusos..., y también resulta eficaz para la recuperación de las personas   afectadas por un infarto cerebral. Hay cientos de publicaciones que avalan lo   que le estoy diciendo. 
                  
                  No se por qué suena tan milagroso. 
                  
                  Porque los sonidos no se ven, son vibración y energía, ¿pero qué es   la materia?... En los enfermos de alzheimer, por ejemplo, la música, implantada   en el cerebro mucho antes de que el niño aprenda a hablar, permanece durante   largo tiempo después de que las palabras hayan desaparecido. 
                  
                  ¿La   música continúa estando con nosotros cuando todo lo demás se ha ido? 
                  
                  Sí, calmante y hasta socializante, pues basta con hacerle escuchar a   un enfermo una sesión de treinta minutos para que desaparezca la agresión y deje   de deambular. ¿Conoce la obra del científico Oliver Sacks? 
                  
                  Sí,   maravillosa: El hombre que confundió a su mujer con un   sombrero,Un antropólogo en   Marte,Despertares...
                  
                  Aplicó la música a enfermos   de parkinson: "La música - escribe-les permitía el movimiento libre. Se podía   ver incluso que cuando se imaginaban la música, sólo pensando en ella, superaban   sus impedimentos". 
                  
                  ¿Qué significa eso? 
                  
                  Con la música   cambian las ondas cerebrales; se da un cambio neurológico profundo. 
                  
                  ¿A usted qué experimentos le han llamado más la atención? 
                  
                  Un experimento interesante cuyos resultados se presentaron el año   pasado muestra el impacto de un simple metrónomo, es decir, un ritmo, en un   enfermo con parálisis cerebral al que dos personas tenían que ayudar a caminar   y, simplemente por sincronizarse con un ritmo, al cabo de algunas semanas de   entreno parecía otra persona; eso demuestra que se puede llegar a reparar la   actividad neuronal por el proceso del ritmo. Y hay una noticia reciente   increíble. 
                  
                ¿Buena?
Buenísima. Desde hace algunos meses,   en el hospital Mútua de Terrassa han implantado la nueva tecnología de   ultrasonidos de alta intensidad (HIFU) para tratar y eliminar tumores tanto   benignos como malignos. 
                  
                  ¿Funciona? 
                  
                  Los ultrasonidos se   están posicionando como la terapia con más futuro para el tratamiento de tumores   malignos de hígado, mama, páncreas, riñón y hueso. Se trata de una alternativa   precisa, eficaz, segura y no invasiva; una tecnología que se ha probado con   excelentes resultados en centros de Estados Unidos y de Asia. 
                  
                  ¿Qué me   recomienda para dormir como un angelito? 
                  
                  El conde Kaiserling le   encargó a Bach una obra que le ayudara a dormir. Las Variaciones Goldberg eran   interpretadas por el clavicordista de la corte durante sus noches de insomnio y   desde entonces se utilizan como música relajante. Pero queda mucho por   investigar, y creo que el poder del sonido va a seguir sorprendiéndonos. 
                  
                
Durante la Segunda Guerra Mundial enviaban a los hospitales norteamericanos,   abarrotados de heridos y escasos de personal y calmantes, grupos de música que   entretuvieran a los heridos. Fue así como empezaron a observar que los enfermos   se recuperaban antes con música que sin ella. A partir de ahí comenzaron a hacer   estudios y no han cesado. Hoy ya es posible a través de ultrasonidos, sin   cirugía, eliminar tumores (sistema que en España se aplica en el hospital Mútua   de Terrassa). En Música y neurociencia: la musicoterapia (Ed. UOC), este   investigador y músico expone los fundamentos, efectos y aplicaciones   terapéuticas de la música y cita los más recientes estudios. 
                    
Recopilación para Estudiantes Nuevos de la Facultad de Educación de la UNED. 8/12/2008. Antoni Perulles i Rull