ENTREVISTA a Alain Touraine, sociólogo, que publica ´Un nuevo paradigma´
"Ya no podemos entender el mundo en términos sociales, sino culturales"

FRANCIA
"Hay una enorme dificultad para reconocer la diferencia y al otro"

PARADIGMA FEMENINO
"Las mujeres no tienen las armas, pero ya tienen la palabra"

JUSTO BARRANCO - 15/11/2005 en La Vanguardia
Barcelona

La situación que se vive hace dos semanas en las calles de Francia parecía anunciada en Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy (Paidós), el nuevo libro del sociólogo francés Alain Touraine (1925): un joven sin trabajo fijo responde a un encuestador que la categoría social que más odia es la policía, y luego los enseñantes y los trabajadores sociales "porque nos mienten, nos engañan. Nos llaman a integrarnos a una sociedad deseintegrada". "Para muchos -escribe Touraine-, el mundo ha perdido todo sentido y el sinsentido no puede suscitar más que conductas de puro odio". Touraine sostiene que ya no podemos comprender el mundo en términos sociales sino culturales, y habla de un nuevo modelo de modernización femenino en el que el centro es el sujeto.

- Resulta curioso que un sociólogo hable de que vivimos la destrucción de lo social, el fin de la representación social de nuestra experiencia.

- Lo que pasa en París corresponde bastante bien a este fin de lo social. Hasta mediados del XIX hablábamos en términos políticos: paz y guerra, orden y desorden. Eran las categorías que estructuraban nuestra visión y nuestra práctica. Luego durante siglo y medio hemos representado y organizado nuestra existencia en términos económico-sociales, un modelo en el que los conceptos eran capital, trabajo, huelgas y mercado. Y todo eso se ha ido abajo, no estamos ya en ese paradigma.

- ¿Cuál es el nuevo?

- El paradigma cultural. El social ya no sirve, por dos grandes razones: una, la globalización, que significa que la economía se reorganiza a nivel mundial, y no hay más instituciones a ese nivel. Se desvincula la economía, que ahora es global, de lo social, cultural y político. Un ejemplo significativo es la desaparición de la ciudad, típicamente moderna. La ciudad, la civilidad, la ciudadanía, se van. Se crean zonas de urbanización, como la banlieue de París. Las megalópolis no son ciudades, son zonas urbanizadas. La sociedad que vivimos está deshecha entre golden boys que viven la economía sin sociedad, otros que viven más o menos y, finalmente, masas excluidas, marginales.

- ¿Cuál es la otra razón?

- Hemos pasado de una sociedad de lugares a una de flujos, con movilidad, inmigración, encuentro y choque entre culturas. El problema más visible en Europa es el de los inmigrados. A muchos nos cuesta dejar de pensar en términos homogéneos y hay una dificultad para integrarles. Es el problema más dramático. De todos modos, hasta la fecha en el caso francés la ruptura es bastante limitada: la población no se ha movilizado contra estos jóvenes porque ven que tienen problemas. Pero Francia es un país de lugares, de esencias, el país de los derechos humanos, y le resulta difícil entender la sociedad de flujos. Se acepta al que llega si se asimila. Si no, hay rechazo y se le trata como inferior. Hay una enorme dificultad en reconocer la diferencia y el otro. Hace falta crítica porque somos cada vez más incapaces de combinar la diversidad cultural con el hecho de pertenecer a la misma nación y defender valores universalistas.

- Entonces, ¿predominan los factores culturales?

- En un mundo en movimiento imposible de controlar, ¿qué tenemos para defender nuestra identidad, autonomía o libertad? Hoy todo está controlado, fabricado, sólo tenemos un principio de resistencia y de legitimidad del comportamiento: defender mi derecho a existir como individuo y no estar fuera del mundo. Los derechos primero fueron políticos, luego sociales y ahora culturales, ya sea el tipo de comida, el sexo, la religión o la manera de vivir. Vivimos un mundo donde las grandes preocupaciones no son conquistar el mundo sino crearse a sí mismo. Y hoy nos creamos a partir de la sexualidad como en otro tiempo a partir del trabajo. En los parlamentos se tratan más problemas culturales, desde la eutanasia hasta el matrimonio gay, que sociales. El mundo privado ha invadido el público y la cultura a la política.

- ¿Eso no puede conducir a que se creen guetos culturales?

- En vez de lucha de clases hoy hay en conflicto dos imágenes opuestas de la individualidad. Una que defiende la identidad, la homogeneidad, el comunitarismo, y que elimina las minorías. Es tan peligrosa como el leninismo, que en nombre de la clase obrera quería imponer la dictadura del proletariado. Frente a esto hay una nueva individualización que defiende los derechos de cada uno a controlar el medio ambiente de las actividades humanas, los juicios de valor sobre cómo comportarse con el otro, con el cuerpo, la sexualidad.

- ¿Cuál es el límite?

- ¿Cómo combinar diversidad y unidad? Sin elementos comunes no hay comunicación. Si todos somos diferentes, sólo podemos usar el mercado o el fusil para comunicarnos. Pero aunque sólo hay una modernidad, hay varios caminos a la modernización mientras se respeten la racionalidad y los derechos humanos.

- Ve este cambio como el paso de una modernización guiada por principios masculinos a otra femenina.

- El modelo europeo de concentrar los recursos de todo tipo en manos de una elite masculina no está siendo reemplazado por una elite femenina, sino por un esfuerzo por parte de la mujer de reconstruir un mundo una experiencia personal y colectiva, partidos en dos. No tienen las armas, pero ya tienen la palabra. Se habla de ellas como víctimas, pero también son creadoras, agentes de una nueva cultura.

Recopilado por Toni Perulles i Rull. 15-11-2005