Maravillado Pla

A MONTAIGNE no le daba miedo explorar su propio territorio interior; a Pla, sí

ORIOL PI DE CABANYES - 29/08/2005


Existo para asombrarme", dice un verso de Goethe. ¿Cómo no asombrarse ante tantas maravillas como nos regala la existencia? Buen momento este de las vacaciones para badar, como decimos aquí. Que no es estar en Babia, sino mirar sin fijeza, con una total despreocupación por el tiempo.

Josep Pla (siempre hay que volver a Pla) era un flaneur, uno que callejeaba sin rumbo, husmeándolo todo. Y aunque sentimental vergonzante y escéptico, era también un badoc, un maravillado como ese santón del pesebre provenzal que levanta los brazos al cielo como admirándose de tanta sorpresa.

La escritura de Pla revela creer que hasta en nuestro presente existe un paraíso dormido. Su obsesión era que la distancia entre lo representado y la realidad fuera mínima. Y sin que en el camino se hubiera perdido la sensualidad experimentada en directo.

Pla es un hombre poco dado al aspaviento y al ir con prisas. Es más bien un contemplativo: un hombre que se deja penetrar por el mundo circundante. Todo le llama la atención, todo lo externo le parece interesante. Así que procura fijarlo, más que recrearlo, en la escritura. Aunque necesariamente tiene que seleccionar. Y en la renuncia de lo accesorio se realza también su voluntad de dominio sobre la realidad.

Hay una glosa de Xènius, Diálogo del paseo de Escollera,que, escrita y publicada en 1920, o sea, en plena crisis entre él y la Catalunya oficial, plantea el tema del "valor de escoger".

"¿Por qué distinguir, por qué escoger?", se pregunta su voz interior mientras pasea por el malecón, entre la mar abierta y el puerto.

"Porque distinguir - argumenta- es el camino de la inteligencia; escoger, la única prenda segura de virilidad. Para ser inteligente, para ser hombre y, sobre todo, para ser hombre inteligente, es necesario sacrificar mucho. Todo es hermoso, todo se confunde... Bien. Esto tal vez explica el mundo. Pero esto no nos justifica a nosotros. Y sólo la perfección se produce, y sólo nace la verdad, cuando ante un mundo real se coloca un contemplador justo".

"Tener prisa - decía- quiere decir no estar en lo que a cada momento se tiene que hacer. Quiere decir tener la cabeza en otro lugar, en otra cosa, en lo que vendrá...". Pero no puede decirse que Pla fuera solamente un badoc pasivo: Pla era este "contemplador justo", este observador anímicamente activo de cuya categoría nos habla la glosa de Ors. En donde, más adelante, se insiste en la misma idea de una manera magistral: "La monotonía está siempre en nosotros, y no en las cosas. El artista lo dijo, la filosofía lo ha repetido con insistencia después. Basta mirar algo con atención, para que se vuelva interesante"(el subrayado es mío).

Pero se miraba poco a él mismo, posiblemente porque no se tenía mucha confianza. La gran diferencia entre Pla y Montaigne es ésta. Mientras que el francés se examina ante el espejo de la escritura, Pla se escuda en ella. A Montaigne no le daba miedo explorar su propio territorio interior. A Pla, sí. En realidad, ¿qué sabemos de lo que llegó a saber de sí mismo? Cuatro tópicos divertidos y alguna cortina de humo, apenas nada.

En la línea de Montaigne, lo mejor que nos dejó Josep Pla es tal vez el testimonio de su infarto de miocardio. Léanlo (en Notes per a Sílvia).Verán a un hombre frente a la última realidad, como descubriéndose a sí mismo ante el espejo de la muerte. O de la vida.