ÁNGELA BECERRA, ESCRITORA
"Crecer es volver a ser niño"
LA VANGUARDIA LLUÍS AMIGUET  - 30/06/2007

Tengo 49 años, pero hasta los 40 no crecí lo bastante como para descubrir mi niñez. Nací en Medellín. Estoy casada de nuevo y tengo dos hijas de 27 y de 14, lindísimas. ¿Religión? Dios es amor y ya está. ¿Política? No creo en esa raza. Para poder escribir hay que tener, como Virginia Woolf, un cuartito propio: en él está la libertad

A los 40 años descubrí mi niñez.

- Nunca es tarde para ser niño.

- Sufrí una crisis y la superé buceando en mi interior: volví a sentir y pensar como niña.

- ¿Le gustó lo que vio?

- Me sirvió: para entenderte a los 40, tienes que recordar tus 4 años y tus 4 meses.

- ¿Y qué recordó?

- Mi madre fue una mujer con muchas ganas de ser muchas cosas, pero se quedó en ama de casa; mi padre era un contable y con mis seis hermanos y todos componíamos una familia de clase media baja en Medellín muy unida, porque no llegar a fin de mes une mucho.

- Estaban ustedes entretenidos.

- De niña tuve la tos ferina y mi madre hizo una rogativa a la Virgen de Fátima y decía que me salvó, así que tuve que vestirme el hábito de la Virgen todos los fines de semana durante toda mi niñez.

- El hábito no le haría popular en el cole.

- Pasaba muchas horas sola. Me aburrí horrores hasta que me regalaron Peter Pan y lo leí mil veces. ¡Qué mundo secreto descubrí por fin! ¡Leer! La llave de mi libertad.

- A algún guateque se escaparía.

- Imposible. De los siete, éramos cinco niñas y mi padre se volvía loco de celos: estaba obsesionado con nuestra virginidad. Me abría las cartas y escuchaba mis llamadas por el otro teléfono. Para poder escapar de él, terminé casándome a los 16 años.

- ¿Y ya casada se quedó en casa?

- Acabé haciendo de modelo publicitaria: era un tocho de modelo, un ladrillo, la peor.

- Algo tendría usted si la contrataban.

- Me daba igual. Enseguida descubrí que lo interesante pasaba detrás de la cámara.

- Pues depende.

- Me di cuenta de que quería ser publicitaria y no modelo.

- ¿Y su marido?

- Fue el carcelero de la nueva prisión. Un director de marketing secuela de mi padre. Era mi papá II, y casi tan celoso como él.

- Solemos buscarnos cadenas paralelas.

- Supe que o crecía o tendría que quedarme para siempre en mi nueva cárcel. Estudié Comunicación y empecé a planificar. Estudiaba y trabajaba frenéticamente y ahorraba en un calcetín para poder dar el salto.

- Preparaba su Prison Break.

- Escribía tarjetas Hallmark y, como me pagaban por palabra, las hacía larguísimas, también hacía jingles para anuncios de tele.

- Ya iba usted para poetisa.

- Me volcaba en el trabajo: la creatividad siempre ha sido mi evasión. Tuve mi primera hija, intenté la separación y después volví para arreglarlo... Fue inútil. Pasaron aún doce años hasta que pude ser libre.

- ¿Cómo?

- Pude irme, porque ya me ganaba bien la vida en publicidad y mi hija tenía 7 años. Pero, al ser libre, llegaron nuevos problemas.

- Suele pasar.

- De niño tienes una capacidad de aprender y de sentir enorme y la vas reduciendo para obtener la aprobación de los demás. Y yo, para sentirme importante y querida, había transformado mi vida en un buscar más y más sin sentido. Daba todas mis horas para vender lavadoras, coches o cafeteras.

- Creo que la llaman la crisis de los 40.

- ¿Dónde estaba el aprendizaje? ¿Dónde el descubrimiento? Enterraba mi vida para ganar más y que me respetara gente que sólo me trataba por su propio interés. Pero en realidad, yo no sacaba nada de tanta tontería.

- ¿Cómo superó el mal rollo?

- Dejé la publicidad y me quedé sola con un montón de cuadernos en blanco para vomitar allí todo. Me fui a India y estirando de aquel vómito y escribiendo más y más llegué a mi niñez: crecer es volver a ser niño.

- ¿Publicaba su vómito?

- Escribí un poemario y lo publiqué... ¡Mis amigos publicitarios decían que se me había ido la olla!

- Recuerde algún verso.

- El día que pueda ser/ El día que sea...

- ¿Y también escribió narrativa?

- Descubrí algunos trucos: si, al escribir, yo siento y logro que, al leer, los lectores también lo sientan, entonces la sensación es real y la historia también.

- Es el truco.

- Al estar sola, vivía más y al escribir condensaba vida. Cuando escribo puedo ser yo y también el anciano que hace el amor con su esposa de ochenta años y ya no ve los pechos caídos ni la carne flácida ni nota el olor agrio de la vejez, porque la ama.

- También hay vida fuera de los libros.

- La felicidad son momentitos, como ver a tu hija bailar para ti... Dura un instante y en el segundo siguiente a lo mejor te estás peleando con ella y las dos lloráis, pero aquel instante ya nadie os lo puede quitar.

- ¿Y trata de compartirlo?

- Eso es escribir. Y por eso ahora que ya he publicado siento mi nido vacío, un vacío en el estómago...

- También hay quien emociona haciendo anuncios de lavadoras...

- Yo lo hacía. Y de aquella época me queda la disciplina de estar seis horas encerrada escribiendo y no levantarme hasta que tengo mis dos folios de cada día, redondos.

- La disciplina es la jefa de las musas.

- Y la que concede la libertad interior de la literatura y, con ella, la autonomía emocional que a mí me llena.

- Además, hay que conseguir las historias.

- Cuando te pones a escribir, las historias vienen a ti. ¿Sabe que la muertita guapísima de mi novela no es realismo mágico colombiano sino una santa real de Sant Cugat?

Sábado, 30 de junio de 2007
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La Contra | página nº 80
 
LA ETERNIDAD

El noble cruzado Soler volvió victorioso a Sant Cugat de Tierra Santa y, como premio a sus desvelos, Roma le concedió el salvoconducto para la vida eterna a él y su descendencia: el cuerpo entero y eterno de la bellísima lapidada santa Clara mártir. La reliquia fue venerada y legada con devoción de padres a hijos con su arqueta y capilla; escondida en tiempos de guerra y mostrada siempre con orgullo y reverencia hasta que los últimos Soler - viendo en esta herencia más problemas que ventajas- decidieron, entre el museo o la iglesia, devolver a Roma la reliquia de la que fueron custodios durante nueve siglos. La muy real santa Clara mártir y catorceañera de mórbida belleza es ´la Santa´ que Ángela Becerra convierte en símbolo de la dualidad humana en ´Lo que le falta al tiempo´.

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¿Cómo es que siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación. Frase escrita por Alejandro Dumas.

Recopilación por Toni Perulles i Rull, el 30-06-2007.