LAS PRIMERAS PROYECCIONES CINEMATOGRAFICAS EN CATALUÑA 

1896: En el mismo año en que el terrorismo anarquista atentaba contra la procesión de Corpus en pleno casco antiguo de Barcelona y que sirvió al Estado como excusa para reprimir indiscriminadamente a las asociaciones obreras en el célebre proceso de Montjuïc, en que se levantaban los creativos edificios modernistas reflejo de la existencia de una rica burguesía industrial y comercial local, y en que Picasso era inscrito en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja de Barcelona, tuvieron lugar en la ciudad las primeras proyecciones de imágenes en movimiento con el Cinematógrafo Lumière.

De hecho, diversos artefactos del pre-cine desfilaron por Barcelona (con más de medio millón de habitantes) y por otros municipios de Cataluña (que había sobrepasado los dos millones de habitantes), anterior y paralelamente al invento de los hermanos galos. Las primeras "fotografías animadas" se habían contemplado el 2 de mayo de 1895 en la plaza de Cataluña, frente al Círculo Ecuestre, a través del visor de un Kinetoscopio Edison que junto al Fonógrafo se habían dispuesto en un saloncito llamado ocasionalmente Salón Edison. El acontecimiento fue presentado como una curiosidad científica. Ambos inventos de Edison ocuparon otros emplazamientos en la ciudad.

Un año después -el 24 de mayo de 1896- se presentó el Animatógrafo de Paul en el Teatro Eldorado, aunque aquí como atracción combinada con las variedades. Este aparato estuvo instalado posteriormente en otras salas. Otro ingenio con vistas fotográficas animadas fue el Kinetógrafo presentado el 5 de junio de 1896 en el vestíbulo del Teatro Principal. Todos estos inventos y otros, juntamente con las ya tradicionales linternas mágicas y panoramas, fueron bien recibidos por el tradicional interés de los ciudadanos ante las innovaciones o modas, como ya había sucedido décadas antes con la fotografía. El avance industrial y tecnológico, así como la existencia de un amplio sector de técnicos en Cataluña, abonaron el hecho.

Y fueron precisamente unos fotógrafos, la familia Fernández -de origen manchego-, conocidos bajo el nombre comercial de "Napoleón", quienes se ocuparon de la presentación de un nuevo invento: el Cinematógrafo de los hermanos Lumière. La fama que los "Napoleón" disfrutaban en toda España explicaría la elección por parte de los Lumière para que fueran sus representantes comerciales en Barcelona. Por lo que hace a la fecha exacta de la presentación del nuevo ingenio, el Diario de Barcelona del 12 de diciembre anunciaba la novedad para el día 14, "a beneficio de los soldados que regresan heridos y enfermos de la isla de Cuba". Un artículo del día 15 cita que la proyección había sido de gran calidad. Otro del día 19 expone novedades y un cambio de programa, y aún otro del día 22 elogia el invento. Por lo tanto, "hacia" el día 20 hubiera podido tener lugar la exhibición propiamente pública, ya que las primeras fueron de carácter privado para las autoridades.

Las proyecciones se llevaron a cabo en el local de los "Napoleón", en la Rambla de Sta.Mónica, consistiendo el primer programa en una decena de cortos de entre 15 y 20 metros -es decir, unos 15 minutos-, concretamente una selección del material de los Lumière junto a algunos cortos rodados por el operador Promio en Madrid. Por lo que hace al Cinematógrafo, según la prensa de la época "el público quedó impresionado por su perfección, ya que ninguno de los aparatos presentados antes podían compararse con el de los Lumière". Entre los espectadores que frecuentaban el local se hallaba el pintor adolescente Pablo Picasso acompañado de otros colegas.

No se sabe con exactitud si los Lumière y Promio estuvieron en Barcelona para la presentación de su aparato. A pesar de que cineastas catalanes coetáneos lo afirmaron posteriormente, el hecho no aparece suficientemente documentado. Los "Napoleón" no sólo consiguieron hacer de la presentación todo un acontecimiento social sino que se anticiparon a su tiempo en cuanto al "marqueting" cinematográfico distribuyendo estrategicamente por toda Barcelona unos sobres amarillos con la siguiente impresión: "La fotografía animada por el Cinematógrafo de los Sres.Augusto y Luis Lumière". En su interior había una cartulina de color con un agujero de la medida de un fotograma de 35 mm. con una muestra de las fotografías formando una cinta cinematográfica que se podía ver por transparencia. Uno de los primeros operadores fue Antonio de Paula Tramullas, electricista barcelonés que relevó a uno anterior, desconocido aunque posiblemente enviado por los Lumière. Siguiendo las normas de la empresa, Tramullas tenía prohibido mostrar el aparato de proyección cuyo funcionamiento se quería mantener en secreto por razones de patente. Entre película y película se encendían las luces para enrollarlas de nuevo ya que se las dejaba caer dentro de un cesto forrado de tejido en su interior.

Al año siguiente, 1897, los "Napoleón" organizan diversas sesiones especiales. En una de ellas, el Capitán General de Cataluña y el Alcalde de la ciudad visitan con sus familias el local. Otras se dedican a recolectar donativos para la Cruz Roja o simplemente se organizan para sociedades como el Círculo Artístico y el Círculo Ecuestre, o para la prensa, la infancia y públicos y entidades diversos. En tales sesiones ya no se proyectan únicamente films de los Lumière sino también de otras procedencias. Desde el 1 de junio de 1897 -cuando el local ya aparece anunciado en la prensa- hasta el 31 de diciembre de 1899, la empresa mantuvo una actividad constante, en sesiones diarias de tarde y noche, alternándolas a veces con conferencias y otros actos diversos. Incluso llegaron a aplicar el Fonógrafo en algunas de las sesiones. A partir de 1897 y paralelamente a los "Napoleón" otros locales acogen diversas máquinas y entretenimientos visuales.

Pero la utilización del cine en calidad de explotación comercial a fondo más allá de la curiosidad científica fue llevada a cabo por la familia Belio, de origen aragonés, que explotaba una Galería de Figuras de Cera en un pabellón en la Puerta de la Paz, hasta que la noche del día 15 de junio de 1898 se incendió. Así que alquilaron un barracón, quizá perteneciente a los "Napoleón", ubicado frente al pabellón siniestrado. Los "Napoleón", vecinos suyos, les cedieron un aparato Lumière que sustituyó a las figuras con el que exhibieron films dentro del precario local, probablemente conocido como Cinematógrafo Colón. El éxito obtenido estimuló a los Belio a mudarse en 1900 a un local más estable; se trataba del Teatro Principal, en las Ramblas, que el 12 de septiembre pasó a llamarse Cinematógrafo Belio-graff. Allí proyectan films de 200 metros y una superproducción de 750 metros sobre la guerra en China. Un Gramófono Edison acompaña musicalmente a las películas que siguen comprándose a las diversas compañías existentes; cuando las cintas envejecían, los Belio les revendían a los propietarios de las barracas que continuaban usándolas. El 14 de octubre terminó su estancia en el Teatro.

El 6 de junio de 1904, el negocio abre en la Rambla de los Capuchinos, en un establecimiento -de estilo evocador del Modernismo- muy apropiado para la exhibición cinematográfica, ayudada de un órgano alemán. Sobre este local estaba instalada una galería del popular fotógrafo Esplugas. En 1906, los Belio introdujeron una novedad en sus sesiones: el cine sonoro a partir de discos; se trata del Cronófono de Gaumont, sistema por el cual una unión mecánica armonizaba la película con la placa de pasta, es decir el proyector con el gramófono, mediante un tensor flexible. Las músicas eran sobre cupletistas galas, boleros o bailes de origen americano; también había algun documental con comentario y música. Pero el sistema no se prolongó debido a sus costes y de nuevo volvieron al pianista u órgano habituales. A pesar de haberse constituido los Belio en sociedad, disputas familiares por cuestión de intereses provocan su disolución, razón por la cual a partir de 1907 Mariano Belio decide establecerse por su cuenta y abre un nuevo Belio-graff en el Paseo de Gracia, delante de la calle Caspe, que ganó en dimensiones y en aspecto acogedor.

Mientras tanto, los "Napoleón", viendo el éxito y la competencia de los Belio, habían abierto otro Cinematógrafo -el Lumière- en el Paralelo, junto al Café del Teatro Circo Español, convirtiendo las proyecciones intermitentes del principio en regulares hasta 1905, fecha en que el local quedó obsoleto ante las nuevas salas que iban apareciendo, expresamente preparadas para el hecho. El cine vino así a instalarse en pleno vértice de la vida barcelonesa -a los pies de las Ramblas, frente al Puerto-, desde el que remontó por el resto de las Ramblas y por el Paralelo, hasta llegar a las plazas de Cataluña y de España, para acabar cerrando el triángulo a lo largo de la Gran Via.

El éxito de los Belio también contagió a otros empresarios del espectáculo -sobre todo feriantes- que instalaron sus aparatos de proyección en barracones o pabellones móviles. Entre aquellos hay que destacar al fotógrafo y electricista Josep Ubach que abrió un Cinematógrafo en la plaza de Antonio López, junto al Paseo de Isabel II, a principios de junio de 1897. También, al feriante Enric Farrús quien, juntamente con el pionero madrileño Estanislao Bravo, instalaron en 1898 en el Paralelo una sala llamada "Nuevo Metensmograf. Cinematógrafo Farrusini", hasta que se separaron y Bravo abrió un local propio en la Puerta de la Paz y desde allí llevó el cine a numerosas ciudades del Principado. De hecho, feriantes como Bravo y otros pioneros de la exhibición hicieron posible la rápida difusión del cine por Cataluña. El mismo Fructuós Gelabert, padre de la cinematografía española, abrió también una sala en las Ramblas de los Capuchinos, en el entresuelo del Hotel Martín, a finales de 1897, pero fue un fracaso comercial.

Una de las claves del éxito del cine era su condición de entretenimiento popular; la mayoría de los espectadores pertenecían a las clases populares debido a la simplicidad del nuevo espectáculo y de su precio. Gran parte del público se reclutaba entre los sectores trabajadores que la emigración había hecho aumentar. Entre 1897 y 1900, en Barcelona aparecieron y desaparecieron cines con gran facilidad. Unas veces porque sólo se pretendía difundir durante unas jornadas "el invento del siglo" en un establecimiento hotelero o teatral; otras, porque sólo era un espectáculo de feria o un simple número más de variedades. Pero en ocasiones pretendían ser negocios fijos. En general, puede hablarse de hasta 30 locales itinerantes o estables, hecho que anunciaba la capitalidad cinematográfica de Barcelona a nivel estatal hasta los años 20.
 

En lo referente a la difusión del cine por otras capitales provinciales o comarcales de Cataluña, la primera exhibición pública en Lleida (más de 20 mil habitantes) fue llevada a cabo por algún operador itinerante de los Lumière el día 12 de diciembre de 1896, en el antiguo Café París, donde se mantuvo el espectáculo durante cuatro días. Ante el nuevo tipo de espectáculo, El Diario de Lérida se opuso a las cualidades morales del cine, refiriéndose a algunos de los films donde se mostraban a "señoras ligeras".

En el mismo mes y año llega el cine a Manresa (más de 20 mil habitantes), concretamente al Teatro Conservatorio, los días 27 en privado y 29 en público. En el programa se dice que "este espectáculo, que realmente es un importante progreso científico, es en todas las poblaciones muy visitado por respetables individuos del clero y personas de luto". El material exhibido consistía en noticiarios, documentales, trucajes de fantasía y escenas cómicas, incluso algo "atrevidas". Un manresano, Baltasar Abadal, llevó el cine a muchas localidades del Principado.

En Mataró (casi 20 mil habitantes), la presentación coincide con el día de la Candelaria, la Fiesta de la Luz, el 2 de febrero de 1897, y se lleva a cabo en dos sitios distintos. Por la tarde en el Teatro Euterpe y por la noche en el Principal. La crítica de la prensa local no fue muy favorable, tanto por motivos técnicos como morales. Los primeros hacían referencia a la deficiente proyección, que resultó de tamaño reducido, falto de luz y de fijación de la imagen, debido -según parece- a la inexistencia de un potente foco eléctrico y/o a que éste no pudo colocarse a la distancia conveniente por no permitirlo las reducidas dimensiones del escenario. La crítica por los aspectos morales se cebó en uno de los films, Miss Fuller en la Danza Serpentina, que les resultó obsceno, según apuntó El Diario de Mataró y la Comarca. La exhibición en Mataró, a cargo de un operador itinerante, duró una semana. La segunda entrega tuvo lugar en el Salón-teatro de las Escuelas Pias de Sta.Ana el primero de marzo de 1897; es de suponer que sin Miss Fuller. La tercera, bajo el nombre de Heliocinógrafo, se desarrolló el 24 de diciembre en unos bajos de la calle de la Riera, frente al Ayuntamiento quien, por cierto, en esta ocasión "revisó" el aparato y el programa. La cuarta exhibición se hizo los días 21 y 22 de septiembre de 1898, en un barracón de la plaza de Cuba, propiedad de Estanislao Bravo, y duró dos meses. Técnicamente la proyección se había perfeccionado y ello permitió el pase de ocho films. En 1899 funcionan ya unas seis salas, inestables, pero que son una premonición del asentamiento del cine en Mataró.

Para la primera exhibición en Reus (más de 20 mil habitantes), se escogió la sala de billares del Café de París en la plaza Prim. Días antes se había invitado a las personas "distinguidas" y a la prensa a "la exposición de las llamadas fotografías vivientes" para el 20 de febrero de 1897. El acto lo abrió uno de los empresarios que hizo un discurso sobre el nuevo invento y los perfeccionamientos que él mismo había llevado a cabo; quizá se tratara del inventor y cineasta Albert Duran que mejoró el sistema de proyección al cambiar la fuente de luz eléctrica por la de gas. Seguidamente se proyectaron seis "fotografías animadas" siendo la última en color; se trataba de La danza serpentina. Debido a su éxito, las sesiones se prolongaron hasta el 12 de marzo. La prensa local valoró el cine como "un espectáculo que sorprende y agrada y que será sin duda visitado pot todas las personas que gocen en conocer los progresos maravillosos de la ciencia". El 31 de mayo de 1899 se inauguraba el Pabellón Artístico, en la plaza de los Cuarteles, en realidad una barraca dedicada al cine y a otros espectáculos, que sólo duró hasta el 28 de junio. Entre esta fecha y 1905 otros cines ambulantes se establecen por unos meses en Reus, siendo el último el Palacio Luminoso de Joan Minuesa que fue el primero en exhibir una cinta rodada en la población, Salida de misa de doce en la iglesia de S.Pedro. Paralelamente a las barracas, las sociedades recreativas también organizaban sesiones de cine combinadas con otros actos. Es el caso del Teatro Fortuny que en 1898 y en 1905 utilizó el nuevo invento en su sala. Por su parte, el Centro de Lectura y la Sociedad El Olimpo hicieron lo mismo a principios de siglo. La primera sala estable llegó en 1906, después de pasar de ser una simple barraca a un edificio de obra: la Sala Reus.

En Sabadell (más de 20 mil habitantes) la presentación del cine se hace cantando. El 27 de abril de 1897 tiene lugar la primera sesión -incluyendo la cinta de "Miss Fuller"- en un entreacto de zarzuela en el Teatro Camps de Recreo, de la mano del operador Marçal Ballús, en realidad un dentista local gran aficionado a la fotografía que se había comprado un Cinematógrafo. El éxito fue tal que fue necesario repetir la exhibición durante unas cuantas noches, entre zarzuela y zarzuela, aunque renovando cada vez el programa. Todo ello duró poco tiempo porque para Ballús el cine sólo era una curiosidad. En agosto de 1899 y en 1900 tuvieron lugar otras proyecciones en la ciudad pero con aparatos no originalmente Lumière traídos por exhibidores ambulantes que se instalaron en barracas de feria, hasta que en 1901 Ballús desenpolva de nuevo su aparato original y en febrero abre una barraca de cine en la plaza del Dr.Robert el día de la Candelaria, que acaba incendiándose en diciembre, por lo que Ballús decide alquilar el Teatro Cervantes.

El 4 de septiembre de 1897 llegaba el cine a Girona (más de 15 mil habitantes), concretamente en los bajos de un local de la calle Platería donde la "buena exactitud de la imagen" en la proyección de las vistas animadas obtuvo gran éxito entre las autoridades y el público en general. Las cintas que pudieron verse trataban sobre La llegada de un tren a la estación, La plaza de la República de París y La batalla de nieve. En el mismo año de la pérdida de las colonias en América y Asia con el consecuente fin del imperialismo español -hecho que afectó en gran medida a la política, la sociedad, la economía y la cultura del Reino-, el nuevo espectáculo de masas, aunque incipiente, seguía llegando a diversas localidades del Principado.

Es el caso de Vilafranca del Penedès (con unos 7 mil habitantes) cuya Fiesta Mayor de 1898 sirvió allí de marco de presentación del cine, concretamente en una barraca ubicada en la Rambla de Nuestra Señora. Probablemente fue un operador italiano quien proyectó dos cortos: o bien el rodado directamente en la villa sobre la llegada de un tren a la estación, o bien uno sobre la fábrica de tapones de S.Feliu de Guíxols. En 1902 la población ya cuenta con una sala estable en el Centro Agrícola del Penedès, donde las sesiones de cine -ocasionales- se combinan con bailes y teatro. En 1908 pasó a ser la Sala Mercè. El cinematógrafo, aquella "máquina para rehacer la vida", se estaba consolidando en Cataluña.