Las guerras de Corea y Vietnam en el cine


A diferencia de las películas realizadas durante la II Guerra Mundial -bàsicamente productos de propaganda-, y paralelamente a los títulos a favor de la intervención, la guerra de Corea se muestra de forma más realista y, en ocasiones, con toda su crudeza. Surge una concienciación acerca de la inutilidad de las guerras y la necesidad de denunciarlas. Obviamente, además de los largometrajes de ficción se filmaron numerosos noticiarios.

Uno de los primeros realizadores -y cinematográficamente más relevante- en mostrar el conflicto fue Samuel Fuller, combatiente en el mismo. En 1950 dirige "Casco de acero" (The steel helmet), acerca de las escaramuzas de un sargento y su pelotón, y un año más tarde "Fixed bayonets". En ambas cintas Fuller hace gala de un realismo bélico inusual, mostrando la crueldad de la guerra, pero a la vez captando la psicología del combatiente; en realidad, casi le interesa más la narración de la aventura individual que colectiva. Una de las críticas que se le ha hecho a Fuller ha sido su ambigüedad en el tratamiento visual de la guerra ya que, por una parte, la denunciaba verbalmente, pero, por otra, la violencia gratuita en sus films le contradice.

Igualmente "hazañas bélicas" hicieron Joseph H.Lewis, director de "Paralelo 38" (Retreat, Hell!, 1952), sobre las peripecias de un regimiento de infantería; Tay Garnett, con su "Corea, hora cero" (One minute to zero, 1952), en donde un coronel americano se dispone a evacuar a sus compatriotas en plena guerra, antes de un ataque aéreo; Richard Brooks en "Battle circus" (1952); o Hal Bartlett en "El paso de la muerte" (All the young men, 1960).

El tema de los soldados llevando a cabo acciones heroicas en combate ha sido una constante en el cine bélico, especialmente el realizado durante la Segunda Guerra Mundial o en la inmediata postguerra. En los films sobre Corea también aparece esta figura pero, por el contrario, sujeta a una desmitificación, posiblemente a causa de la mala conciencia de la opinión pública americana ante este conflicto.

Uno de los primeros films en donde se intuye una velada culpabilidad fue "Los puentes de Toko-Ri" (The bridges at Toko-Ri, 1954) de Mark Robson, acerca de la estrecha amistad -truncada con la muerte- de dos pilotos encargados de bombardear Corea. La misma misión lleva a cabo el piloto de "Himno de batalla" (Battle hymn, 1957) de Douglas Sirk, vencido por los remordimientos tras haber efectuado un bombardeo.

Uno de los primeros títulos donde se denuncia el falso heroísmo fue "La colina de los diablos de acero" (Men in war, 1957) de Anthony Mann. Pero el absurdo de la guerra queda mejor reflejado en "La cima de los héroes" (Pork chop hill, 1959) de Lewis Milestone, simbolizado en el pretexto de la pérdida y recuperación de una estratégica colina que, al final, se descubre que carece de importancia. Dos films, ambos de 1961, con la desmitificación del héroe por delante, fueron "War heroe", de Burt Topper, de carácter marcadamente antibelicista, y "War hunt", de Denis Sanders, que aporta un agudo retrato psicológico del héroe militar al presentárnoslo como un individuo patológico para quien el acto de heroísmo bélico es una forma de autorealización personal inconsciente.

Todos estos títulos tuvieron un tratamiento realista, en donde los personajes se comportan gravemente. Cosa distinta es la actitud de algunos de los protagonistas del film de Robert Altman "M.A.S.H." (1970), sátira antibelicista, acerca de un hospital de campaña en Corea... aunque en realidad estaba hablando de Vietnam.

Pero las guerras no sólamente tiene lugar en el campo de batalla, sino también en la retaguardia. "Labios sellados" (Time limit, 1957) de Karl Malden, expone el drama judicial sobre un militar acusado de traición y colaboracionismo con el enemigo, así como el problema de los prisioneros en los campos. Otra cosa muy distinta es cuando al combatiente, como el de "El mensajero del miedo" (The Manchurian candidate, 1962) de John Frankenheimer, le han hecho un lavado de cerebro y lleva a cabo un asesinato político en Corea.

Por lo que respecta al cine autóctono, en 1950 los bombardeos destruyeron los modernos estudios cinematográficos de Pyong-Yang (Corea del Norte), construídos tres años antes. Con todo, el gobierno de Kim Ir Sen pudo producir durante el conflicto dos o tres películas, como "Joven guerrillero", de Young Yen Gi Giou, así como documentales y actualidades mediante laboratorios subterráneos. El estudio de Pyong Yang se reconstruyó con la participación de técnicos soviéticos. En 1958 salieron de allí episodios de la guerra, como "La batalla de Orang".

"Lazos de sangre" (Taegukgi hwinalrimyeo, 2004) de Je-Gyu Kang es una superproducción surcoreana sobre la Guerra de Corea a través de dos hermanos obligados a enrollarse en el ejército.

En lo que respecta a la guerra de Vietnam, posteriormente a 1948 apareció un servicio cinematográfico en los territorios bajo control de Ho Chi Minh. Además de rodar en 16 mm. (las cámaras las habían conseguido mediante botín de guerra), se instalaron laboratorios camuflados en los bosques para el revelado y tirada de las actualidades y los cortometrajes que se proyectaban en unos 50 cines ambulantes. Entre todo este material norvietnamita cabe destacar "El Vietnam combatiente" (1951) de Tchang Liao-Ling y Nguien-Ngat-me, documental de largometraje producido en común por cineastas chinos y vietnamitas, sobre la vida cotidiana de un pueblo en guerra, el desarrollo de su cultura, la creación de una industria rudimentaria, sus trabajos en la jungla... Y "La batalla de Dien-Bien-Phu" (1954) de Nguyen Ten-Loi.

En 1958 se levanta un estudio moderno en Hanoi del cual surgen "Sobre el río común" de Nguyen Hong Nguy y Pham Xieu Zan, "El pequeño Kim Dongh" de Ning Ich Dat y Vu Pham Tu, y "El joven combatiente" de Hai Ninh y Duc Ninh.

Por lo que respecta a los cineastas americanos, en 1957 Joseph L. Mankiewicz rueda "The quiet American", sobre la presencia norteamericana en Vietnam y, en el mismo año, Sam Fuller dirige "China Gate", acerca de un comando cosmopolita en la guerra de Indochina a las órdenes de un oficial francés; el film fue prohibido en Francia por la visión molesta que daba de la guerra. En plena guerra aún no declarada por los EE.UU. a Vietnam, y ante un público dividido entre la intervención o no, el film de George Englund "Su excelencia el embajador" (The ugly American, 1963) supone un alegato en favor de los neutralistas vietnamitas aunque tratado de forma demasiado paternalista. Pero exceptuando este título, si tenemos en cuenta que los anteriores conflictos en el Pacífico generaron un buen número de películas de ficción sobre los mismos, en el caso de Vietnam se da un cierto desinterés por abordar el momento político y bélico en el Sudeste asiático. La única excepción fue "Boinas verdes" (The green berets, 1968) de/y con John Wayne, apología de la intervención USA en Vietnam y visceralmente anticomunista; en el film el protagonista invita a un periodista a acompañarle al frente para que vea lo "malo" que es el Vietcong, la ayuda de los países comunistas vecinos a la guerrilla y, en fin, la justificación de la intervención americana.

¿Pero por qué solo un título con amplia distribución?, ¿falta de interés comercial por las guerras de descolonización?, ¿negación inconsciente de la vergonzosa intervención que suponía Vietnam para algunos sectores de la opinión pública...?
Por contra, algunos cineastas europeos no tiene reparos en abordar el conflicto. Joris Ivens filma en 1965 el documental "Le ciel, la terre" sobre los efectos de la guerra en las personas, en un Vietnam bombardeado. En el largometraje "Sangre en Indochina" de Pierre Schoendoerffer, del mismo año, se hace especial hincapié en las penosas condiciones materiales en que tenían que desenvolverse los combatientes en la Indochina francesa. El mismo director de fotografía de esta cinta, Raoul Coutard, filma Hoa Binh. Otros documentales vinieron a enriquecer la polémica acerca de Vietnam: "Hanoi, Martes 13" (1967) del cubano Santiago Alvarez, "Deserter USA" (1969), producción sueca sobre los desertores americanos, o "In the Year of the Pig" (Emile de Antonio, 1969) sobre el temor de la sociedad norteamericana a perder la guerra, con el consiguiente desprestigio internacional; también aborda los aspectos psicológicos sobre la deshumanización de los soldados, el infierno particular o la locura de muchos de éllos...

Si bien hemos dicho que no hubo prácticamente producción de ficción estadounidense durante los años 60, no sucedió lo mismo con el género de reportaje-documental. Ejemplos del interés por el conflicto desde sectores básicamente informativos fueron "Western-Eye in the North of Vietnam" (James Cameron, 1966), documental que elogia el esfuerzo del Vietcong por repeler la invasión americana; o "Inside North Vietnam" (Felix Greene, 1967). De la televisión estadounidense es también "The Anderson section". Otros reportajes, de sectores independientes, seguían las pautas del "Direct Cinema" (recuérdese el Kino Glass o el Cinéma Vérité) para quien los individuos en situaciones estresantes tienen prioridad de ser mostrados antes que los hechos globales. El tratamiento informativo dado a estas cintas fue distinto -por supuesto- al de "Why Vietnam?" (1965) o "Vietnam, Vietnam" (John Ford, 1971), films propagandísticos encargados por el Departamento de Defensa para contrarrestar el resto de productos, fundamentalmente pacifistas.

A partir de los años 70 el cine USA adopta otra actitud ante el conflicto, gracias a la acción de algunos jóvenes realizadores, más críticos, comprometidos y sensibles ante el genocidio causado por sus compatriotas en Vietnam, y ante su propia experiencia o la de familiares y amigos muertos en combate, o lisiados. Otra cosa distinta son los intereses comerciales de algunos productores para quienes la obtención de beneficios siempre ha de estar al lado del mejor postor, sea pacifista o patriotero.

Dentro del género documental hay que mencionar "Vietnam Journey: Introduction to the enemy" (1974) de Jane Fonda, en donde la actriz contesta a las críticas que le había hecho Godard, un año antes, en "A letter to Jane" culpándola de personalismo electoralista. Otro documental -ya de postguerra- fue "Frontline" (1979) del australiano David Bradbury. En lo referente a los largometrajes de ficción, ya se ha hecho mención más arriba a la cinta de Robert Altman "M.A.S.H." (1970), una crítica sobre Vietnam... aunque ambientada en Corea. Por su parte, Elia Kazan realiza en 1972 "Los visitantes" (The visitors) quien consigue efectuar algunas incursiones en la conducta del pueblo americano y su influencia sobre la guerra.

Será a partir del inicio de la postguerra cuando empiezan a aparecer más títulos. Sea cual sea su contenido -crítico o reaccionario- una especie de exorcismo colectivo planea sobre el cine bélico americano sobre Vietnam. Denuncia sincera unas veces, revanchismo otras, epopeya nacional desarrollada en el trópico..., los motivos son amplios y contradictorios.

Dentro de la serie de films de postguerra cuyo argumento acontece en el frente, "La patrulla" (Go tell the spartans, 1977) de Ted Post, narra las hazañas bélicas de un comandante y su compañía en plena jungla hacia primeros de 1964. El mismo director rodó "Los valientes visten de negro" (Good guys wear black, 1977) donde en plena negociación por la paz, un comando es enviado a un campo de concentración para rescatar a unos agentes secretos hasta que descubren que han caído en una trampa.

Pero no será hasta la cinta de Michael Cimino "El cazador" (The deer hunter, 1978) en donde se muestre un Vietnam en guerra, despiadado por ambas partes. En el film, tres hombres -después de una época civil de cacerías y juergas- se alistan para combatir contra el Vietcong. Una cacería más, aunque aquí se trate de hombres. Pero todos acaban frustrados, asqueados y doloridos. El film es crítico en general: para los norvietnamitas y sus métodos de tortura-ejecución (la violentísima secuencia de la ruleta rusa), y para los survietnamitas y americanos que han convertido a Saigón en un gran prostíbulo.

Un año más tarde, Francis Ford Coppola, en su film "Apocalypse Now", basado en la novela de Joseph Conrad "El corazón de las tinieblas", ofrece su visión de un Vietnam dantesco, de anomía y locura, aunque para ello se exceda en la espectacularidad del producto. Siguiendo como hilo conductor el viaje de un oficial encargado de eliminar a otro por haberse desviado militar y moralmente de su misión, la película aborda el tema de la culpa americana respecto a una guerra absurda y políticamente injustificable, y su posible catarsis. Los bombardeos de napalm y las actuaciones indiscriminadas de la caballería aerotransportada contra la población civil indefensa muestran algunos de los aspectos más espinosos de aquella guerra.

Ya en la década de los 80, una película que volvió a hacer renacer el cine sobre el frente vietnamita fue "Platoon" (1986) de Oliver Stone, ex-combatiente, film sin embargo ambiguo ya que, por cada secuencia de denuncia (como la masacre de unos aldeanos nativos, alusión a la de Mi Lai), hay muchas más de hazañas bélicas. No obstante, la cinta logra en algunos momentos tansmitir el clima paranoico al que estaban sometidos los soldados americanos, de lucha y vigilancia constantes, de presencia casi permanente del enemigo... Del mismo año es la trivial producción filipina "War bus" de Ted Kaplan sobre un grupo de supervivientes de la guerra que emprende el retorno a sus líneas, perseguido de cerca por el Vietcong.

Un año más tarde, Stanley Kubrick también da su visión del horror en Vietnam en "La chaqueta metálica" (Full metal jacket) y Barry Levinson la suya en "Good morning, Vietnam" (1988), historia del locutor Adrian Cronauer, obsesionado en elevar la moral de unos soldados que lo único que deseaban era volver a su casa. En "Bat 21" (Peter Markle, 1988) se subraya la brutalidad de la guerra y Brian de Palma lo hace con "Corazones de hierro" (Casualties of war, 1989), film polémico que muestra a unos soldados americanos conduciendo a una prisionera nativa, que al final es violada y asesinada. La degeneración del soldado en la guerra aparece en "In Country" (Norman Jewison, 1989) y en "Snakeeater" (George Ebschamer, 1989). Y aunque la acción se sitúa en el Vietnam de los años 30 no hay que olvidarse de "Indochina" (Régis Wargnier, 1991).

Junto a estas producciones mezcla de denuncia y "mea culpa", en los años 80 e inspiradas por la época Reagan surgen otras en donde las hazañas de los "muchachos" americanos en Vietnam eran ensalzadas, donde actuaban en calidad de héroes y donde los veteranos eran bien considerados a la vuelta a su país. La mayoría de ellas se basan en posturas reaccionarias. Es el caso de la serie interpretada por Chuck Norris "Desaparecido en combate" I y II (Missing in action, 1984) de Joseph Zito y Lance Hool respectivamente, donde el infantilismo, la demagogia y el revanchismo USA se muestran claramente; "Más allá de las líneas enemigas" (Beyond the enemy lines, 1986) de Gideon Amir, que narra cómo un coronel americano y sus hombres caen en poder del enemigo, y sus esfuerzos por huir; "La colina de la hamburguesa" (Hamburger hill, 1986) de John Irvin, acerca de los soldados americanos que cayeron en Vietnam; o "Vietnam, vuelta al infierno" (Nam, tour of duty, 1987) de Bill L. Norton, hazañas de un comando en aquella guerra.

Pero la originalidad de algún título reside en que la reivindicación del soldado americano en Vietnam pasa por la resurrección del conflicto, años después de haber terminado. Por supuesto, el combatiente americano -o mejor dicho, el superhéroe que encarna a toda la nación- siempre sale vencedor. El procedimiento más habitual para volver a encontrarse con el Vietcong es la busqueda de algún americano desparecido en la guerra y que un familiar, un amigo suyo o el alto mando se empeñan en rescatar. Eso es lo que sucede en "Más allá del valor" (Uncommon valor, 1983) de Ted Kotcheff, donde un joven soldado americano desaparecido es objeto de búsqueda por parte de un grupo de antiguos compañeros, financiados por un millonario cuyo hijo está en la misma situación.

En la guerra, los límites de la frontera entre lo extraordinario (el dolor y la muerte en el frente) y lo cotidiano (el sufrimiento físico o moral, el amor, las secuelas de la guerra, etc., lejos del frente) no siempre son precisos. La retaguardia situada en el mismo Vietnam -casi siempre en Saigón- también ha sido tratada en algunas películas. Ya hemos citado "El cazador" (The deer hunter, 1978) de Michael Cimino, que muestra el ambiente degradado de la capital survietnamita, en manos de la desesperación, la prostitución y la droga; uno de sus protagonistas deja allí la vida jugando a la ruleta rusa.

También, "Saigon" (Christopher Crowe, 1987), un thriller con trasfondo bélico; o "El olor de la papaya verde" (L'odeur de la papaye verte, 1991) de Tran Anh Hung, historia costumbrista y de amor ambientada en el Vietnam de los años 1951 y 1961, en donde en ningún momento se muestra la guerra pero se la adivina a través de la banda sonora (los aviones sobrevolando la ciudad hacia el frente).

Pero la mayoría de los films de retaguardia centran su acción en los EE.UU., especialmente sobre quienes regresaban de la guerra y se encuentran con el rechazo social. "Los visitantes" (The visitors, 1972) de Elia Kazan, ya mencionada, muestra el caso de unos veteranos que van a visitar a un antiguo compañero de armas pero se encuentran con la incomunicación por parte de éste y de su mujer que acaba siendo violada por aquéllos como reacción violenta al rechazo.

"Taxi driver" (1976) de Martin Scorsese marcó una pauta distinta sobre los ex-combatientes de Vietnam al narrar la historia de un taxista insomne que decide aplicar lo aprendido en la jungla tropical a la jungla urbana para hacer justicia.

La pacifista militante Jane Fonda fue la intérprete femenina principal de "El regreso" (Coming home, 1978) de Hal Ashby, sobre los problemas físicos y psíquicos de los heridos de guerra parapléjicos. En 1989 Oliver Stone realizó un remake de la misma película titulado "Nacido el 4 de julio" (Born to the Fourth of July). Otras películas sobre las secuelas de la guerra en las personas son: "Jacknife" (David Jones, 1988), "Ecos de guerra" (Rick Rosenthal, 1988) y "84 Charlie Mopic" (Patrick Duncan, 1988). Un caso aparte es el veterano de "Zona de guerra: el parque" (The park is mine, 1985) de Steven Hilliard, quien, como no puede reintegrarse a la vida habitual, decide tomar Central Park militarmente para así llamar la atención sobre su persona.

Volviendo a "El cazador" (The deer hunter, 1978) de Michael Cimino, precisamente la primera parte del film enseña las juergas y la vida sin contratiempos de un grupo de amigos, hasta que deciden alistarse. Una buena vida se dan también los jóvenes indolentes del film de John Milius "El gran miércoles" (Big wednesday, 1978), hasta que les llega el aviso de reclutamiento; a pesar de todo, seguirán con su frívola existencia sin darse cuenta de lo que les va a suponer Vietnam. El tema de la amistad y la guerra por enmedio lo hallamos igualmente en "Birdy" (Alan Parker, 1985). Algo parecido ocurre en "¿Dónde dices que vas?" (Fan-dan-go, 1987) de Kevin Reynolds, donde aparece también el tema del grupo de amigos separado por la guerra y el alistamiento manipulado. Por su parte, "Al estilo americano" (The American way, 1986) de Maurice Phillips y "Jardines de piedra" (Gardens of stone, 1987) de Francis Ford Coppola dan una visión sarcástica y amarga, respectivamente, acerca del conflicto y la retaguardia. En la primera unos veteranos recorren el espacio aéreo americano sobre un antiguo B-29 a ritmo de rock y burlándose de ciertos aspectos de la sociedad que les envió a Vietnam; en el film de Coppola, un sargento no aprueba la intervención americana allí a pesar de que tiene que obedecer las órdenes.

Por cierto que esta contienda también tuvo su musical, "Hair" (Milos Forman, 1979), historia de un muchacho que llega a Nueva York para alistarse pero que cambiará de idea ante las enseñanzas de una comuna de hippies y ante la muerte de un compañero suyo en Vietnam.

Finalmente quedan aquellos films, de gran éxito comercial por cierto, en donde el problema no reside tanto en el personaje del ex-combatiente como en la mente del autor que lo creó. Sinó no se entiende la serie sobre Rambo, como "Acorralado" (First blood, 1982) de Ted Kotcheff, donde Sylvester Stallone encarna a un veterano, ahora vagabundo, que acaba por romper con la Ley, por lo que se organiza su captura; y "Rambo" (George Pan Cosmatos, 1985) o el renacimiento del culto al superhéroe fascistoide y al más irracional y ciego nacionalismo.

Otra cosa distinta es el cine fantástico inspirado en Vietnam cuyo ejemplo más claro es el film de John McTiernan "Depredador" (Predator, 1987), en donde un alienígena monstruoso y sanguinario se dedica a destrozar a unos especialistas antiguerrillas de la CIA que se han infiltrado en la jungla centroamericana; por supuesto, al final es derrotado. A pesar de la distinta ubicación geográfica, se trata de un mecanismo de compensación en la pantalla por la guerra que no supieron ganar.

"La escalera de Jacob" (Jacob's Ladder, 1990) de Adriane Lyne trata sobre un excombatiente atormentado por la experiencia vivida durante la guerra; el protagonista vive en una terrible pesadilla. El film supone una crítica a la política USA en materia de guerra.

Un realizador muy crítico para con la guerra de Vietnam ha sido Oliver Stone. Así lo demuestran sus films "Platoon" (1986), "Nacido el 4 de julio" ("Born on the Fourth of July", 1989) y "El cielo y la tierra" ("Heaven and Earth", 1993).
X.Ripoll