Edad Moderna y Contemporánea
 

 

El arte renacentista casi no llegó a penetrar en el Principado. Sólo algún extranjero o autóctono educado en Italia cultivó el nuevo estilo -que se basaba en el arte grecolatino-, a lo largo del siglo XVI. En el campo de la arquitectura, la actual fachada y el Salón St.Jordi del Palacio de la Generalitat, así como el Palacio del Virrey, son muestras relevantes. En la escultura resaltan el coro de la catedral de Barcelona, hecha por Diego de Siloé, y el retablo de Poblet. El pueblo se quedaba sorprendido ante la riqueza de la Iglesia.
 
 
 

 

 
 

Durante el siglo XVIII aparece una nueva manifestación artística. Se trata del barroco que, en Catalunya, se da sobre todo en las zonas rurales y se caracteriza por su exuberancia decorativa, con lo cual se perseguía fascinar a los creyentes, dándoles la imagen de una iglesia rica y poderosa, frente a la iglesia reformista, que buscaba la austeridad. Destacó la orfebrería que produjo obras trabajadas con gran sensibilidad. En el siglo XVIII se difunde el estilo neoclásico, bajo el cual se alzan edificios como la nueva Lonja de Barcelona, la iglesia de la Merced, la Aduana, el Colegio de Cirugía o la Seo Nueva de Lleida. La escultura se encuentra a caballo del barroco y el academicismo neoclasicista. Se crean escuelas de arte como la Lonja de Barcelona, que popularizó la pintura de Antoni Viladomat. Surgieron artistas decorativos que sobresalieron en los campos de la cerámica, la orfebrería o la platería. 
 
 
El arranque de la industrialización en el siglo XIX supuso la construcción de nuevas y diversas edificaciones. Estas innovaciones arquitectónicas convivirán con el neoclasicismo y con el romanticismo. En el campo de la escultura destacaron Damià Campeny, Jeroni Sunyol y Agapit Vallmitjana. Respecto a la pintura, durante la segunda mitad de siglo, surgen los nuevos aires realistas que presentan una doble vertiente temática: el paisajismo -cultivado por Joaquim Vayreda- y las preferencias históricas y costumbristas, como las que muestra la obra de Marià Fortuny. 
 
 
 

 
 

El paso hacia el siglo XX, coincidiendo con el período de afirmación catalanista, corresponde a la época del modernismo. En el plano arquitectónico el modernismo asimila la tradición del gótico catalán integrando el hierro forjado, la cerámica, el vidrio y la madera. Se exaltan las líneas curvas sobre las rectas, la policromía y el exotismo, los detalles y la riqueza en la decoración, la asimetría de la disposición, el dinamismo de las formas...  El modernismo expresa las aspiraciones estéticas de la burguesía, que edifica en diversas poblaciones grandes mansiones señoriales. Su obra abarca todos los campos artísticos. La sensibilidad, la riqueza del color, las filigranas, el atrevimiento estilístico..., todo se daba en cualquier pequeña muestra de aquel momento. Entre los diversos creadores, Antoni Gaudí fue el autor del templo de la Sagrada Familia, la Casa Batlló, la Pedrera y el Parc Güell.  La Casa Lleó-Morera y el Hospital de St.Pau son obras de Domènec i Montaner, autor igualmente del Palacio de la Música. De Puig i Cadafalch son la Casa Amatller, el Palau Macaya y la Casa de les Punxes. Josep Llimona es el escultor más representativo, autor de obras como el Desconsuelo, la Adolescente, St.Jordi o el Dr.Robert. 
 
 
Entre los pintores, Rusiñol se entusiasma por el pasado, por la naturaleza y por las personas. Artista plástico, dramaturgo y coleccionista, Rusiñol es una de las figuras más representativas del cambio de siglo. Casas cambió el primitivo impresionismo por el retrato intelectual y mundano, halagador de una burguesía dominante, e interesada por los temas sociales y realistas. Nonell y Mir dan un considerable impulso a la pintura. 
 
 
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En 1911 hizo su aparición el noucentisme, corriente que impone el lenguaje de la racionalidad, del equilibrio, de la precisión y de la norma. Destacaron escultores como Josep Clarà y Aristides Maillol, y pintores como Torres García. A principios de siglo, una serie de pintores a caballo entre Catalunya y París, aportaron obras fundamentales para la pintura moderna. En 1904 se desarrolla plenamente en Barcelona la época azul donde se reflejaban personajes y ambientes miserables. Picasso, a pesar de que sólo vivió unos años en Barcelona, se formó académicamente en esta ciudad. El surrealismo estará representado por Joan Miró, artista que trabaja mucho el color, los signos y el ritmo de cada una de sus obras. Sus esculturas representan formas ingenuas y aparentemente infantiles, de gran imaginación y poder mágico. La obra de Salvador Dalí expresa las formas excesivas del sueño o de la visión onírica. Sert y Gargallo son también representativos de esta época. 
 
 
  

Durante la Segunda República, Catalunya se coloca en la vanguardia de la arquitectura europea. Del neoclasicismo decadente se pasa al racionalismo imperante en Europa. El Grupo de Artistas y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea propugnó el aprovechamiento racional del espacio y el menosprecio por todo elemento constructivo sin justificación funcional concreta. Después de la guerra civil y a pesar del intento de imposición de un arte oficialista por parte del franquismo, en los años 50 aparecen creadores como Coderch, Bohigas y Martorell, Bofill, Moragas, Sostres, Busquets y Sert, entre otros. Frente a la represión cultural y el convencionalismo franquista, una serie de artistas plásticos de vanguardia evolucionan hacia a un cierto informalismo, corriente de tipo abstracto. Se trata de Tàpies, Tarrats, Ponç y Hernāndez Pijuan. Más adelante hay un regreso de la figuración, tal como lo refleja la obra de Guinovart. 
 
 
Un caso especial es el de Joan Brossa, poeta, que nos transfiere su visión del mundo a través de poemas visuales. Entre los escultores, Josep Maria Subirachs también ha ido hacia la búsqueda de nuevos lenguajes expresivos. Le caracteriza un alto dominio de la técnica y del formalismo. Ha sido el artista que ha llevado de una manera más constante el nuevo arte a espacios públicos.