El call (aljama) barcelonés se hallaba en el corazón de Barcelona, cerca de la plazoleta de Sent Jacme -donde había una fuente pública-, rodeada por la Casa del Veguer, la Casa de los Depósitos Comunes, la pequeña iglesia de San Jaime, con su cementerio, y la rectoría. Cerca se alzaba la casa de la Batllia General. Todo el conjunto se encontraba cerca de la catedral y de otros edificios de la jerarquía religiosa, y del Palacio Real Mayor.

El call estaba ubicado en el cuadrado oeste de la ciudad, entre los edificios citados y la primera muralla romana. Hasta el 1080 los judíos poseían generalmente propiedades por todo el área urbano y suburbano. Posteriormente sus propiedades tendieron a estar restringidas en el call, aunque sus límites continuaron siendo flexibles y no había ningún muro que separase las comunidades judía y cristiana, ya que las casas de ambas comunidades eran contiguas. En 1179 la Iglesia dictó unas normas muy restrictivas para los hebreos entre las cuales se les obligaba a vivir en recintos cerrados. Desde 1243, y por mandato de Jaime I, el call pasó a estar aislado del resto de la ciudad por un muro. A pesar de todo, la comunidad hebrea creció y el call tuvo que ser ampliado fuera del antiguo recinto romano: uno de nuevo, llamado call menor o de Sanahuja, se formó cerca del Castillo Nuevo.

De las dos puertas que tenía la aljama, una daba al viejo cementerio de San Miguel, cuya iglesia estaba al lado del Ayuntamiento, en dirección al mar; y la otra bajo el Castillo Nuevo; a sus pies había una plazoleta donde se encontraba el horno judío.

El call llegó tener diversas sinagogas -llamadas Escuelas-: la Mayor, la Menor o de las Mujeres, la de los Franceses, y algunas construidas por particulares, con autorización real, como las de Massot Evangena y Bonanasc Salomó. También  había una escuela de párvulos, carnicerías, instituciones benéficas como el hospital para pobres y la caridad, los baños públicos, una escuela de esgrima e incluso una fuente pública construida con el fin de ahorrar a los judíos de ir a buscar el agua a la fuente de la plazoleta de San Jaime donde con frecuencia eran objeto de escarnio y les rompían los cántaros, a pesar de las prohibiciones reales de que fuesen molestados. En otras ocasiones, les echaban desperdicios en la puerta del call.

Las calles eran pequeñas, estrechas, laberínticas, y con casas que parecían que cortasen el paso. Los bajos de éstas estaban ocupadas por los talleres y tiendas de los comerciantes y artesanos, agrupados por oficios: tejedores de velos de seda, sastres, zapateros, herreros, orfebres... Por otra parte, también habían cambistas, médicos, juristas, poetas, teólogos, talmudistas, matemáticos, constructores de aparatos astronómicos, traductores...

Los baños llamados "nuevos" -para diferenciarlos de otros más viejos cerca de Santa María del Mar-, habían sido hechos construir per el alfaquí Abraham Bonastruch, asociado al conde Ramón Berenguer, el año 1160, que cedió unas tierras situadas cerca del antiguo muro romano, a los pies del Castillo Nuevo, lugar donde abundaba el agua. La construcción se hizo siguiendo la tradición de los baños árabes, aunque la decoración fue románica.

Contaba con diversas dependencias, como la sala de descanso, con cúpula y templete central,  y las salas de baños de vapor, alimentados por unas calderas bajo el pavimento, a través de unos canales que había dentro del muro.