1980-1995


En 1980 se llevan a cabo las primeras elecciones autonómicas. Se aprueba el Estatuto de Cataluña y se consolida la autonomía. Por lo que hace al cine, si el descenso de salas de exhibición ya había sido preocupante en la década de los 60, en la de los 80 resultó nefasto. La proliferación de canales televisivos y del vídeo, unido al consumismo, contribuyó a la caída del sector de exhibición que, para subsistir, acudió a nuevas fórmulas de concentración de salas, en algunos casos, o de reconversión de las tradicionales grandes salas en multicines, en otros. Entre 1974 y 1985 Barcelona perdió la cuarta parte de sus cines, mientras que el resto del Principado redujo su red a algo más de la mitad.

La multiplicación de canales televisivos representó, en cambio, para los profesionales del cine, una válvula de escape a la precariedad de la producción. El cine había de aliarse, pues, con la televisión, el gran pulpo de la industria audiovisual. Así, en 1986, TV3 -la televisión autonómica catalana- llega a un acuerdo con el medio cinematográfico catalán. Al igual que en el resto de España, la televisión iba a ser un balón de oxígeno para el cine; a la vez, éste proporcionaba productos aceptables -cuando no admirables- a la pequeña pantalla.

En cuanto a la producción hecha en Cataluña, a partir de 1984 bajó en picado hasta quedarse en la mitad de la década anterior y de los primeros años de ésta. Así, si en 1981 el número de películas se sitúa en 41, en 1985 son 15, de las cuales sólo 2 son en versión catalana.

Sigue practicándose la discriminación económica para con la industria de cine catalana. Es el caso del dinero que el Servei de Cinema de la Generalitat recibe: unos 14 millones de pesetas, cuando la masa de dinero que se movía en Cataluña en el medio cinematográfico era de cerca de 3 mil millones. La desproporción entre lo que va a parar de Cataluña al Estado y lo que ella recibe después, es evidente.

Los problemas se intentan combatir desde diversas iniciativas. En 1981 se celebran las Conversaciones de cine de Cataluña, en 1984 se inauguran los estudios Ideal -a partir de la reconversión del cine del mismo nombre en el barrio barcelonés del Poblenou-, y en 1986 se crea la Oficina Catalana de Cinema.

Continúa trabajándose el género de la comedia, el cual -y a imitación de otros subproductos españoles- se convirtió en el más habitual en las pantallas. Posiblemente ello se debió a la progresiva descapitalización industrial que forzó a los productores a no arriesgarse en exceso, a veces por falta de visión industrial.

Bellmunt sigue con sus productos relacionados con la realidad más inmediata, desinhibidos, festivos, mediterráneos... ("La quinta del porro", 1980, acerca de las reticencias de las nuevas generaciones con respecto al servicio militar; "Pan de ángel", 1984, sobre las relaciones entre una joven -hija de un hombre anticlerical- y un sacerdote "progre"; "Un par de huevos", 1984, comedia musical donde un joven millonario se enamora de la cantante de un grupo "punk"; "Radio speed", 1986; "El complot de los anillos", 1988, sátira del nacionalismo catalán y el uso que hace de la televisión y la prensa; "Ratita, ratita", 1990; "Escenas de una orgía en Formentera", 1995); el carácter lúdico de sus films esconde -sin embargo- una visión amarga de la mayoría de los temas que tocan en coherencia con su contenido (dificultad por establecer relaciones sexuales, crisis de la pareja, enfrentamiento generacional...) De alguna manera, hace escuela puesto que otros realizadores cultivan la comedia urbana basándose igualmente en lo lúdico y en la realidad más inmediata; comedia vocacionalmente cosmopolita, aunque con guiños localistas, giros coloquiales y referencias del momento: Carles Mira ("Karnabal", 1985, interpretada por "Els Comediants", acerca de un extraño personaje que invita a viajar en globo al protagonista hasta un carnaval donde es proclamado rey); "El vicario de Olot" (1981), "La rubia del bar" (1985), "¡Puta miseria!" (1989), "¿Qué te juegas, Mari Pili?" (1991), "Esta noche o jamás" (1991) y "Rosita, please!Q (1994), de Ventura Pons; "Boom Boom" y "Souvenir" (1990 y 1994, respectivamente) de Rosa Vergés; "Parella de tres" (1995) de Toni Verdaguer, etc.

El "thriller" sigue siendo junto a la comedia uno de los pilares comerciales de nuestro cine. Y es que lo marginal y violento siempre ha tenido eco en la pantalla porque, al fin y al cabo, el público lo pide. Paralelamente al "thriller" populista o comercial -"Fanny Pelopaja" de Vicente Aranda, 1984, historia de amor imposible entre una delincuente y un rudo policía, basada en una novela de A.Martín; "Yo, El Vaquilla" de J.A.de la Loma, padre e hijo, de 1985, explotando de nuevo el filón de la delincuencia juvenil-, el intelectual y esteticista sigue aportando nuevos e innovadores productos a nivel expresivo ("Lola", 1985, acerca de una joven dividida entre su antiguo amante y su actual marido; y "Angustia", 1987, una divertida reflexión sobre el cine de terror; ambas de Bigas Luna. No hay que olvidarse de "Tras el cristal" de Agustí Villaronga, 1986, morbosa fábula sobre la corrupción de la inocencia mezclada con elementos nazis). A ello hay que añadir un buen número de títulos sobre el género: "Puta pela" (1981) y "Material urbano" (1987), ambas de Jordi Bayona; "Barcelona Sur" (1981) de Jordi Cadena; "Demasiado viejo para morir joven" (1988) de Isabel Coixet; "El viaje a la última estación" (1982) y "El hombre de neón" (1989) ambas de Albert Abril; "Estación central" (1988) de Josep Salgot. En más de una ocasión, la falta de guiones originales o, simplemente, de buenos guiones, ha sido paliada con las adaptaciones literarias, tanto si son de autores nacidos o no -o afincados- en Cataluña que escriben en la lengua estatal, como si lo hacen en la autóctona. En el primer caso se encuentran films basados en obras de Joan Marsé, como "La muchacha de las bragas de oro" (Vicente Aranda, 1980), donde el protagonista es un viejo falangista que busca reescribir la historia omitiendo aquellos aspectos que no le son favorables, hasta que llega su sobrina que se dedicará a seducirlo; también basada en Marsé es "Ultimas tardes con Teresa" (Gonzalo Herralde, 1984), aventuras y desventuras de un joven barriobajero en la Barcelona de los años 50; y aún "Si te dicen que caí" (Vicente Aranda, 1989), visión muy concreta de los efectos de la Guerra Civil a través de los personajes. Aranda adapta también a Manuel Vázquez Montalbán ("Asesinato en el comité central", 1981) y a Andreu Martín ("Fanny Pelopaja", 1984). Otras adaptaciones son: "La cripta" (Cayetano del Real, 1981), sobre la novela de Eduardo Mendoza, "Crónica sentimental en rojo" (Roviera Beleta, 1985), sobre un texto de F.González Ledesma; "Sinatra" (Francesc Betriu, 1988), de la novela de Raúl Núñez; Gran Sol (Ferran Llagostera, 1989) sobre el relato de Ignacio Aldecoa; y "Los mares del Sur" (Manuel Esteban, 1991), adaptación de la novela homónima de Vázquez Montalbán.

En el segundo caso, las adaptaciones de obras en catalán son numerosas: "La Plaza del Diamante" (Francesc Betriu, 1982), novela de Mercè Rodoreda acerca de la evolución sentimental de una joven en tiempos de la II República y de la postguerra; "Dinero negro" (Carles Benpar, 1981), "thriller" literario de Jaume Fuster ("De mica en mica s'omple la pica") donde la delincuencia y los negocios sucios alcanzan a los hombres de las altas finanzas; "Laura, del cielo llegó la noche" (Gonzalo Herralde, 1987), basada en el mundo atormentado y pasional de la novela de Miquel Llor; "La señora" (Jordi Cadena, 1987), texto de Antoni Mus acerca de la historia de una mujer dominada sentimentalmente por su rico marido mallorquín; "La verdad oculta" (Carles Benpar, 1987) sobre un texto de Pere Calders; "¿Quién te quiere, Babel?" (Ignasi P.Farré, 1987), basada en una obra de Mercè Company; "El escote" (Antoni Verdaguer, 1987), obra de Maria Jean; "Un negro con un saxo" (Francesc Bellmunt, 1988), de la novela de Ferran Torrent; "La puñalada" (Jordi Grau, 1989), basándose en Marià Vayreda; "Garum" (Tomàs Muñoz, 1989) sobre un texto de Manuel de Pedrolo; "Sauna" (Andreu Martín, 1989); obra de Maria Jaen; "La telaraña" (Antoni Verdaguer, 1990), adaptación de la novela de Jaume Cabré; "La fiebre del oro" (Gonzalo Herralde, 1992), novela de Narcís Oller que retrata el paso de una Barcelona menestral a una Barcelona burguesa e industrial a raíz de la fiebre bursátil de finales del siglo pasado; "Un submarino bajo el mantel" (Ignasi P.Farré, 1991), según el libro de Joan Barril; "Don Jaime el Conquistador" (Antoni Verdaguer, 1994), adaptación del clásico de Pitarra; "El perquè de tot plegat" (Ventura Pons, 1994), adaptación del best seller de Quim Monzó.

El cine de animación en Cataluña bien merece ser mencionado por sus valiosos profesionales. Además del importante precedente de 1945, "Garbancito de la Mancha", de Arturo Moreno, entre las últimas cintas cabe destacar "La tribu de los Aurones" (1987) de Josep Ll.Viciana, "Peraustrinia 2004" (1990) de Angel García Vidal y Fermí Marimón, y "Despertaferro, el grito del fuego" (1990) de Jordi Amorós.

La historia de Cataluña y de otras áreas de su influencia lingüístico-cultural sigue siendo motivo de inspiración para algunos realizadores. "La leyenda del tambor" (Jordi Grau, 1981) se basa en las hazañas bélicas antinapoleónicas, mientras que "¡Victoria!" (Antoni Ribas, 1983-84) narra el ambiente de la Cataluña de algo más de la primera década de nuestro siglo donde se muestra el juego de fuerzas políticas y sociales durante la Primera Guerra Mundial. Otra manera de ver la historia pero con otro tipo de sensibilidad cinematográfica es "Daniya, jardín del harén" (Carles Mira, 1988), donde se muestra el contraste entre los territorios cristianos, místicos y oscuros, y los musulmanes, hedonistas y coloristas, en nuestro Levante medieval; "El viento de la isla" (Gerard Gormezano, 1988), historia situada en la Menorca del siglo XVIII bajo el dominio británico del gobernador Kane, o "Habanera 1820" (Antoni Verdaguer, 1993), sobre la presencia catalana en Cuba en el siglo pasado, con el esclavismo por medio. La biografía histórica es retomada por Francesc Bellmunt en "Monturiol, el señor del mar" (1992), una superproducción sobre este inventor del submarino y socialista utópico catalán.

Paralelamente surgen -o continúan- realizadores verdaderamente motivados por aplicar lenguajes renovadores, huyendo así del género cómico "pitarresco" o del histórico-nostálgico. Se van difundiendo tendencias estéticas e industriales diferenciadas. Además del ya citado Bigas Luna, se trata de autores como: Josep A. Salgot ("Mater Amatissima", 1980, film donde una madre soltera se decide cuidar a su hijo autista por sí misma, enrareciéndose progresivamente sus relaciones), Raül Contel ("Vivir cada día", 1983; "Gritos sordos", 1984, y "Gente de barro", 1988, aportan una visión alternativa desde el cine independiente), José Luis Guerín ("Los motivos de Berta", 1985, historia de una adolescente que vive ensimismada en su entorno rural, apenas perturbado por acontecimiento alguno; "Las rutas de Innisfree", 1989, documental sobre el pueblo irlandés donde John Ford rodó "El hombre tranquilo"), Jesús Garay ("Pasión lejana", 1987; "La bañera", 1990, ambas situadas en contextos herméticos), Agustí Villaronga ("El niño de la luna", 1988, film que explora el terreno que separa la realidad de la fantasia infantil), Manuel Huerga ("Gaudí", 1988, propuesta de experimentación al reencuentro del espíritu del cine mudo, y retrato del arquitecto modernista y su época), Jordi Cadena ("Al dormir lo veo claro", 1988, inspirada en la estética de la Escuela de Barcelona, busca encontrar en imágenes el espíritu creador del poeta J.V.Foix), Manuel Cussó-Ferrer ("Entreacto", 1989, cuyo argumento mezcla dos historias paralelas inspiradas en el mundo poético de J.Brossa), Pere Portabella ("Puente de Varsovia", 1989, en cierta manera un retorno a aspectos estéticos de la Escuela de Barcelona a la cual perteneció este realizador), Marta Balletbó-Coll ("Costa Brava", 1995, una valiente cinta sobre las relaciones entre dos mujeres), Bigas Luna ("La teta y la luna", 1994), Manuel Huerga ("Antártida", 1995, "thriller" sobre traficantes de droga con fuerte inspiración visual), etc.

En otoño de 1994, el Colegio de Directores de Cine de Cataluña diagnostica el cine catalán de "estado de penuria crónica": El 30% de los títulos producidos en el último lustro en el Principado no se había estrenado; el 70% del sector cinematográfico se hallaba en paro; se habían cerrado productoras y habían desaparecido prácticamente los distribuidores catalanes; la recaudación media de los films catalanes habían bajado en cinco años de 22 millones a 10 millones de pesetas; todo ello a pesar de que el 90% de las cintas realizadas en el último lustro había recibido subvenciones de las instituciones.


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