“Habiendo recibido órdenes para dirigirme a la costa de Cataluña con las tropas, a finales de agosto pusimos rumbo hacia la desembocadura del Ebro, pero al no encontrar allí a la expedición, cambiamos nuestro rumbo hacia Tarragona, y el 4 de septiembre nos unimos al almirante, quien me ordenó desembarcar el regimiento 44 en Vilanova (y la Geltrú) (…). El amarraje es bueno, y durante muchas partes del año llegan numerosos barcos con el propósito de embarcar vino, el cual se embarca por medio de balsas, o bien con las barcas locales. El vino es muy excelente y de varios tipos, tanto blanco como tinto (…)

El 8 de septiembre navegamos desde este lugar hasta Tarragona. Todo se veía miserable y desdichado en extremo. Muchas de las casas habían quedado reducidas a escombros, y los pobres habitantes que volvían al lugar de origen suyo y de sus antepasados, se encontraban con un montón de ruinas. Cabalgué (…) a Reus, la segunda ciudad más grande de la provincia de Cataluña, donde comimos al estilo español, olla podrida y otros platos llenos de ajo y mal aceite. Después de pasear por la ciudad y ver una hermosa iglesia, cuyas ventanas estaban cubiertas con vidrieras, volvimos a bordo y pusimos rumbo a Valencia. Los campesinos de esta provincia y los de Cataluña son tan buena raza de hombres como jamás haya visto en cualquier país; altos, fuertes y bien hechos”

(Impressions sobre la costa tarragonina del capità britànic W. Stanhope el setembre de 1813. Citades a: SANTACARA, Carlos: La guerra de la Independencia vista por los británicos, 1808-1814. Madrid, A. Machado Libros S.A., 2005, p. 693)