“La ciudad presentaba el aspecto más desolado y ruinoso. Las murallas tenían brechas en ocho o nueve lugares distintos. Las casas en su interior, que habían sufrido mucho por el fuego cuando la sitió Suchet, todavía estaban derrumbadas sobre las calles, por las cuales era casi imposible pasar en algunas partes debido a los escombros, y apenas una cuarta parte de las que quedaban en pie estaban habitadas. Poco a poco, sin embargo, la gente empezó a llegar. Los habitantes más respetables, comerciantes y otros, quienes habían buscado refugio en Mallorca y Menorca, al oír que el enemigo se había retirado de la ciudad (…), volvieron, se abrieron las tiendas, se estableció un mercado regular, se limpiaron las calles, y en menos tiempo del que se podía esperar, el lugar mostró signos de vida y animación”

(Impressions sobre Tarragona de l’oficial britànic Crawford el setembre de 1813. Citades a: SANTACARA, Carlos: La guerra de la Independencia vista por los británicos, 1808-1814. Madrid, A. Machado Libros S.A., 2005, p. 693)