Dos modelos diferentes de virtud

 

De entre los diversos personajes del antiguo Testamento destacadados por su virtud, el arte cristiano recurrió con cierta frecuencia a dos de ellos: Job, y Judith. El primero personifica la paciencia frente a las adversidades de la vida. La iglesia ha visto en su historia una prefiguración de los sufrimientos y Pasión de Cristo. Judith por su parte encarna la resistencia judía frente a los enemigos de su pueblo.

Job, hombre de gran virtud y temeroso de Dios, es recompensado por ello con siete hijos, tres hijas y una próspera hacienda. En un momento dado el diablo, con el permiso de Dios que quiere poner a prueba la piedad de Job, desata sobre él todo tipo de calamidades: sus rebaños son robados y sus criados asesinados, un fuerte viento derriba su casa que se desploma matando a todos sus hijos, y, finalmente, él mismo contrae la lepra y todo su cuerpo se cubre de úlceras y llagas. Job se sienta en un estercolero donde en medio de la basura y la ceniza se lamenta de su situación, y soporta los reproches de su mujer y de sus amigos, pero en ningún momento pierde la fe en Dios. A pesar de que el tema no ha sido muy representado por el arte románico, un capitel de este estilo del claustro de la catedral de Pamplona, secuencia en las cuatro caras de uno de sus capiteles la historia de Job de manera bastante completa:

 

Museo de Pamplona (Navarra). Capitel del claustro de la catedral. Historia de Job. Finales del siglo XII. La historia se inicia en esta cara, en cuya parte superior puede verse a Dios sobre las nubes, y en el extremo izquierdo al diablo pidiéndole permiso para poner a prueba a Job. Éste aparece en la parte inferior sentado a la mesa en compañía de su família, imagen alusiva a su situación de bienestar.

 

Las desgracias que asolarán sus propiedades, a su familia y a él mismo se aprecian en las caras siguientes:

 

Museo de Pamplona (Navarra). Capitel del claustro de la catedral. Historia de Job. Finales del siglo XII.
Un día aconteció que (...) vino un mensajero a Job y le dijo: -- Estaban arando los bueyes y las asnas pacían cerca de ellos; de pronto nos asaltaron los sabeos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada. Solamente escapé yo para darte la noticia. Aún estaba este hablando, cuando vino otro, que dijo: -- Fuego de Dios cayó del cielo y quemó a ovejas y a pastores, y los consumió. Solamente escapé yo para darte la noticia. Aún estaba este hablando, cuando vino otro, que dijo: -- Tres escuadrones de caldeos arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada. Solamente escapé yo para darte la noticia.

Job 1, 13-17

En la parte inferior del capitel se narran estos acontecimientos. encima vemos como Job, a pesar de todo se postra ante un altar a adorar a Dios.

 

 

Entre tanto que este hablaba, vino otro, que dijo: -- Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito, cuando un gran viento se levantó del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron. Solamente escapé yo para darte la noticia.

Job 1, 18-19

Museo de Pamplona (Navarra). Capitel del claustro de la catedral. Historia de Job. Finales del siglo XII.

 

Museo de Pamplona (Navarra). Capitel del claustro de la catedral. Historia de Job. Finales del siglo XII.

En esta cuarta cara del capitel vemos, en la parte izquierda a Job, con el cuerpo cubierto de llagas, tendido sobre el estercolero y soportando las burlas de sus amigos y de su mujer.

Tras todas sus desgracias, al haber mantenido su fe en Dios, éste, al que vemos descender del cielo y bendecir a Job, decide poner fin a sus sufrimientos y le restituye a su situación anterior, incluso mejorándola.

 

Muy diferente es la historia de Judith. No estamos en este caso ante una historia de resignación, sino, por el contrario, de resistencia.

Judith es una de las grandes heroinas del pueblo judío. Cuando su ciudad, Betulia, estaba siendo asediada por las tropas de Holofernes, general al servicio del rey asirio Nabucodonosor, se vistió con sus mejores ropas y, adornada con espléndidas joyas, se dirigió en compañía de su criada Abra al campamento de Holofernes. Judith aprovecha la embiagrez del general, que cae dormido en un profundo sueño, para cortarle la cabeza con su espada:

 

Caravaggio. Judith y Holofernes (Roma, Galleria Nazionale d'Arte Antica). 1598.

...llegándose al lecho, le cogió por los cabellos de su cabeza y dijo: "Fortaléceme Dios de Israel en esta hora". Y con toda su fuerza le hirió dos veces en el cuello cortándole la cabeza. Envolvió el cuerpo en las ropas del lecho (...) salió enseguida, entregando a la sierva la cabeza de Holofernes, que ésta echó en la algorja de las provisiones, y ambas salieron juntas como de costumbre.

Judit, 13, 6-10

 

En esta pintura Caravaggio, con el realismo que habitual en su pintura, representa el momento en que Judith corta la cabeza a Holofernes. A su lado Abra sostiene el paño en el que piensan transportarla. Otros pintores optaron por prescindir de la violencia de esa escena para mostrar el momento inmediatamente posterior, con la cabeza de Holofernes ya seccionada, a ambas mujeres en el camino de regreso a Betulia, o ya de nuevo en ella.