Aprendiendo a querer

Diálogos


Soledad

     Encontré por casualidad una lectura titulada "¡Me voy a convertir en una prostituta!" y, al ver cómo abordaste la situación de la joven de la historia, me animé a escribirte para ver si me puedes echar una mano.
Me encuentro en una etapa de mi vida en la que, si bien es importante mi desarrollo profesional, lo es mucho más mi desarrollo personal.

     Eso debería ser cierto para todas las etapas... 

     Soy una profesional exitosa, pero vacía. Siento que nada que pueda lograr con mi trabajo, ni con mis estudios, podrá hacerme más feliz que sentir que puedo amar a alguien que también me ama a mi. Deseo con todas mis fuerzas tener una familia, luchar por ella. Eso le daría sentido a mi vida.
Pronto cumpliré treinta y el amor no llega.
Me da mucho miedo ser una de esas mujeres destinadas a tener el aplauso del mundo entero, pero... sin familia, sin un esposo, sin hijos.  = (


    
Mi madre tenía aproximadamente tu edad cuando se casó...
Ya no no eres una adolescente, pero tampoco se puede decir que estés a punto de perder el último tren.
Lo que sientes es una alarma que se ha disparado en tu interior.
Un poeta lo expresaría diciendo que son tus hijos, que no han nacido todavía, los que claman angustiosamente por llegar a ser.
Si quieres, puedes llamarlo instinto. Eres libre para escucharlo o para acallarlo pero, decidas lo que decidas tendrás que asumirlo de modo libre y consciente.

     ¡¿De qué valdrán mis éxitos o mis fracasos si no tengo con quién compartirlos?!
 
     No dramatices...
Todo trabajo tiene una función social y un valor en sí mismo.
Pienso que no debería medirse el valor del trabajo por los éxitos o fracasos, sino por el amor con que se haga de él un servicio.
Si actúas así, tu trabajo será una dimensión fundamental de tu vida, amor materializado, diálogo con la Creación y con el Creador, expresión de la Verdad y la Belleza eternas.

     Sé que no todo el mundo está destinado a casarse. Me consta por una prima que siempre soñó con una familia, ya tiene 40 y no ha logrado formarla, simplemente porque el amor no apareció... y quizá jamás aparecerá. ¡Eso me asusta.!

 ¡¿Qué le puedo decir a mi corazón, que siente tanta nostalgia?!

    
Millones de corazones sedientos de amor claman al cielo.
Han sido engañados. Primero les hicieron creer que el sexo es un tabú, y luego les corrompieron dándoles sexo bruto en lugar de amor conyugal.
Les prometieron libertad sexual y los hicieron esclavos de sus pasiones.
Les prometieron éxito y realización personal y los hicieron esclavos del trabajo.
Al final se han quedado solos, sin amor.
Incluso llegan a preguntarse si habrá alguien que sea capaz de amar, de ser fiel a un amor.
Ni siquiera imaginan que se pueda ser feliz dedicando la vida a otra persona, entregando el corazón.

¡Pobre corazón!
¿Qué podría decirte que te sirviera de consuelo?
Cuando la herida ha sido producida por la mentira, la única medicina saludable es la verdad.
Ni con mil mentiras juntas se puede conseguir una sola verdad.

     ¡¿Cómo llenar el vacío de mi soledad?!

    
Hay un lugar en todo corazón que sólo Dios puede llenar. San Agustín lo expresó muy acertadamente: "Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti."

     ¡¿Cómo dejar de extrañar a ese compañero que jamás he conocido?!
Quisiera poder tener la capacidad de darle sentido a mi vida con otra cosa que no fuera la idea de formar una familia. No sé... ayudando a los pobres, dando clases, cuidando perritos de la calle... Pero sé que aunque hiciera todo eso con amor no me sentiría completa.
 ¿Será que la vida no es para sentirse plena, sino para llevarla como vaya viniendo?

     No intentes engañar al corazón. No se conforma con sucedáneos.
Si no le das un amor de verdad te traicionará: te arrastrará tras espejismos de satisfacción inmediata que te degradarán.
Pide a Dios y busca ese compañero de tu vida. Quien pide a Dios, recibe, y quien busca, encuentra.

     Gracias por tu respuesta Antonio.
De verdad: ¡Eres muy especial...!


Para mí sería un honor que publicases en tu página nuestro diálogo, porque ayudaría a otras personas que están en mi situación (¡que son muchísimas!).

Dios te bendiga, y te permita seguir dando luz a quienes la buscan.



Te escucho.
Si puedo, te daré un consejo.
En cualquier caso, rezaré por ti.

Escríbeme.



Aprendiendo a querer