Hay una tercera gran Potencia cuyas circunstancias 
 no son satisfactorias por lo que respecta al petróleo. Es el Japón, 
 en cuyas islas la producción en vez de crecer disminuye. Cuando en 
 1905 los japoneses suscribieron el Tratado de paz con Rusia, no sabían 
 que existía petróleo en el Norte de Sajalín; de lo contrario,
 no lo hubieran dejado a sus adversarios.
     
   En el Manchu-Kuo, los yacimientos petrolíferos se encuentran en 
las  cercanías de Mukden. Los nipones explotan los esquistos petrolíferos 
 y envían el petróleo obtenido a Dairen, donde es refinado. 
La empresa pertenece en su totalidad al ferrocarril de la Manchuria meridional, 
 cuyo principal accionista es el Mikado en persona.
     
   En promedio, los japoneses disponen de algo menos de 600.000 toneladas 
de  petróleo, mientras su consumo asciende a 2,5 millones. Aparte de
la  concesión del Norte de Sajalín, han adquirido recientemente 
 campos petrolíferos en Borneo e incluso en los Estados Unidos (Texas). 
 También intentaron penetrar en el Norte de Persia, pero fracasó 
 su intento.
     
   El Gobierno japonés ha realizado, con relación al mercado
 petrolero, una política preventiva tan estrecha, que excede a la
propia  de Francia o Italia. Todas las Compañías, nacionales
y extranjeras,  se obligan a instalar nuevos depósitos a sus propias
expensas, así  como a almacenar reservas para medio año, y
el Gobierno se reserva  el derecho de incautarse de esas existencias, incluso
en tiempo de paz.
     
   Se ve, pues, cómo todos los pueblos marchan en la misma dirección 
 a la conquista de la «autarquía del petróleo», 
empleando medios idénticos para lograr su objeto. Un solo país 
ha emprendido la marcha por derroteros propios.
     
     
     
La superación de la
Naturaleza
     
   En Alemania, la primera perforación tuvo lugar en 1862 y fue efectuada 
 por el Gobierno hannoveriano en las cercanías de Oelheim, no lejos 
 de Peine. La fiebre del petróleo que estalló en aquella época 
 no perdonó tampoco a Alemania. Poco después de 1880, en el 
distrito de Adolfmoor, cerca de Peine, extraíanse unos 500 litros por
día; pero cuando, el día 21 de julio de 1881, brotó en
el lugar indicado un verdadero surtidor que manaba a razón de unas 
65 toneladas diarias, la enfermedad se contagió a toda la población 
germánica, y en el transcurso de un año se constituyeron 360 
compañías dedicadas a la perforación. Sin embargo, la 
fiebre menguó pronto; el surtidor fue debilitándose día 
tras día, y en 1883 arrojaba ya más agua que petróleo.
     
   En 1889 brotó un nuevo surtidor en Wietze y dos más en 1902 
 en la misma cuenca, pero ninguno de ellos tuvo la potencia del de Adolfmoor.
     
   La segunda cuenca petrolífera era, antes de la guerra, la de Pechelbronn, 
 en Alsacia; yacimientos muy antiguos, según revela el nombre. Antes 
 se sacaba de allí buena parte del petróleo alemán; en
 1913 dio 50.000 toneladas, de las 121.000 a que se elevó el consumo 
 total del Reich.
     
   Terminada la guerra y perdida la Alsacia, no faltó quien se dedicara 
 a meditar sobre el petróleo alemán. Si las minas de potasa 
reaparecen en la orilla derecha del Rhin, decíanse, ¿por qué 
no ha de ocurrir lo mismo con el petróleo? Y lanzáronse a la 
busca. El doctor Antón Racky empezó en 1920 a perforar en la 
región de Bruchsal, abriendo, en pocos años, 130 pozos superficiales 
y 10 profundos, todo ello con resultados insignificantes. No obstante, su 
hipótesis quedó justificada, puesto que encontró petróleo, 
por ejemplo, en el pueblo de Forst.
     
   En los años 1927 y 1928 trabajó en las cercanías
de  Rechtenbach (Palatinado), con resultado totalmente negativo.
     
   La Sociedad Ringwald, que había erigido una torre de perforación 
 en la comarca de Lautenburgo,  confirmó asimismo la hipótesis, 
 aunque sólo parcialmente y de modo muy poco satisfactorio: su torre 
 voló como consecuencia de una explosión de gases de petróleo; 
 éste, empero, no apareció.
     
   Todos los buscadores perdían la paciencia o el dinero, y la empresa 
 del doctor Racky se puso en venta, adquiriéndola la 
Itag (
Internationale 
 Tiefbohr A. G.), de Celle. La 
Itag se hizo cargo de la perforación 
 de Bruchsal y se dispuso a ahondarla. Al efecto construyó una torre 
 de acero, de casi 50 m. de elevación, e instaló potentes motores 
 y bombas. En agosto de 1934 quedaban terminadas las construcciones complementarias, 
 y la perforación podía empezar; 2 especialistas y 25 obreros 
 se dedicaron a barrenar día y noche, sin interrupción, encontrando 
 finalmente el petróleo « vivo » a la profundidad de 840 
 m.; era el primer horizonte verdadero que se descubría a la orilla 
 derecha de la depresión de la alta Renania.
     
   Así fue cómo se desarrolló la nueva cuenca petrolífera 
 badense. Además, se extrae petróleo de Turingia, en Mülhausen-Volkenroda, 
 si bien sus yacimientos rinden poco. Las mayores esperanzas se cifran aún 
 en el distrito nordoccidental, la región que se extiende a continuación 
 de la cuenca hannoveriana. Es frecuente encontrar petróleo en los 
denominados « pisos de sal » o cúpulas, amontonamientos 
subterráneos de sal, de los cuales hay un centenar en la baja llanura 
nordalemana. Los geólogos suponen que los depósitos principales 
de petróleo hannoveriano se encuentran a una profundidad mayor de la
que hasta hoy se ha venido explorando. Antes de la guerra apenas existían 
orificios de perforación que excedieran los 300 m.; hoy, en cambio, 
el pozo de Sülze II, en el distrito de Hannóver, alcanza una profundidad
de 2.681,5 m. Cierto que es el más hondo de Alemania. Los trabajos
prosiguieron, pues, en gran escala y los resultados han sido bastante notables,
puesto que en 1934 extrajéronse en Alemania más de 300.000
toneladas de petróleo, aproximadamente el triple de la producción
de anteguerra, incluyendo la de Alsacia. En 1935 se obtuvieron 427.000 toneladas;
en 1936, 445.000, y 453.000 en 1937. Además de estas antiguas regiones
petrolíferas el Reich posee hoy otra nueva en la Marca Oriental. El
infatigable doctor Racky empezó a perforar en 1930 en las cercanías
de la pequeña población de Ziesterdorf, en la Baja Austria.
La módica producción de los primeros años ha ido creciendo
hasta elevarse en 1937 a 33.000 toneladas, cifra que representa el 12 % del
consumo de Austria en aquella época.
     
   En los primeros cuatro meses del año 1938 se obtuvieron en el Antiguo 
 Reich 175.000 toneladas de petróleo y en Ziesterdorf 16.000; es decir, 
 que la producción total en la Gran Alemania habrá alcanzado, 
 en 1938, la cifra de 570.000 toneladas. No es mucho; aproximadamente 60.000 
 toneladas más de las que fueron extraídas en Polonia en 1937, 
 por ejemplo. La producción está muy lejos de cubrir las necesidades 
 del consumo. ¿Cómo cubrir la parte que falta?
     
   Al fin encontró Alemania un camino propio que le conduzca a las 
fuentes  del petróleo. Este camino se lo ha ofrecido la Química, 
esa  maravillosa ciencia que nos revela los secretos de la Naturaleza y que 
supera  su mezquindad. Ella nos ha deparado la química del carbono: 
el arte  sorprendente de preparar un asado de liebre sin disponer de la liebre.
     
   El tren expreso que va de Berlín a Munich, entra, en las cercanías 
 de Halle, en la zona del lignito centroalemán y de las industrias 
químicas. Los viajeros suelen asomarse a las ventanillas en espera 
de que se divise Leuna, después de pasado Merseburgo. Saben que es 
la vista más interesante de todo el trayecto. El convoy corre, durante 
varios minutos, por delante de Leuna, emplazada allí como gigantesca 
máquina, juguete de acero de proporciones ciclópeas. Es la primera
fábrica de productos químicos del mundo, la que inició 
la elaboración de la bencina derivada del carbón, el centro 
del progreso en el «siglo de la Química ». En 1933 produjéronse 
allí unas 200.000 toneladas de bencina sintética; hoy el rendimiento 
es mucho mayor.
     
   También el benzol es un producto de la Química orgánica. 
 Este producto posee enorme potencia calórica y, mezclado con bencina 
 y otros aceites combustibles, suministra materiales para la alimentación 
 de motores. En Alemania se fabricaron en 1936, 420.000 toneladas anuales 
de benzol, 20.000 más que en los Estados Unidos de América.
     
   Al lado de este auxiliar y competidor principal del petróleo aparecen 
 otros de segunda categoría, como son el gas de madera, el gas hidrógeno 
 y el de coque. Se obtienen por la destilación seca de la madera, en
 la fabricación del coque de la hulla, en la extracción del
petróleo, y están contenidos en los gases que se desprenden 
de los pozos petrolíferos. Los químicos, los constructores, 
los economistas estudian las aplicaciones que se les puede dar.
     
   Finalmente el alcohol es un producto que, mezclado con la bencina, permite 
 « alargarla » y de este modo ayuda a ahorrar gastos.
     
   Así es cómo Alemania compensa, la insuficiencia de sus condiciones 
 naturales y supera a la Naturaleza, No existe país alguno que no se
 disponga a seguir su ejemplo: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, 
 España, Japón, Rusia, Hungría, todos se esfuerzan por 
 imitarla. Después de Leuna, la mayor instalación dedicada a
 la producción de bencina artificial se encuentra en Inglaterra, en
 el mismo Billingham, donde se fabrican los abonos nitrogenados. Los ingleses 
 producen allí 160.000 toneladas de bencina al año. Pero los 
 resultados logrados en Alemania no se registran, hasta la lecha, en ningún 
 otro país. ¡En 1937, el Antiguo Reich cubrió el 60 % 
aproximadamente de sus necesidades con materias primas propias!
     
   La historia del petróleo es una verdadera «epopeya»,
 una novela de aventuras que en nada desmerece de las historias del algodón, 
 de la lana o del trigo. También el petróleo tiene sus víctimas, 
 también a él han dedicado muchos hombres sus «sueños 
 del amor primero». Y también ha tenido sus héroes, aunque 
 hayan sido de naturaleza distinta a los caballeros de la lana y del trigo. 
 El petróleo no surgió hasta un tiempo en que el capitalismo 
 se hallaba en pleno apogeo, y sus héroes no subieron, salvo contadas 
 excepciones, al Capitolio bajo arcos de triunfo. Más bien hubieron 
 de arrastrarse por las cloacas — y confesemos que el hacerlo exigía 
 una dosis considerable de audacia y de inteligencia. Todos lo sabían, 
 y sabían que no tenían más remedio que conformarse con
 ello, puesto que el petróleo tiene de común con la pez que
quien la toca se ensucia.
     
   El petróleo « artificial » no posee esta propiedad.
La  primera época heroica de la bencina sintética nos traslada 
nuevamente a aquellos caballeros de «ascetismo terrenal», a los 
monjes de los laboratorios y a los románticos de la Ciencia.
     
   Sólo con la Naturaleza luchan y combaten; su arma es el saber;
su  campo de batalla, el laboratorio.
     
   También allí hay «reyes del petróleo»;
 también allí fluyen manantiales petrolíferos.