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Primera parte

1. Fabricación de ladrillos

La industria más antigua que ejerce la humanidad es la elaboración de piedras artificiales de arcilla y barro, o sea la fabricación de tejas y ladrillos.

La necesidad de poseer un elemento de sustitución a las piedras fáciles de labrar que la naturaleza nos ofrece, creó dicha industria en las regiones que no poseían este elemento constructivo en cantidad suficiente o carecían de él por completo. Con el tiempo la piedra artificial, gracias a sus excelentes cualidades, ha ido sustituyendo a la natural, cara y sin forma, convirtiéndose en material constructivo de empleo universal. Hoy día la fabricación de ladrillos y demás piezas de arcilla es una industria mundial de base técnico-química, con una gran tecnología en sus muy variados dominios y una bibliografía importante en las principales lenguas.

Los egipcios son considerados como fundadores de la mayor parte de artes y oficios, siendo los maestros y fomentadores de la cultura en los demás pueblos, en cuanto lo permitía el poco tráfico de aquellos tiempos. Se distinguieron principalmente en la elaboración de ladrillos, piedras de arcilla para edificar y adornos esmaltados para fachadas. Probablemente tres mil años antes de Jesucristo se habían elaborado piezas moldeadas y adornos de arcilla esmaltada para el revestimiento de las paredes, se hacían anchas baldosas para el recubrimiento del suelo, en una palabra, artículos finos de arcilla que hoy fabrica la gran industria.

No menos hábiles fueron algunos siglos después los babilonios y asirios, cuya asombrosa producción en obras cerámicas han dado a conocer las excavaciones del último siglo. Brillan dichas cerámicas entre las obras de arte de. los museos actuales, que han dedicado sumas enormes para la adquisición de estos tesoros. Valiosas colecciones de esta clase pueden verse en París y Londres (en los museos del Louvre, Británico y de Kensington). Miles de años transcurrieron ocupando Asia y África el primer lugar en el arte.

Los griegos al construir sus templos empezaron a utilizar la cerámica en la construcción, siendo los primeros que recubrieron con tejas, empleándolas en los templos y edificios públicos. Muy pocos fueron los pueblos que dedicaron su atención a esta parte tan importante de la arquitectura, elevándola al terreno del arte, pudiendo citarse solamente los griegos, romanos, chinos y japoneses.

El pueblo griego, tan hábil en las artes, creador de la arquitectura clásica, fue quien formó una tecnología para la elaboración de piezas de arcilla y productos de tejería destinados a la edificación, transmitiéndola a otros pueblos discípulos y sucesores suyos, como fueron los romanos, más tarde dominadores del mundo.

La producción italiana, que llegó hasta el último grado de perfección, la de los barros cocidos y plástica esmaltada, se deja vislumbrar a través de muchas ruinas de la Gran Grecia y entre las excavaciones de Pompeya y Herculano.

Las construcciones de ladrillo romanas se hicieron célebres y compitieron siempre con la edificación de piedra. Los romanos fueron quienes, para poder cubrir el gran consumo de ladrillos y material de construcción que exigían las ciudades continuamente crecientes, idearon la fabricación en gran escala, siendo por consiguiente los verdaderos fundadores de una industria racional cuyo fin único era el beneficio. En restos de edificios pueden verse fachadas adornadas por completo con barrococidos. Posteriormente se prefirieron de nuevo las construcciones toscas de ladrillo con sus paredes lisas de sencillo aspecto, divididas por pilastras corintias que sostenían un entablamento ornado ricamente. Los capiteles eran corintios y el material, empleado en las superficies y elementos constructivos del edificio, de colores variados. La fabricación de piedras moldeadas adquirió en Roma su mayor desarrollo y se idearon nuevos principios constructivos para las edificaciones de ladrillo y su aplicación a los muros. Se prescindió de las formas empleadas en las obras de piedra y se creó una técnica apropiada a las condiciones que reúne el material y a las formas arquitectónicas empleadas o sea a las construcciones de ladrillo. Prueba de ello son muchos edificios romanos de ladrillo, construidos en Alemania durante los primeros siglos del imperio, cuyas fachadas de sencillla estructura presentan unas pocas fajas o listas de ladrillos salientes, unidas en sus extremos por arcos de círculo. Así principió el estilo de arco romano, con ventanas de arco de medio punto en cada compartimiento.

A la caída del imperio romano siguió un importante retroceso en la edificación y el consiguiente descenso en la producción da cerámica. La edad media creó en Italia, sobre todo en Milán y Rávena, una técnica constructiva apropiada a los edificios de ladrillo. Desaparece el antiguo entablamento y ocupa su lugar el friso formado por arcos circulares descansando sobre consolas (siglo IX). Se extiende la construcción de campanarios y se señalan en las fachadas los distintos pisos por estrechas molduras de ladrillo, de tipo sencillísimo, con frisos formados por arcos de medio punto. La decoración de superficies queda reducida a figuras geométricas sueltas y ladrillos moldeados exprofeso, asi como también a una alternación de colores o de hiladas claras en los marcos de ventanas, puertas y arcos murales.

Posteriormente se enriqueció la decoración con piezas de mayor tamaño que el ladrillo ordinario, gracias a la implantación de los procedimientos de moldeado que permitían una fabricación rápida y en gran escala. Son ejemplo de ello, iglesias y torres, palacios y casas consistoriales de los que cuenta Bolonia numerosos ejemplos. El gótico, lo mismo que el renacimiento italiano primitivo del siglo XV, construyeron más barrococidos que ladrillos y perdieron estos estilos el carácter de las construcciones de ladrillo. El material de arcilla, tan económico, sirvió para confeccionar preciosísimos adornos, como puede verse en los patios de claustro. Es ejemplo el de la Cartuja de Pavía, donde el renacimiento muestra su poder y originalidad. Grandes escultores (como Robbia) entran al servicio de la arquitectura y de la cerámica. El arco de medio punto, tan esencial en los edificios de ladrillo, se fue sustituyendo por dinteles horizontales y ventanas rectas.

El renacimiento aspiró a perfeccionar las construcciones de piedra. En tiempo de los arquitectos Viñola y Paladio, y más tarde con el estilo barroco, se enseñorearon los adornos de la edificación sustituyendo a las construcciones de ladrillo, y hasta mediados del pasado siglo no volvieron éstas a florecer de nuevo en Italia, Alemania y Francia.

En el siglo X estaban ya muy perfeccionadas las construcciones de ladrillo en las llanuras del norte de Alemania, Dinamarca, Suecia y provincias del Báltico. Los edificios de los Países Bajos, en donde no había desaparecido durante la edad media la tecnología romana, sirvieron de ejemplo, si bien los modelos y esquemas fueron importados de Italia. Desde 1110 se encuentran estas construcciones en las tierras colindantes del Brandeburgo y las ciudades anseáticas. En 1226 las órdenes militares alemanas empiezan a construir de ladrillo sus edificios públicos y particulares. El número de monumentos románicos es insignificante. Durante el siglo XIII se realiza el paso al gótico. El florecimiento de la arquitectura de ladrillo en los países del norte se presenta desde 1280 a 1550 coincidiendo con el gótico y principios del renacimiento alemán. La aparición de los azulejos constituye el suceso más importante en la construcción cerámica de las regiones del norte. La influencia oriental que se deja sentir en los edificios de las órdenes alemanas es probablemente la causa de que se halle con más frecuencia entre los edificios prusianos esta ornamentación, formada por arcos trilobados y tetralobados compuestos de azulejos sueltos. En diferentes edificios se repiten los mismos adornos en los azulejos, lo que es indicio de una producción en gran escala. Los azulejos, son además una protección contra los agentes atmosféricos. Finalmente también en Alemania se redujo cada vez más el empleo del ladrillo, apareciendo el barro cocido, con o sin esmalte y que servía, al igual que en Italia, sólo como ornamentación plástica.

En 1850 renacen en varias ciudades las construcciones de ladrillo y se extiende la fabricación de los tipos huecos. En los últimos años aparecen de nuevo las piezas del modelo llamado de claustro, convirtiéndose en elemento constructivo de la arquitectura de ladrillos finos.


2. El encargado

A fines de la edad media, en tiempo de la edificación y crecimiento de las ciudades, cuando se formaba la vecindad y organizaban los oficios, surgió el maestro en los gremios y corporaciones industriales, que era el encargado de las empresas de entonces.

La palabra maestro se deriva de la voz latina magister. Era el maestro un profesor, con muchos conocimientos en su arte u oficio; conocía a fondo su trabajo y poseía gran experiencia en todos los ramos de su especialidad, la que dirigía y encauzaba para poder ejecutar por sí mismo los encargos; necesitaba ser apto para la enseñanza a fin de formar de los aprendices unos buenos operarios, manteniendo una estricta disciplina, y debía continuar actuando en la educación posterior de los obreros, siendo en todo su consejero y director. Además, se presentaba con frecuencia el caso de que operarios y maestros debían cooperar con las armas en la mano a la defensa de la ciudad, y entonces tomaban el mando militar de los gremios los primeros maestros, quienes dirigían también a sus operarios durante la guerra. Intervenían, asimismo, en la administración de la ciudad, ocupándose de su florecimiento y buena marcha. Eran llamados a los cargos de más confianza, nombrándoseles miembros de los consejos públicos y privados. De lo dicho se desprende que, en siglos anteriores, cuando la mano del hombre era el único auxiliar del trabajo, iba la maestría en las industrias acompañada de muchos trabajos y molestias.

El encargado de una tejería, como practicante del oficio más antiguo, era el decano de la maestría, cargo que existió mucho antes de que se estableciera una organización industrial del trabajo.

Los egipcios tenían ya en las tejerías maestros famosos en su especialidad, que ordenaban y dirigían el trabajo, enseñaban las distintas operaciones a libres y esclavos y tenían su representante en la inspección de tejerías. La historia del pueblo judío proporciona infinidad de datos sobre su cautiverio en esta nación, famosa por sus edificios, y nos indica lo penoso que fue para ellos verse obligados a trabajar en las diversas operaciones de la elaboración de ladrillos, sometidos a una rigurosa vigilancia. Desmontaban la arcilla, desaguaban los yacimientos y, de mal grado, practicaban la amasadura con los pies. Tampoco eran de su gusto el moldeado y cocción, pues fueron muy negligentes, trabajando con lentitud a pesar de las amenazas y golpes, de modo que inspectores y encargados no estaban satisfechos de este personal.

Las continuas guerras que la república romana y más tarde el imperio sostuvieron en las tres partes del mundo y la conquista de muchos países, fueron causa de que ejércitos de prisioneros se destinasen en concepto de esclavos a la ejecución de toda clase de trabajos. La población de Roma creció en algunos siglos desde quinientos habitantes a varios millones, siendo la mayor ciudad del mundo en aquel tiempo. Ocho siglos antes de Jesucristo se edificaba con piedra dura y de canto; pero después de la caída del reinado, al principiar el gobierno de los cónsules republicanos, cambiaron los elementos empleados en la construcción. Las dimensiones continuamente crecientes de los edificios públicos y la construcción de grandes casas de alquiler de varios pisos, llamadas islas, de capacidad suficiente para varios centenares de personas, generalizaron el empleo de los ladrillos en la edificación, aumentando con ello en proporciones fabulosas la fabricación de los mismos, así como la de tejas y piezas destinadas a la construcción de bóvedas. Para la elaboración de este material eran muy solicitados los prisioneros de guerra quienes, a las órdenes del estado o bien vendidos como esclavos.a los empresarios, eran destinados a la fabricación de ladrillos y trabajos de construcción. La instrucción de este personal, así como la ordenación y distribución del trabajo, estaban en manos de los maestros, quienes eran los encargados de la explotación. Para cuidar la ejecución de los pedidos y conservación de la disciplina tenían sus inspectores propios. Roma fue no sólo el centro de educación de los maestros del oficio, sino además de los operarios libres y prisioneros.

Los romanos enseñaron el oficio de ladrillero a los pueblos conquistados. La colonización tenía lugar, igual que en la actualidad, por medio del ejército. Un cuerpo de ejército, la legión romana compuesta de tres mil a seis mil hombres, era el portador de la cultura, poderío y autoridad. Tenían además centuriones de tropas técnicas para todos los ramos de la construcción y para el material de sitio y ataque; disponían de oficiales y suboficiales a cuyo cargo estaba el suministro de toda clase de materiales de construcción, así como la fabricación de ladrillos para las fortificaciones y construcciones privadas. Después de un determinado número de años de servicio se entregaban a los soldados licenciados, los veteranos, tierras y propiedades en las colonias, y allí, dedicados a la agricultura e industria, trabajando como encargados en las tejerías o en las poblaciones, se hacían útiles a la patria.

Durante el desarrollo de las ciudades de la edad media se convirtió la fabricación de ladrillos en un monopolio del ayuntamiento, que tenía a un empleado de su confianza como encargado de la tejería. Se fabricaron no sólo ladrillos y tejas, barrococidos y objetos esmaltados, sino además trabajos de alfarería durante todo el período correspondiente a los estilos gótico y del renacimiento, hasta muy entrado el siglo XIII. Los municipios fabricaron no sólo para cubrir el consumo propio, sino incluso para la venta. Muchas ciudades pertenecientes a los antiguos señoríos de la nobleza alemana, y otras de los países del Báltico, Alemania del sur y Austria, poseían sus tejerías propias; en Hungría era muy común que las ciudades y grandes municipios ejerciesen el monopolio de la fabricación de ladrillos para aumentar sus ingresos. Actualmente son muchas las ciudades que poseen tejerías municipales y en algunos municipios se proyecta establecer por cuenta propia fábricas de ladrillo y cemento. No hace muchos años que en Viena mismo se quería establecer esta fuente de ingresos; pero empresas de más alto vuelo anularon el proyecto. Los encargados de estas fábricas son empleados del municipio.

Otro grupo de encargados, tanto antiguamente como en la actualidad, son los que rigen las tejerías instaladas en explotaciones agrícolas. Se incluyen en ellas, no sólo los talleres de campaña que trabajan únicamente en épocas determinadas, sino aquellas tejerías fijas, con organización completa, con hornos circulares, secaderos y medios apropiados de transporte, con sus encargados y trabajadores fijos, tal como las poseen los grandes terratenientes y potentados. En Alemania se llaman estos talleres tejerías señoriales para distinguirlos de los que poseen las sociedades anónimas o empresas particulares, y son dirigidos por encargados independientes e inspectores. La contabilidad de los encargados señoriales está sometida a la inspección de la teneduría de libros de la finca.

Desde hace unos doscientos años se va transformando paulatinamente la fabricación de ladrillos. Se ha traspasado la valla que limita los oficios para entrar en el terreno de las grandes explotaciones, esto es, de la fábrica propiamente dicha. El viejo gremio, con sus clasificaciones permanentes, su esfuerzo encerrado en estrechos límites, cayó en olvido, y el antiguo empresario, el verdadero tipo de maestro alemán se convirtió en fabricante y gran empresario, cuyos talleres requieren fuertes sumas para su explotación. De un trabajo periódico se pasó a una producción continua, empleándose durante todo el año a operarios de distintos oficios. Al empresario ya no se le llama maestro, sino fabricante, y el maestro deja de ser un jefe independiente para convertirse en un encargado del propietario a quien está ligado por un contrato. Si hay más de un horno o se fabrican artículos especiales ya no basta un encargado para llevar la fábrica, y en la gran industria las sociedades o empresarios necesitan disponer de buen número de empleados técnicos y comerciales para dirigir el taller. En estos casos sólo puede confiarse a cada empleado un ramo de la fabricación estrechamente limitado, y en las grandes empresas, como La Fábrica de Ladrillos y Construcciones de Wienerberg, que posee en el término de Viena varias tejerías y una fábrica de objetos de arcilla para la construcción, tienen para regir la explotación: director general, director, inspectores, jefes, subinspectores y jefes de taller en las distintas fábricas, a cuyas órdenes están los encargados de sección.

El encargado actual, que, trabajando a sueldo fijo o a destajo, lleva un taller, ha de ser el alma directora y vivificadora del mismo; debe conocer los derechos de todos y hacer que la justicia prevalezca; dirigirá los trabajos de modo que los productos queden bien cocidos con el mínimum de gastos de fabricación. Este proceder será la norma de sus actos, tanto si actúa como jefe técnico y comercial de una pequeña tejería, como si trabaja a las órdenes de altos empleados, del propietario o del director de una gran empresa.

Sabido es cómo se cubren las plazas de encargado. Para ello se han constituido organizaciones formadas por operarios prácticos en el oficio, aspirantes a encargado, encargados y jefes de taller. Sin duda alguna las asociaciones de encargados y operarios especialistas de Alemania ocupan el primer lugar. Entre estas sociedades de artesanos, la Asociación de gremios de Lippe proporciona, en condiciones moderadas, todo el personal con su encargado a los distintos talleres, tanto para trabajo a jornal como a destajo; cuida además de su traslado a los puntos de destino y viaje de regreso a Lippé o a las poblaciones donde hayan de invernar durante la temporada de paro. Del mismo modo las asociaciones de encargados de talleres y tejerías de Alemania, Austria, Hungría, Suiza e Italia, proporcionan encargados con sus trabajadores. En muchas ciudades italianas del Tirol y de la provincia de Venecia, como en Udine y Verona, han organizado los ayuntamientos oficinas municipales que proporcionan encargados y trabajadores. En las grandes ciudades de Austria, como Viena, Praga, y otras poblaciones, hay Bolsas municipales de trabajo donde son también atendidos gratuitamente los ladrilleros. En Alemania del sur, Austria, Hungría y Suiza se prefieren encargados y auxiliares italianos por su celo extraordinario, sobriedad y conocimiento de su deber. En las provincias prusianas se toman trabajadores eslavos, de Galitzia, Polonia y Rusia, a causa de la escasez de ladrilleros. Estos obreros son bebedores y de escaso valer, con pocos conocimientos, aplicación y facilidad para el trabajo, y resultan muy inferiores a los alemanes e italianos.

El proporcionarse operarios tiene sus dificultades, muy especialmente en verano, las que se acrecientan si el propietario de la tejería ejerce una profesión distinta que abstraiga su atención y no dispone del tiempo suficiente para realizar diariamente las diligencias necesarias para este objeto. En tales condiciones es en ésta, como en otras industrias, el trabajo a destajo el más indicado, y no conviene contratar al encargado a sueldo fijo, siendo preferible que sobre él recaiga la responsabilidad de la dirección.

El trabajo a destajo puede contratarse a base de muy diversas condiciones.

Son de cuenta del encargado todas las operaciones, desde el desmonte de la arcilla hasta la extracción del ladrillo cocido del horno. El carbón necesario para la cochura lo suministra, en la mayoría de los casos, el propietario, si bien a veces corre también de cuenta del encargado. Los italianos firman muchos contratos comprometiéndose a suministrar una cantidad determinada de obra en un tiempo prefijado, pagando indemnizaciones en caso de retraso. Generalmente se acuerda la entrega semanal o mensual de una cantidad de ladrillos, que es una fracción determinada del suministro total. El abono se efectúa cada vez que se acepta material, y se establecen, con frecuencia, fianzas por ambas partes.

Muy variadas son la interpretación y condiciones del contrato en la parte relativa a instalaciones sanitarias y sobre la manera cómo deben llevar la administración y contabilidad los diferentes empleados del servicio de explotación.

Se ha probado de llegar a un acuerdo con el encargado a destajo para que aceptara todas estas obligaciones, ya que, al fin y al cabo, viene a ser él una especie de arrendatario y empresario con capital propio que trabaja en busca de un beneficio, y a base de estas ideas le corresponde pagar los impuestos y cuanto hace referencia a sanidad y administración. Pero sí bien este punto de vista ha sido sostenido con firmeza por varios propietarios de tejerías, por nuestra parte hemos afirmado siempre lo contrario en todas las consultas que se nos han hecho como jefe administrativo de la «Asociación austríaca del ramo de industrias de la arcilla». El encargado a destajo no es empresario en ningún sentido. No es más qué uno de tantos encargados a destajo como los hay en muchos oficios e industrias (industria de la confección) que acepta la fabricación de una cantidad determinada de mercancía, a cobrar contra entrega, a un precio ya fijado y que trabaja en el taller del propietario, esto es, en la misma casa de éste. No es un arrrendatario de la fábrica o de la industria que trabaje por su propia cuenta y riesgo.

Sus obligaciones materiales sólo pueden limitarse al pago de los jornales a sus trabajadores que, como es natural, trabajan también a destajo. Si el encargado sostiene una cantina o vende subsistencias a los operarios que trae consigo, como hacen los encargados italianos anticipando las subsistencias o pagándolas por completo, ya se sobreentiende que estos importes los descontará al pagar el semanal de acuerdo con los trabajadores y que este estado de cuentas se comprobará con fichas. En la mayor parte de las ciudades no se consienten descuentos sin la conformidad del deudor.

Los encargados y trabajadores a destajo deben considerarse como personal de la fábrica, a pesar de su situación independiente en apariencia, puesto que no trabajan por cuenta propia. Abstracción hecha del jornal, son de cuenta del operario de fábrica los gastos correspondientes a la caja comunal de sanidad. Lo mismo tiene aplicación para el encargado.

Los encargados que con su gente elaboran a destajo, ya sea toda o parte de la producción de la tejería, no pueden ocuparse en otros trabajos de administración, pues no han sido contratados como empleados, sino para cumplir un trato.

El encargado sólo se cuidará de la contabilidad y administración correspondiente a su personal, tendrá su lista de jornales y anticipos, llevará un libro de almacén y entregas y además una teneduría de libros sencilla con un Debe y un Haber para formarse idea exacta sobre las ganancias o pérdidas.

Sus relaciones legales con el propietario no son las de un subordinado, sino las de un verdadero empresario comercial.

Para contratar encargados que se cuiden, como empleados, de la dirección de una pequeña tejería, puede anunciarse en los periódicos del ramo de la industria de la arcilla y ladrillos, pidiendo que acompañen a las ofertas los certificados.

El fabricante que desee obtener un encargado hábil y en buenas condiciones, nunca debe censurarle que haga todo lo posible para mejorar su situación.

Sus condiciones en una tejería son fundamentalmente distintas de las propias en otras industrias. No queremos separarnos aquí de los países que hablan el alemán. Cuando durante muchos años se han hecho viajes de estudio y crítica por Europa y América visitando buen número de fábricas, hay ocasión de convencerse de la extraordinaria variedad y distinto modo de ser de cada país.

Si un encargado entra en relaciones con un fabricante para obtener un destino y las negociaciones por correspondencia han llegado tan adelante que parece fácil un acuerdo por ambas partes, es recomendable que el encardado, antes de cerrar el trato por uno o más años, revise cuidadosamente la tejería. Con frecuencia un encargado de las provincias del este recibe una proposición para Baviera; un alemán otras para Bulgaria, Rusia, etc. Sabido es que, en Alemania mismo, los salarios, condiciones de vida y trabajo, los procedimientos de fabricación, varían en las distintas provincias y, por consiguiente, que el encargado, aun prescindiendo del cambio en la calidad de las arcillas, se expone a entrar en una vida y condiciones completamente distintas si acepta la plaza a ciegas, como usualmente se dice.

El dinero, aun sin movernos de los países de lengua alemana, tiene un valor muy distinto en las diversas provincias. En muchas partes honorarios de mil ochocientos marcos son suficiente y hasta importantes, mientras en otras provincias, especialmente en las regiones próximas a las capitales y ciudades industriales, con dos mil marcos no puede un padre de familia cubrir sus gastos. En Suiza, Austria y Hungría son completamente distintas las condiciones de vida. En la primera hay cantones caros, frecuentados por los extranjeros, en los cuales adquieren las subsistencias precios fabulosos, sobre todo en verano. Desgraciadamente la industria de atracción de forasteros se practica en casi todos los cantones y va siendo poco menos que imposible encontrar hoy un cantón barato. Antes, los encargados alemanes iban gustosos a Austria y Hungría a pesar de la diversidad de lenguas. Es cierto que el pueblo alemán, diferente en esto de otras naciones, se acomoda fácilmente a un nuevo país de raza distinta y procura aprender pronto lo más indispensable de la lengua que allí se habla. Pero cuan diferentes son la vida, los precios, industria y jornales en los distintos países; en unas partes se dispone de muchos medios, en otras de pocos; el material es aquí perfecto, allí sin valor y hay además falta de conocimientos industriales, siendo necesario empezar por las más elementales enseñanzas. Austria baja y Bohemia ocupan el primer lugar entre los países industriales de Austria y poseen en la mayor parte de ramos de la producción trabajadores activos y experimentados; los salarios son los del mercado mundial y las condiciones de vida no son desfavorables. En cambio en otras provincias la fabricación empieza a nacer, no se ejercita industria alguna o bien, como en la Polonia austríaca y Galitzia se practica una industria nacional polaca, resultando países de miserables beneficios y salarios; a pesar de todo, en el Tirol y regiones de la costa, los precios de determinadas subsistencias son proporcionales a los pequeños jornales.

En los últimos diez años se ha desarrollado extraordinariamente la fabricación de ladrillos en Hungría, debido a las muchas construcciones que se han hecho no sólo en la capital, sino además en las diputaciones y lugares más importantes de las mismas; desgraciadamente ha sufrido esta industria fuertes perjuicios por la falta de plan en varias instalaciones nuevas, por acumulación de éstas en determinados puntos y por las repetidas huelgas de trabajadores del ramo de la construcción. Prescindiendo de las tejerías de campaña y de las instaladas en propiedades pequeñas, se cuentan hoy más de tres mil talleres industriales, con cinco y hasta seis hornos circulares algunos de ellos. Antes el personal técnico y los encargados se contrataban en Alemania, siempre que se deseaba introducir artículos nuevos y organizaciones de moderna explotación; hoy se sigue aún la misma costumbre ya que falta en Austria una renovación del personal técnico.

En la actualidad se dispone de un buen número de gente del país fija y bien aleccionada, de modo que los operarios son ya de las distintas comarcas de Hungría, a saber: magiares, alemanes, eslavos, serbios, rumanos y hasta gitanos, siendo estos últimos, trabajadores muy listos. Los italianos sólo se encuentran ahora periódicamente en algunas partes del país. Hungría es una nación agrícola, a pesar del apoyo prestado por el estado al progreso industrial que actualmente se desarrolla. Esta idea llevaría a la conclusión de que las subsistencias están a buen precio; pero no es así en realidad, pues la carestía es muy grande en todo el país a causa de la gran exportación de ganado y productos agrícolas. Para corregir este malestar se reúnen en muchas ciudades consejos generales, pero hasta la fecha no se ha conseguido hallar solución al problema. Los jornales de los encargados y operarios extranjeros están al nivel medio europeo; sin embargo, nada se saca de ello por la gran carestía, ya sea natural o artificial, pues se da el caso de que en las regiones industriales se vive más económicamente que en Hungría, a pesar de la importación de muchas de las primeras materias y del coste de las viviendas. No quiero hablar aquí de Baviera, ni de las provincias alemanas del este, donde tan económicamente se puede vivir, y también me parece sobrado el exponer los datos comparativos que mi experiencia me ha proporcionado.

Es, por consiguiente, cosa muy digna de considerar si es recomendable a un alemán del norte aceptar una colocación en la Alemania del sur, en el extranjero o en país exótico con industrias establecidas. Muchos ofrecen montañas de oro para el porvenir, y así deben hacerlo los empresarios de nuevas explotaciones; se ofrecen paraísos para los ladrilleros en Eldorado. Se exigen una actividad y conocimientos extraordinarios y muchos crédulos se trasladan con toda la familia a la tierra de promisión para ordeñar la vaca de oro. Con frecuencia lo hacen sin garantías, sin contrato, sin referencias, ni noticias exactas sobre la empresa, y lo que es peor todavía, sin los conocimientos necesarios de la arcilla y condiciones de trabajo.

Podría relatar aquí un sinnúmero de casos que puso en mis manos el servicio de colocaciones de la sociedad por mí fundada, durante el tiempo que desempeñé el cargo de director. ¡Cuan tristes historias han tenido muchos encargados, jefes de taller, empleados técnicos y de explotación cuando, sin informes ni reflexión, se han trasladado lejos con su familia y han visto al poco tiempo que no había allí manera de aplicar ventajosamente sus energías! Los anuncios, la correspondencia, Eldorado, y sobre todo la insuperable calidad de la materia con la cual se podía elaborar todo, ejercieron sobre ellos una fuerza mágica de atracción. Un hombre perjudicado en esta forma en el extranjero casi nunca ve indemnizados los perjuicios, ni reconocidos sus derechos. Tal fracaso con las pérdidas consiguientes es una catástrofe, un hundimiento de la propia vida, del cual un padre de familia difícilmente o tal vez nunca podrá rehacerse. La vieja sentencia de los aprendices de oficio continuará siempre rigiendo:
Emigra, emigra a lo lejos,
Donde la fortuna está.
Prueba tu suerte si quieres
Sin arriesgar nada más.
Y cuánta sabiduría encierra el proverbio:
Quédate en tu país y nútrete bien
a pesar de la marcha industrial y tendencia a viajar de nuestros días.

Lo dicho confirma la conveniencia de reflexionar y revisar cuidadosamente todo cuanto se relaciona con tales emigraciones, y al mismo tiempo, la necesidad de informarse con exactitud de todas las particularidades de la explotación antes de cerrar el trato, valiéndose para ello de las autoridades del lugar. Deben además establecerse garantías fijando una cantidad, como indemnización, para el viaje de regreso. Siempre será recomendable a un padre de familia, que no haya visto la tejería, emprender el viaje solo, llevando consigo lo más indispensable, antes de firmar contrato alguno. La familia puede dejarla entretanto en el domicilio antiguo o bien trasladarla a su tierra natal.

Sólo cuando se haya convencido de que puede permanecer definitivamente en su nuevo destino es conveniente trasladar la familia y el ajuar doméstico. Transportes de muebles a más de 600 kilómetros no son recomendables a causa de los gastos de transporte y embalaje. En todas las ciudades hay fábricas de muebles y comercios donde pueden siempre adquirirse más tarde.

Para los solteros no son tan arriesgadas las colocaciones en el extranjero, ya que únicamente deben cuidar de sí mismos, y si el negocio es malo quedan menos perjudicados con el fracaso.

Los centros del ramo que sirven de intermediarios para la colocación de personal debieran tener especial cuidado de no ofrecer plazas en el extranjero o países exóticos sin conocer las condiciones que reúne la explotación. Una oficina bien organizada necesitaría poseer datos para apreciar si pueden hermanarse las condiciones de la oferta y la demanda. Tal pretensión exige un conocimiento de la capacidad de las fábricas y personas, tal vez fácil de obtener en los países pequeños. En éstos, así como en los países grandes, deben tenerse hombres de confianza, y bien retribuidos, en las provincias, ya que ellos conocen las condiciones locales mejor que el director de la oficina central.

Antes de aceptar definitivamente una colocación por varios años, sea como encargado, jefe de taller o para trabajar a destajo, es recomendable girar una visita de inspección al taller elegido para trabajar en lo sucesivo.

Como se ha dicho antes, es difícil hallar dos tejerías que tengan exactamente la misma planta, ya que nunca son iguales las circunstancias locales, ni las ideas de los constructores, técnicos especialistas y propietarios, por razones con frecuencia difíciles de averiguar, y además porque en esta industria no se ha llegado a un acuerdo entre las diversas opiniones. Hay gente muy aficionada a copiar el proyecto más cercano y que se haya realizado con mayor perfección, creyendo que basta ello para poseer una instalación racional. Empiezan la tejería junto con otras explotaciones cuya tecnología les es familiar y se arriesgan así a la ventura. No toman consejo de ningún especialista, no se entretienen visitando alguna instalación reconocida como modelo, y dejan edificar las construcciones necesarias a un maestro de obras que en su vida ha construido un horno circular, ni una sección de prensas, ni un secadero. La consecuencia es que ni los locales, ni la forma en que se han dispuesto reúnen las condiciones apropiadas para un proceso racional de fabricación a cubierto, ni sirven tampoco para elaborar al aire libre, ni para fabricación mixta. A ello se añade luego que el horno no funciona a pesar de todos los esfuerzos que se hacen para encenderlo, ni hay manera de que marche, ni se adapte al servicio. Entonces no queda otro recurso que llamar a un práctico para que a destajo ponga en marcha la instalación, el cual a su vez entrega la dirección a un encargado experto, quien la pone al corriente.

Muchos empresarios creen que la mejor manera de poseer económicamente una fábrica de ladrillos moderna es cuidando ellos mismos del proyecto y de la adquisición del material. Se oye a menudo la opinión de que procediendo así el futuro fabricante conocerá perfectamente su propiedad, el coste de fabricación y condiciones de venta, aun cuando no posea la menor experiencia en la elaboración de ladrillos, como tantas veces ocurre. Al perito de principios exclusivamente científicos, que no dibuja planos, ni construye, ni vende máquinas o patentes, no se le consulta para nada, a pesar de que este hombre vende sólo su saber y es el más veraz porque no va a buscar ningún negocio en la realización del proyecto. A la casa constructora de hornos se le encarga únicamente un plano constructivo y no se la llama para consultarle, sobre el terreno, cómo deben disponerse las fundaciones. Por otra parte se trata directamente con los constructores de maquinaria para elegir el tipo más barato e impropio; todo esto después de haber pedido veinticinco prospectos de veinticinco máquinas de fabricar ladrillos a otras tantas casas constructoras, para averiguar, después de larga correspondencia, cuál es el artefacto de hierro más barato y de mayor producción que pueden suministrar. Entonces se hace el pedido, probando antes de conseguir una ventaja en el precio, y más tarde, apenas acaba el montador de apretar la última tuerca, es despedido, como inútil, a fin de economizarse gastos de manutención, sin que haya tenido tiempo de instruir al personal. El hombre necesario por sus consejos y conocimientos especiales de la industria fué tal vez despedido al principio para reducir el coste de la instalación; sin embargo es lo más probable que todo el gran taller de chapucería deba ser pronto sustituido por una nueva instalación si quiere continuarse trabajando.

Por esto el encargado, a pesar de los adelantos y perfeccionamientos de nuestra industria; a pesar de los ricos descubrimientos químicos y técnicos y de toda la literatura auxiliar y, finalmente, a pesar de todos nuestros esfuerzos para que se establezca la industria sobre bases técnicas, encontrará en toda Europa y aun allende los mares, en los grandes trusts americanos de nuestro ramo, instalaciones viejas y nuevas de las que como hombre de responsabilidad difícilmente podrá aceptar la dirección si quiere trabajar y organizar el servicio racionalmente.

Es, pues, recomendable, antes de firmar el contrato definitivo y cuando va a llegarse a un acuerdo por ambas partes, inspeccionar primero el taller cuya dirección ha de tomarse. Suele ser fácil obtener datos de la situación económica y medios de explotación de una empresa, valiéndose de personas de confianza o de centros de información; mayores gastos ocasionaría el obtener informes de la instalación de la fábrica y del valor y condiciones que reúne la primera materia para su elaboración .

Siempre que un encargado deba poner en marcha la fábrica por cuenta propia, sin cooperación alguna del propietario u otra ayuda comercial o técnica, es necesario que conozca el estado en que actualmente se halla la instalación antes de hacerse cargo de !a misma. Ha de inspeccionar cuidadosamente toda la obra, el material, los productos hasta entonces obtenidos, los procedimientos de fabricación, las instalaciones para la obtención de la arcilla, las máquinas de vapor y trabajo y, finalmente, estudiar las mejoras que han de introducirse y los trabajos preliminares que son necesarios para formar juicio de cómo podrá más tarde realizar su trabajo.

Ha de convencerse de que dispone de instalaciones de protección contra accidentes, de que se han cumplido las prescripciones de las corporaciones del ramo y las de policía local e industrial y sólo debe encargarse de la dirección cuando el propietario haya llenado por su parte todos estos requisitos.

Puestos en claro todos los extremos técnicos y comerciales del taller, entonces el aspirante a una colocación ha de puntualizar exactamente con el propietario las obligaciones que más tarde ha de llenar e incluirlas luego en el contrato, a fin de que si llegan a presentarse discrepancias o nuevas exigencias pueda justificar su actuación.

Debe también visitarse la habitación para el servicio, asegurándose de su buena construcción y condiciones higiénicas; se propondrán las mejoras o ampliaciones necesarias y se fijará la fecha en que ha de desocuparse, tanto si el encargado entra en calidad de dependiente, como si trabaja a destajo.

En el contrato se estipulará el importe del alquiler, así como la estimación y clase de alquileres complementarios, y constarán también los jardines, campos, madera, etcétera, que pueden utilizarse.

A base del inventario existente, se hará uno nuevo del material fijo y móvil que actualmente haya en la fábrica. De este último inventario se harán dos ejemplares, uno de los cuales, firmado por testigos, quedará en manos del empresario.

El inventario del material móvil, como son utensilios, herramientas, etc., se hace estableciendo varias series para facilitar una anotación clara y visible de cada entrada y salida.

Los jefes, antes de tomar posesión de su cargo y empezar el servicio, presentarán al propietario sus proposiciones sobre reformas, construcciones nuevas, adquisición de maquinaria y aparatos, a base de las observaciones hechas al inspeccionar la fábrica. Probarán asimismo de persuadir al propietario de que a su leal saber y entender mejorará y perfeccionará la explotación con estas reformas y conseguirá además un aumento en la producción. Estas ideas es siempre mejor exponerlas al entrar que más tarde. Si el propietario se convence de la utilidad de las mismas, las realizará tarde o temprano.

El encargado se cuidará, como jefe único de la tejería, de los trabajos técnicos que a continuación se exponen:
inspeccionar el desmonte de la arcilla y de los trabajos preparatorios de la primera materia;
vigilará el moldeado y prensado;
vigilará asimismo la desecación y cochura;
revisará la forma cómo se hace la selección y expide el material.
Deberá preocuparse además de:
las condiciones higiénicas en que están los operarios;
el cumplimiento y empleo de las disposiciones contra accidentes del trabajo;
la conservación de la disciplina
y de cumplimentar todas las disposiciones que han establecido las corporaciones del ramo, la inspección industrial y el reglamento de policía.
Aun cuando en hornos pequeños de 500.000 a 2.000.000 de ladrillos, el propietario y personal auxiliar se cuidan de gran parte de la administración, no por eso queda el jefe de taller sin trabajo de oficina y administrativo. Este trabajo se aprende fácilmente en la práctica y existen libros, impresos y formularios a propósito que pueden adquirirse en casas que a ello se dedican.

Los trabajos de oficina son técnicos o comerciales y se llevan generalmente junto con las notas de bolsillo en libretas a propósito.

Entre los trabajos de oficina de que necesariamente debe ocuparse el encargado (ya que de otros trabajos de despacho puede cuidarse, si dispone de tiempo y medios suficientes, o bien si así lo acordó con el propietario, pues en las grandes explotaciones se prefiere a veces disponer de un buen empleado técnico y un contador) se cuentan los indicados a continuación.

El llevar un inventario en el que se anotarán además las entradas y salidas del material elaborado por las máquinas y operarios de toda la fábrica, si de ella es el director general, o bien únicamente de la sección que le esté encomendada.

Llevar asimismo un diario donde se anotarán los nombres de los trabajadores y la producción diaria de jornaleros y destajistas a fin de hacer la lista de jornales empleados:
1. en el desmonte de arcilla,
2. en el embalse y lavado si fuera necesario,
3. en el transporte de arcilla (cantidad transportada durante el día),
4. en la preparación de la arcilla,
5. en el moldeado a mano,
6. en el moldeado mecánico,
7. en la desecación y transporte,
8. en la cochura,
9. en el transporte del material al horno y extracción del mismo.
Un libro de almacén de las existencias de ladrillos y del movimiento diario.

Estos libros de comprobación del movimiento y trabajo son los libros de fábrica, propiamente dichos, y sirven de base para calcular la lista de jornales y el coste de fabricación. Además, son necesarios para llenar las hojas oficiales referentes a las organizaciones sanitarias y de empleados.

En las pequeñas explotaciones, de una producción anual de dos millones como máximum, se reparten la dirección técnica y comercial a lo más dos personas, siendo muchas veces sólo el director quien cuida de todo, y en este último caso se reduce la parte de oficina a lo más estrictamente necesario para abarcar el negocio en conjunto. Se contrata a un tenedor para organizar y empezar los libros e indicar la forma en que han de llevarse para que la teneduría sea fácil y clara. También se recomienda el llamarle de nuevo para cerrar los libros y hacer el primer balance a fin de aprender así el modo cómo se ejercitan estas operaciones.

En el archivo ocuparán el primer lugar los libros y el archivo de caja, además de toda la correspondencia comercial.

Los libros que sería necesario llevar legalmente y según los usos comerciales son: el libro de jornales, el de existencias, el de encargos y los copiadores de facturas, letras y cartas como auxiliares.

Los libros principales son: el de caja, el diario, el de cuentas corrientes, el mensual, el mayor, el inventario y balance de final de ejercicio.

Debe hacerse notar que durante el año comercial el número de asientos en los libros de una tejería es muy reducido, especialmente para producciones de uno a dos millones, ya que las expediciones son siempre de varios millares de piezas. A ello se añade que las explotaciones pequeñas y medianas sólo trabajan medio año y que fabrican para su consumo propio.

Estos trabajos comerciales ocuparán sólo de siete a ocho meses, mientras que durante el resto del año queda paralizado el negocio.


3. Aprendizaje

Cuando la elaboración de ladrillos no se había elevado a la categoría de una industria, y no pasaba de un simple oficio sujeto a la inspección de los gremios y corporaciones del ramo, estaba la enseñanza de los aprendices en manos de los operarios y encargados.

Esta tradición se ha conservado en parte y hoy sólo en muy contados casos se ocupa el encargado de la instrucción de los aprendices.

Las familias de ladrilleros y los grupos de destajistas enseñan prácticamente a sus hijos, ejercitándolos en todas las operaciones del oficio e instruyendo a los futuros ladrilleros, primero en los trabajos sencillos y más tarde en los difíciles. Así aprenden a trasladar los ladrillos a mano y a transportarlos mecánicamente; después a embalsar y amasar las arcillas y a prepararlas en las máquinas, y finalmente se practican en el moldeado a mano. Estos aprendices acostumbran a ser miembros de las familias empleadas en las tejerías.

Para el moldeado a máquina eligen los encargados a jóvenes bastante robustos de diecisiete o dieciocho años, y les adiestran en todas las operaciones. Los fogoneros son, asimismo, instruidos por el encargado.

Por estos procedimientos puede un encargado formarse una brigada de operarios prácticos que, solos o acompañados de sus familias, vuelven siempre a la tejería y que incluso permanecen en ella todo el año, encargándose de los trabajos de invierno, si no encuentran en otra parte jornales más remuneradores. Así van completando su instrucción, sus jornales ascienden y pueden ocupar los cargos de primeros obreros y vigilantes. Tales operarios sólo reciben una instrucción práctica y no frecuentan ninguna escuela.

Mucho se ha escrito en los periódicos de nuestro ramo y no menos se ha discutido en nuestras asociaciones y en los ministerios de instrucción pública sobre la utilidad que podían prestar las escuelas para ladrilleros, sobre el fin que debieran llenar, planes de enseñanza más convenientes, instalaciones apropiadas al caso, etc.

No queremos repetir aquí todas las opiniones y puntos de vista que se han exteriorizado; nos limitaremos a confesar que, en este ramo de la educación industrial, muy poco o casi nada se lleva hecho, hasta hoy.

Primeramente trataremos de las escuelas superiores y especiales, donde se enseña la tecnología mecánica y química de las industrias que utilizan la arcilla como primera materia. En estas escuelas se forman los empleados de explotación, inspectores y directores. Hasta la fecha existe en Alemania, por ejemplo, un solo establecimiento de esta clase, con inspección del estado, que se dedique a la enseñanza superior sobre bases científicas.

Desgraciadamente faltan escuelas elementales de carácter esencialmente práctico. En estas escuelas se prepara a los encargados de la obra y de los hornos, a los jefes de taller e inspectores que han de dirigir las diversas secciones de las grandes empresas o bien que deben regir con entera.independencia una tejería pequeña. Esta clase de escuelas deben ser anexas a una gran explotación o bien estar en combinación con la misma, de modo que los alumnos puedan trabajar prácticamente, como se hace en los talleres de muestras, y al mismo tiempo ser instruidos cuidadosamente en las distintas secciones de la producción.

Debiera ponerse un cuidado especial para que; sólo fueran admitidos, en estas escuelas de encargados, aquellos jóvenes que ya han trabajado en alguna tejería, para aprender entonces las reglas que rigen una elaboración perfecta. Algunas escuelas privadas de Alemania han probado de incluir establecimientos de esta índole entre sus enseñanzas; pero nunca han realizado una instrucción verdaderamente práctica, por carecer de instalaciones apropiadas. Es útil el asistir a las conferencias de profesores especializados en la construcción para ejercitarse en el dibujo de toda clase de hornos e instalaciones; pero siempre faltan ejemplos de la práctica, que son los que precisamente buscan esta clase de alumnos.

En Austria, después de dar muchas vueltas al asunto, se ha agregado una sección de construcciones cerámicas y elaboración de ladrillos a una escuela de alfarería; pero faltaban los medios necesarios y talleres apropiados, a pesar de que el decreto del ministro decía: «deben formarse profesores y encargados con una instrucción práctica».

En el año 1891 presenté en el ministerio de instrucción de Austria-Hungría un programa y un plan de enseñanza para una escuela especial de construcciones cerámicas. Al convocarse el primer congreso de fabricantes de ladrillos en Austria acepté, en la orden del día, la fundación de una escuela de este género y fui encargado de su ejecución por la Sociedad austríaca de la Arcilla, que se constituyó entonces y de la que fui director comercial. Durante muchos años me ocupé de tan importante asunto, hice proyectos, solicité audiencias y presenté instancias, que todavía están esperando su resolución. Falta, pues, en Austria, todavía, una escuela para la instrucción teórico-práctica de encargados y jefes de taller.

Más afortunado ha sido el reino de Prusia, que gracias a los esfuerzos realizados por el ayuntamiento de Lauban, de Silesia, por las asociaciones alemanas de nuestra industria y por los fabricantes, ha conseguido subvenciones del estado, de la provincia y de los fabricantes para erigir una escuela de ladrilleros en Lauban, que se ha fundado con el carácter de escuela técnica municipal para la industria de ladrillos. Esta escuela cuenta más de veinte años y tenía en 1908 cincuenta alumnos, que cursaban con gran aprovechamiento. Son muchos los operarios y jefes que aprovechan el semestre de invierno para frecuentar la escuela. Se visitaron y estudiaron en 1908 once fábricas de tejas mecánicas, ladrillos refractarios, comunes y tejas, tejerías mecánicas y repetidas veces los renombrados talleres de Lauban. La enseñanza está dividida en secciones, que se han distribuido a base de los trabajos prácticos. Se hacen pruebas de cochura. Los alumnos deben colocar en el horno, bajo la dirección de su director, los ladrillos que ellos mismos han elaborado, cuidando día y noche del servicio de los hornos de llama invertida y de mufla, relevándose cada seis horas.

Se cursaban las asignaturas siguientes: geometría, física, química, trabajos do laboratorio, mineralogía, electrotecnia, dibujo constructivo de hornos, ladrillos, etc., máquinas, legislación y correspondencia.

Los trabajos prácticos eran: preparación de la primera materia con trituradores y cilindros; mezclas y desgrasado de las arcillas. Además se ejercitaban en el moldeado a mano y en la fabricación mecánica de ladrillos comunes, tejas planas, tejas mecánicas, tubos de drenaje, ladrillos huecos y ladrillos de revestimiento de perfiles variados. Practicaban el modelado en yeso de barros cocidos y ladrillos de formas diversas. En la prensa hidráulica se obtenían placas de recubrimiento. Finalmente, se esmaltaban piezas cocidas o bien simplemente secadas al sol, recubriéndolas por distintos procedimientos de esmalte y fundente, que se habían preparado antes, mezclándolos y moliéndolos en molinos de bolas.

No se daba mucha importancia al modelado, teniendo en cuenta la depreciación actual del barro cocido; en cambio se componían piezas acodadas, utilizando perfiles fabricados mecánicamente.

Se hacían dibujos acotados de rejales, secaderos, hornos, desde el tipo alemán antiguo hasta los hornos circulares de gas y muflas de esmaltar; también se dibujaban ascensores y gasógenos. El objeto que con esto se proponían era, y sólo podía ser, el estudiar los hornos, no el instruir  constructores de hornos, lo que hubiera sido opuesto al  objetivo que se perseguía en esta escuela.

La química se estudiaba desde el punto de vista práctico, enseñando sólo lo necesario y dejando para las escuelas superiores los estudios elevados de la química aplicada a la cerámica. Los trabajos en el laboratorio de cerámica quedaban reducidos a apreciar las propiedades de las primeras materias (barro, arcilla, arena o marga) por medio de sencillos experimentos, lavándolas, amasándolas con agua, cociendo pequeñas piezas de prueba para poder así conocer su valor y las condiciones que reúnen para la elaboración industrial. Basta un centenar de ejemplos prácticos para que haya ocasión de apreciar las leyes y conceptos químicos, así como la marcha del moldeado, colorido y esmaltado. También se discutían las propiedades generales de la física, así como las de la mineralogía y geología, habiendo para este objeto colecciones a disposición de los alumnos.

Se enseñaban el manejo de calderas y locomóviles, se estudiaban las transmisiones de energía, medios de transporte y máquinas operadoras de la fabricación de ladrillos; también se aprendían algunos elementos de máquinas, de electrotecnia, así como la producción de corrientes de gran intensidad y el servicio de dinamos, acumuladores e instalaciones de luz y fuerza. Se les instruía en las diversas clases de teneduría de libros, aprendiendo a llevar los libros de una tejería y adquirían conocimientos generales de comercio y correspondencia. Se les enseñaban también las prescripciones industriales e higiénicas de mayor aplicación.

El programa de estudios encierra las órdenes fundamentales y reglas de precaución contra accidentes y el auxilio a los accidentados.


4. Tejerías

Ni en obras de texto, ni en conferencias, se aprende la manera de instalar una tejería. Se ha dicho antes que difícilmente se hallan dos talleres completamente iguales, salvo cuando intencionadamente se han proyectado así y no se oponían a ello las circunstancias de la nueva instalación.

En la mayor parte de industrias se han establecido normas que rigen la instalación de las máquinas y la construcción de los edificios; se han formado ciertos tipos de fábrica apropiados a las necesidades especiales de cada producción. Estos tipos se conservan hasta que aparecen nuevas formas de explotación, descubrimientos o patentes que crean un modelo nuevo y entonces todas las fábricas que elaboran los mismos artículos se ven obligadas a modificar sus instalaciones para sostener la competencia; el nuevo tipo se generaliza hasta que se presenta otra novedad que exige su modificación.

Estos típos de fábrica se han extendido en las industrias de tal modo que un especialista, con una simple mirada, se da cuenta del más mínimo defecto. Muy fácil es distinguir una maltería de una fábrica de cerveza, unos altos hornos de una fundición de metales, una fábrica de hilados de un taller de locomotoras y hasta dentro de las industrias de arcilla de un vistazo se distingue una fábrica de loza y porcelana de una tejería.

Después de lo dicho cabe preguntar: ¿hay un tipo de fábrica o instalaciones normales para la elaboración de ladrillos? No las puede haber, porque las condiciones del terreno y de la primera materia, su estado, obtención y muchas otras circunstancias son tan distintas que no hay posibilidad de establecer aquí, como ocurre en otras industrias, un modelo de tejería que satisfaga a todas las necesidades. Por esto son tan frecuentes los errores al hacer la instalación, al disponer los diversos locales que integran la tejería, al colocar las máquinas, al construir los hornos y secaderos. Las propiedades de la primera materia impiden el adoptar cierto tipo de instalaciones, cosa que ignoran el propietario, el proyectista y el vendedor de máquinas, quien muy poco se preocupará de la inutilidad de la fábrica, una vez tenga el dinero en el bolsillo.

Ya que es imposible establecer un tipo normal, se han clasificado las tejerías en grupos sancionados por la experiencia, y esta clasificación se basa en aceptar como instalaciones racionales aquellas que satisfacen todas las exigencias de una fabricación perfecta y económica.

En estas tejerías funcionan todas las secciones perfectamente y se adaptan bien entre sí; las operaciones se siguen automáticamente una a otra y cada cosa está en su lugar; los hornos y aparatos son sólidos y de buena producción; en ellas hay, en fin, un enlace perfecto entre los diversos trabajos. Son talleres estos donde se conocen todas las propiedades de la arcilla y se trata la primera materia debidamente, preparándola y moldeándola bien y realizando todas las operaciones bajo una dirección inteligente y hábil. En tales tejerías son contadas las interrupciones que sufre la explotación, y la fabricación puede considerarse como insuperable. Pero cada instalación sirve para un lugar determinado, pues es lo más probable que esta misma tejería que hemos clasificado como racional, dejará de serlo en otro sitio donde sean distintas la primera materia y condiciones locales, y no podrá allí ostentar el título de tejería racional.

Hay, pues, instalaciones irracionales. Si queremos concretar llegaremos a la conclusión de que tales tejerías no llenan el fin de la producción, o bien lo satisfacen en parte, y que su beneficio es nulo por cubrirse apenas los gastos de explotación. Son numerosas las causas de los fracasos técnicos y comerciales y se da casi siempre el caso de que ninguno de los fundadores quiere ser culpable: ni el proyectista, ni el constructor del horno, ni el fabricante de máquinas ni los otros suministradores.

En las juntas que celebran las asociaciones de nuestra especialidad es fácil enterarse del sinnúmero de instalaciones irracionales que existen y en nuestros periódicos mismos se leen con frecuencia anuncios de casas instaladoras y de fabricantes de máquinas para renovar y modificar tales instalaciones.

Siempre sobran médicos para tales enfermos; si bien con frecuencia sucede que, en estas curaciones, hay quien hace su negocio y la instalación, en vez de mejorar, queda, después de los nuevos gastos, peor que antes.

Es desgraciadamente exacto que, en todas partes, son numerosas las fábricas, mal instaladas, donde los materiales valen poco para la elaboración y son caros y dificiles de trabajar; donde se han cometido errores en las construcciones y al elegir el punto de explotación; donde hay un sinnúmero de equivocaciones que dificultan y encarecen la fabricación. El mal viene de los que desconocen nuestra industria y creen que la instalación de una tejería puede hacerla perfectamente el mejor y más próximo empresario y que cualquier maestro de obras está en condiciones de construir un horno que marche bien. Estos aficionados a las tejerías, queriendo saber de todo, son causa de que se gaste tanto dinero en instalaciones irracionales.

Entonces pretenden consolarse creyendo que se trata solamente de las primeras dificultades inherentes a toda nueva explotación. Si la arcilla aquí no es buena, se desmonta en otro sitio. Hay errores en todas partes: si el horno no marcha bien, confían que mejorará con el tiempo. El desacorde va creciendo, no se sabe qué camino seguir y, finalmente, se llama a un doctor universal o sea al curandero de hornos; éste dará una solución si la hay y no está enfermo todo el aparato. Si la primera materia es mala y va siendo cada vez peor y si calculados los gastos de fabricación se ve que no puede haber beneficios con una arcilla tan difícil de trabajar o inservible, entonces lo mejor y más racional es suspender la elaboración y destinar terreno y edificios a otro objeto.

La causa de todas estas catástrofes estriba con frecuencia en no preocuparse de lo principal, esto es, de la arcilla; en omitir las catas de prueba y las profundas; en no probar la calidad de las arcillas y condiciones que reúnen para el moldeado y cochura, valiéndose de un práctico que sea hombre de conciencia. Una persona así, hubiera desaconsejado un material de tal naturaleza, y escuchándole a tiempo se hubiese evitado el hundimiento de una empresa defectuosa en su origen.

Para adquirir conocimientos prácticos de toda clase de tejerías es necesario visitar muchas instalaciones con permiso del propietario. Comparando edificios, hornos y talleres completos se forma criterio para apreciar lo que son las cosas y lo que debieran ser, lo que está bien y lo que es ejemplar.

Es cierto que para un encargado es difícil visitar muchas tejerías medianas, que dispongan de medios de trabajo análogos a la suya, ya que precisamente en verano es cuando está más ocupado; pero aprovechando dos días de fiesta le será posible hacerlo y además en primavera y finales de otoño tendrá, uno que otro año, ocasión de ampliar sus conocimientos en esta materia. Aun cuando él no está llamado a proyectar, debe, sin embargo, preocuparse de aprender, de adoptar perfeccionamientos, enterarse de novedades y ver instalaciones nuevas; procurará mejorar la calidad de sus productos y hará su taller apto para una producción económica. En estas visitas instructivas, que son un medio excelente de enseñanza, siempre se ve y aprende algo bueno y nuevo. En todas partes se hallará algo notable que pueda servir de patrón, hasta en las instalaciones irracionales.

Es lógico construir el horno u hornos en medio de la explotación, de modo que se hallen siempre entre el yacimiento explotado, las eras del alfar, el edificio de las prensas, los secaderos y los almacenes. Esta regla no es general, pues a veces pueden presentarse dificultades por las condiciones topográficas del terreno, por la disposición de las pendientes y desniveles; por la forma en que debe distribuirse el taller y por la disposición que presentan determinadas parcelas.

Nunca se encarecerá bastante la importancia que tiene, para el florecimiento del negocio, el instalar las tejerías en puntos cercanos a las estaciones de ferrocarril, ríos navegables, grandes ciudades o regiones industriales. Las tejerías que sólo elaboran ladrillos comunes y tejas es necesario que estén situadas junto al yacimiento de arcilla utilizado para su fabricación; en cambio, para los artículos finos, no siempre es necesaria esta condición. Deben tenerse muy en cuenta los transportes que han de sufrir la primera materia y los productos elaborados, sean o no cocidos. El transporte es el factor más caro de la explotación y los cambios de lugar deben reducirse en lo posible, lo mismo que las pérdidas de tiempo, pues todo ello es en detrimento de la mercancía, que se deteriora y ensucia. Debe procurarse obtener un enlace con los canales y líneas de ferrocarril, montar líneas auxiliares en la fábrica y muchos desvíos que conduzcan a los sitios donde se almacene la mercancía. Junto a ellos se construyen los cubiertos para las mercancías, los locales o solares para almacenar carbón, maderas y demás elementos necesarios en la tejería, a fin de que, a ser posible, esté todo reunido en un sitio.

Cuando no se disponga de canales, ni ferrocarriles, se elegirá para la fábrica un solar contiguo a una carretera bien conservada. Si por la situación del yacimiento conviene colocar la fábrica algo separada del centro de la propiedad, se procurará construir una carretera auxiliar que la una con la principal.

La construcción de una carretera de mucha longitud encarece considerablemente la instalación. Se pierde mucho tiempo y energía en el transporte, cosa que no es conveniente en los tiempos actuales, que son de competencia industrial y de transportes rápidos y en que es necesario llevar las mercancías pronto a su destino. Si las arcillas situadas junto a una carretera principal son buenas y el coste del terreno es barato, se tiene un fundamento más para instalar allí una tejería.


"Manual del fabricante de ladrillos"  Julio von Bük
Gustavo Gili, Editor, Barcelona, 1923