Visitada la tumba, es de necesidad visitar el INSTITUTO
 que fundó, y que lleva su nombre. Hállase situado en la calle
 así también llamada, frente á la del Instituto y se
compone de un hermoso edificio de sillería de un solo piso, con patio
interior, en cuyo claustro se abre la entrada á los departamentos
siguientes: la biblioteca: el 
museo de bocetos, admirable colección
de obras originales de artistas españoles y extranjeros que llevan
al pié las firmas de Velazquez, Murillo, Cano, Carducho, Coello, Céspedes,
 Carreño, Goya, Durero, Rafael, Miguel Angel, Ticiano, Rembrant, Domininquin
 y otros y que constituye una notabilísima galería digna por
 sí sola de que se haga el viaje á Gijon: la clase de dibujo,
 el salón de actos públicos, con varios retratos y entre ellos
 el del insigne fundador; los gabinetes de Historia natural y Física;
 el gran jardin del establecimiento, excelente sitio de recreo para los alumnos;
 las cátedras de Matemáticas; el laboratorio; la escuela de
instrucción primaria, institución modelo perfectamente dispuesta,
que fundó el presbítero señor Lavandera; las dependencias
de dirección y secretaría y la escuela de Náutica. El
gran Jovellanos, cuya augusta iniciativa aun palpita viva por todas partes
en Gijon, creó el Real Instituto Asturiano, «para enseñar
las ciencias físicas y naturales, para criar diestros pilotos y hábiles
mineros».... para formar un modelo de aquella educación literaria,
que necesita la nación para ser instruida, en aquella especie de conocimientos,
 que ha despreciado hasta aquí» según las frases del
inmortal  autor del Informe sobre la 
Ley agraria, que impulsado por
su genio  se adelantó á su siglo y planteó de hecho
la enseñanza  positiva, tal cual hoy se practica en las naciones más
cultas del globo. La inauguración de los estudios se hizo en 7 de
Enero de 1794, las obras del edificio se empezaron en 1737, con arreglo á
los planos del célebre Villanueva; durante el destierro y prisión
de Jovellanos  se detuvieron y profanaron varias veces, entre ellas en la
invasión  francesa; fue cuartel en un tiempo; después abandonado
ú olvidado  centro, después pobre escuela de Náutica
hasta que, gracias  al celo del insigne gijonés Don José Caveda,
se convirtió  en escuela de ingenieros, industriales y pilotos, creándose
el Instituto  de segunda enseñanza en 1866, bajo la acertada dirección
del  entendido y laborioso abogado, descendiente de Jovellanos Don José
 de Cienfuegos y Jovellanos. Sostienen este centro el municipio de Gijon,
la Diputación provincial, y acuden á sus aulas unos 120 alumnos
 por término medio.
    
  ¡Con qué respeto contemplamos esta obra y pronunciamos el
nombre  del varón preclaro los que amamos la enseñanza, de
todo corazón!  Al visitar el Instituto sentimos, en efecto, según
él decía,  que: «desde el sepulcro predica que se estudie
continuamente la naturaleza    
que solo se busquen en ella las verdades
útiles, para. consagrar  toda la aplicación, toda la sabiduría
y todo el celo al bien  de su patria y al consuelo del género humano.»
Lo cierto es que casual ó necesariamente bien ha fructificado la semilla
de sus predicaciones en el pueblo de Gijon, ya que en torno á su via
férrea carbonera, de las primeras de España, se levantan en
sus calles y en sus cercanías tantos importantes centros industriales,
y viven tantos de sus hijos de «aquella especie de conocimientos tan
despreciados hasta aquí» fundados en las ciencias físicas
y naturales.
    
  Cuenta la villa además del Instituto y de los estudios de Náutica
 y de aplicación al Comercio y á la Industria, con una Escuela
 de Artes y Oficios á la que acuden 140 alumnos.
    
  Los principales establecimientos industriales son:
    
    
La fábrica de tabacos, que ocupa el exconvento de Agustinas
 desde 1842, insuficiente hoy, en la que trabajan 1660 operarías con
 23 maestras, que elaboran 120000 cajetillas de cigarros, 600000 de picado,
 27000 kilogramos de cigarros peninsulares y 270000 comunes.
    
    
La fábrica de vidrios, de los Sres. Cifuentes, Pola y compañía:
 situada en el extremo sur de la villa, fundada en 1845, dirigida por los
Sres. Hijos de Truan, que ocupa 540 operarios y que produce géneros
tan admirables, finos y extraordinarios como los más celebrados del
extranjeros.
    
    
La fábrica de conservas alimenticias de Don Anacleto Alvar
 González, en la calle de Ezcurdia (1867), que ocupa á 50 operarios,
 que elabora 100000 latas de sardina y 15000 de otros pescados cada año,
 surtiendo especialmente á la isla de Cuba.
    
    
La fábrica de chocolate «La Industria» 
y   
de sidra «La Asturiana» del Sr. Zarracina, Teatro y
la «Primitiva Indiana» de don Narciso Estrada, en el paseo de
Begoña;
    
  La fábrica de alambres, puntas de París y fundición
 de hierro de Moreda y Gijon, en Natahoyo (1879), que ocupa á
250  operarios y produce cada año 36000 quintales métricos
de lingotes,  29000 de hierros pudleados, 26000 de hierros y alambres laminados,
10500 de alambres estirados, brillantes y cobrizados y 10500 de puntas de
París:  dirijen el establecimiento los ingenieros don Isidoro Clausel
y don José  Martin.
    
    
La fabrica de loza «La Asturiana» de los señores
 don Mariano Pola y Compañía; establecida en Natahoyo en 1876,
 que ocupa á 300 operarios y que de sus magníficos hornos de
 cocion de bizcocho y de barniz y de sus grandes muflas de estampados y esmaltados
 obtiene 13000 quintales  métricos de loza.
    
  La fábrica de aglomerados de Pola, Guihou y Compañía
 en Natahoyo.
    
  La sierra mecánica y depósito de maderas del Norte, de
 don Demetrio Castrillon, en Nataboyo.
    
  Cuenta además Gijon con una fábrica de curtidos, dos de jabones
 y bujías, una de cerveza, ocho de conservas, cinco de yeso y cinco
 de salazón. Hay dos imprentas; y la publicidad está representada
 por los periódicos 
El Comercio y El Gijon. Se cuentan también
 nueve casas de navieros y treinta y seis respetables casas de comercio y
de banca.
    
  El aspecto de la población es el de una verdadera capital en el
extenso  vecindario de la parte moderna, y sobre todo, en la calle Corrida
donde están  los comercios más animados y en cuyas anchas aceras
se reúne  el paseo, durante las noches de la buena temporada, mientras
la música  entretiene á los concurrentes. Las edificaciones,
de dos pisos, son  de bien labrada sillería, con abundantes miradores
en muchas de ellas,  y blanqueadas y limpias en el resto. Las calles modernas,
tienen posteriormente  otras más estrechas con cubiertas galerías
de maderas y decristales.  Hay excelentes fondas: 
La Iberia, El Comercio
y Las Cuatro Naciones;  y concurridos cafés., entre ellos 
el
Suizo y el Oriental. Sus  paseos más concurridos, además
del muelle de Pando, son el de Begoña, próximo al restaurado
santuario de este nombre, y el de la Iglesia ó de Valdés, delante
de la. parroquia de San Pedro, con magnificas vistas sobre la playa de San
Lorenzo y de los baños.  Gijon tiene también un Teatro no muy
concurrido y los 
Campos Elíseos,  verdadero punto de reunión
y de recreo durante la buena temporada.
    
  Dicen las gentes qué conocen á Gijon, que si aun le falta 
algo á la villa para su comodidad, embellecimiento y definitivo progreso,
 se debe á las grandes rivalidades que en ella se agitan, luchando
en dos ó tres opuestos bandos. A ellas se achaca, por ejemplo, el
que no sea su Instituto una gran escuela industrial, el que la población
 carezca de abundantes aguas potables, y el que no se haya realizado la construcción
 del gran puerto de abrigo de Musel, cuyo concienzudo y difícil estudio
 publicó hace tanto tiempo el insigne é infatigable ingeniero
 Don Salustiano Regueral, el atrevido y afortunado contratista constructor
 de los trozos superiores del paso del ferro-carril por el puerto de Pajares,
 que he descrito.
    
  Los que deseen conocer el pasado de Gijon, al través de todos los
 tiempos, vean la curiosa obra titulada: 
Historia de la villa de Gijon,
 de Don Estanislao Rendueles, con notas del Sr. Caveda; y los que quieran
enterarse de la fisonomía y carácter de la villa, vean las
inspiradas páginas del libro que con el titulo de 
Una villa del
Cantdbrico-Gijon, escribió el insigne orador, publicista y político
Don Rafael M. de Labra.
    
  De Gijon se ha dicho que es una perla y hay que añadir que está
 engastada entre una sarta de ellas. Si vale mucho la villa en sí,
¿cuánto no valen sus admirables alrededores? ¿Quién
no ha oido ponderar las quintas y las posesiones campestres de Somió,
de Deva, de Cabueñes, de Ceares, de Tremañes y de Jove? En
estos bellísimos parajes, á la vista del mar, hay en efecto
magníficos puntos de retiro, de descanso y de recreo, con expléndida
vegetación, con elegantes edificios, con ricos regalos de mar y de
tierra y en los que no falta nunca afectuosa y solícita hospitalidad.
Las giras, dias de campo y romerías que en ellas se verifican, dejan
inolvidables y gratísimos recuerdos.
    
  Gijon brinda además á los hombres curiosos magníficas
 expediciones de verano al cabo de Torres, á Carrio, á Perlora,
 á Candas, á las hermosas playas de Luanco, á las minas
 del cabo de Peñas, á las cercanías de Gozon y á
 la noble é histórica Aviles, recorriendo el áspero
y  pintoresco camino, que apenas se separa de las playas del Océano.