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Gijon

Gijon, la patria de Jovellanos, la perla de Asturias, la villa capital de la industria y de la marina, se asienta, como señora de estos imponentes mares, en el centro avanzado de una gran concha, que tiene la forma de una e mayúscula manuscrita, cuyo extremo occidental está formado por las playas de Musel y el cabo de Torres, y cuya curva opuesta oriental es el cabo de San Lorenzo. En el avance del medio se alza el promontorio península de Santa Catalina, con su faro, y en su falda meridional el convento de San Agustín, hoy fábrica de tabacos, y los apretados, sinuosos y pendientes callejones de marineros de la población vieja, sobre el ostentoso palacio de los marqueses de San Esteban del Mar y sobre la iglesia de San Juan, hacia el puerto de Pando y sobre la iglesia de San Pedro y paseo de Valdés, hacia las playas de San Lorenzo. Desde esta linea se dilata considerablemente la villa moderna hacia el Sur, en revueltas calles primero, en el núcleo situado entre las dos playas, y en correcta formación después, en grandes líneas paralelas, que son las calles de San Bernardo, Instituto, Moros y Corrida, cortadas perpendicularmente por otras, como la de Jovellanos, Merced y San Antonio, cuyo conjunto, que se asemeja en cierta manera á la distribución de los pueblos industriales americanos, termina en el paseo de Begoña. Entre esta parte regular y las estaciones de Langreo y de Coroña se estienden otras calles de aspecto más modesto, así como al lado opuesto, hacia la playa de San Lorenzo y la carretera de Villaviciosa, se prolonga también la población en  bastante espacio.

Se alzan dentro de esta área 1450 casas que forman dos plazas, once plazuelas y ochenta calles, cuyo vecindario componen 13.600 habitantes. El desarrollo de la villa ha sido muy considerable, puesto que á principios del siglo solo contaba 7860 habitantes; en 1850, 8.948, y en 1865 12.800.

El verdadero Gijon bien puede decirse que es todo moderno, en su forma y en sus aspiraciones, y que apenas tienen importancia ni la villa vieja, ni su historia. Sin embargo, al pronunciar su nombre, al contemplar sus escasos restos de otros siglos y las señoriales huellas que aun ostenta, es entretenido el recordar, siquiera sea á la lijera, sus antiguos tiempos.

Gijon debió tal vez su nombre a la gente ibérica, que pobló las playas y montes de toda la cordillera y que denominó el promontorio en que arraigaron aquí, entre los dos cabos:  Eguí-gon, esto es: sitio estrecho ó recogido, alto y bueno; cuya palabra se convirtió después en Xixon por la suave tendencia del lenguaje bable. Dícese que los romanos establecidos en esta localidad, cerca de su famoso centro de las Aras Sextianas del Cabo de Torres, alzaron  un templo y unos baños á la Fortuna, según una lápida, así como otros á Apolo y á Hércules. Predicó aquí el Evangelio San Torcuato, discípulo de Santiago. El duque de Cantabria Favila erigió un palacio que habitó después Don Pelayo. Los árabes, mandados por Munuza, ocuparon por algún tiempo la villa y se cree que el vencedor de Covadonga asentó en ella su Corte. Escasa importancia tuvo durante largos siglos, hasta que siendo del señorío de Don Rodrigo Alvarez de las Astúrias, recayó en Don Enrique de Trastamara y fue el foco de la resistencia de éste contra su hermano el rey Don Pedro el Cruel. Al triunfar aquel, pasó su señorío á su hijo bastardo Alonso Enriquez, que ambicioso y turbulento vivió en perpetua rebelión contra los monarcas castellanos, hasta que la villa fue sitiada y quemada en 1393, dependiendo en adelante siempre de la corona.

Poco á poco logró después restaurarse, derribando la muralla que la cercaba por el mediodía, por el Humedal, construyendo el muelle viejo ó Cay á fines del siglo XVI, el palacio de Valdés, la iglesia de San Juan y el palacio de San Estéban en el siglo XVII y el muelle nuevo en el XVIII. Al aparecer á fines del mismo el genio de Jovellanos empezó Gijon á desarrollarse, como movido por un jigante y aun continua viviendo en alas del progreso entonces iniciado.

Se extienden desde Gijon por ambos lados, como queda dicho, dos grandes playas curvas ó golfos, la de Oriente de San Lorenzo ó mar de Somió, cuya costa tiene unos tres kilómetros y  la de poniente, de siete de recorrido en el que se ven: la playa de Pando, desde la base de Santa Catalina con los puertos viejo y nuevo; la punta y vuelta de Coroña y  la de Orreo y  Musel hasta  el cabo de Torres. Sobre el muelle viejo arrimado á Gijon y donde anclan la mayor parte de los buques de poca capacidad, avanza la muralla de los cargaderos ó drops del ferro-carril de las minas de Langreo, y en el muelle nuevo ó de Liquerique, así llamado del nombre de su constructor (1864), atracan los grandes buques, acercándose al paredón que vá á formar la entrada del puerto general, con el antiguo murallon, derivada de la montaña de Santa Catalina.

Entran y salen en este puerto anualmente unos 2100 buques de cabotaje, que representan más de 300000 toneladas métricas, con 20000 tripulantes y unos 150 buques de carrera exterior que hacen 18000 toneladas con 3000 tripulantes. El comercio de importación es general de granos, harinas, maderas, hierros, aceites, azúcar, tabaco y bacalao y el de exportación se refiere á hierros, vidrios, carbón, zinc, manteca, sidra y conservas. Los valores de ambos, correspondientes al año de 1882 fueron estos:
Importación:    Bandera española;         2.617,244    pesetas;
         »                 »       extranjera         3.260,120         »
Exportación:         »        española               36,808         »
          »                »        extranjera           385,067         »
La Sociedad del Fomento de Gijon, recientemente fundada, para aprovechar los terrenos inmediatos á la nueva playa y ensanchar la población construyendo también una gran dársena, está realizando la considerable y urgente mejora de unir la Estación de Castilla con la villa, en un trayecto de más de 600 metros, con  una magnífica avenida de 20 metros de anchura, en la que se han empezado á construir excelentes edificios con elegantes y amplios soportales, por bajo de los cuales se podrá ir en todo tiempo, a resguardo de las constantes lluvias, de esta zona, desde Gijon á la vía férrea. Este gran pensamiento, no solo producirá tal ventaja, sino que cambiará por completo la entrada de la villa, que es hoy de lo más feo y prosaico que puede verse, á consecuencia de estar ocupada por el ferro-carril carbonero de Langreo, que se extiende por todo el frente de la playa manchándolo de carbón, dejando para el paso una horrorosa callejuela y quitando á Gijon su primer atractivo. La nueva calle dará lugar á que se hagan también hermosas fachadas hacia el mar, embelleciendo extraordinariamente el pueblo y el puerto y formando á la orilla de este un elegante paseo, de que hoy carece.

No hay en Gijon monumentos religiosos ni civiles que visitar: los almenados y típicos palacios de Valdés y de San Esteban escitan exteriormente tan solo, la curiosidad, y las iglesias de San Juan y de San Pedro, sobre ambas playas, nada ofrecen de artístico. La última, que es la parroquia, tiene, con las capillas, cinco naves, multitud de altares y sencillas formas, y es el lugar de predilección que visitan los viajeros cultos, para saludar la tumba del gran Jovellanos. En el muro del crucero, á la derecha de la capilla mayor, sobre los peñascos que sustentan el templo y que azotan las olas del mar, hay una lapida que contiene su busto en relieve, adornado con varios atributos y en la cual se lee:

Visitada la tumba, es de necesidad visitar el INSTITUTO que fundó, y que lleva su nombre. Hállase situado en la calle así también llamada, frente á la del Instituto y se compone de un hermoso edificio de sillería de un solo piso, con patio interior, en cuyo claustro se abre la entrada á los departamentos siguientes: la biblioteca: el museo de bocetos, admirable colección de obras originales de artistas españoles y extranjeros que llevan al pié las firmas de Velazquez, Murillo, Cano, Carducho, Coello, Céspedes, Carreño, Goya, Durero, Rafael, Miguel Angel, Ticiano, Rembrant, Domininquin y otros y que constituye una notabilísima galería digna por sí sola de que se haga el viaje á Gijon: la clase de dibujo, el salón de actos públicos, con varios retratos y entre ellos el del insigne fundador; los gabinetes de Historia natural y Física; el gran jardin del establecimiento, excelente sitio de recreo para los alumnos; las cátedras de Matemáticas; el laboratorio; la escuela de instrucción primaria, institución modelo perfectamente dispuesta, que fundó el presbítero señor Lavandera; las dependencias de dirección y secretaría y la escuela de Náutica. El gran Jovellanos, cuya augusta iniciativa aun palpita viva por todas partes en Gijon, creó el Real Instituto Asturiano, «para enseñar las ciencias físicas y naturales, para criar diestros pilotos y hábiles mineros».... para formar un modelo de aquella educación literaria, que necesita la nación para ser instruida, en aquella especie de conocimientos, que ha despreciado hasta aquí» según las frases del inmortal autor del Informe sobre la Ley agraria, que impulsado por su genio se adelantó á su siglo y planteó de hecho la enseñanza positiva, tal cual hoy se practica en las naciones más cultas del globo. La inauguración de los estudios se hizo en 7 de Enero de 1794, las obras del edificio se empezaron en 1737, con arreglo á los planos del célebre Villanueva; durante el destierro y prisión de Jovellanos se detuvieron y profanaron varias veces, entre ellas en la invasión francesa; fue cuartel en un tiempo; después abandonado ú olvidado centro, después pobre escuela de Náutica hasta que, gracias al celo del insigne gijonés Don José Caveda, se convirtió en escuela de ingenieros, industriales y pilotos, creándose el Instituto de segunda enseñanza en 1866, bajo la acertada dirección del entendido y laborioso abogado, descendiente de Jovellanos Don José de Cienfuegos y Jovellanos. Sostienen este centro el municipio de Gijon, la Diputación provincial, y acuden á sus aulas unos 120 alumnos por término medio.

¡Con qué respeto contemplamos esta obra y pronunciamos el nombre del varón preclaro los que amamos la enseñanza, de todo corazón! Al visitar el Instituto sentimos, en efecto, según él decía, que: «desde el sepulcro predica que se estudie continuamente la naturaleza que solo se busquen en ella las verdades útiles, para. consagrar toda la aplicación, toda la sabiduría y todo el celo al bien de su patria y al consuelo del género humano.» Lo cierto es que casual ó necesariamente bien ha fructificado la semilla de sus predicaciones en el pueblo de Gijon, ya que en torno á su via férrea carbonera, de las primeras de España, se levantan en sus calles y en sus cercanías tantos importantes centros industriales, y viven tantos de sus hijos de «aquella especie de conocimientos tan despreciados hasta aquí» fundados en las ciencias físicas y naturales.

Cuenta la villa además del Instituto y de los estudios de Náutica y de aplicación al Comercio y á la Industria, con una Escuela de Artes y Oficios á la que acuden 140 alumnos.

Los principales establecimientos industriales son:

La fábrica de tabacos, que ocupa el exconvento de Agustinas desde 1842, insuficiente hoy, en la que trabajan 1660 operarías con 23 maestras, que elaboran 120000 cajetillas de cigarros, 600000 de picado, 27000 kilogramos de cigarros peninsulares y 270000 comunes.

La fábrica de vidrios, de los Sres. Cifuentes, Pola y compañía: situada en el extremo sur de la villa, fundada en 1845, dirigida por los Sres. Hijos de Truan, que ocupa 540 operarios y que produce géneros tan admirables, finos y extraordinarios como los más celebrados del extranjeros.

La fábrica de conservas alimenticias de Don Anacleto Alvar González, en la calle de Ezcurdia (1867), que ocupa á 50 operarios, que elabora 100000 latas de sardina y 15000 de otros pescados cada año, surtiendo especialmente á la isla de Cuba.

La fábrica de chocolate «La Industria» y de sidra «La Asturiana» del Sr. Zarracina, Teatro y la «Primitiva Indiana» de don Narciso Estrada, en el paseo de Begoña;

La fábrica de alambres, puntas de París y fundición de hierro
de Moreda y Gijon, en Natahoyo (1879), que ocupa á 250 operarios y produce cada año 36000 quintales métricos de lingotes, 29000 de hierros pudleados, 26000 de hierros y alambres laminados, 10500 de alambres estirados, brillantes y cobrizados y 10500 de puntas de París: dirijen el establecimiento los ingenieros don Isidoro Clausel y don José Martin.

La fabrica de loza «La Asturiana» de los señores don Mariano Pola y Compañía; establecida en Natahoyo en 1876, que ocupa á 300 operarios y que de sus magníficos hornos de cocion de bizcocho y de barniz y de sus grandes muflas de estampados y esmaltados obtiene 13000 quintales  métricos de loza.

La fábrica de aglomerados
de Pola, Guihou y Compañía en Natahoyo.

La sierra mecánica y depósito de maderas del Norte
, de don Demetrio Castrillon, en Nataboyo.

Cuenta además Gijon con una fábrica de curtidos, dos de jabones y bujías, una de cerveza, ocho de conservas, cinco de yeso y cinco de salazón. Hay dos imprentas; y la publicidad está representada por los periódicos El Comercio y El Gijon. Se cuentan también nueve casas de navieros y treinta y seis respetables casas de comercio y de banca.

El aspecto de la población es el de una verdadera capital en el extenso vecindario de la parte moderna, y sobre todo, en la calle Corrida donde están los comercios más animados y en cuyas anchas aceras se reúne el paseo, durante las noches de la buena temporada, mientras la música entretiene á los concurrentes. Las edificaciones, de dos pisos, son de bien labrada sillería, con abundantes miradores en muchas de ellas, y blanqueadas y limpias en el resto. Las calles modernas, tienen posteriormente otras más estrechas con cubiertas galerías de maderas y decristales. Hay excelentes fondas: La Iberia, El Comercio y Las Cuatro Naciones; y concurridos cafés., entre ellos el Suizo y el Oriental. Sus paseos más concurridos, además del muelle de Pando, son el de Begoña, próximo al restaurado santuario de este nombre, y el de la Iglesia ó de Valdés, delante de la. parroquia de San Pedro, con magnificas vistas sobre la playa de San Lorenzo y de los baños. Gijon tiene también un Teatro no muy concurrido y los Campos Elíseos, verdadero punto de reunión y de recreo durante la buena temporada.

Dicen las gentes qué conocen á Gijon, que si aun le falta algo á la villa para su comodidad, embellecimiento y definitivo progreso, se debe á las grandes rivalidades que en ella se agitan, luchando en dos ó tres opuestos bandos. A ellas se achaca, por ejemplo, el que no sea su Instituto una gran escuela industrial, el que la población carezca de abundantes aguas potables, y el que no se haya realizado la construcción del gran puerto de abrigo de Musel, cuyo concienzudo y difícil estudio publicó hace tanto tiempo el insigne é infatigable ingeniero Don Salustiano Regueral, el atrevido y afortunado contratista constructor de los trozos superiores del paso del ferro-carril por el puerto de Pajares, que he descrito.

Los que deseen conocer el pasado de Gijon, al través de todos los tiempos, vean la curiosa obra titulada: Historia de la villa de Gijon, de Don Estanislao Rendueles, con notas del Sr. Caveda; y los que quieran enterarse de la fisonomía y carácter de la villa, vean las inspiradas páginas del libro que con el titulo de Una villa del Cantdbrico-Gijon, escribió el insigne orador, publicista y político Don Rafael M. de Labra.

De Gijon se ha dicho que es una perla y hay que añadir que está engastada entre una sarta de ellas. Si vale mucho la villa en sí, ¿cuánto no valen sus admirables alrededores? ¿Quién no ha oido ponderar las quintas y las posesiones campestres de Somió, de Deva, de Cabueñes, de Ceares, de Tremañes y de Jove? En estos bellísimos parajes, á la vista del mar, hay en efecto magníficos puntos de retiro, de descanso y de recreo, con expléndida vegetación, con elegantes edificios, con ricos regalos de mar y de tierra y en los que no falta nunca afectuosa y solícita hospitalidad. Las giras, dias de campo y romerías que en ellas se verifican, dejan inolvidables y gratísimos recuerdos.

Gijon brinda además á los hombres curiosos magníficas expediciones de verano al cabo de Torres, á Carrio, á Perlora, á Candas, á las hermosas playas de Luanco, á las minas del cabo de Peñas, á las cercanías de Gozon y á la noble é histórica Aviles, recorriendo el áspero y pintoresco camino, que apenas se separa de las playas del Océano.




"Caminos de Hierro de León, Asturias y Galicia - De Palencia a Oviedo y Gijón, Langreo, Trubia y Caldas", Ricardo Becerro de Bengoa
Cronista de Vitoria, Catedrático de Física y Química, Académico correspondiente de la Historia, etc.
Palencia, 1884, Alonso y Z. Menendez, Editores, D. Sancho, 13.