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La lucha por el petróleo

La amistad angloholandesa

Cuando, poco antes de 1890, se descubieron en Sumatra yacimientos de nafta, nadie se interesó por ellos en Holanda. El ingeniero Stoop se puso de acuerdo con el comerciante Augusto Kessler; pero le costó mucho hallar en su patria unos cuantos capitalistas dispuestos a entablar negociaciones. Por último se encontró el dinero — los holandeses están acostumbrados a buscar la suerte en sus colonias — y en 1890 quedó oficialmente fundada en Amsterdam la Koniklijke Nederlandshe Maatschappij, sociedad dedicada a la explotación de los pozos de petróleo de las Indias neerlandesas. Las dos primeras palabras de la razón social significan en inglés Royal Dutch, es decir, «Real holandesa».
La Compañía no encontró en seguida los pozos verdaderamente ricos. Empezó sus trabajos en la isla de Sumatra, cuando la mayor producción radica en Borneo. La explotación de las ludias neerlandesas no alcanzó verdadera importancia hasta 1895, y a principios de nuestro siglo elevábase ya a la cifra de 300.000 toneladas.

Los holandeses empezaron a exportar petróleo, que en aquellas fechas era el principal producto de la refinación. Los mercados europeos, empero, estaban ya saturados por los petróleos americano y ruso, y pretender introducirse entre esos dos gigantes equivalía, poco más o menos, a poner la mano entre los topes de dos vagones.

No obstante, formaba parte a la sazón de la Compañía holandesa un hombre que de nada se asustaba y que se atrevió a probar fortuna. Era el joven Deterding, a quien Kessler había colocado al frente de la Sociedad. Enrique Deterding había iniciado su carrera siendo un modesto empleado, como corresponde a todo rey del petróleo; hoy es par de la Gran Bretaña, uno de los personajes más poderosos del Imperio británico y, con toda seguridad, el hombre más influyente de Holanda. La empresa que llevó a término en el espacio de treinta y cinco años es una de las más excepcionales que se hayan realizado en el mundo y la de mayor envergadura de Europa. En cuanto a sir Enrique, personalmente, tiempo ha que se halla por encima del marco de los términos «grande» y « prestigioso ». Tiene un pie en Holanda y el otro en Inglaterra, mientras sostiene en las manos los hilos que conducen a todas sus empresas, distribuidas por la totalidad de los países del mundo. Su rostro, en cambio, es difícil de reconocer, porque lo envuelve el velo de la. leyenda. Si Deterding logró contrarrestar la competencia de los dos colosos fue porque en lugar de entrar en guerra contra ambos frentes (caso en el que habría sido indudablemente derrotado), arremetió contra uno solo de ellos, mientras se guardaba las espaldas por el lado de Rusia. Deterding comprendió que únicamente sería capaz de sostener la lucha por el petróleo aquel que dispusiese de medios de transporte propios, y que para salir adelante con el petróleo precisaba contar con un manager político. Nuestro hombre se procuró dos a la vez: los Gobiernos inglés y holandés. ¿Cómo se las compuso? Uniéndose con Marcos Samuel.


Área de influencia de la Royal Dutch Shell.
Este comerciante negociaba entonces con aceite de alumbrado en los países de Oriente y explotaba la venta al Asia oriental de petróleo de Bakú desde Batum. Antes de él, los barcos-tanques de Alfredo Nobel no llegaban más allá del mar Caspio; Samuel resolvió utilizarlos para expediciones transoceánicas, y a este fin hubo de concertar un arreglo con. la administración del canal de Suez, al objeto de que su primer barco-tanque pudiese atravesarlo adoptando todas las medidas de protección imaginables. Es evidente que se temía que su simple presencia provocaría el incendio de todos los buques que encontrara al paso. Su barco llevó el petróleo a China e India, donde fue envasado en bidones y vendido. Los bidones llevaban pintada una concha, en inglés shell, el distintivo de la Sociedad, y cuyo origen deriva, según se cuenta, de la circunstancia de haberse dedicado Samuel, en los principios de su vida comercial, a la pesquería de perlas. Si el hecho es cierto, habrá que admitir que Rockefeller se dedicó en sus mocedades a la caza del elefante y del camello, ya que sus bidones ostentan la figura de uno u otro de esos animales.

Deterding procuró colocar su petróleo en la misma región donde lo vendía Samuel, es decir, en Oriente. La lucha era inevitable; sin embargo, no fue de larga duración, puesto que dos genios se habían enfrentado.

Deterding disponía de medios de transporte y había sabido emanciparse de la competencia rusa. Samuel contaba con petróleo. Desde 1902 hasta la fecha los dos «marchan» juntos, y juntos controlan 200 importantísimas sociedades. Poseen una flota de 150 barcos-tanques, y en todas partes cuentan con refinerías, estaciones de depósito de petróleo para cargar sus barcos, y tuberías de conducción de nafta.

Además, en todo el mundo poseen pozos de petróleo; dondequiera que los hay, allí están ellos. Ya hace mucho tiempo que la Royal Dutch está estrechamente asociada con la Anglo-Persian; según parece, el Gobierno inglés tiene capital invertido en ella.

En la empresa hay más capital holandés que inglés, pero sirve más a Inglaterra que a Holanda. Los holandeses perciben sus beneficios y tienen un aliado poderoso que protegerá sus posesiones contra cualquier enemigo eventual. Los ingleses, por su parte, tienen nuevos puntos de apoyo para su flota, y dondequiera que ondea el pabellón británico pueden verse tanques con la inscripción: Royal Dutch Shell. Y Singapur, esa nueva fortaleza inglesa del Este, está magníficamente abastecida de aceites Diesel y de bencina.


El imperialismo del petróleo

Se ha atribuido al mariscal Foch el aforismo de que «los Aliados fueron a la victoria nadando en olas de nafta». Según otra versión, la frase sería de lord Curzon. El aforismo no tiene gran cosa de ingenioso, pero la culpa no es del petróleo, el cual hizo lo suyo en la guerra.

En 1917, la producción mundial de nafta ascendió aproximadamente a 70 millones de toneladas. Las Potencias centrales dispusieron de los yacimientos de Galitzia, Rumania y Alemania, con Alsacia: en total, 1.677.000 toneladas; las restantes 68.000.000 fueron para los Aliados.

Bien sabían éstos lo mucho que Alemania necesitaba el petróleo; por eso al retirarse de Rumania volaron e incendiaron la mayor parte de las torres de perforación y las refinerías.

Hacia el final de la guerra el petróleo gozaba de máximo prestigio, y fue precisamente entonces cuando alguien en América formuló la sencilla pregunta : «Y bien, señores, ¿acaso no disminuyen nuestras reservas de petróleo? ».

El efecto de esta pregunta pudo compararse al que se produce cuando en el teatro, entre la pausa del diálogo, alguien observa : « ¿No les parece que huele a quemado? ».

El efecto fue el pánico. El Gobierno nombró inmediatamente una Comisión, y el Standard Oil Trust hizo lo mismo, e idénticamente procedió el Instituto Americano del Petróleo. Las tres Comisiones llegaron a resultados diferentes; la oficial declaró que no había reservas del producto más que para seis años, y el Ministerio de Marina se apresuró a adquirir grandes campos petrolíferos destinados a constituir un fondo para la eventualidad de una guerra. Ya anteriormente, y siguiendo la política de la Dutch Shell, la Standard Oil había empezado a comprar pozos de petróleo. Pero los ingleses se hallaban ya aposentados en todas partes; la Anglo-Persian y la Royal Dutch Shell estaban en posesión de la totalidad del petróleo de la Persia meridional, de la India neerlandesa y Sarawak (la parte británica de Borneo), de la India Británica (Birmania) y de los pozos de Egipto. Poseían, además, el 75 % del petróleo de Mesopotarnia, de Trinidad, casi toda la producción de Venezuela, importantes campos en la República Argentina, México y Canadá, y, finalmente, ¡en los propios Estados Unidos! Y la Dutch Shell extendía ya el brazo para asir los bocados más sabrosos.

En Rusia arreciaba la guerra civil; el Cáucaso estaba envuelto en llamas y era la «tierra de nadie ». Entonces se presentaron allí los ingleses. Primeramente ocupó Bakú una pequeña sección inglesa, la cual se retiró después por haberse presentado en escena los turcos. Tras éstos volvieron los británicos y enviaron toda una división a Transcaucasia. Se emprendió la reconstrucción de Bakú, se restableció la conducción de nafta hacia Batum y se organizó la exportación del producto por ferrocarril. Los ingleses justificaron su presencia en aquellas tierras por el deseo « de librar a Rusia de los bolcheviques ». Sin embargo, confundieron, es de suponer que por equivocación, las torres de perforación de Bakú con los campanarios de Moscou.

Los magnates rusos del petróleo habían huido ya al extranjero y, desprovistos como se hallaban de dinero, comenzaron a buscar compradores. Claro está que lo que podían ofrecer no era el petróleo, sino sus derechos sobre él; y salieron compradores que contaron con hacer valer los derechos adquiridos sobre el terreno. Entonces se vio cómo americanos, franceses e ingleses elevaron sus respectivas pretensiones sobre el petróleo. Pero dondequiera que el líquido brotaba del suelo había soldados británicos, y en los puntos donde desde la tubería transcaucásica se vertía en los barcos-tanques, vigilaban los cruceros de la Union Jack.


El reparto del botín

En 1903 el Banco Alemán, de acuerdo con la Concesión para la construcción del ferrocarril de Anatolia, había obtenido del Gobierno turco una nueva concesión para explotar la nafta de Mesopotamia. Entonces no existían los «reinos » del Irak o del Hedjaz, sino los valiatos de Mosul y Bagdad, así como los bajaes que allí gobernaban. Los ingleses pusieron a contribución todos los recursos de que disponían para cerrar a los capitales alemanes el camino del golfo Pérsico, y así, al final, se reconoció a éstos el 25 % de la concesión, quedando el resto para los británicos.

Terminada la guerra, hubo que proceder al reparto de la herencia germana, operación que se realizó de modo sencillísimo: los franceses recibieron la parte de los alemanes, y los ingleses se dieron por satisfechos con « el resto ».

Los norteamericanos salieron del negocio con las manos vacías y su disgusto no tuvo límites, hasta el extremo de que la Prensa de la Standard Oil llegó a escribir la palabra traición, amenazando casi a sus ex amigos con la guerra e insinuando, finalmente, que los americanos podían expulsar a la Dutch Shell de California, Texas y Oklahoma, del mismo modo que la Standard Oil se había visto excluida del Asia Anterior.
Este último argumento produjo su efecto; Los Ingleses no tuvieron más remedio que ceder a los yanquis la mitad de su parte de Mesopotamia. Los franceses, en cambio, se mostraron irreductibles, igual que en la cuestión de las deudas de guerra, y no quisieron desprenderse de una sola partícula de sus posesiones. Los ingleses se quedaron con la mitad de Mosul, mientras los franceses y los americanos se repartían por partes iguales la otra mitad.

La distribución hubo de efectuarse también en otros puntos. A pesar de que los franceses eran dueños de casi toda la cuenca petrolífera polaca de Galitzia, la Standard Oil recibió asimismo una buena parte, y también en Rumania vio incrementadas sus posesiones.

México quedó dividido en dos mitades. Los verdaderos partidos en lucha eran allí la Standard Oil y la Dutch Shell. Desde entonces las revoluciones se hicieron más frecuentes, debido a haber aparecido en escena un tercer factor: el movimiento nacionalista mexicano, el cual reclamaba también un poco de petróleo para México.

Ingleses y yanquis se asociaron para acabar con esa pretensión, y así fueron sucediéndose las revoluciones: Madero contra Díaz, Huerta contra Madero, Carranza contra Huerta, Villa y Zapata contra Huerta. Y como antes, volvieron a explotar el petróleo de los descendientes de los aztecas todos los pueblos, menos los que tenían sobre él un derecho natural.

En cambio, el petróleo de Venezuela era de propiedad exclusiva de Deterding. El poco experimentado que consulte las estadísticas del comercio internacional observará un hecho singular, el de que el principal importador del mundo de petróleo en bruto es la isla de Curaçao. ¿Cómo explicarlo? Este islote ocupa una superficie menor que la ciudad de Berlín y su población no excede de la centésima parte de la que posee la capital del Reich. Incluso el excelente licor sin el cual serían contadas en el Globo las personas que conociesen el nombre de Curaçao, no se fabrica allí, sino en Holanda.

¿Cómo se explica que esa pequeña isla importara en 1930 la cantidad de 16 millones de toneladas de petróleo en bruto, cuando en el mismo año Inglaterra, con todo y sus gigantescas refinerías, no importó más de 1.800.000 toneladas y Alemania 333.000?

La solución del enigma es muy sencilla. En el año de referencia la pequeña isla exportó casi 2 millones de toneladas de bencina (siendo superada solamente por los Estados Unidos) y 11 millones de toneladas de petróleo para fuerza y calefacción, es decir, el triple de lo exportado por los Estados Unidos. Y todo el petróleo en bruto necesario para la elaboración provenía de Venezuela y era refinado en la isla de Deterding.

La mayor parte del mundo quedó ya repartido. A los ingleses les ha correspondido Venezuela, la República Argentina y la mitad de México; a los norteamericanos, Colombia, Perú y la otra mitad de México. La cuestión del Gran Chaco no estaba aún resuelta completamente. En un punto emplazado entre Bolivia y Paraguay, en unas gargantas pantanosas del centro de la América meridional, existe una comarca objeto de contienda. No hay en ella ferrocarriles ni ciudades y apenas población, pero a 170 km. al Sur del río Parapití se halla la región de Villa Montes, con pozos de petróleo.

También los hay en Bolivia, propiedad de la Standard Oil, mientras el Paraguay, en cambio, tiempo ha que se hallaba sometida a la influencia de los ingleses. Y he aquí que también allí estalló la guerra... Así fue. El mundo, sin embargo, no se está quieto. El incremento que ha tomado en Europa el nacionalismo económico ha repercutido vigorosamente en la América Latina. La lucha por el Gran Chaco no había terminado aún cuando, en 1937, Bolivia decidió la expropiación de todas las empresas de la Standard Oil mediante tina módica indemnización. En la primavera de 1938 el gobierno mexicano tomó una resolución idéntica con los dos competidores, la Standard y la Shell. Ecuador, Perú y Venezuela manifiestan las mismas inclinaciones.

Claro que la parte contraria no acepta sin protesta esas resoluciones, sino que se defiende; con todo, puede afirmarse que, para la América Latina, ha pasado ya la época de hegemonía absoluta del capital petrolífero.


"Las riquezas de la tierra, geografía económica al alcance de todos" J. Semjonow
Barcelona, 1940
Traducción de F. Payarols
Editorial LABOR S.A.