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Naves submarinas

Debiera desde luego referir las tentativas que el hombre ha hecho para navegar por debajo del agua; pero no han llegado hasta mí, nociones precisas, exactas, de los diferentes aparatos que varios inventores intrépidos han lanzado al mar, con objeto de aplicarlos á la guerra marítima. Sin embargo, las pocas noticias que tengo las haré preceder de las que, sobre el arte de bucear, la Comisión nombrada por la Sección de ciencias exactas, físicas y naturales del Ateneo de Barcelona emitió en 1860, en su dictamen sobre el Ictíneo.

La campana del buzo es conocida desde la antigüedad: la primera descripción que encontramos está en Opera problemata, de Aristóteles, de la cual dice: «Los buzos se proveen de aire haciendo bajar con ellos un vaso de metal boca abajo.»

Más tarde vemos aparecer varias modificaciones en la campana y nuevos aparatos debidos á Marsenne, Fulton, Guyton-Morveau, Montgéry, Johnson, Bauer, Williamson, Payerne, Siéves, Philips, Vizcarrondo y otros. Cada uno de éstos pone una piedra en el edificio submarino: uno dota la campana de estabilidad; otro le asocia campanas pequeñas cuyo aire se vacía en la campana mayor; aquél le da por remate una cúpula de aire comprimido; este la enriquece con aparatos pneumáticos y tubos conductores de aire, y mientras que otros le colocan en sus costados aposentos de aire comprimido, el P. Marsenne y más tarde Fulton y Johnson, le dan movimientos propios y pretenden utilizarla como máquina de guerra; proyectos que, en nuestros días, han sido propuestos sin ningún éxito por Montgéry, el admirador y biógrafo de Fulton. De los de este siglo, solamente Guyton-Morveau, del Instituto de Francia, y Vizcarrondo, ilustrado brigadier de nuestra Armada, pretenden dotarla de oxígeno comprimido.

"Todos estos inventores se proponen, no la navegación submarina en toda la extensión de la palabra, sino que descansando sus aparatos sobre el principio de que la presión interior sea igual á la exterior, lo más a que han podido aspirar, ha sido destruir barcos enemigos; pero la naturaleza de sus aparatos les hubiera obligado (caso de ponerlo por obra) á no separarse de los fondos de poca sonda, y nada hubieran podido intentar contra barcos anclados en tenederos de cuarenta metros de profundidad, recelosos los tripulantes de alcanzar el fondo, donde la presión les hubiera ahogado. El destino de la campana de bucear es el trabajo en las radas, en los puertos y en los ríos; lo demás pertenece á lo que propiamente llamamos navegación submarina, á los ictíneos exploradores. He aquí cómo el Ictíneo empieza precisamente donde la campana termina.»

No he podido procurarme las Transacciones filosóficas de la Sociedad Americana de Filadelíia, en cuyo tomo TV se dan pormenores sobre el buque submarino de Bushnell, ni las noticias que acerca de Fulton publicó Colden en New-York en 1817; ni la traducción de los Torpedos del mismo Fulton que hizo nuestro Núñez de Taboada en París, en 1812, para dar una idea del Nautilus; no tengo á mi disposición más que unos ligeros apuntes sobre los trabajos de Fulton que publicó en una obra sobre los cohetes á la congrève el capitán de fragata de la Armada francesa M. Montgéry, en París, en 1825 1. De ellos se deduce, que el Nautilo fue ensayado en Ruan, en Abra de Gracia, en París y en Brest. Parece que las cuadernas eran de hierro y las cintas de cobre; que su forma era el de un ovaloide bastante prolongado y de seis pies de diámetro, que se movía por remos helizoidales; que llenaba un depósito de agua para la sumersión; agua que expelía á favor de una bomba para ponerse á flote; que en un globo de cobre de un pie de diámetro llevaba aire comprimido á 200 atmósferas; que el célebre Guyton-Morveau, del Instituto de Francia, entregó una memoria á Fulton sobre los medios de prolongar la respiración de los hombres y la combustión de las luces á bordo de los barcos submarinos, á favor del aire vital (oxígeno) y de la absorción del ácido carbónico. Cuando Bonaparte fué nombrado primer Cónsul, una Comisión compuesta de Volney, Monge y Laplace emitió un dictamen aprobatorio del proyecto de Fulton. Sin embargo, Napoleón no hizo ningún caso de este proyecto y aun se atrevió á decir que Fulton era un charlatán y estafador. Pasó más tarde á Inglaterra solicitado por el Gobierno de aquella isla, donde no tuvo mejor acogida, pues que á pesar del favor que mereció de Pitt, otro Ministro, el Conde de San Vicente, dijo al mismo Fulton que Pitt era un necio en fomentar un género de guerra inútil á los que eran los señores del mar, y que adoptándolo debía privarles á ellos de su superioridad.

Bauer, alemán, intentó iniciar este difícil arte y construyó una nave con la cual se sumergió repetidas veces en las aguas del Báltico; pasó luego á Inglaterra, donde á pesar de sus relaciones con el ilustre Brunel, autor del túnel que pasa por debajo del Támesis, y del Leviatan, no pudo hacer aceptar el proyecto de navegar por debajo del agua; y por último estuvo al servicio de Rusia, de donde salió sin duda huyendo de las malas artes de un Ministro de Marina, que procuró también en España, por medio del embajador ruso en Madrid y del Cónsul general de Cádiz, saber, contra mi voluntad, de qué medios se echaba mano en el Ictíneo para navegar por debajo del agua. Abandonando Rusia, Bauer se restituyó á su patria, donde se inició una suscripción nacional para cubrir el importe de la construcción de un buque submarino de guerra; la cual debo suponer que no tuvo el éxito que se esperaba, ya que la nave de Bauer no penetra por los senos del mar demostrando la utilidad de sus aplicaciones.

Payerne, en Francia, autor de la bien calculada y perfecta campana de bucear que ha trabajado en las obras del puerto de Cherburgo, presentó en la Exposición de París el modelo de una caldera para quemar carbón á favor del nitrato de sosa y en función de una máquina de vapor con destino á su campana de bucear, que intentaba tal vez transformar en buque submarino, y que ignoro si ha llegado á las aplicaciones proyectadas.

Posteriormente un alemán llamado Flam, en las costas del Perú, intentó aplicar un barco submarino á la destrucción de nuestra escuadra; en la segunda prueba que hizo no volvió á aparecer á la superficie, quedando en el fondo del mar su desgraciado inventor y tripulantes que le acompañaban. En Mobila, durante la guerra civil de los Estados Unidos, funcionó una nave submarina, que después de varias tentativas infortunadas, en que murieron veinticuatro hombres, logró echar á pique un buque de guerra del Norte y no volvió á aparecer tampoco sobre el mar, según refiere el Mechanics Magazine del 29 de junio de 1866.

Hace tres años que en la misma Francia se construyó un buque submarino que debía andar á favor del aire comprimido; y á pesar de haber indicado graves defectos en su construcción una Revista científica francesa, el Emperador ha señalado una pensión vitalicia á los tripulantes que hicieron las pruebas, y no se ha vuelto á hablar más de este asunto.

Ignoro qué fatalidad pesa sobre la navegación submarina, que en todas partes logra llamar un momento la atención, para ser luego abandonados los proyectos.

Cómo sea posible este abandono, no sé darme la razón; ya que la pesca en general, la defensa de puertos y costas y las investigaciones científicas reclaman el ejercicio de este arte. Si los gobiernos, poco previsores, lo han desdeñado, no han sido ni justos ni sabios. La defensa del territorio, aun en tiempo de paz, reclama sumas enormes para el sostenimiento de un material inmenso; bien podría hacerse algún pequeño sacrificio en favor de un arma que, al mismo tiempo que cumpliría con aquel sagrado objeto, daría lugar á que se desarrollase la industria submarina, cuyos futuros subsidios pagados á la Nación, no sólo satisfarían el primer sacrificio, sino que podrían sostener después los gastos de los buques submarinos que se destinaran á la defensa del litoral marítimo, á la cual podrían concurrir los mismos ictíneos industriales.

Desde que Fulton mereció el informe aprobatorio de la Comisión de la Academia de Ciencias, debemos creer que la navegación submarina podría contribuir á la defensa de los litorales, á enriquecer las naciones con sus productos, á la par que á las ciencias naturales con el  tesoro de las observaciones subacuáticas; sin embargo, ¡se han pasado sesenta años y todavía en Francia, Inglaterra, Rusia, Alemania, Estados Unidos y España no se utilizan proyectos que con igual objeto han propuesto modernos inventores!

Lo que valga el mío podrá deducirse de la exposición sucinta que voy á hacer de los fundamentos de un Arte que, por no encontrarse todavía en todo su desarrollo, no merece más que la calificación de Ensayo.


El Ictíneo

Cuando la realización de un pensamiento ha necesitado del favor público, el que lo ha dirigido tiene el deber de historiar los hechos que á la prosperidad y decadencia de la empresa se refieran; y debe hacerlo en todas las ocasiones oportunas para que llegue á noticia de los que en él se han interesado y reciban la parte de satisfacción que les es debida. Así yo, que he sido favorecido por muchas personas en mi empeño de realizar la navegación submarina, debo, en la presente ocasión, reseñar los hechos más importantes de mi proyecto, las causas que han impedido su completo desarrollo, aunque sea repitiendo algunos conceptos contenidos en las diez Memorias publicadas en el espacio de doce años que de una manera pública me dedico á la resolución del importante problema de navegar por debajo de las aguas.

Perdóneseme, pues, si en este primer capítulo desciendo á repeticiones y á ciertos detalles históricos de las operaciones de cada uno de los dos Ictíneos; porque si algunos no tienen importancia con referencia á la idea principal que me propongo en este Ensayo, tienen algún interés relacionados con la marcha de las ideas en general, por los obstáculos que encuentran á menudo y de los cuales el común de los hombres no puede formarse concepto.

Hace doce años que presenté á mis conciudadanos el pensamiento del Ictíneo. Algunos amigos míos comprendieron toda la importancia y trascendencia de la idea, y acogieron mi proyecto, creyendo que podrían superarse los graves obstáculos que se opusieran á su realización.

¿Cuales eran los medios y recursos, cuáles los capitales propios con que contábamos para una empresa que reclama millones, sabiduría, valor temerario á la par que una prudencia exquisita? ¿Qué se había intentado antes en este terreno que nos pudiese dar alguna garantía de acierto? Y, en fin, ¿quién era yo para atraer voluntades y capitales? Hombres oscuros, desconocidos en los círculos literarios, científicos, industriales y financieros, poseíamos entonces lo que poseemos todavía: una fe viva en el progreso; una fe inquebrantable en el futuro dominio de la Humanidad sobre la Naturaleza.

El Universo está sujeto á leyes á que no puede faltar; la inteligencia no puede dejar de estudiarlas, porque tiene necesidad de conocerlas; cada ley que el hombre descubre le da poder sobre la Naturaleza; si el hombre llegare á conocerlas todas, dominaría por completo el Universo, como domina el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo, la afinidad química, el movimiento; la sucesión de conocimientos que adquiere no puede concluir sino concluyendo la inteligencia humana. La fe en estos principios ha sostenido nuestra perseverancia, y el deseo de extenderlos hizo que, desde el principio, difundiésemos por medio de la prensa las bases de nuestro proyecto á fin de que la masa indiferente de hombres empezase á ver que el Ictíneo podía dominar la Naturaleza en los espacios submarinos, que podía enriquecer la ciencia, aumentar la riqueza común, y arrojar un destello de gloria sobre la patria en las aplicaciones á la guerra marítima.

«Es indispensable que el hombre posea este nuevo mundo, decía en la Memoria que publiqué en 1858; para ello cuenta con los recursos que le ofrecen las ciencias físico-químico-matemáticas, cuyos adelantamientos actuales le proporcionan una atmósfera artificial tan sana como la natural, una luz parecida á la del sol, articulaciones impermeables que facilitan todo género de movimientos y motores cuyo poder es superior al del vapor.

»La resolución del problema de la navegación submarina estriba en la construcción de un aparato que sea capaz de descender dentro del mar, de detenerse donde quiera, de moverse en todas direcciones, de volver á la superficie y de navegar por ella; que pueda estar indefinidamente sumergido sin que esté en comunicación con la atmósfera.

»La primera condición supone que el aparato está cerrado herméticamente, que está fabricado, en parte, de materiales impermeables, impropios para la osmose; que sus medios de comúnicación con el exterior impiden la entrada del agua en el aparato, que puede resistir la presión á que debe sumergirse, y que tiene estabilidad.

»El Ictíneo que construyo tendrá estas condiciones: su forma es la del pez, y como él tiene el propulsor en la cola, aletas para la dirección, vejigas natatorias y lastre para estar en equilibrio con el agua desde el momento en que se sumerja. Respecto á su robustez, debo manifestar que puede sufrir una presión constante de ocho atmósferas y por lo tanto que puede descender á cincuenta brazas de profundidad.

»Si el primer Ictíneo no corresponde á mis previsiones, expondré más tarde las causas que lo hayan impedido, señalando los errores cometidos y la manera de enmendarlos.

»Si la falta de éxito estribase en el conjunto, abandonaría mi proyecto, con la esperanza de que más tarde ó más temprano, otro, más feliz que yo, realizará la navegación submarina. Entusiasmado ante los resultados que puede dar, todo sacrificio me parece poco para asegurarla; y si me atrevo á llamar la atención pública hacia este punto, es porque seguro de los resultados que he obtenido en pruebas parciales que he verificado, quisiera ver á mi lado y ocupados en esta empresa hombres más inteligentes que yo.»

Esto decía en mi primera Memoria sobre tan importante materia. He ido desde entonces cumpliendo mi compromiso de publicar los resultados de mis estudios prácticos en este arte, explicando el estado en que sucesivamente se ha encontrado mi empresa; y ahora, en el presente Ensayo, recapitulo lo anteriormente publicado junto con nuevos estudios que someto al juicio de las personas inteligentes.

Al hacerlo experimento cierto embarazo que proviene de la fuerza que me han hecho las recriminaciones de aquellos que creen que he dispuesto del tiempo y de los capitales suficientes para establecer el Arte de navegar por debajo del agua. Esta hostilidad ha dado lugar á dudas y á que se manifestase la incredulidad más ciega y pertinaz, incredulidad que ha resistido á todas mis demostraciones en el terreno teórico y en el práctico de las pruebas subacuáticas, y que me ha privado de los necesarios recursos. Por desgracia es corto el número de personas que pueda dar un fallo inapelable sobre si la navegación submarina es un hecho realizable en todas sus aplicaciones y por los medios que propuse desde un principio, que he perfeccionado después y de que me valgo actualmente; y á pesar de ser pocas, creo no verme privado de su dictamen: para ellas en especial he redactado este Ensayo.

Construído el primer Ictíneo á que hacen referencia los párrafos anteriormente transcritos, fue botado al mar en 28 de junio de 1859. Medía exteriormente siete metros de proa á popa, tres y medio de la quilla á la cúpula ó escotilla, y dos y medio de manga. La cámara interior era cilindrica y de sección elíptica; el diámetro menor estaba sostenido por barras de hierro longitudinales y estribos transversales: esta cámara medía escasamente siete metros cúbicos y podía contener una tripulación de seis hombres.

Se lanzó al agua con muy poca fortuna, recibió cinco cabezadas que inhabilitaron las vejigas de flote, se rompieron los forros impermeables y algunos cristales. La avería fue de consideración y había concluido los recursos pecuniarios; pero después de un examen prolijo, quedé convencido do no haber inconveniente en hacer sumersiones, con tal de que tuviesen lugar en una profundidad que no fuese mayor de veinte metros.

Lo importante en esta cuestión consistía en saber si el Ictíneo reunía las cualidades que yo le atribuía; si los hombres que debía llevar estarían tan bien trabajando dentro del mar como bien habíamos estado en tierra, encerrados herméticamente; en una palabra, si el Ictíneo descendería y volvería á la superficie, si permanecería entre dos aguas y navegaría tan bien en ellas corno por la superficie y por el fondo. Si en la verificación de todos estos movimientos y en la prolongación indefinida del sostenimiento de la vida debajo del agua, consiste la navegación submarina, es claro que el objeto principal de ella quedaba cumplido.

Hice un gran número de experimentos y en su conjunto dieron resultados satisfactorios. Y pude luego decir: «El Ictíneo baja y sube, anda y vira en la superficie, entre dos aguas y en el fondo del mar. El hombre vive tan bien dentro del Ictíneo como en plena atmósfera. La navegación submarina, pues, es un hecho.»

En 23 de septiembre del mismo año pude hacer una prueba pública: estábamos ya acostumbrados á dominar el Ictíneo, para poder invitar á las Autoridades, personas facultativas, periodistas y pueblo de Barcelona. De los felices resultados del ensayo dieron cuenta los diarios de la ciudad.

Estos primeros los verifiqué con las peores condiciones que pueden darse, como son las de un Ictíneo que hacía agua; que no tenía vejigas de flote; con cristales rotos y en unas aguas sucias que impedían ver los objetos del suelo, aun estando metido el barco como un metro en el fango.

Después del ensayo del 23 de septiembre reparé las averíos y continué las pruebas hasta la última que hizo el primer Ictíneo, que tuvo lugar el día 7 de mayo de 1861, en las aguas de Alicante, ante los Ministros de Marina y Fomento y una comisión de Diputados y Senadores y de miembros de la Academia de Ciencias de Madrid. En esta prueba, de que dieron cuenta los periódicos de la época, el Ictíneo navegó perfectamente, á pesar de la alteración de las aguas; pues había mar de fondo y la corriente y el viento de Levante.

En esta primera época de la navegación submarina, era tal nuestra pasión por ella, que emprendíamos muchos de los ensayos exponiéndonos al doble peligro de la asfixia por falta de oxígeno y por sobra de ácido carbónico; riesgos que de hoy en adelante no deberán correr los exploradores submarinos. Entonces no había descubierto yo todavía el medio de producir oxígeno dentro de la misma cámara del Ictíneo y á medida de las necesidades de los exploradores, ni se conocía el de extraerlo del permanganato de potasa, ni el de desarrollarlo de una mezcla de bióxido de bario y bicromato de potasa á favor del ácido sulfúrico; así es que llevaba el oxigeno almacenado en depósitos; y como era algo engorroso producirlo, comprimirlo y llevarlo al Ictíneo, preferíamos algunas veces abandonarnos á los azares de las pruebas, cuyo tiempo procurábamos acortar en lo posible, sin otro aire que el contenido naturalmente en nuestra cámara, y sin otros instrumentos de análisis que los efectos mismos producidos en nuestra organización, por el aire impuro que circulaba disuelto en nuestra propia sangre.

En este primer Ictíneo desde 1857 hasta 1862, se empleó, en la construcción y experimentos anteriores y en las pruebas, planos y viajes, la cantidad de veinte mil duros.

El segundo Ictíneo, empezado en enero de 1862, fué botado al mar en 2 de octubre de 1864. Mide exteriormente diez y siete metros de proa á popa, tres y medio de la quilla á la parte superior de la cúpula y tres metros de manga. El casco interior ó parte resistente, tiene la forma de un elipsoide de revolución prolongado, cuyos vértices constituyen la proa y la popa: el mayor eje interior es de catorce metros y el menor de dos metros. La capacidad interior de esta cámara es de unos veintinueve metros cúbicos; está construido de cuadernas transversales y circulares, de madera de olivo, sobrepuestas y amadrinadas en toda la longitud del elipsoide, la madera es escogida y sin defecto alguno, y su espesor de diez centímetros: estas cuadernas están revestidas exteriormente de cintas de roble longitudinales de seis centímetros dn espesor y sobre estas cintas hay un forro de cobre de dos milímetros de grueso, cuidadosamente colocado, á fin de hacer el elipsoide impermeable á las mayores presiones que pueda resistir.

El conjunto afecta exteriormenle la forma de un pez de diez y siete metros de largo; desde el centro á la proa, las secciones son circulares; pero hacia popa se van estrechando en forma elíptica hasta el codaste.

Los movimientos de traslación y de virada se obtienen por medio del hélice propulsor y el timón, cuando el Ictíneo está á la vía, y cuando está parado vira á favor de dos hélices lateralen colocados en la parte superior, en popa, é inclinados de 45° sobre la horizontal.

La tripulación se componía de veinte hombres, diez y seis de los cuales han estado hasta 1866 destinados á servir de motor.

Este Ictíneo puede navegar por fondos de cuarenta á sesenta brazas, habiéndolo probado por treinta metros de profundidad. Ha hecho ensayos como barco de guerra, y en este terreno ha practicado las más difíciles operaciones que pueden exigirse á una nave submarina: ha tirado cañonazos desde debajo de agua, y cargando siempre en el fondo del mar un cañón corto, giratorio sobre sus muñones, de alma lisa, de sesenta centímetros de eje y diez de diámetro, con carga de un kilogramo de pólvora.

Á pesar de ser ésta, época de formidables armamentos marítimos, estos ensayos no llamaron la atención del Gobierno; en vista de lo cual dejé los estudios prácticos de guerra, que pudieran ser de grande utilidad á las naciones que, como la España actual, no pueden encontrar grandes recursos para los armamentos marítimos. Por lo demás,  en  los  mencionados ensayos observé lo siguiente: en el acto del disparo, á pesar de la menor resistencia que encuentran los gases en su dirección que es la vertical, la reacción es muy violenta en todos sentidos, en términos que destrozó los cuarteles de cubierta del  Ictíneo, rompió tornillos de treinta y dos milímetro» de diámetro y abolló las vejigas de flote. Adviértase, empero, que tan violentas y repetidas reacciones no afectaron en modo alguno el cuerpo resistente, la cámara submarina, sino sólo su obra muerta. La boca del cañón en el acto del disparo está junto á esta misma obra muerta y puede estar muy separada de ella y evitarse las averías.

Hicimos pruebas de respiración permaneciendo largas horas incomunicados; pruebas que siempre fueron interrumpidas por otras necesidades que las promovidas por el deseo de gozar del aire natural, las cuales, en Ictíneos pequeños, no es muy cómodo disponer de sitio á propósito para satisfacerlas.

Aparecieron uno tras otro, bastantes defectos, y entre ellos la oxidación de los tornillos de hierro que interpolados con otros de bronce sujetaban los fondos impermeables; advertimos esto en una prueba de resistencia á treinta metros de profundidad; en el espacio de un minuto la cámara interior embarcó una tonelada de agua.

En reparaciones y correcciones pasamos hasta el mes de septiembre de 1865 en que, en medio de la peste que afligía á Barcelona, se empezaron las sumersiones que nos vinieron á patentizar que cuanto habíamos corregido en el hélice y maquinaria interior no había mejorado la velocidad del ictíneo, el cual, movido por diez y seis hombres, andaba sólo á razón de medio metro por segundo. Con tan escasa marcha no me atreví á acometer todas las aplicaciones del Barco-pez, salvo las referentes á la guerra marítima, de que he hablado.

Ya desde diciembre de 1864 observamos que el Ictíneo no alcanzaba en la marcha la velocidad de dos millas y media por hora, velocidad indicada por los cálculos, y bastante para vencer las corrientes ordinarias; procedí sin demora á la continuación de los estudios prácticos que tenía comenzados sobre ciertos motores, con el propósito de aplicar el más ventajoso á los futuros Ictíneos y en especial á los destinados á largas exploraciones submarinas. Empleé todo el año de 1865 en los referidos estudios prácticos; y me fijé especialmente en la producción de calórico á favor de combustibles y comburentes empleados en estado sólido, y cuyos productos principales no fueren gaseosos.

La aplicación del calórico como motor, tiene la ventaja de poder ser aplicado á una caldera de agua y de no tener que inventarse receptor alguno de la fuerza, sino aceptar el de todos conocido, la máquina de vapor, tal cual funciona hoy día; tiene, sin embargo, el inconveniente de elevar la temperatura de la cámara. Para remediar lo cual no hay otro recurso que cubrir la caldera, los conductores del vapor, la máquina y las paredes de madera del Ictíneo, de tubos de pequeño diámetro, resistentes y delgados, por los cuales circule el agua de abajo hacia arriba, para trasladar al mar el exceso de calor que no podría pasar á través de la cámara, por ser la madera mal conductor de este fluido.

En la construcción del motor, en su instalación á bordo, en las reformas interiores del Ictíneo y en vencer contratiempos de todo género, empleamos tres años que finieron con el mes de octubre de 1868, en que hicimos pruebas perfectamente acabadas del motor submarino. Tal vez hubiera sido mejor no dejarme seducir por la gran ventaja que me ofrecía el motor y emprender con la fuerza de la tripulación las aplicaciones á la pesca del coral; porque llevar la máquina de vapor al fondo de los mares, ofrecía más dificultades que su aplicación á la navegación flotante y á los ferrocarriles.

Por ello se me hacen cargos, y creo que son justos, desde un punto de vista especial; sin embargo, ni aun ahora puedo colocarme en él. Se quería que teniendo yo un  poderoso motor navegase con la sola fuerza muscular; ¡que entregase á las profundidades del mar diez y seis hombres y un Ictíneo, pesado en la marcha, negándoles la fuerza  necesaria  para luchar con los peligros! Después de haber buscado durante doce años esa fuerza que sustituye con tantas ventajas la de nuestros brazos, ¿podía yo diferir su aplicación á un tercer Ictíneo, exponiéndome á perder el segundo por falta de fuerza? Si por esta falta, y sólo por ella, me hubiese arrojado una corriente submarina á un laberinto de escollos, rocas y cuevas como se encuentran en los criaderos de coral, ¿no se perdía por mucho tiempo toda esperanza de nuevas tentativas en esta clase de navegación? ¿Dónde están mis sucesores en el Ictíneo?  Los que  pueden reemplazarme hubieran quedado conmigo en el fondo del mar, y la empresa aniquilada.

¿Acaso conocemos nosotros, ni nadie, esas profundidades para despreciar la fuerza de la máquina do vapor? Precisamente los entendidos me hacían el cargo de no saber encontrar un motor inanimado para el ictíneo; y este cargo también era injusto, porque si hasta el siglo pasado no supo la humanidad aprovecharse del vapor, ¿cómo era posible que yo, solo y en poco tiempo, hallara una feliz sustitución de lo que ha costado, si no desde Heron de Alejandría, desde Papin, tantísimos años de investigaciones y estudios á los hombres sabios?

Perfeccionado el fuego submarino, concluidas las pruebas en octubre de 1868, empeñado mi crédito y agotados los haberes de algunos amigos míos; impidiéndome el estado de los negocios públicos y el político de la nación, levantar empréstito alguno y celebrar contrato que me proporcionara fondos, no pude hacer otra cosa que reunir mis notas, estudios y experimentos, ordenarlos, escribir este trabajo para intentar luego, si consigo de algún Estado, la aplicación del Ictíneo á la defensa y ataque de puertos y costas.

He aquí doce años transcurridos y cien mil duros gastados, sin otro fruto, si la fortuna continúa adversa, que la redacción de este Ensayo. Es por cierto bien caro precio el de un proyecto de navegación submarina, si ha de quedar olvidado como el de Fulton, y si, como el de Fulton también no puede servir, por falta de publicación, de punto de partida para el futuro descubridor del mundo de las aguas.

Un inventor es un pobre aprendiz de un arte que no tiene maestros; sus herramientas son sus facultades intelectuales; y las materias á que debe dar nueva forma y nueva vida, son las verdades patrimonio de las generaciones pasadas. Todos, en este sentido, somos más ó menos inventores; todos trabajamos procurando dar otras manifestaciones á las verdades adquiridas, y es en este caso cuando sentimos la necesidad de la atención y de la indulgencia de los demás. Y es que sintiendo que creamos, sentimos que somos débiles y como tales necesitamos del apoyo de nuestros semejantes, y si éste nos falta, nos lamentamos, y á mi parecer con justicia; porque todos, grandes y pequeños, trabajamos por el bien común, el| cual radica en el imperio del hombre sobre la Naturaleza.

Perdóneseme, pues, si á las recriminaciones de los que creen que he dispuesto de capitales suficientes para hacer industrial la navegación submarina, y que piensan que inventar es cosa tan fácil como practicar lo conocido, se me ocurre oponer la citación de nombres ilustres, cuya vida de algunos he estudiado y de quienes he recibido estímulo para seguir en mi empresa.

Walt empleó diez y siete años y doscientos cincuenta mil duros en hacer manual y de general aplicación la máquina de vapor; Jacquard, durante quince años, ejerció su fecundo ingenio para lograr que el tejido imitase los cuadros de la pintura al óleo; Niepce y Daguerre consumieron veinte años en la creación de la fotografía y en convertirla en un arte fácil y al alcance de todo el mundo; la locomotora necesitó, para adquirir la perfección reclamada por la velocidad en los ferrocarriles, veintisiete años; la fabricación de papel continuo no logró ser industrial sino despues de treinta y cuatro años de ensayos en Inglaterra, Francia y Alemania; la iluminación por el gas no pudo desarrollarse sino mediante el largo espacio de cuarenta y cinco años; y con respecto á la telegrafía eléctrica, desde las indicaciones de Franklin, las comunicaciones eléctricas entre Madrid y Aranjuez en 1797, por Betancourt y los perfeccionamientos del Dr. Salvá en Barcelona, hasta el telégrafo eléctrico de Veatstone en Inglaterra, de Stenhiel en Alemania y de Morse en los Estados Unidos, ¡transcurre más de medio siglo!

Si á pesar de conocer estos y otros ejemplos, y sobre todo los de inventores poco afortunados, he confiado en demasía en mis fuerzas y en las de mis generosos amigos; si he visto siempre cercana la hora de la realización de mis proyectos, si igual confianza he inspirado á mis consocios, y todos hemos creído en la adquisición inmediata del mundo submarino, es porque las empresas elevadas, como los grandes centros de gravedad, tienen el privilegio de atraernos por fuerzas poderosas desconocidas, que nos imprimen un movimiento de día en día más rápido. Es verdad que en nuestro deseo de llegar pronto, nos hicimos la ilusión de ir directamente á nuestro destino; ¡creímos que el medio social en que vivimos aceleraría nuestro movimiento y que no aparecerían esas fuerzas repulsivas que tienden á alejarnos del centro de nuestras aspiraciones!

Grande es la empresa de la navegación submarina; porque sostiene la vida del hombre aislado de la Naturaleza, sin participar de su benéfico influjo mas que por ciertos fenómenos que se nos revelan por el movimiento, como la gravedad y el magnetismo; porque lejos de las influencias solares y atmosféricas, de las emanaciones y vista de los campos y praderas, resuelve el problema de vivir en el caos, á favor de las mismas leyes de la Naturaleza, que el hombre obliga á obrar en el vehículo que le transporta.

Todas las obras humanas han contado hasta ahora con una base de sustentación y con abundancia de aire atmosférico; en navegación submarina no tenemos ni sustentación, ni aire, ni luz naturales; estamos encerrados en una cámara que debe penetrar por un medio oscuro, donde debemos combatir con corrientes y fuerzas que no conocemos, con enormes presiones, sin que podamos esperar ningún auxilio exterior; y sin embargo, vivimos en esta cámara, nos sostenemos en ese medio, iluminamos ese caos, y al fin, venciendo corrientes y presiones, llegará el hombre á conocer este nuevo mundo, última parte do la costra terrestre, sustraída á sus dominios.

La resolución de este problema, reclama grandes cualidades de espíritu en su iniciador y en su nación irresistibles aspiraciones al dominio de la Naturaleza. Desde el principio de mi empresa y presintiendo los obstáculos que acaso pudiera encontrar, recurrí al sentimiento público en beneficio de la idea del Ictíneo, que la Humanidad tiene el mayor interés en realizar.

En efecto; estudiar las leyes naturales en el fondo de las aguas; los países submarinos, su fauna y su flora, la acción de los fluidos mponderables, la estructura de sus terrenos y montañas y sus desconocidos tesoros, me parece una empresa digna do los pueblos modernos. Temiendo no poder desarrollarla en todas sus partes, procuré fijar el afán de adquirir, natural al hombre, indicándole los corales, las perlas, el ámbar, las esponjas, que, ocultas por las aguas hoy, y visibles por los Ictíneos enriquecerán á las empresas submarinas: debí probar al Gobierno que las naves submarinas serán armas poderosísimas de guerra marítima; porque ya se estableciera con uno ú otro motivo la navegación subacuática, quedaba perpetuado su uso, se perfeccionaba el Ictíneo para aplicarlo en lo venidero al conocimiento de las mayores profundidades del mar.

¿Qué importaba en este caso la mayor ó menor profundidad y variedad de conocimientos del autor del proyecto, su concepción fácil ó tardía, su resistencia más ó menos poderosa en las luchas porfiadas que ofrecen la dominación de la Naturalaza y la persuasión de los hombres? Me pareció que suplían mis débiles fuerzas, el amor á los progresos de las ciencias, al perfeccionamiento físico y moral del hombre, y sobre todo mi ardiente entusiasmo por empresas tan importantes y difíciles como la conquista de sitios inaccesibles á la organización física del hombre. Desde 1859 en que hice los primeros viajes por debajo de agua, reconocí ser poco yo para tan grande empresa; y por eso en la segunda Memoria que publiqué en 1860 y en las sucesivas, reclamé el auxilio de los sabios, de los capitalistas y del Gobierno: he ido dando cuenta siempre al público del estado en que se encontraba el Ictíneo, de las pruebas que verificaba, de los estudios prácticos sobre el motor submarino; manifesté mis deseos de hacer del Ictíneo una empresa nacional. ¡Ardua empresa! Tanto como la del mismo Ictíneo. Si el intentarlo ha sido calificado de insensatez por muchos, para mí téngolo como meritorio, ya que á la esperanza de conseguirlo debo los estudios que hoy puedo presentar al público.

Aunque pocos, no deben desmerecer la atención de los sabios, y más, seguro como estoy de que su meditación podrá engrandecerlos hasta llevar la navegación submarina á aquel grado de esplendor de la marina flotante, viva representación de la prosperidad de las naciones modernas. Mas si aun consagrando mis últimas fuerzas ú una idea provechosa, no logro su triunfo, quedará al menos este Ensayo como semilla que las lluvias y el calor del porvenir deben desarrollar.

« En todos tiempos — dice el inmortal Arago — el hombre se ha dejado dominar por la rutina, por una tendencia invencible á apreciarlo todo a priori, desde las alturas de su vanidad, de su falsa ciencia; las verdades, las invenciones más útiles no llegaron jamás á ocupar el sitio que legítimamente les correspondía sino á viva fuerza y por la intervención perseverante de algunos espíritus selectos.»

Si en el trabajo que presento se encuentran vacíos y estudios incompletos; si, por ejemplo, no hay un solo análisis de las reacciones entre productos del reino mineral, reacciones que empleo como motor submarino; si los experimentos sobre la resistencia de los cilindros compuestos de generatrices arqueadas son tan pocos que no me hayan permitido encontrar la ley de su resistencia á la presión; si no he podido llevar la práctica de la máquina de vapor á largas excursiones submarinas; en una palabra, si este Ensayo no es todavía un Tratado del Arte de navegar por debajo de las aguas, débese casi exclusivamente á la falta de fondos y de adherentes poderosos.

1 Montgéry, además de Traite de fusées de guerre (précédé d'une notice sur la vie de Fulton), ha publicado artículos históricos sóbre las máquinas en que el fuego es empleado de una manera cualquiera, que F. Arago encomia y extrae alguna noticia en su opúsculo sobre las máquinas de vapor. Montgéry es un erudito en quien se puede tener confianza, y por merecer Fulton la de Montgéry en navegación submarina no he dudado en reconocer á Fulton como iniciador en un arte, superior á los hombres de su tiempo. A propósito de Fulton podríamos decir lo que dice Arago en ocasión del cilindro de la máquina de vapor, inventado por Papin: L'homme de génie est toujours méconnu quand il devance trop son siècle dans quelque genre que ce soit.


"Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua", Narciso Monturiol
Inventor del Ictíneo o Barco-pez
Barcelona, 1891, Imprenta de Henrich y C.º en comandita