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¿Por qué es tan necesaria la nafta?

Sería ocioso escribir largamente acerca de aviones y de automóviles. Hoy cualquier escolar sabe de ellos mucho más de lo que yo pudiera decir en una docena de páginas. Por eso no voy a entrar nuevamente en detalles y a observar, por ejemplo, que en Norteamérica circula un automóvil por cada cinco habitantes y otros hechos de este jaez. Mucho más significativo que lo que ocurre en ese país vertiginoso que son los Estados Unidos, paréceme ser lo que pasa en la soñadora y perezosa Asia.

Los autos zumban a través de los 800 km. de desierto que separan Bagdad de Damasco. En Persia se construyen pistas automovilísticas y se celebran carreras de autos. Estos vehículos corren (aunque no sin esfuerzo) por el Afganistán y cruzan el desierto de Kara-Kum en un país vecino de aquél, el Turquestán. El viejo Oxus abreva con sus aguas los radiadores, como abrevó en épocas pretéritas los corceles de los bactrianos, chinos, mogoles, persas, macedonios y árabes. También los chinos creen hoy en el auto; donde no existen ferrocarriles, establecen servicios de autobuses. Los peregrinos musulmanes que se dirigen a Jedda pueden elegir entre realizar el viaje a la Meca en auto o en camello ¡grande es Alá y su Profeta! y no importa el modo cómo el creyente llega a la ciudad santa. El automovilismo ha sido introducido allí por el mismo señor de los fieles, Su Majestad Abd-ul-Asis Ibn Saud, rey del Hedjaz y de Nedjed. Largas caravanas reales siguen la ruta del desierto hacia el lejano oasis; el polvo se levanta bajo los cascos de goma y los « conductores » hacen sonar melodiosamente las bocinas. La caravana de Harún-al-Raschid se componía de 500 camellos; la del rey Ibn Saud la integran 3.000 « HP. », distribuidos en 60 motores.

Los primeros constructores del motor de gas, el francés Lenoir y los alemanes Otto y Langen, Daimler y Benz, fueron a la par los padres de la industria de la nafta de nuestros días. El auto y el avión han hecho de la bencina el principal de los productos derivados de la nafta, anteponiéndola al petróleo o « aceite de alumbrado ». Para habituar a los chinos a consumir petróleo, el Standard Oil Trust les ha remitido buques enteros cargados de lámparas, las cuales han sido distribuidas gratuitamente. Puede decirse que Rockefeller ha «iluminado » a los chinos.

Por aquel tiempo se destilaba ya bencina del petróleo, si bien en cantidades escasas, para la purificación química, el desmanchado y para las industrias dedicadas a la extracción de grasas. Muchas veces no se sabía qué hacer con ella; las gentes estaban empeñadas en manchar sus vestidos lo menos posible. Hoy, en cambio, se fabrica tanta bencina, que sería suficiente para quitar las manchas solares, si no fuera por el temor de los efectos catastróficos de su inflamación. Se ha encontrado un nuevo método de refinación de la nafta. Anteriormente se calentaba la nafta, de la cual se desprendían poco a poco sus diversos elementos. El nuevo procedimiento, en cambio, comporta una transformación química; con ayuda de la alta temperatura y de una presión intensa, sus moléculas se disgregan, obteniéndose dos veces y media más bencina que antes y eso incluso de una nafta que no producía en absoluto dicho producto.

La nafta suministra también aceites lubricantes, lo cual significa que las máquinas alimentadas con hulla, turba o electricidad, no pueden prescindir del petróleo. Del carbón puede extraerse asimismo aceite lubricante, pero no en la cantidad necesaria, y hoy, gracias a los adelantos de la técnica, resulta mucho menos costosa la extracción de los aceites de la nafta que la extracción de los aceites de la hulla.

Esas ventajas ya serían bastantes de por sí. Pero hay más: la nafta nos suministra también los denominados « aceites combustibles, para calefacción y propulsión ». Hasta hace poco los fabricantes no sabían qué aplicaciones darles; hoy, en cambio, se han hecho tan necesarios como la misma bencina. El mérito pertenece a Rodolfo Diesel, uno de los ingenieros más ilustres de nuestra época, hombre cuyo destino ha sido verdaderamente misterioso y enigmático. Fue alemán, aunque nació en París y se educó en Inglaterra; desapareció en 1913, en el canal que separa aquella isla del Continente. Invitado por el Almirantazgo británico, Diesel se trasladó a Londres para tratar de la aplicación de sus motores a la flota inglesa. Entró en su camarote al embarcar en la costa continental del estrecho; al llegar al otro lado, el camarote estaba vacío. Nadie ha podido averiguar el cómo y el porqué de su desaparición. Diesel formuló un principio totalmente nuevo para el funcionamiento de un motor. El automóvil es puesto en marcha por medio de un « motor de explosión »; el émbolo recibe el impulso de una explosión de gas; en consecuencia, se necesita un combustible que engendre dicho gas. Este combustible es, principalmente, la bencina. En el motor Diesel el movimiento se produce por la combustión de la materia inflamable: es un « motor de combustión » para cuyo funcionamiento se prestan magníficamente los aceites pesados, pudiéndose hoy utilizar, casi, la nafta en bruto.

Para alimentar, en la actualidad, un HP. de los grandes transatlánticos, se necesitan 1,8 kg. de carbón por hora, mientras que si se calienta las calderas con petróleo, son suficientes 700 gr. en el mismo espacio de tiempo. Si se instala un motor Diesel, el «caballo» se da por satisfecho con 127 gr. por hora. El trecho que separa Noruega de China supone, para un vapor de carga, el aprovisionarse de carbón ocho veces, mientras que el barco que lleva motores Diesel efectúa la travesía, ida y vuelta, con el combustible que ha cargado a la salida. Según esto, un buque alimentado con nafta puede aguantar en alta mar ocho veces más tiempo que otro que utilice carbón. Salta a la vista la importancia de este hecho; después de la guerra, cada barco ha pasado a ser, hasta cierto punto, « su propio almirante ».


Navegación mundial.

Apenas van transcurridos treinta años desde que lord Fisher, primer lord del Almirantazgo británico, demostró que era en efecto « el primero », puesto que fue el primero en darse cuenta de la importancia del petróleo para la flota de guerra. Hoy las escuadras de todas las grandes potencias navales van accionadas con motores alimentados por nafta. La generalización del uso de este producto ha hecho disminuir en 50 millones de toneladas el consumo del carbón (en comparación con la época de anteguerra).

Todos los « estrategas » saben que Diesel fue el « organizador de la guerra naval», pero, además, ha sido también el colonizador de los desiertos continentales. La locomotora Diesel no necesita agua, circunstancia que hace de ella un medio inapreciable de comunicación en regiones donde falta aquel elemento. Actualmente funcionan ya en el Turquestán locomotoras Diesel, y lo mismo cabe decir de las áridas regiones del Norte del Cáucaso. Gracias a Diesel cabe pensar en una línea férrea que atraviese el Sahara. La locomotora puede cargar la nafta necesaria para llegar al primer oasis, donde a la sombra de las palmeras habrá un tanque de aprovisionamiento. Lo mismo ocurrirá en Australia andando el tiempo, únicamente que allí la sombra de las palmeras será reemplazada por la sombra de los eucaliptos.


En la vieja Bakú

A principios del siglo XIX el zar Alejandro I declaró monopolio del Estado la explotación del petróleo en la región de Bakú. La primera empresa dedicada a la perforación de pozos petrolíferos se fundó en San Petersburgo en 1856 y el primer pozo se perforó en 1872. En este mismo año se suprimió el monopolio, comenzando entonces el florecimiento de Bakú. Pronto se levantó en la región un verdadero bosque de torres; la producción fue aumentando, y en 1901 daba ya 10 millones de toneladas. Rusia pasaba a primer lugar entre las naciones productoras de petróleo; sus suministros representaban el 51 % de los de todo el mundo, viniendo luego ambas Américas, con el 43 %.


Territorios petrolíferos de la Rusia Soviética y del Asia Anterior.

Tras este florecimiento momentáneo vino pronto el descenso. Empezóse una explotación sin método ni orden y predatoria. Hasta la guerra mundial no se conoció en Bakú la máquina rotary; excavábanse los orificios exactamente como cuarenta años antes. Ni siquiera se utilizaban las bombas, sino que la nafta se recogía por medio de grandes cucharones. Las diversas empresas rivalizaban entre sí, perforando los pozos en los bordes de sus respectivas parcelas, con el fin de « chupar » el petróleo del vecino. Finalmente, el trabajo se veía obstaculizado por constantes conflictos obreros.

Al estallar la guerra mundial, Bakú era una colonia de capitales extranjeros; más de la mitad de la producción y las tres cuartas partes de la exportación se hallaban en manos de Compañías forasteras, la Standard Oil, la Royal Dutch Shell, Nóbel, Rothschild. Esto no quita, sin embargo, que en Bakú hubiera numerosos millonarios nacidos y establecidos en la localidad, pero incapaces de realizar una política independiente, en particular en lo que se refería a la exportación.

El progreso técnico de Bakú no partió de esas gentes, sino de unos suecos, los hermanos Nóbel. Ellos fueron los que dieron verdadero impulso a los trabajos de progreso.

En la primera mitad del siglo pasado Manuel Nóbel se trasladó a Rusia, donde fundó en San Petersburgo una fábrica de maquinaria, empezando muy pronto a construir cañones para el ejército del zar. La guerra de Crimea hizo de él un hombre acaudalado; era un ingeniero de mérito, notable inventor y organizador, personaje singular de imaginación sombría que evocaba las ideas de Strindberg. Descubrió un procedimiento para el corte de planchas de madera, invento de gran valor y utilidad. Asimismo invirtió no poco tiempo en elaborar un proyecto de construcción de un sistema de tuberías que permitiese transportar los féretros, con sus correspondientes cadáveres, « de las ciudades a los cementerios emplazados en las afueras de aquéllas », es decir, una especie de «correo neumático » funerario... También ideó unos ataúdes provistos de ventilación y timbres de alarma, para el caso de personas sepultadas por efecto de muerte aparente. Cuando, muchos años más tarde, su hijo Luis pidió a su hermano Alfredo, el inventor de la dinamita, que le comunicara algunos datos para la historia de la familia, escribióle éste, entre otras cosas: «Mi único y mayor deseo es no ser enterrado vivo ».

Luis Nóbel había heredado de su padre las aptitudes organizadoras y comerciales, pero tampoco fue a la zaga de su hermano Alfredo como ingeniero, constructor y químico. En Rusia fue un explorador auténtico de la industria de la nafta y constituyó una excepción entre los cuervos de Bakú, donde comenzó a trabajar antes de que llegara allí el ferrocarril. El petróleo era transportado al puerto y se le envasaba en los llamados « barriles de cuarenta » por medio de las arben, carretas de dos ruedas típicas del país.

Luis Nobel trabajaba en colaboración con su segundo hermano Roberto, aunque era él el alma del negocio. El instaló en Surachany, cerca de Bakú, las primeras torres de perforación; el estableció la primera refinería, de concierto con el ingeniero ruso Ragosin y según los planos de Justo Liebig. El fue también quien construyó la primera tubería que de momento comunicaba el pozo de extracción con la refinería y que más tarde quedó prolongada hasta el puerto.

Entre 1880 y 1890 Nóbel realizó ensayos con buques-tanques en el mar Caspio y, en 1887, encargó la construcción del primer barco del mundo de dicho tipo en los astilleros de Gotemburgo. El buque no pudo llegar hasta el Caspio a través de los canales del Volga, poco profundos; así es que hubo que transportarlo en dos mitades, las cuales fueron «unidas» en Bakú y provistas de calderas y máquinas. Todo eso, en aquellos tiempos, representaba audaces empresas técnicas.

Luis Nóbel murió en 1888, dejando una familia tan numerosa como opulenta: diez hijos y un capital de 35 millones de rublos, equivalentes a 70 millones de marcos. Al frente del negocio quedó su hijo primogénito Manuel, quien contaba a la sazón 29 años y supo llevar a una perfección extraordinaria la organización comercial y técnica de la empresa. Poco a poco pasó a ser para el petróleo ruso lo que Rockefeller era para el americano. Concentró en sus manos la exportación, unió bajo su dirección a todos los productores rusos y conquistó los mercados mundiales para el petróleo eslavo.

Al morir Alfredo Nóbel en 1896, las disposiciones de su testamento relativas a los fondos del « premio Nobel» aparecieron tan intrincadas, que sus herederos renunciaron a aplicarlas. Entonces Manuel Nóbel se dispuso a realizar las intenciones de su tío, cosa que le costó no poco dinero. El premio Nobel no es, por consiguiente, el fruto de la dinamita internacional solamente, sino también del petróleo ruso.

Manuel Nóbel sobrevivió al magnífico florecimiento de Bakú y asistió también a su decadencia. La terrible situación de los obreros produjo en 1905 graves trastornos sociales, y a partir de aquel momento empezó el descenso. Luego vino la revolución de 1917. Nóbel hubo de pasar los últimos años de su vida en París y Berlín, y cuando, en 1929, celebraba su septuagésimo aniversario, recibiéronse en el pequeño balneario alemán donde se hospedaba, telegramas de monarcas, gobiernos y asociaciones científicas del mundo entero. Nóbel falleció dos años después.


En el reino de la rosa y del vino

En tiempos en que la explotación de la nafta se efectuaba con plena actividad en la península de Apsheron; cuando los buques-tanques surcaban ya las aguas de su puerto y los vagones-cubas rodaban sobre railes hacia el Norte y hacia el Sur y humeaban las chimeneas de las grandes refinerías, en la vecina Persia el petróleo seguía reposando quietamente en el seno de la tierra. Sólo en alguno que otro punto se elevaban al cielo las llamas del « fuego eterno ». Era el reino de la rosa y del vino, como había cantado Hafis; el reino de las montañas y de los desiertos, de una población mísera, de un shá sin poder y sin gloria, de las lentas caravanas y de las rápidas partidas de bandoleros.

Ya en el año 1889 el Imperial Bank of Persia, entidad que trabajaba en aquel país como avanzada de exploración del capital británico, obtuvo una concesión para la busca y explotación del petróleo. Más tarde la concesión fue transferida a una compañía particular inglesa que, después de invertir 100.000 libras esterlinas, no encontró nada y se hundió sin dejar rastro. Entonces la concesión pasó a un persa, hombre distinguido y emprendedor a la vez, Kitabschi Jan, quien empezó modestamente sus trabajos. Sus gentes extraían petróleo de los pozos de los alrededores de Shushter y Bushir, mientras el concesionario pagaba anualmente 2.000 toman a la caja del shá, invertía algunas cantidades en sobornos y aun se reservaba un beneficio suficiente para poder comer diariamente su pilaf de carnero y pasas. Así siguieron las cosas hasta que apareció en escena Guillermo Knox d'Arcy.  Era éste un canadiense de origen francés que se había enriquecido en Australia y que se trasladó luego a Persia en busca de negocios. De labios del mismo Kitabschi oyó las particularidades relativas a las regiones petrolíferas de Persia y, como tenía capital disponible, no le fue difícil establecer relaciones comerciales. En 1901 el shá le cedió el derecho exclusivo de la busca, explotación y exportación del petróleo para todo el territorio, exceptuando solamente las cinco provincias septentrionales. Concedíasele, pues, un radio de acción de 750.000 km2, superficie equivalente a vez y media la que ocupa la Alemania actual.

En pago el shá recibía 20.000 libras en efectivo, otro tanto en acciones de la empresa d'Arcy y además, el 16 % del beneficio neto. Las 20.000 libras se le pagaron, no en dinero efectivo, sino en acciones; en cambio, sus consejeros, ministros y los parientes de éstos recibieron 1.000 libras en oro. Es de suponer que también a Kitabschi le tocó su parte; por lo demás, no tenía razón alguna para preocuparse, ya que el Gobierno persa le nombraba inspector de los propietarios de la concesión, cargo que iba a permitirle hacer todavía más apetitoso su cotidiano pilaf.

En 1903 d'Arcy fundó en Londres una sociedad a la que transfirió 250.000 km2 de « su » territorio para la realización de exploraciones petrolíferas. Ésta fue la primera sociedad que realizó sondeos sistemáticos y que descubrió petróleo en Kermanshah.

Durante aquel período d'Arcy había invertido ya en Persia la suma de 300.000 libras esterlinas. Además de a los « consejeros, ministros y sus parientes », había de pagar a los ingenieros ingleses, a los obreros persas y a los «janes » locales. D'Arcy inició negociaciones con la Burmah Oil Co., una sociedad británica que explotaba el petróleo de Birmania y en 1908 le traspasó todos sus derechos.

Por aquella fecha Inglaterra poseía perfecta información sobre la personalidad de d'Arcy y sus empresas de Persia; existían ya dos sociedades registradas en Londres. Lo principal del caso fue que lord Fisher había ya expresado su pensamiento acerca de la cuestión de la nafta. Las palabras del estadista no podían dejar de ser trascendentes, si se tiene en cuenta que el primer lord del Almirantazgo no se caracterizaba precisamente por un exceso de locuacidad. En aquellos momentos trabajaba en crear nuevas bases de apoyo para la flota británica y se preocupaba del aumento de los dreadnoughts, creación suya. Por eso la Burmah Oil, en la cual estaba interesado el Gobierno británico, se mostró pronta a intervenir en Persia, y ya un año después se constituía en Inglaterra una nueva sociedad, la Anglo-Persian Oil Co., que heredaba todos los derechos de d'Arcy y sus empresas.

El 26 de mayo de 1908 y en uno de los puntos indicados por d'Arcy, en una región poblada por la tribu guerrera de los bactiaros, surgió un poderoso « surtidor ». En la misma comarca, en la pequeña localidad de Maidan y Naftun, surgieron las primeras instalaciones de la Anglo-Persian, a 230 km. del golfo Pérsico.

En resumen, d'Arcy realizó una grandiosa combinación. Había «sacrificado» 300.000 libras. Por la venta de sus derechos a la Burmah Oil percibió 203.067 libras, 19 chelines y 6 peniques en efectivo, además de 170.000 acciones por un valor nominal de 900.000 libras, que al cabo de algunos años valían veinte veces más y cuya posesión le permitió también ser accionista de la Anglo-Persian, al fusionarse con ella la Burmah; así fue que cuando el viejo lord Sthrathcoma pasó a ocupar el sillón de presidente de la nueva Sociedad, d'Arcy sentóse a su lado como miembro del Consejo de administración.

¿Cómo pudo forjarse más tarde la leyenda del «fanático religioso » d'Arcy, a quien los ingleses privaron, valiéndose de males artes, de todos sus derechos al petróleo persa? He aquí el secreto del que la inventó.

Los negocios de la Anglo-Persian se desarrollaron brillantemente. Ya en 1912 construyóse la tubería de conducción que lleva el petróleo al puerto exportador de Abadan. Surgieron refinerías gigantescas que figuran entre las mayores existentes en el mundo entero, y la Compañía, que en los primeros tiempos de su actividad extraía unas 10.000 toneladas de petróleo, produjo en 1934 la cantidad de 7 millones. Tiempo ha que la Anglo-Persian ha rebasado las fronteras persas; hoy posee inmensas cuencas petrolíferas y campos de explotación en todo el Globo, controlando, por mediación, de la Burmah Oil, casi la totalidad de la producción de la India inglesa. Además, dispone de una flota de más de 100 buques-tanques y comprende 150 sociedades filiales. Pero aquí comienza una nueva historia en lo que se refiere a los persas.

Al hacerse cargo la Anglo-Persian de la concesión de d'Arcy, contrajo la obligación de abonar a la Caja del Estado persa el importe del 16 % del beneficio líquido. Hoy esos porcentajes cubren la sexta parte de todos los ingresos públicos de aquel país. Según esto, resulta que el beneficio neto de la Anglo-Persian equivale aproximadamente a la totalidad de los ingresos del Estado persa. Es natural, pues, que los nacionales sigan con extrema atención los negocios de la Sociedad explotadora.

Los persas observaron fácilmente que los Ingresos que como producto de la explotación del petróleo entraban en su caja no aumentaban en la proporción en que lo hacía la exportación de la nafta nacional. ¿Cómo se explicaba el fenómeno? Pues de modo muy sencillo: la Anglo-Persian calculaba el porcentaje de tributación sobre el importe de los ingresos provenientes de las ventas del petróleo en bruto y de los productos derivados elaborados en las refinerías del país. Pero hay que tener en cuenta que la Compañía vende también petróleo en bruto a sus sociedades filiales, las cuales lo transportan a los puntos donde poseen refinerías propias, donde lo elaboran y venden. Y, claro está, los persas no ven un céntimo de todos esos «refinados » ingresos.

Cuando los precios, en general, bajaron en el mercado del mundo, las percepciones de los persas se redujeron notablemente, lo cual dio motivo al shá Risa Khan a enemistarse con los ingleses. Los persas pedían la revisión del contrato; pero los británicos les contestaron ateniéndose al artículo correspondiente estipulado en el pacto de d'Arcy y enviando al golfo Pérsico unos cuantos barcos de guerra.

De todos modos, la protesta persa no fue inútil. La participación en el beneficio fue elevada al 20 %, pero ocioso es decir que no se permitió a los asiáticos revisar en lo más mínimo los libros de la Anglo-Persian (1). Fuerza es reconocer, sin embargo, que el país debe muchas ventajas a la labor de los ingleses. En otros tiempos el Sur del Irán no era más que un desierto; hoy, en cambio, se han creado allí numerosos núcleos humanos. En las fábricas y talleres encuentran ocupación muchos millares de obreros indígenas y se ha construido un ferrocarril que atraviesa todo el país de Norte a Sur. El «reino de la rosa y del vino» se ha convertido en el reino del petróleo.

(1)   Desde entonces Persia recobró su antiguo nombre de «Irán», por lo que dicha Compañía se llama también «Anglo-Iranian».


"Las riquezas de la tierra, geografía económica al alcance de todos" J. Semjonow
Barcelona, 1940
Traducción de F. Payarols
Editorial LABOR S.A.