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El cristal

Cuando un objeto, una sustancia nos llama la atención por su gran utilidad, cuando por ejemplo, colocados detrás de una vidriera, vemos la lluvia que cae á torrentes, el viento que sopla con furia, el hielo, la nieve que cubren la tierra, y podemos presenciar esos desagradables fenómenos meteorológicos sin que nos molesten, sin perder nada del agradable calor de la habitación en que nos encontramos, y sobre todo sin que la luz del exterior encuentre un obstáculo en la vidriera que nos resguarda; entonces decimos: «¡Qué cosa tan hermosa y excelente es el cristal!» —Y en seguida añadimos : «¿Quién lo habrá inventado?»

Esta última pregunta es muy natural; es el homenaje involuntario tributado por cada uno de nosotros á los bienhechores de nuestra especie. Mas por lo que hace al cristal, á esa preciosa sustancia que permite preservarse de las intemperies, sin privarnos de la luz ; que proporciona á los líquidos un recipiente trasparente é inalterable á la vez ; que permite á los ojos llegar hasta los astros mas remotos, estudiar su constitución, vigilar su marcha por el espacio ; que les faculta asimismo para llegar hasta los mas imperceptibles seres de la creación, es decir, para recorrer grado por grado, desde lo mas ínfimo hasta lo mas elevado, el asombroso conjunto de la obra divina ; por lo que hace al cristal, repetimos, es imposible responder á dicha pregunta.

Se ha intentado demostrar que el cristal tenia un origen bíblico ó egipcio. Así como para todos los demás productos en que el fuego interviene como principal agente, se ha dicho que Tubalcain , el Vulcano bíblico, habia sido el inventor del vidrio; pero esto nos parece sobremanera dudoso. Si Tubalcain fue en realidad el herrero de que se habla, es posible, es probable que descubriera el cristal al soldar dos pedazos de hierro con bórax y arena, ó bien á causa de la vitrificación casual de algunos materiales poco refractarios de su forja; mas para esto era menester que conociera el modo de soldar el hierro, el bórax, y también que él fuese herrero, suposiciones todas necesarias en realidad.— Por lo demás, la cuestión de prioridad importa poco; tan solo interesa al amor propio de Tubalcain, pero nada á nuestro asunto; sigamos, pues, adelante.

El único cristal interesante para nosotros, el cristal postdiluviano, no ha hecho su aparición en nuestro planeta, formalmente habitado, hasta la época en que Tébas y Menfis eran la tierra prometida de los sabios y de los artistas industriales.— El arte del vidriero pasó de Egipto á Roma; después á Venecia, y luego á España y á las Galias, y por último, después de todas las paralizaciones consiguientes á las invasiones y á las guerras, este arte volvió á fijarse de nuevo en Venecia, en donde fue objeto de un monopolio, y solo á costa de grandes dificultades pudieron salir de Venecia los secretos del «arte del vidriero» para difundirse sucesivamente por todos los Estados de Europa.

Pero aun no se trataba mas que de la fabricación de objetos «de lujo;» de espejos, vasos, jarros y jarrones curiosamente grabados ó coloreados. La clase media y la plebe seguían sin recibir en sus viviendas, en invierno ó cuando hacia mal tiempo, mas que una escasa ración de luz que filtraba trabajosamente al través de una hoja de asta ó de un bastidor con un lienzo impregnado de aceite.— Mas adelante empezaron á usarse algunos vidrios emplomados, puestos en ventanitas muy pequeñas, porque el gasto era poco llevadero. Estos vidrios se fueron generalizando poco á poco; dióse mas anchura á las ventanas; los losanjes de vidrio se agrandaron á su vez, y se empezaba ya á ver claro. Avanzóse otro paso, y los grandes cristales sucedieron á los vidrios, hasta que hoy alumbramos los esplendores de nuestras tiendas con enormes cristales de diez metros de superficie.

Aparte de esto introdujéronse gradualmente en los usos domésticos y en razón de su progresiva baratura, las vasijas de todas hechuras, los vasos, las botellas y otros mil objetos que hoy han llegado á ser de primera necesidad.

El proletario de hoy ya no bebe el chispeante vino en un cubilete de cuerno, sino en un hermoso vaso de cristal tallado que llena del contenido de una botella no menos hermosa; la llama de su lámpara arde mas higiénica y eficazmente en un receptáculo de cristal; el reloj que le indica todas las horas de su vida está resguardado bajo un fanal de la misma materia; y en ñn, si tiene el capricho de contemplar la cara de un hombre menos miserable que los patanes de los siglos pasados, no tiene mas que mirarse al espejo que adorna su chimenea. ¿No es maravilloso este resultado? Pues á la química somos deudores de la mayor parte de este bienestar; ella es la que ha encontrado, primero por medio de análisis comparativas y luego por el raciocinio, las composiciones mas económicas á la vez que las mas capaces de producir á un precio módico el cristal sólido, trasparente, que aplicamos á una multitud de objetos indispensables para la vida moderna.

Apresurémonos á decir que al crear el cristal de la industria, la química no ha engendrado un ingrato. El cristal es, de todos sus hijos, el que mas indisolublemente ligado á ella continúa, devolviendo á su madre servicios inmensos é incesantes. La química no podría dar un paso sin valerse del cristal; ni reemplazarle por otro servidor que no tuviera ni su trasparencia, ni su resistencia á la acción destructora de casi todos los reactivos; ni en fin su facultad de ablandarse por el calor; y de recibir, por el soplo y la torsión, las mil formas extrañas que tienen las vasijas usadas por el químico en el laboratorio.

Debemos tener presente que con esos mismos instrumentos de cristal ha encontrado el químico, y sigue encontrando todos los dias las mejoras que se pueden introducir en la fabricación de esta sustancia; en el cristal se han producido las reacciones que le han indicado, por ejemplo, las materias mas á propósito para componer el cristal de pivette, ese producto especial que es precisamente el que se aplica á todos los instrumentos de química.

En una palabra, á no ser por la química, el cristal estaría aun, industrialmente hablando, en estado rudimentario, y nosotros, para disfrutar de un poco de claridad en nuestras habitaciones, nos veríamos obligados á tener la puerta abierta. En cambio, á no ser por el cristal, la química carecería del mas indispensable de todos sus medios de investigación, y quedaría bastante limitado el campo de sus descubrimientos sucesivos.

Producir cristal barato fue la cuestión propuesta á la química, y al punto nos proporcionó esta los medios de lograrlo. La química ha encontrado en una de las sustancias que mas abundan en nuestro globo, en la sal marina, la sosa artificial, que tan económicamente ha sustituido en el cristal á la sosa mas escasa y costosa del varech. Eu el agua de mar, en la churre de los carneros etc., ha encontrado la potasa, el álcali del cristal, aunque todavía se la busca entre las cenizas de las mas hermosas selvas bárbaramente incendiadas.

Tampoco ha descuidado la cristalería artística; esta le es deudora de los colores vitrificantes que producen los admirables ventanales de nuestras iglesias-, débele también el ácido fluorhídrico con el cual se graba sobre el cristal del mismo modo que nuestros artistas graban al agua fuerte sobre el cobre, así como los brillantísimos cristales que resplandecen con sus mil fulgores diamantinos en los suntuosos banquetes.

Preciso es acudir á la química metalúrgica para encontrar un arte químico que lance al consumo mayor número y variedad de productos.

En efecto, el hierro es la única materia que tenga mas numerosas aplicaciones que el cristal, y aun así y todo, vemos que este último reemplaza con frecuencia al hierro y sus derivados en los objetos que solo requieren limpieza y dureza, y no tenacidad y ductilidad.

En. razón de estas aplicaciones, cada dia mas numerosas, y sobre todo en razón de la baratura que es el obligado vehículo de los grandes consumos, ha habido que buscar medios de fabricar cristal que fuese poco costoso, sin dejar de tener las cualidades relativas á su empleo, especialmente para las vidrieras, vajilla común y botellas.

Hemos dicho que la química hubia encontrado en la sal marina una sosa mas abundante que la del varech, la salsola kali y la barrilla, y ahora debemos añadir que los químicos y los verdaderos industriales han fijado y fijan de continuo su atención en el consumo del combustible necesario para la fusion del cristal.

«Sine igne nihil operamur: Sin fuego no podemos hacer nada.» Esta divisa de un antiguo alquimista pertenece bajo todos conceptos á los hornos de cristal y á sus fundidores. Los primeros no se contentan con consumir el combustible, sino que lo devoran, encontrando en los segundos alimentadores sobrado complacientes.

Asi es que, antes de que la hulla llegara á ser el combustible industrial general, siempre se establecían las vidrierías en medio de los bosques. La primera condición que requería la designación del sitio para la fábrica era el mas fácil arribo del combustible; lo demás era secundario, lo cual se comprenderá fácilmente si se tiene en cuenta que para producir un kilogramo de vidrio para el consumo se necesitaban unos siete kilogramos de leña.

Hoy basta con la mitad de este peso en hulla, pero todavía es excesivo, y las fundiciones de vidrio tienen que instalarse cerca de las hulleras ó cuando menos á orillas de las corrientes navegables, por las que se trasportan con mayor economía que por las vias férreas. Esta medida, puramente administrativa, no ha hecho economizar un gramo de combustible, y lo úuico que se ha conseguido es reducir el precio de coste de este elemento importante de la fabricación del cristal. Pero la química ha acudido una vez mas á prestar un auxilio mas radical á la solucion de tamaña dificultad, á la vez industrial y de interés general.

Hacia ya mucho tiempo que los notables trabajos de Ebelmen venian llamando la atencion hacia la enorme cantidad de poder calorífico que por desgracia perdían los combustibles á consecuencia de la inutilización de la mayor parte de los productos gaseosos que resultaban de su destilacion. Pouillet demostraba por ejemplo que en nuestros fogones domésticos apenas utilizabamos el 6 por 100 del combustible que ardia en ellos, y que todo lo demás se iba sin provecho alguno por la chimenea. En uno y otro caso, lo que faltaba á estos gases para arder era aire caliente á falta de oxigeno puro.

Para que el oxido de carbono y el hidrógeno carbonado que resultan de la destilación de la hulla en los hornos de las vidrierías puedan arder en el interior de estos hornos, seria menester que encontrasen en ellos aire caliente que no puede existir, sobre todo cuando á consecuencia de las enormes cantidades de carbón de piedra que en ellos se introducen, este destila bruscamente y produce una verdadera represa de gases que colman la capacidad de los hornos y repelen el aire en lugar de dejarlo penetrar y calentarse.— Entonces se ve cómo vomitan las grandes chimeneas de dichos aparatos, torbellinos de espesa humareda arrastrada por las oleadas de gas que no han hecho otra cosa sino enfriar los hornos, cuando por el contrario, deberían haberlos calentado.

El aparato Siemens, aplicado en algunas fábricas de vidrio y en ciertas de cristal, proporciona, sobre todo en las segundas, en que la cuestión de fumivoridad es interesante, la ventaja que debía resultar del uso decombustibles en estado gaseoso para la calefacción de los hornos de vidrio. El aparato Siemens viene á componerse en su parte inferior ó plaza de una capacidad cerrada que contiene uua rejilla inclinada 40º; en esta rejilla se alimenta por medio de una tolva también cerrada una capa de combustible de un metro lo menos de espesor. El aire llega debajo de la rejilla por un orificio cuya abertura se arregla á voluntad. Transfórmase primero en ácido carbónico al atravesar las capas superiores del combustible incandescente se reduce y forma óxido decarbono, el cual pasa por un conducto especial á otra capacidad del piso superior, en donde debe filtrar á través de un enrejado compacto y profundo de ladrillos refractarios. Estos se han calentado previamente por los gases que salen del horno; y por lo tanto los nuevos gases combustibles se calientan necesariamente á consecuencia de su contacto forzoso con dichos ladrillos.

Una cantidad dosificada de aire atmosférico sufre asimismo igual elevación de temperatura al atravesar una red semejante de ladrillos calientes y por consiguiente el aire y el óxido de carbono llegan al pié de los puentes del horno á una temperatura favorable para su combustion, y al quemarse allí desarrollan la necesaria para la fusion del vidrio.

Este sistema presenta, además de una notabilísima economía de combustible, la ventaja de proporcionar mayor duración al horno y á los crisoles, puesto que la temperatura es regular, uniforme y no son de temer con los gases esos «golpes de fuego» tan funestos, consecuencia ordinaria de las negligencias de los fogoneros. Cuando los gases han producido todo su efecto útil en el horno, están todavía muy calientes, y se utiliza este calor para hacerles calentar los ladrillos apilados en un segundo compartimiento, que será atravesado á su vez por los gases y el aire atmosférico. Una simple maniobra de inversión por medio de registros abiertos y cerrados, produce fácilmente estos cambios de dirección.

Hay otro sistema que sin haber metido tanto ruido como el de Siemens, merece sin embargo especial mención, por cuanto, además de prestar servicios análogos á los del horno Siemens, tiene sobre él las ventajas de ser mas sencillo, menos costosa su instalación, y la posibilidad de poder aplicarlo sin trastorno alguno a las instalaciones antiguas: nos referimos al sistema Boetius.

Del mismo modo que en el sistema Siemens, los gases se desprenden de un gran montón de combustible que se desmorona gradualmente sobre una rejilla inclinada. El óxido de carbono va á parar directamente al horno, pero antes de penetrar en él, encuentra una cantidad dosificada, de aire atmosférico, calentado por una circulación prolongada en el macizo de los puentes, en los pies derechos de las puertas de trabajo, y en fin, en todas las partes del horno que concentran un gran calor. Esta circulación del aire en el interior de los ladrillos del horno es muy favorable para su conservación; obtiénese fácilmente en el momento de la construcción del horno ó de su reparación, perforando los ladrillos crudos que se emplean en dicha construcción. La entrada del aire se regula por medio de registros.

Asi pues, la parte que la química ha tomado en la enorme extensión del uso del vidrio común consiste en la realización de una economía notable en el consumo del combustible, así como en la producción de los materiales de vitrificación, baratos.— La cabaña mas miserable tiene hoy vidrieras; el brebaje mas detestable se sirve hoy en una botella y se bebe en un vaso; y un espejo que ha costado diez ó doce cuartos está colgado en la pared entre la licencia absoluta del padre y la papeleta de primera comunión de la hija.— Estos preciosos documentos de familia están preservados del polvo y del hollin por dos bonitos cristales que han costado un real cada uno.



Fig. 10. — Modo de estirar el cristal para la fabricación de instrumentos químicos.

Mirad la huerta y veréis algunos melones madurando bajo campanas de cristal; cuando su amo los venda sacará por ellos cinco ó seis hermosos pesos duros sin saber que debe esto y otras muchas cosas á nuestra ciencia, á la química.

Las mejoras no penetran sino á fuerza de tiempo en las fabricas de vidrio. Todavía hoy la mayor parte de los hornos están construidos sobre cuevas que suministran el aire á las rejillas ; estas se hallan al nivel del pié de los puentes en los cuales están colocados los crisoles. Hay hornos de todos tamaños; en los unos solo caben cuatro ó seis crisoles, los otros tienen hasta ocho y diez, repartidos en los puentes en los que hay por tanto dos, tres, cuatro ó cinco. Los dos puentes están separados por un espacio vacío (la fosa) cuyo fondo, atravesado en su centro por un agujero, recoge y da salida por este agujero á todo el vidrio que rebosa de los crisoles, y también á las escorias que se forman en su superficie. Este agujero se obtura á menudo espontáneamente por la aglomeración del vidrio que se solidifica en él; y entonces la masa en fusión se acumula desmedidamente en el fondo de la fosa, siendo por lo tanto preciso hacer desaparecer el obstáculo que se opone á su salida. — Un fundidor baja á la cueva, se sitúa bajo el fondo de fosa, y armado de su espetón agudo, procura romper el tapon de vidrio que se encuentra sobre su cabeza. Naturalmente, debe tomar mil precauciones para escapar con presteza á fin de que no le alcance un verdadero torrente de lava cuando le haya facilitado la salida rompiendo el tapón (1).


(1) Jamás se borrará de mi memoria un suceso que tiene relación con esta operación.

Un fundidor estaba ocupado cierta noche en desempeñar tan peligrosa maniobra. Situado bajo el fondo de fosa, con los ojos levantados hacia el tapon, golpeaba con la punta de su espetón aquella masa de vidrio que no quería romperse, cuando le saltó á un ojo una malhadada chispa. El dolor le obligó á bajar la cabeza, y por consiguiente, á perder de vista el fondo de fosa y su tapón: harto tenia que hacer con restregarse los ojos.

De pronto, sin que pudiera preverse lo que iba á suceder, no tan solo el tapón, sino también el fondo de fosa entero se derrumbó sobre la cabeza del desgraciado; y en un instante, tan rápido como el pensamiento, todo su cuerpo, menos la cabeza resguardada por el sombrero, quedó inundado de una espesa capa de vidrio liquido que se extendió por el suelo en torno suyo. Quedóse sin saber lo que le pasaba, como herido de un rayo, pero de pié, en medio de aquel mar de fuego, en el cual parecía plantado como una baliza flameante.

Cuatro, cinco, tal vez diez segundos —diez siglos— trascurren antes que, cosa rara, el primer dolor despierte su pensamiento anonadado, y le haga tener conciencia de su espantosa situación: sus zuecos despedían llamas!.. Hace maquinalmente un movimiento para salir de aquel fuego; pero sus zuecos se lo impiden.... están empotrados en el vidrio pastoso que los aprisiona; y sus pies solos, sus pobres pies descalzos salen de los zuecos y  se hunden hasta el tobillo en aquel lago incandescente!.... Entonces exhala su primer grito de angustia!

Pero el instinto de la vida no se ha extinguido en él; tambaleando bajo el peso de la onerosa capa de vidrio abrasador que le envuelve, arrancando sus pies uno tras otro de la lava en fusión que cubre el suelo, efectúa al fin aquella horrible travesía, y cae lanzando otro grito.

Entre tanto los fundidores acuden á la cueva y encuentran junto á un gran charco de vidrio enrojecido, otro bulto vidrioso que se revuelca echando llamas!... ¡Es Guilbert!... su compañero..... Le inundan de agua, le apagan..... Resuena otro grito de dolor por el cual comprenden que tal vez no ha acabado aun todo para el infeliz; uno de ellos ha querido levantarle cogiéndolo por debajo del brazo, y se le ha quedado en la mano un horrible puñado de carne achicharrada, sangrienta!

¿ Podrá creerse ? Guilbert vive todavía!... A fuerza de cuidados activos, inteligentes, desinteresados, pudo contenerse milagrosamente el soplo de vida que iba á escaparse de aquel tronco carbonizado. Pero Guilbert se ha quedado sordo; una piel fina y encarnada reemplaza en sus omoplatos y en una parte de su cuerpo la carne consumida: una membrana suelda su brazo derecho á su cuerpo, y por consiguiente ha perdido el uso de él.. También ha perdido su nombre de Guilbert: hoy no se le conoce sino con el de San Lorenzo.

He hablado veinte veces con San Lorenzo de su espantosa catástrofe, y siempre le hemos oido narrar con doloroso interés las mil circunstancias dramáticas del suceso. Pero el buen hombre hablaba mas largamente de los solícitos cuidados que se habian tenido con él. y sobre todo recordaba el compasivo y bondadoso arranque de una dama muy bella que no tuvo inconveniente en besar, en su lecho de dolor, aquel rostro inflamado que no debía tener nada de agradable.

Siempre me ha costado trabajo hacer que el buen hombre pasara por alto aquel recuerdo; sobretodo cuando queria que me describiera el espantoso momento en que se le quedaron los zuecos cogidos en el vidrio, porque este recuerdo le causaba un horror particular, así es que en seguida volvia á su detalle predilecto.

«Me llevaron en seguida á una buena cama... con sábanas! y sábanas tan finas como batista!... Me daban caldo de gallina... y vino añejo de Burdeos... que era exquisito. Pero todo esto, añadía inmediatamente, no valia lo que el beso que me dio la señora baronesa... figúrese V., caballero, una señora tan hermosa!... Oh! no debía tener pizca de orgullo.»

P. D. En el momento en que escribimos estas lineas, se nos da la noticia de la muerte de San Lorenzo ; una muerte bien sencilla.

Cuando los prusianos entraron en su país, el viejo Guilbert quiso empuñar un fusil, y lo empuñó ; pero no tardo en advertir que sus piernas y sus brazos consumidos se negaban á todo servicio. Entonces metiéndose en la boca la del cañón del fusil, y apoyando lo que le quedaba del dedo gordo del pié en el gatillo, -aquel loco,- dicen las gentes del país, se levantó la tapa de los sesos.
 

Las «composiciones» que toman el nombre de cenizas se aglomeran en las arcas de frita que contribuyen á calentar los gases del horno antes que estos se escapen por la chimenea. Se las remueve con frecuencia con objeto de renovar las superficies, y todavía están muy calientes cuando por medio de largas palas se las saca del arca para pasarlas á los crisoles.

Las cenizas están sometidas allí á una temperatura muy elevada que al fundirlas da lugar á su concentración; entonces se llena el vacio que resulta en los crisoles echando nuevas cenizas, las cuales se funden á su vez. Fórmanse entonces toscos silicatos polibásicos; pero su mezcla no es uniforme en toda la profundidad del crisol, y se obvia esta falta de homogeneidad braceando él vidrio, es decir, revolviéndolo vigorosamente con un hurgon. Este primer braceaje es preparatorio y se completa con otro que acaba de mezclar radicalmente todas las capas de vidrio, y entonces se dice que este está trufado.

Cuando el vidrio está perfectamente fundido, braceado y trufado, se procede á disminuir el fuego, á cuyo efecto se emplea un carbón que despida menos humo que el de fundicion, por cuanto la temperatura del horno debe de conservarse las diez horas que dura el trabajo de los obreros, pero de modo que no les moleste el humo. Con la disminución del calor cesa también la ligera efervescencia que mantenia en el vidrio, el cual se calma, se apacigua.

Ha llegado el momento critico; los obreros están preparados en sus respectivos puestos, pero el vidrio ¿será bueno? ¿será duro ó blando? Todos lo ignoran aun, porque nadie sabe á punto fijo lo que se ha hecho.—Véanse esos operarios que trabajan el cristal con una destreza inconcebible ; su jefe vendrá en seguida con un aire de suficiencia chocante; pero tanto los obreros como el amo desconocen las causas físicas que hacen que el vidrio sea bueno ó malo. No saben lo que es un pedazo de vidrio, y lo que es peor aun, no quieren saberlo. Uno y otros viven y mueren en la ignorancia absoluta y voluntaria de las teorías físicas y químicas que rigen en el arte que practican, y como consecuencia natural de esa ignorancia, les merecen muy poca consideracion la química y los químicos; verdad es que, dado el modo de practicarse dicha ciencia en muchas fábricas de vidrios, no es muy á propósito para inspirar gran confianza y respeto.

En una fábrica importante á la que me llevó la casualidad, tuve ocasión de cerciorarme del modo grotesco con que se interpretan las fórmulas químicas. Alli se fabricaban botellas cuyo vidrio las debe componerse de unos 66 de sílice, 25 de cal, 4 de magnesia (accidental en la cal), 2,40 de óxido de hierro y de aluminio, y por ultimo, 2,60 de sosa.

Estas cantidades, determinadas por el análisis de diferentes vidrios cuya buena calidad está reconocida, parecen ser y son en realidad de facilísima dosificación. Puesta esta fórmula en práctica, resta solo tener en cuenta la pérdida por el calor, del ácido carbónico de !os carbonatos de cal, magnesia y sosa introducidos en la mezcla, y hacer en consecuencia la dosificacion proporcional de estas bases.

La fábrica do vidrio en cuestión explota por desgracia suya un banco de caliza arenosa que desde tiempo inmemorial se considera como una mina de arena, sin duda porque la gran friabilidad de esta caliza le daba la apariencia de una «arena» aglomerada, y sin duda también porque de una antigua y única análisis de esta materia se habia deducido la existencia de una fuerte proporcion de arena; circunstancia muy admisible como se verá.

En efecto, cuando en la formación por amalgama de esta especie de caliza, la materia amalgamada es tan mueble como la arena, sucede con frecuencia que sufre todos los accidentes del acarreo, que no se reparte de un modo uniforme en la masa, la cual no es en si mas que una sucesión de depósitos estratificados, mas irregulares todavía. Habrá banco que contenga 50 por % de arena en una zona, y 15 por 100 solamente en otra; el banco inmediato no contendrá sino 25 por 100, etc.— En una palabra, para obtener prácticamente un promedio en arena de semejante caliza, habría sido menester que su explotación se hiciera en grande escala y de modo que comprendiera todos los bancos á la vez, y además que el producto de esta explotación se sometiera á mezclas y manipulaciones tan costosas que su empleo fuese industrialmente imposible.

Lo cierto es que la fábrica de vidrio á que aludo consideró muchos años dicho producto como arena caliza, invariablemente compuesta de las cantidades de arena y de cal indicadas por su antigua análisis, y con arreglo á este punto de partida se la hacia entrar en proporción considerable en la composición del vidrio. Comprenderáse, pues, que teniendo algunos días 75 por 100 de caliza, otros 25 por 100 y otros 30, aquella supuesta arena debia de causar perturbaciones incesantes en la composición y calidad del vidrio. Tan pronto era este demasiado silíceo, y por consiguiente duro de fundir y de trabajar, como sobrado básico y entonces muy blando, pudiendo darse por muy satisfechos el dueño y los operarios el dia en que la casualidad hacia que las proporciones de sílice y arena fuesen las convenientes.

Un quimico, un verdadero y excelente químico que dirigió la fábrica unos cuantos meses, dió en breve con la causa principal de la calidad irregular del vidrio; pero no consiguió que se renunciara por completo al uso de aquella arena, y lo mas que pudo alcanzar fue que se la sometiera diariamente á prueba antes de la dosificación. Estas pruebas, que no se pueden hacer sino en cantidades insignificantes, imprimen sin duda alguna una dirección algo mas acertada á la dosificación de las composiciones, pero no pueden remediar todos los inconvenientes que resultan del empleo en grandes masas de una materia tan irregular.

Este ejemplo, entresacado de otros muchos, demuestra la urgente necesidad de estimular con vigor la instrucción profesional elemental. Es preciso hacer comprender al trabajador cuan humillante es para él el manejar toda su vida una sustancia cuya naturaleza ignora, y cuyas condiciones no sabe mejorar por lo mismo. La dificultad de adquirir los conocimientos teóricos rudimentarios propios de cada profesión no tiene nada que pueda arredrar ; para «el arte del vidriero» por ejemplo, el programa es bastante sencillo.

Bastaria explicarle el cometido del oxigeno del aire en la combustión del carbono y del hidrógeno de la hulla que emplea; luego enseñarle lo que es la silice, los carbonatos terrosos y alcalinos, los óxidos metálicos colorantes que entran en la composición del vidrio, y en fin la acción mediante la cual se unen esos diferentes elementos para constituir una sustancia vitrificada, el vidrio.

Reducidos estos conocimientos á tales proporciones; despojados del espeluznante aparato de la pedagogía, puede adquirirlos fácilmente en ocho dias cualquier hombre algo instruido y que conserve una ligera práctica del estudio, necesitándose quince y nada mas para dotar de ellos á un simple obrero.

Despues de aprender esto, no será ciertamente un sabio, pero á lo menos dejará de ser un órgano inconsciente, que desempeña maquinalmente su tarea en una obra rodeada para él de dificultades sin número, y ¿quién sabe? la luz que se hará en su mente quizás engendre algún dia una grande idea que no podrá germinar hoy en ella, porque este terreno virgen carece de dos cosas indispensables: la semilla y la luz.

Volvamos ya á ocuparnos del vidrio común.

En razón del grado de impureza de las materias que entran en la composición del vidrio común, seria muy importante prestar á su elección y dosificación una atención rigurosa, porque los defectos naturales de esta clase de vidrio son ya harto numerosos para agravarlos con una negligencia voluntaria.

El vidrio de botellas ó vasos ordinarios, formado de la mezcla mas bien que de la combinación de dos silicatos, propende á dividirse en dos productos distintos bajo la acción disolvente del agua, sobre todo cuando la favorece el calor. Uno de ambos silicatos, el de sosa, se disuelve entonces mas ó menos rápidamente y desaparece; el otro, el terroso, persiste, pero ha perdido la trasparencia del vidrio; por consiguiente, se alteran la forma y solidez del objeto.

En los campos de las cercanías de París, en todos los sitios donde se echan las basuras y escombros de la gran ciudad, no es raro encontrar cascos de botellas que después de estar mas ó menos tiempo al sol y á la lluvia, se cubren de una película opalina, irisada, que se cae al menor esfuerzo, encontrándose debajo de ella el vidrio intacto.— Esta película no es otra cosa sino el antiguo vidrio, menos el silicato de sosa que, disuelto por la lluvia unida al calor solar, ha desaparecido, dejando como caput mortuum, el silicato terroso de cal y de aluminio que subsiste dislocado, opaco y sin consistencia.

Igual fenómeno se advierte con frecuencia en ciertos vidrios expuestos, en un sitio cerrado, al calor y al vaho de los líquidos hirvientes. Estos vidrios se deshojan formando escamas sucesivas que solo tienen la trasparencia lechosa del nácar, así como las irisaciones de esta sustancia; al analizarlos, no se encuentra en ellos sino silicato de cal, porque el de sosa ha desaparecido disuelta por el agua.

Esta desagradable propiedad se nota todavía mas en las botellas en que se guarda el vino añejo. El vidrio de botellas, que ha de fabricarse muy barato, debe ser por este motivo económico y muy fusible, es decir, muy básico. Los materiales que entran en su composición son también los mas baratos posible, y por consiguiente de inferior calidad, de todo lo cual resulta que esta clase de vidrio, en la cual entra, además de sosa y cal, óxido de hierro, aluminio y magnesia, tiene todavía mas propensión que el vidrio de los cristales comunes á descomponerse por efecto del ácido del vino. M. Peligot hace mención de ciertas botellas en las cuales se alteraba en pocos dias el vino de Champagne á consecuencia de una descomposición rápida del vidrio de las mismas.

Otra de las causas de fragilidad del vidrio especial aplicado á la fabricación de esta clase de botellas está en la notable cantidad (2,5 por 100) de óxido de hierro que se introduce separadamente en su composición para darle color.

En este vidrio, los silicatos de que acabamos de hablar (alcalino y terroso) no se combinan totalmente con la nueva base colorante (protóxido de hierro), sino que se forma un tercer silicato — silicato en que predomina la base ferrosa, — que colora físicamente la base de los otros dos silicatos: la embadurna, no encontramos otro vocablo que mejor exprese nuestro pensamiento. A causa de esta especie de interposición del silicato ferroso entre las moléculas de los otros dos, manifiestan cierta tendencia á separarse, y así se conoce por una resistencia menor en la presión interior.

Hemos tenido ocasión de cerciorarnos de esta inferioridad de resistencia del vidrio «champañés,» haciendo pruebas comparativas entre muchos centenares de botellas fabricadas con este vidrio, é igual número de botellas idénticas en su forma, espesor y recocido, y construidas por el mismo obrero, pero con vidrio claro. La resistencia de estas últimas era constantemente un 20 á 25 por 100 superior á la de las primeras. Hé aqui cómo nos explicamos por el raciocinio teóricamente las relaciones químicas que producen tan enojoso resultado en el vidrio champañés.

Las materias empleadas (arena, caliza, óxido de hierro y sal de sosa) son de estructura tosca, y cuando llegan á los crisoles, su mezcla lo es también, necesitándose, por parte del calor, un gran esfuerzo mecánico para reunirlas según sus esfuerzos de combinación.

Al principio, al menor calor (rojo oscuro) se forma un primer silicato, el silicato de sosa (vidrio soluble), a consecuencia de la combinación de una corta cantidad de sílice (arena) con un gran exceso de sosa. Este silicato no es definido; y como la cantidad de sosa que puede combinarse con la sílice es limitada, únicamente la casualidad (que ha puesto fortuitamente en contacto en el crisol una reducida cantidad de silice con otra relativamente grande de sosa) es la que regula el grado de alcalinidad del primer silicato, y por lo tanto, este no puede ser persistente.

Sin embargo, lo es lo bastante para que otra pequeña cantidad de arena, puesta asimismo en contacto fortuito con el óxido de hierro, pueda formar con este, á una temperatura mas elevada, un segundo silicato, vitreo pero definido, y cuya molécula persistirá, indiferente á toda nueva trasformacion, en medio del baño vitreo y líquido de los otros silicatos de sosa y de cal. Su densidad igual le permitirá sobrenadar en dicho baño á todos los niveles; podrá dividirse, mezclarse con él hasta lo infinito, pero sin combinarse nunca, por mas que se intente.

¿No queda suficientemente demostrada la posibilidad de la coexistencia, sin combinaciones, de dos silicatos distintos en un vidrio, cuando, en uno que esté violentamente colorado por el manganeso, se ve el silicato manganoso-mangánico separarse por el reposo en el crisol, y ocupar el fondo de este en razón de su mayor densidad, al paso que los silicatos de cal y de sosa, casi decolorados, se quedan á la superficie, posición que les impone su ligereza relativa?

Asi pues, lo mismo en el caso del silicato de hierro que en el de manganeso, la coloración de la totalidad de los silicatos en fusión será puramente física y no química. La molécula de los silicatos incoloros estará envuelta, embadurnada como hemos dicho antes, por la molécula de silicato de manganeso ó del de hierro.

Tal vez se nos pregunte por qué los fabricantes de vino de Champagne, tan interesados en esta cuestión de solidez del vidrio, dado que todos los años la rotura de las botellas bajo la presión del ácido carbónico del vino les acarrea pérdidas considerables, tal vez se nos pregunte, decimos, por qué no renuncian á su vidrio verdoso, que no da ninguna cualidad particular á su vino. Después de reflexionar un momento, no contestaremos á esta pregunta, y con motivo; tenemos á la vista, á dos pasos de la mesa en que escribimos, un horrible cilindro negro con el cual nos cubrimos la cabeza hace mas de treinta años, y que es sin disputa mas feo, mas incómodo, mas incomprensible que el color aceitunado de las botellas de los fabricantes champañeses.

En la solubilidad del silicato de sosa, tan funesta para los objetos de vidrio común, la química ha descubierto una cualidad y un nuevo producto útil, el vidrio soluble. La solubilidad de un silicato alcalino (de potasa ó de sosa) es proporcional á la cantidad de álcali que entra en su composición. Un vidrio compuesto de 2 partes de sílice y 11 de carbonato de potasa es soluble en agua fria.

Fuchs, químico bávaro, vió que esta solución tenia la propiedad de hacer la madera y los tejidos, si no incombustibles, á lo menos no inflamables. La falda de muselina de una bailarina no se inflamará al contacto del gas de la batería de proscenio si se la ha sumergido de antemano en el vidrio soluble de Fuchs.— Todos los lienzos, las decoraciones teatrales, los trastos, etc., á los cuales se haya dado una capa de vidrio soluble, adquieren por este medio una incombustibilidad relativa. Pero tan hermoso resultado tiene en su contra un feo defecto; el silicato de potasa, en razón de su solubilidad, es muy higrométrico; y las telas que han recibido esta preparación atraen la humedad como sucede con la ropa que se ha empapado de agua salada; siempre están mas ó menos húmedas y el polvo se pega obstinadamente á ellas. Aparte de esto, el silicato alcalino tiene la propiedad de alterar ciertos colores.

Se ha debido por tanto renunciar al uso del vidrio soluble para hacer que las telas no sean inflamables. M. Kuhlmann de Lila ha descubierto otra aplicación en la silicatizacion de las calizas blandas, á cuyo empleo parece haberle predestinado su antiguo nombre de licor de los guijarros. Creemos que no es la potasa, sino la sosa, la base alcalina del vidrio soluble de M. Kuhlmann.

Este químico ha observado que cuando se metía creta en el «licor de los guijarros,» y luego se la secaba, adquiría la dureza del mármol, y que así como este, era susceptible de un hermoso pulimento. Esta creta, así silicatizada, y sometida á la humedad, no perdía nada de la dureza adquirida. Naturalmente se le ocurrió la idea de utilizar esta propiedad para la conservación de nuestros monumentos, construidos en su mayor parte con caliza blanda, y susceptibles por consiguiente de deteriorarse rápidamente por la influencia de los agentes atmosféricos; como así lo vemos por desgracia en un gran número de monumentos de París y en especial en la columnata del Louvre.

No es posible zambullir un monumento como un pedazo de creta en una solución de silicato de sosa, de suerte que solo por simple aspersión se le puede aplicar este procedimiento de conservación; únicamente su superficie es la que puede preservarse, y aun así y todo ya es mucho.

El cristal es un vidrio de base de plomo, cuando no lo es de zinc, como el de M. Clernandot que nos reserva una maravilla de brillo y limpidez.— No siempre ha sido el plomo la base principal del cristal; todo el tiempo que ha sido la leña el único combustible aplicado á la fusión de este producto, la base del cristal era, como en el vidrio de aquella época, la potasa. Pero cuando la leña fué mas escasa y cara, cuando hubo que apelar á la hulla para sustituirla, presentóse un grave inconveniente; la calefacción por medio de 1a hulla coloraba el cristal.

Para combatir esta enojosa influencia de la hulla, los fabricantes idearon cubrir sus crisoles con una cúpula provista de un pico que iba á desembocar á las puertas de trabajo y merced al cual se recogía el vidrio. Pero entonces el calor no tenia bastante acción sobre el silicato de base de potasa, y este no era ya lo suficientemente fusible. Tratóse, pues, de reemplazar la potasa con una base menos refractaria, y se la encontró en el minio (óxido de plomo). Esta transformación en el arte del vidriero se inició en Inglaterra, en la primera mitad del siglo XVII, habiendo conservado este cristal el nombre de flint glass.

La composición media de dicho cristal es la siguiente: sílice 56, plomo 35, potasa 9, á cuyas sustancias se agrega un poco de peróxido de manganeso. Este peróxido, que toma entonces el nombre de jabon de vidrieros, tiene por objeto blanquear el cristal. Cediendo un átomo de oxigeno al protóxido de hierro que puede haber accidentalmente en estado de silicato en el cristal (en cuyo caso lo tiñe de verde), lo trasforma en silicato de sesquióxido, cuyo matiz amarillo es poco aparente.

Hemos visto que no se escogian con el cuidado debido las primeras materias para la fabricación del vidrio común, lo cual es, en nuestro concepto, una economía mal entendida. En cambio para la del cristal se toman las precauciones mas minuciosas en la elección de las materias destinadas á la vitrificacion, porque deben ser tan puras como pueda darse.

En Francia se escoge la arena entre las mas blancas de Fontainebleau y de Champagne; y antes de emplearla se la lava, seca y tamiza.

La potasa es de varias procedencias; se la importa de Toscana y de América, y también se la extrae de los resíduos de la fabricación del azúcar de remolacha; asi como del churre de los carneros, cada uno de cuyos vellones da unos 200 gramos. Balard extrae la potasa del agua de mar.

Sea cual fuere su origen, disuélvese la potasa ea una corta cantidad de agua, insuficiente para disolver otras sales que no sean carbonato de potasa. Esta disolución se filtra y se pone á secar un rato.

Fabrícase el óxido de plomo (minio) con plomos muy puros que se oxidan en la plaza de un horno de reverbero; allí se trasforman en albayalde calcinado que es el primer grado de oxidación, y este se completa con una calcinación al rojo oscuro que convierte el albayalde en minio.

Estas tres sustancias, rigurosamente dosificadas, se funden en hornos análogos á los usados en las fabricas de vidrio común, pero que hoy se calientan generalmente con combustibles en estado gaseoso, y por medio del aparato Siemens.

Con este cristal plomizo se fabrican esos maravillosos objetos cuyo brillo aumenta con la talla, que aviva y dispersa sus destellos. Se los realza además introduciendo en su composición ciertos óxidos metálicos que les comunican los colores mas brillantes. Estos óxidos son los de cobalto, uranio, manganeso, cobre, hierro, antimonio y cromo. El oro, en forma de cloruro, la plata, el carbón, el azufre, son asimismo agentes de coloración. «El fabricante de cristal, dice M. Peligot, posee hoy una paleta tan variada y rica como la del pintor, y no hay color ni matiz que no pueda aplicar á sus productos á medida de su deseo.»

¡Y qué partido ha sabido sacar! El encendido rubi, el zafiro azul, la verde esmeralda, el topacio y la amatista, esas obras deslumbradoras de la naturaleza encuentran sus rivales en los cristales teñidos por el químico, que precediendo al fabricante de cristal, le suministra liberalmente los medios de competir en sus obras con las mas raras maravillas creadas por el gran joyero del universo.

El cristal proporciona inagotable materia para tratar de él, y se pasan las horas escribiendo, discurriendo acerca de este producto; pero por mucho que de él se hable, siempre queda algo por decir.

¿Hemos hablado acaso del crown-glass, cristal de base alcalina que tan grandes servicios presta á la óptica? ¿del cristal de espejos, silicato mas terroso, menos alcalino que el precedente, y en el que, predominando la sosa, le comunicaría su matiz verdoso, si el quimico no dedicara toda su atención á purificarlo, eliminando de él todo vestigio de hierro ?

Tampoco nos hemos ocupado del cristal opalino, del de Reaumur, ni de ese extraño fenómeno de amorfismo que ocurre en los cristales que, á ejemplo del fósforo, pierden su trasparencia y adquieren nueva textura á consecuencia de exponerlos mas tiempo al calor.



"Las maravillas de la química - Biblioteca de las maravillas"  Marcial Deherrypon
Traducción de Manuel Aranda y Sanjuan
Trilla y Serra, Editores, Barcelona, (Hacia 1875)
Calle Baja de San Pedro, Núm. 17.