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Anticiparse al agotamiento del petróleo

Para evitar crisis ingobernables


DENIS BABUSIAUX* Y PIERRE RENE BAUQUIS * *

Las llamadas reservas de petróleo probadas se estiman en 1 a 1,2 billones de barriles, es decir alrededor de 150.000 millones de toneladas o la producción de unos cuarenta años al ritmo actual. Están distribuidas de manera muy desigual: aproximadamente las dos terceras partes se encuentran en Oriente Próximo. Su evolución no permite sin embargo prever la de la producción petrolera, ya que los datos relacionados con las reservas dan lugar a vivas controversias entre escuelas de pensamiento, optimistas unas, pesimistas otras.

El grupo de optimistas está conformado esencialmente por economistas, tales como Morris Adelman y Michael Lynch, del Massachussets Institute of Technology (MIT), quienes señalan, ante todo, que las anteriores proyecciones de una disminución de los recursos siempre han sido desmentidas. Así, a finales del siglo XIX, numerosos expertos preveían la interrupción de un desarrollo industrial basado en la energía del carbón, cuyas reservas se estimaban entonces en 20 años de producción al ritmo de la época. Más cerca en el tiempo, en 1979, British Petroleum (BP) publicaba un estudio que anunciaba un pico de la producción mundial de petróleo (excepto de la URSS) para 1985. Los optimistas observan también que la mayor parte de las perforaciones de exploración se realiza en los países que ya han sido muy explorados. Además, las reservas obtenidas mediante técnicas de producción modernas y la revaluación de las reservas de antiguos yacimientos suelen ser menos costosas en lo que respecta a su explotación, particularmente en Oriente Próximo, que las obtenidas mediante exploración. De ahí la limitación de esta actividad en países que ofrecen sin embargo las mejores perspectivas de descubrimientos.

Las producciones posibles, según Adelman, son el resultado de una carrera entre el agotamiento de los yacimientos conocidos, por un lado, y el progreso técnico que permite acceder a nuevas reservas, por otro. Hasta ahora, este último se ha impuesto siempre, con algunos efectos que conducen a crecimientos relativamente regulares: disminución de los costes de perforación, mejora de los niveles de recuperación, mejor imagen del subsuelo. Otros efectos son más difíciles de prever. Así, a comienzos de los años ochenta, la producción de los aceites extrapesados de la cuenca del Orinoco, en Venezuela, sólo se consideraba rentable sí el precio del barril de crudo superaba los 30 ó 40 dólares de la época. Los avances técnicos, principalmente la generalización de la perforación horizontal, permitieron reducir este umbral a menos de 15 dólares (en el curso de 2004).


Previsiones pesimistas

Los pesimistas están agrupados en su mayoría en el seno de la Asociación para el Estudio del Cénit del Petróleo y el Gas (Association for the Study of Peak Oil and Gas. ASPO). Insisten ante todo en el carácter político de la revaluación de reservas efectuada en 1986-1987 por los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que no corresponderían a verdaderas reservas probadas. Consideran que el pico de la producción mundial se ubicará entre 2005 y 2010, en un nivel cercano a los 90 millones de barriles por día, incluyendo todos los hidrocarburos naturales.

Para fundamentar su tesis, recuerdan que disponemos finalmente de un acceso al conjunto de datos de todas las cuencas petroleras, así como de un muestrario suficiente para que las metodologías de predicción de las reservas por descubrir sean en adelante razonablemente fiables. La incertidumbre recae esencialmente pues en la evolución futura de la parte de los volúmenes recuperables a partir de los recursos in situ. Sobre este tema, las conclusiones difieren: para los optimistas, el nivel promedio de recuperación de dichos volúmenes podría pasar, en los próximos 50 años, de aproximadamente un 35% en la actualidad a un 50% e incluso un 60%; para los pesimistas, en cambio, las mejoras serán limitadas y corresponderían esencialmente a aceites pesados y extrapesados.

Diferentes equipos de especialistas proponen una visión intermedia, particularmente los del United States Geologícal Survey (USGS), para quienes las últimas reservas de petróleo convencional serían del orden de los tres billones de barriles, de los cuales aproximadamente un billón ya ha sido consumido, poco más de un billón corresponde a reservas probadas, el resto a reservas por descubrir. Este cálculo aproximado coincide también con las estimaciones mínimas de los geólogos del Instituto Francés del Petróleo (IFP), efectuadas a partir de datos actualmente disponibles, y conduce a un máximo de la producción mundial para poco después de 2020. Con hipótesis un poco más optimistas sobre los volúmenes por descubrir, ya no mínimos sino promedio, y un incremento de los niveles de recuperación, el pico podría postergarse hasta 2030. Si las estimaciones del USGS debieran revisarse al alza, tal como sucedió en el pasado, integrando los recursos no convencionales, la caída podría postergarse más allá de 2030.

Cabe considerar que existe un continuum de recursos en hidrocarburos: yacimientos a los que resulta más difícil acceder, trampas más complejas, más difíciles de detectar, petróleo en mares profundos y muy profundos, aceites extrapesados, arenas asfálticas, esquistos bituminosos. Este continuum no se limita a los hidrocarburos de origen petrolero: existen numerosas investigaciones sobre el desarrollo de técnicas de producción de carburantes líquidos a partir del gas natural (Gas to Liquids: GTL o GTS) o del carbón. A finales de 2003 se lanzaron en Qatar varios proyectos GTL de gran envergadura y muchos otros se encuentran en estudio. Este continuum se extiende a los carburantes surgidos de la biomasa.

A más largo plazo, es posible incluso considerar una "carbonación" del hidrógeno producido a partir de la energía nuclear o de una energía renovable. Debe recordarse sin embargo que la producción de petróleo no convencional o sintético conduce a consumos de energía, y por ende a emisiones de CO2, más elevadas. Para muchos analistas, el recurso al petróleo corre el riesgo de verse mucho más limitado por las restricciones sobre los gases de efecto invernadero que por una disminución de los recursos.


Precios volátiles

Desde 1987. la volatilidad de los precios se ha incrementado y parece poco probable que pueda reducirse a corto plazo. Sin embargo, si las proyecciones son correctas, las "crisis" petroleras importantes podrían evitarse. Ésta es la posición de la Agencia Internacional de Energía (AIE), que presenta una visión optimista de las producciones posibles en el horizonte de 2030. Es también la hipótesis planteada por Shell que supone un desarrollo suficientemente rápido de las energías renovables. Pero un análisis muy diferente proponen especialistas preocupados por la ausencia de visión a largo plazo de la mayoría de los actores. Para ellos, la aparición de un pico de la producción petrolera mundial, o la simple toma de conciencia de su llegada, corre el riesgo de traducirse en una tercera "crisis", cuya brutalidad dependerá del grado de anticipación.

Al igual que en 1980. la subida de los precios podría generar ahorros de energía y sustituciones que redujeran la demanda y permitieran por consiguiente postergar la caída de las producciones. Se podría estar en presencia de un "camello de dos jorobas", retomando la expresión de Pierre Radanne, ex presidente de la Agencia del Medioambiente y el Control de la Energía (ADEME). El análisis propuesto recientemente por uno de los autores de estas líneas (Pierre-René Bauquis) plantea la hipótesis de una triplicación o cuadruplicación de los precios en moneda real, que de aquí a 10 ó 15 años alcanzaría un nivel de cien dólares 2003 por barril. Una subida semejante haría necesario implementar políticas de ahorro de energía, particularmente en el sector del transporte automotor, aumentar sin mayores subvenciones la parte de las energías renovables, así como la producción de carburantes sintéticos, relanzar los programas nucleares y desarrollar la producción de hidrógeno a partir de energía nuclear.

Un futuro sin crisis petroleras es bastante poco probable, aun cuando se alienten hipótesis optimistas. No basta, en efecto, con que los recursos y las técnicas estén disponibles, es necesario además que las inversiones que permiten el aumento de la capacidad de producción se realicen a tiempo. El factor más eficaz para evitar una escasez sería la existencia de un consenso sobre su llegada.                                                                         



* Director adjunto de investigación del Instituto Francés del Petróleo (IFP). ** Ex director de Estrategia y Planificación del Grupo Total.
Ambos dirigen el grupo de trabajo Petróleo de la Academia de Tecnología y son los autores de un proyecto de informe que profundiza lo analizado en este artículo.




LE MONDE Diplomatique
Edición española
Valencia, enero 2005