PHILIPPE MÜHLSTEIN *
     
   Los modos de transporte tienen rendimientos energéticos muy diferentes, 
 y los que ofrece el mundo vial dominante no son favorables en términos 
 de consumo y de impacto sobre el medio ambiente. Teniendo en cuenta las tasas
 de utilización observadas, un mismo gasto de energía le permite
 a un viajero recorrer en TGV (Tren de alta velocidad) una distancia 4,5
veces  más grande que en automóvil y 9.5 veces más grande
que  en avión. Para los desplazamientos urbanos, la distancia posible
es  11 veces mayor en tranvía y 2,5 veces más importante en
autobús  que en automóvil.
     
   Con el mismo consumo de energía, una tonelada de carga recorre
5  veces más distancia por cabotaje marítimo, 4 veces más
 en tren y 2 veces más por vía fluvial que en camión.
 Éste último, sin embargo, es 20 veces más económico
 que el avión de carga para el tráfico interno. Tanto para
los  viajeros como para las cargas, recurrir al transporte aéreo en
trayectos  internos cortos constituye entonces una aberración energética
 y medioambiental... que. sin embargo, se está desarrollando.
     
   La generalización del aire acondicionado y los automóviles 
 cada vez más pesados, lo que está vinculado a exigencias crecientes 
 de confort y de seguridad pasiva, así como la moda de los 4x4. han 
 anulado totalmente los importantes progresos realizados en los motores de 
 los vehículos durante los últimos 20 años en términos 
 de consumo y de emisión de CO
2. En la Europa de los 25, 
 entre 1990 y 2002, el aumento continuo del transporte vial fue superior al
 20% para los pasajeros y de más del 30% para las mercancías, 
 lo que provocó un incremento de más del 20% en la emisión 
 de gases con efecto invernadero en esos países, debida al transporte. 
 Sin embargo, los inventarios nacionales de emisiones no tienen en cuenta 
el transporte internacional aéreo ni el marítimo. Pero las emisiones
mundiales del transporte aéreo pueden estimarse en el 3% de las emisiones
globales y en el 13% del conjunto de los transportes. Y el tráfico
aéreo crece del 6% al 7% anual desde 1995...
     
   La expansión de los diversos tipos de transporte, que desde hace
 varias décadas contribuye a tornar no sostenible el desarrollo humano,
 está directamente ligada a los mecanismos de la mundialización
 neoliberal. Hay que poder transportar al precio más bajo posible,
hacia las zonas de consumo, los productos fabricados en países que
practican políticas de costes mínimos en términos sociales,
fiscales y medioambientales, con el fin de que la ganancia de las empresas
de esos países no se pierda -literalmente- en el camino. El sector
de los transportes ha sido "liberalizado" y continúa siéndolo,
en sus diferentes modos.
     
   La disminución de los precios proviene del 
dumping social, 
 con la consecuencia de transformar a los marineros y a los chóferes 
 viales en esclavos modernos, gracias al considerable aumento del tráfico 
 y al perjuicio para los derechos humanos y el medio ambiente. Los resultados 
 de las mareas negras del 
Erika y del 
Prestige no necesitan 
comentarios. Los transportes aéreos también se ven ahora afectados, 
con las privatizaciones en serie de las compañías nacionales 
y el auge de las empresas de bajos precios. En cuanto a las redes ferroviarias 
 europeas, su apertura forzada a la competencia. bajo el impulso de la Comisión 
 de Bruselas, ha impuesto la separación artificial de la infraestructura 
 y de los servicios de transporte, en detrimentó de la eficacia técnica 
 y económica del ferrocarril y también de la seguridad de los 
 pasajeros como lo ilustra gráficamente desde hace diex años 
 el caso de Gran Bretaña (l).
     
   Los transportes modelan los territorios, el urbanismo y los modos de vida, 
 y son a su vez modelados por ellos. El urbanismo "funcionalista" implementado 
 después de la II Guerra Mundial provocó la "zonificación": 
 las viviendas en la periferia, los empleos en el centro (los terciarios) 
o en barrios alejados (industria) y el comercio en otros barrios. Estas orientaciones 
 obligaron a los ciudadanos a aumentar la longitud de sus trayectos y sus 
desplazamientos cotidianos, especialmente del domicilio al trabajo. La colonización 
 de los centros de las ciudades por las oficinas hizo aumentar el precio de
 las viviendas, con el resultado de que éstas quedaron reservadas para
 las familias más ricas. Se alentó la segregación social,
 así como el despliegue urbano en la forma de urbanización periférica
 "a la californiana". Como el habitat disperso no se presta para el servicio
 de transportes colectivos, la motorización masiva es una respuesta
 obligada a este tipo de urbanismo.
     
   Bastante después de la mitad del siglo XX, las políticas 
de  ordenamiento del territorio se han llevado a cabo de acuerdo con los mismos
 principios, dividiendo el territorio en zonas de desarrollo agrícola, 
 industrial, comercial y turístico, que subestimaban la cohesión 
 territorial, la geografía y los daños del transporte. El corolario 
 de esta separación artificial ha sido una fuerte política vial
 que se esperaba que favoreciera el desarrollo local y terminara con los
enclaves  territoriales. Sin embargo, una gran infraestructura tiene muchas
veces un  efecto de bombeo que vacía las zonas poco densas, cuando
una autopista  mejora la unión entre éstas y un gran centro.
     
   Los métodos "modernos" de gestión -"stock cero", "flujos 
tensos"  o "just in time"- llevan a multiplicar los transportes con el fin 
de seguir  lo más de cerca posible la utilización de las mercancías, 
 tanto si se trata de su producción como de su comercialización, 
 antes que a masificar el transporte por medio del almacenamiento. Las economías 
 de gestión de los stocks se desprenden así de la circulación 
 de un flujo ininterrumpido de verdaderos stocks rodantes. La posibilidad 
de multiplicar sin límite los flujos le confiere también un 
aspecto secundario a la localización de la producción; permite 
separar la línea de producción en tantos eslabones como sean 
necesarios para localizarlos, en cada caso, en lugares elegidos acertadamente 
con el fin de minimizar las cargas sociales, fiscales o medioambientales de
producción.
     
   Así. en 1993 un informe del Instituto alemán de Wuppertal
 mostró que los diferentes ingredientes necesarios para la fabricación
 de un simple envase de yogur de fresa acumulaban 3.500 kilómetros
de recorrido antes de reunirse. También conocemos la historia de ese 
 industrial alemán que envía sus patatas a lavar y cortar a 
Italia, para luego repatriarlas y venderlas en su país: o el aberrante 
periplo de los camarones daneses, enviados a través de los Pirineos 
hasta Marruecos, donde son pelados a bajo precio, retornando luego a Dinamarca, 
 desde donde partirán hacia sus lugares de comercialización.
     
    Esta "optimización" económica ha sido posible por la subtarificación 
 del transporte, debida a un excedente global de oferta, lo que hace de él 
 una variable de ajuste de las decisiones sconómicas tomadas en la 
producción y en la comercialización. Esta oferta superabundante 
proviene, como hemos visto, de la desregulación generalizada del sector 
y también de la casi gratui-dad para los industriales cargadores de 
los considerables impactos del transporte sobre el medio ambiente y la vida 
de las poblaciones. Los transportes son así un medio privilegiado de
transferir costes privados hacia el conjunto de la sociedad.
     
   Los estragos energéticos, medioambientales y sociales de la proliferación 
 de los transportes requieren reorientaciones fundamentales del lugar de este
 sector en la economía y, por lo tanto, medidas políticas que
 rompan con el modelo neoliberal dominante. En este sentido podemos hacer 
una serie de propuestas.
     
   En Francia. las decisiones se preparan y son impuestas en cenáculos 
 tecnocráticos, lo que limita a los representantes electos a las letanías 
 electorales para obtener nuevas infraestructuras y a los ciudadanos que se
 oponen, a las manifestaciones y los cortes de carreteras. El interés 
 general es confiscado por la administración del Estado y sus grandes 
 cuerpos que se supone son los portadores de ese interés: el cuerpo 
 de Minas para la política energética, y el de Puentes y Calzadas 
 para la de los transportes. Para luchar contra estos feudos, se hacen necesarios 
 avances significativos en el camino de la democracia deliberativa. Así, 
 no parece serio pensar en hacer sostenibles los transportes sin la participación 
 real de sus usuarios y de los habitantes de los territorios que atraviesan. 
 En el ámbito europeo, una aplicación prioritaria del debate 
 público consistiría en evaluar democráticamente la liberalizarían
 de los transportes llevada a cabo desde hace 15 años por una Comisión
 que no ha brindado nunca el menor esbozo de prueba de sus efectos positivos.
     
   Contrarrestar la alienación del mercado exige una definición 
 política de los servicios públicos, especialmente de los transportes, 
 que vincule el modelo de sociedad con la dimensión económica. 
 En esta acepción debe considerarse como "servicio público" 
a todo servicio de producción material que se haya decidido democráticamente 
 considerar como tal. La "Constitución" europea, que subordina a las 
 reglas de la competencia lo que denomina los "servicios de interés 
 económico general", no va, evidentemente, en ese sentido.
     
   La urbanización periférica es incompatible con la protección 
 del medio ambiente y con la implementación de una política 
sostenible para los transportes, porque los habitantes de la periferia urbana 
no tienen otra opción que el automóvil para aprovisionarse, 
trabajar y distraerse. Es indispensable una redensificación del habitat. 
La ciudad, tan desacreditada durante mucho tiempo en beneficio del campo, 
aparece ahora como el lugar de una ecología posible para la vida cotidiana.
     
   Para limitar el consumo de energía y la polución de los
transportes,  gravar con impuestos a los combustibles fósiles y establecer
normas  reglamentarias de emisión de CO
2 parecen medidas
más  eficaces y controlables por la sociedad que la creación
artificial  de un "mercado de permisos de emisión negociables", lógicamente 
 propuesto por los neoliberales, y también sostenido por algún 
 neocapitalismo verde. Este impuesto deberá ser creciente, según 
 un plan plurianual que permita la adaptación del sistema productivo 
 y de transporte.
     
   La tecnología, por necesaria que sea, no basta para alcanzar los
 objetivos mencionados, si el aumento del tráfico sigue anulando sus
 efectos positivos. Por eso la prioridad sigue siendo poner término
 a la subtarificación de los transportes. El aumento de los precios
 deberá afectar en primer lugar a los sectores donde reina el dumping
 social. Marineros y camioneros, que se encuentran a veces en situaciones
casi inhumanas, deben poder gozar de condiciones de trabajo dignas. La armonización
 social debe hacerse por lo alto y podría comenzar en el seno de la
 Unión Europea... si su Constitución no lo impidiera (2).
     
   Contrariamente a un discurso recurrente, en Francia las inversiones del
 Estado y de los gobiernos locales en infraestructura de transporte son bastante 
 importantes; de 1980 a 2003 incluido, esas inversiones fueron de alrededor 
 de 310.000 millones de euros constantes (a valor de 2003). En este periodo, 
 los gastos en carreteras representaron las dos terceras partes del total. 
 No se trata de gastar más sino de gastar de otra manera, reorientando 
 las inversiones hacia los modos de transporte colectivos menos dañinos 
 y menos voraces de energía. Habrá que considerar, por lo menos 
 en algunos casos, su gratuidad. El hecho de que los representantes locales 
 electos puedan tomar más iniciativas y responsabilidades en materia 
 de política de transportes y de urbanismo puede también llevarlos, 
 bajo la presión de los ciudadanos, a encontrar nuevas ocasiones para 
 influir sobre los contenidos y la coherencia de esas políticas.
     
   Debe cuestionarse la ecuación "bienestar + modernidad = desplazamientos 
 numerosos". La tarea, ardua, consiste en terminar con más de medio 
 siglo de condicionamiento mental, que se encuentra en el origen de representaciones 
 sociales ahora profundamente arraigadas. Se trata, hablando con propiedad, 
 de cambiar de cultura.
     
   La idea de disminuir los desplazamientos aumentando su precio resultará 
 sin duda chocante. Sin embargo, en un marco inicial donde reina el mercado, 
 sólo este aumento podrá poner fin al papel de variable de ajuste,
 hacia abajo, que la organización económica neoliberal le hace
 desempeñar al transporte. La necesidad de regularlo fuertemente y
de relocalizar a la economía avanza en la opinión pública. 
 Queda por alentar políticamente esa idea, lo que sin duda es más 
 difícil, porque a menudo el pensamiento de los ciudadanos está 
 adelantado con relación al de sus representantes.
     
     
(1) Vease la nota del Consejo Científico de
 Attac   Sur la "libéralisation" du transport ferroviaire.
www.france.attac.org/lMG/pdf/transports2.pdf
   (2) El artículo III-210, relativo a la política social en
 la Unión, excluye explícitamente "(...) toda armonización 
 de las disposiciones legislativas y reglamentarias de los Estados miembros".
     
     
     Toneladas y kilómetros
     
   El consumo total de energía primaria en el mundo se elevó, 
 en 2001. a 10.200 millones de toneladas equivalentes de petróleo (TEP),
 de las cuales el 39% (3.940 millones de toneladas) fue en forma de petróleo
 crudo. La utilización de esta energía fósil, que ha
aumentado un 57% desde 1970. se ve casi siempre acompañada de su combustión,
 contribuyendo fuertemente al efecto invernadero. La combustión de
una tonelada de petróleo desprende 3.04 toneladas de gas carbónico
 (CO2) y las emisiones globales de CO
2 provenientes de esta fuente
 ocupan el primer puesto (42%) de las emisiones totales, que han llegado
en  2001 a más de 24.000 millones de toneladas equivalentes de CO
2
 (1).
     
   El transporte absorbe el 25% de la energía producida y también 
 arroja el 25% del CO
2 emitido en el mundo. Dentro de este sector, 
 más del 80% de las emisiones pueden atribuirse al transporte por carretera.
 La actividad del transporte, en todas sus modalidades, depende de combustibles
 derivados del petróleo para cubrir el 97% de su consumo de energía
 en los países miembros de la Organización de Cooperación
 y de Desarrollo Económico (OCDE). En Francia (2) se ha utilizado
el  32% del consumo total de energía final (158.9 millones de TEP
en 2003)  (3). lo que lo convierte en el segundo sector consumidor, detrás
del  conjunto residencial-terciario (43%) y lo coloca bastante lejos del
conjunto  industria-siderurgia (24%). En 2003, los automóviles garantizaron
el 85% del movimiento de viajeros y los camiones, el 79% del de mercancías,
 medidos respectivamente en viajeros-kilómetro y en toneladas-kilómetro.
   
     
     
(1) International Energy Annual 2001,3/2003; International 
 Energy Outlook 2004,4/2004; Energy Information Administration. U.S. Department 
 of Energy. Washington DC.
   (2) Energie et matiéres premieres. Statistíques énergétiques 
 France, Observatorio de la energía, Ministerio de Economía, 
 Finanzas e Industria, agosto de 2004.
   (3) El paso de la energía primaria a la energía final se 
hace  considerando, en particular, el consumo para la producción de 
energía,  su rendimiento y el consumo no energético de productos 
fósiles.
     
     
   Para saber más
    
    Attac (Asociación para la tasación de las transacciones 
financieras  para la ayuda a los ciudadanos): 
"Energie, réponse 
à des  questions que l'on n'ose pas poser" y 
"La question énergétique 
 en débat", octubre de 2004. www.france.attac.org/a3601 : www.france.attac.org/a3602
    
    Observatorio francés de la energía, 
Repères sur 
 l'énergie en France, Ministerio francés de Economía, 
 Finanzas e Industria, 2004. www.industrie.gouv.fr/energie/statisti/pdf/reperes.pdf
    
    Robert Dautray. 
Quelles énergies pour demain?, Odile Jacob. 
 París, 2004.
    
    Jean-Marie Chevalier. 
Les Grandes batailles de l'énergie. 
 Gallimard. París. 2004.
    
    Hervé Le Treut. Jean-Marc Jancovici, 
L'Effet de serre: Allons-nous 
 changer le climat?, Flammarion, París, 2004.
    
    Sylvie Brunei,
 Le Développement durable, PUF, París, 
 2004.
    
    Agencia Internacional de la Energía (AIE). 
World Energy Outlook, 
 edición de 2004. www.worldenergyoutlook.org
    
    Benjamin Dessus,
 Stratégies énergétiques, développement 
 durable et aménagement du territoire, Editions de l'Aube, La Tour
 d'Aiguës, 2004, y 
Energie, un défi planétaire, 
Belin, Paris, 1999.
    
    Agencia del Medio Ambiente y del Control de la Energía (Agence 
de  l'environnement et de la maîtrise de l'énergie - ADEME), 
  
Une  énergie dans l'air du temps, les éoliennes, París, 
 marzo de 2004. www.ademe.fr/htdocs/publications/publipdf/guideprateoliennes.pdf
    
    Ministerio francés encargado de la Investigación, 
Nouvelles 
 technologies de l'énergie, informe de Thierry Chambolle. junio 
 de 2004. www.recherche.gouv.fr/rapport/rapportnte.pdf
    
    Les Cahiers de Global Chance, 
"Petit mémento énergétique. 
 Eléments pour un débat sur l'énergie en France", 
 número extra, enero de 2003. www.agora21.org/global-chance/memento_nrj2003.pdf
    
    Jacques Testait (bajo la dirección de). 
Réflexions pour 
 un monde vivable. Propositions de la Commission française du développement 
 durable (2000-2003), Mille et une nuits. París, 2003.
    
    Consejo Mundial de la Energía (CME), 
Une seule planète 
 pour tous. París. 2003.
    
    
Naturellement, "L'énergie de demain: renouvelable ou renouvelée?".
  Movimiento Nacional francés de Lucha por el Medio Ambiente (Mouvement 
 national de lutte pour l'environnement - MNLE). n° 78. Marennes, otoño 
 de 2003.