La
fuerza por la fécula
En los malos tiempos se conocen los buenos amigos ;
así lo enseña una larga experiencia. La patata se ha revelado
una buena amiga, y yo recuerdo la admiración en que me sumió
un día un viejo conocido. En 1913 pasamos juntos muchas horas en el
Museo de Atenas, absortos en la contemplación de vasos griegos ; éramos
entonces estudiantes aturdidos ; él juraba por Oscar Wilde; yo por
Verlaine. Ocho años más tarde nos hallábamos sentados
en un restaurante de Berlín.
— ¿Se ha fijado usted — me dijo, sirviéndose una segunda y
generosa ración de patatas saladas — en la estupenda cosa que son
las patatas?
— No necesita usted justificarse — respondíle —. Coma
tranquilamente ; podemos pedir más.
— No, no, lo digo en serio. ¿Sabe usted que el hombre puede alimentarse
casi exclusivamente de patatas? Es increíble la potencia nutritiva
que contienen. Y todo se debe a su fécula, hidrato de carbono, ¡carbón!
La patata da grasa, fuerza, energía.
— ¡Qué sé yo! — repliqué —. He efectuado la experiencia
nolens volens, de alimentarme exclusivamente de patatas, y le digo
que me puso de un humor de perros...
— ¡Es la costumbre de comer carne! — exclamó —. Autosugestión,
amigo mío! Añada usted un arenque a las patatas y tendrá
plenitud, armonía!
El hombre, llevado ya del entusiasmo, se expresaba en los términos
que yo le conocí en nuestros días de permanencia en Atenas.
— Repare usted — me dijo con cierto énfasis —, que las palabras fécula
y fuerza son, en alemán, homónimas (1).
— Probablemente, empero, esta fécula se refiere menos a la fuerza
de usted que al almidón de su cuello...
— Déjese de retruécanos. La fécula es fuerza y, en todos
los casos, algo altamente provechoso y apetecible. Considere si no; todos
los frutos que contienen fécula son sumamente nutritivos : arroz,
maíz, patatas...
— Pero el trigo...
— Y ¿quién le incitó al estudio
de toda esa estadística?
— La historia del mundo y... la mía propia. Ante todo, el cuerpo de
ejército al que pertenecía operaba sobre campos de patatas
; después, siendo prisionero de guerra, hube de ocuparme en la recolección
de ellas. Finalmente, de regreso a mi patria, me alimenté con patatas.
— Es usted un hombre singular. Lo corriente es que nadie se interese
por las cosas de las cuales está hasta la coronilla.
— Nunca afirme eso de los campesinos. ¡He aprendido mucho en el campo!
Teníamos allí un administrador, hombre bastante rudo, pero
no mala persona. Después supe que su hijo estudiaba Historia del Arte
con Wölfflin. Me dio libros, claro que únicamente libros de Agricultura,
y en ellos ensanché mis horizontes. Ante todo comprendí el
porqué la patata no goza en parte alguna de la estima de que gozan
el trigo, el arroz o el maíz. Hoy, para el europeo, es tan imprescindible
como el arroz lo es para el chino ; no obstante, no la ha aureolado la leyenda,
ni la cantan las canciones populares, y cuando se aplica a alguien el dicterio
de « nariz de patata » o « barriga de patata », se
quiere caracterizar con esos motes la antítesis del héroe.
« Héroes de patata » no los encontrará en parte
alguna, ni siquiera en la patria de origen de este vegetal, Sudamérica;
los países que hoy forman el Perú, Chile, Bolivia ; ni los
hallará en México. A pesar de que vivieron allí pueblos
pacíficos, no dejaban de adorar,a un dios de la guerra y también
tenían una diosa del maíz ; pero en ninguna parte se menciona
la diosa de la patata. No deja de ser singular que hoy ésta no se
cultive casi en Sudamérica y que los Estados Unidos y Canadá
no produzcan más que la décima parte de la que se extrae de
los campos europeos. Hay que confesar que ha abandonado su patria y que no
siente la nostalgia de ella.
— Pues le diré que casi me molesta este comportamiento de los incas
respecto de la patata.
— Tiene sus razones, sin embargo. En su clima, la patata no podía
constituir el alimento principal de la población, debido a que,
en las regiones donde ésta era más densa, escaseaba el agua.
Cuando el inca partía de caza, no podía
llevarse provisión de patatas para varios días ; no sabía
secarlas, como hacemos hoy. Pero aun eso no es todo. Si se considera que
a los alemanes, pese a toda su previsión, se les pudre anualmente
un 10 % poco más o menos, de la cosecha de patatas (en otros países
la pérdida es aún mucho mayor), ¡calcule usted la proporción
en que se estropearía en aquellos tiempos! Por eso en los pueblos
del Nuevo Mundo, como artículo de alimentación nacional, el
maíz tuvo siempre un valor más estable que la patata. Entre
nosotros ha ejercido una influencia enorme sobre la Economía; pero,
en lo que toca al alma del hombre europeo, hay que confesar que la ha afectado
muy superficialmente. En el fondo no es mucho más antigua que el teléfono
o el cine ; ¿cómo quiere usted que haya podido ya formarse
una mitología en torno, de ella?
— Con todo, cuatrocientos años representan un largo período.
— Es que, en realidad, no son cuatrocientos años, sino doscientos
o acaso menos aún. ¿Quién supone usted que fue el introductor
o, mejor aún, el propagador de la patata en Europa?
Bien lo sé. Fue un pirata — ¿cómo se llamaba?... ¡Drake!
El fué quien la dió a conocer a Europa.
— ¡Disparate! Drake no tuvo nada que ver con la patata. Quien supo
reconocer el valor de ella y la introdujo en nuestro Continente fue Federico
el Grande. Y lo hizo a pesar de la porfiada resistencia de los expertos.
La Cámara brandenburguesa declaró que la intensificación,
proyectada por Su Majestad, del cultivo de la patata, llevaría indefectiblemente
a la carestía de trigo y, con ello, al hambre.
— ¡Diablo!
— ¡No se precipite usted en condenar por eso a sus señorías
brandenburguesas! Aquellos personajes sabían lo que decían.
El sistema de explotación agrícola de las tres amelgas, que
era el usual entonces, no dejaba lugar al cultivo de la patata. Uno de los
campos se reservaba para el trigo de estío ; el segundo para el de
invierno ; en cuanto al tercero, se dejaba en barbecho y en él pacía
el ganado. Aquellos señores tenían, pues, razón. ¿Dónde
iban a sembrarse las patatas? Fue la experiencia la que vino a demostrar
que precisamente dicha planta suministra un excelente forraje y que su cultivo
puede combinarse perfectamente con el de los cereales. Desde aquel momento
los agricultores se dedicaron a la nueva explotación, la cual ha provocado
una verdadera revolución en la Agricultura, intensificándola,
junto con la remolacha. Andando el tiempo, los hombres aprendieron a extraer
de la patata el alcohol y la fécula. Actualmente en Alemania un tercio
de la cosecha de este tubérculo se destina a alimentación humana,
otro tercio se emplea como cebo para los animales, y un 10 %, aproximadamente,
pasa a la industria para destilación de alcohol y elaboración
de fécula. Claro está que entonces todo eso se ignoraba ; pero
he aquí que entró en escena un propagandista que, en un momento,
puso la patata a una altura inmensa; fue el hambre, el hambre que reinó
en Alemania en 1745, en 1771-1772 y en 1774. La cosecha del trigo había
sido muy deficiente; en cambio, la de la patata casi no había sufrido.
Entonces todo el mundo quedó convencido... aun sin fécula ni
alcohol.
— Bien, pero, ¿por qué habla usted de Drake con tanto menosprecio?
— ¡Si no lo hago! ¡Fue usted quien le llamó pirata, no
yo! Yo le considero como un excelente marino que prestó a su país
servicios inapreciables, y si pillaba de cuando en cuando a éste o
al otro, tenía que repartir su botín con personas muy encumbradas,
¿no es cierto? Pero es que el caso es distinto, puesto que a este
hombre se le atribuye un mérito que no tiene, de lo cual hay que echar
la culpa al «menú » del banquete que dio el 4 de abril
de 1581 en honor de la reina Isabel. En aquel convite se comió y se
bebió a discreción y, entre los diversos platos, fue servido
un fruto llamado batata. Los historiógrafos, que nada entendían
acerca de la patata, afirmaron que se trataba de este tubérculo, cuando
en realidad era un vegetal diferente, si bien semejante a aquél. La
batata contiene, asimismo, mucha fécula, pero también mucho
azúcar. De todos los frutos tuberosos es el más nutritivo,
y en el Japón, Java y, especialmente, en los Estados Unidos, está
tan difundida como entre nosotros el pepino o la col.
Así, pues, esa batata formaba parte de los manjares con que Drake
obsequió a sus invitados, y si bien era una golosina, no produjo gran
impresión, puesto que ya era conocida en Inglaterra, donde había
sido ya introducida unos decenios antes, procedente de las islas Canarias.
Ninguno de los demás pretendientes ha podido tampoco demostrar ante
la Historia su primacía en la introducción de la patata. Se
ha pretendido que el que trajo esta planta a Europa, en 1565, fue el mercader
de esclavos John Hawkins, el cual habría entregado sus semillas al
boticario Gerarde, de Holborn (2), quien, a su vez, las habría plantado
y recogido la cosecha. No obstante, Gerarde no lo hizo sino veintiún
años más tarde. ¿Es posible que hubiese guardado con
tanto recato y por tan largo tiempo el nuevo fruto? Resulta difícil
creerlo. Lo que hizo fue introducirlo en el comercio como medicamento, sirviéndose
de él como artículo de propaganda, y, por consiguiente, no
pudo interesarle mantenerlo oculto. Gerarde se mostraba muy orgulloso de
que la patata hubiese atraído sobre él la atención del
público ; en el retrato que de él poseemos, el hombre está
representado llevando en la mano una flor de patata.
Gerarde llamó a esta planta batate Virginiana, nombre que le
dieron también los franceses al principio, a pesar de que, a la sazón,
no se cultivaba en Virginia. Para explicar esta circunstancia, supónese
que los ingleses la traerían, en su viaje de regreso de aquel país,
junto con otro botín de un barco apresado en ruta. Tampoco es verosímil
que la trajera Heriot, fundador de Virginia por mandato de Raleigh. Lo más
sencillo sería creer que la patata llegó a Inglaterra procedente
de España, donde era ya conocida desde mediados del siglo XVI; pero
es el caso que los españoles poseían una variedad de piel rojiza
y flores lila, mientras que la inglesa daba flores amarillas... En resumen,
resulta que la incógnita referente a este bienhechor de la Humanidad
sigue en pie, y pienso que los buenos badenses se apresuraron un poquito
al erigir, en 1853, un monumento a Drake en Offenburg.
Como artículo de alimentación, la patata se difundió
por Europa partiendo de Prusia ; en cambio, los botánicos deben su
conocimiento a España, donde se plantaba en tiempos anteriores. De
España pasó este tubérculo primeramente a Italia (recuerde
que entonces el reino de Nápoles venía a ser algo así
como un «mandato» español). De Italia llevólo a
Bélgica el legado pontificio, quien hizo obsequio de él al
prefecto de la ciudad de Mons. Este obtuvo una buena planta que remitió
a Carolus Clausius, director del Jardín botánico imperial de
Viena. Clausius la estudió y describió, dándole un nombre
latino apropiado y llegando a publicar un grabado de ella en una obra que
editó en 1601 en Amberes. Convengamos, de paso, que entonces Europa
estaba más unida que hoy.
Así entró la patata en los dominios de la ciencia, como había
ya entrado antes en los « salones », gracias, principalmente,
a su belleza, tal, que en 1651 el Gran Elector dispuso que fuese sembrada
en el Lustgarten (parque) de Berlín. En relación con
ello había aparecido un tratado sobre la patata en el que se decía
: « Sus frutos estimulan la actividad conyugal, pero deben prohibirse
en Borgoña porque producen la Moltzey (¿lepra?) ».
En 1591, el Landgrave de Hesse-Cassel remitía al Elector de Sajonia
una patata acompañada de una carta en la cual llamaba su atención
sobre la nueva planta que había recibido de Italia y que se llamaba
tartouphi, «tiene hermosas flores y buen perfume... »
Como usted ve, el nombre de la nueva planta se confundía ya con los
de otras conocidas : en Inglaterra, la « batata» ; en Italia
y, más tarde, en Alemania, con la trufa, Es éste un viejo cuento,
y sería completamente irracional pretender que el vino nuevo tuviera
que echarse cada vez en nuevos odres. Pronto éstos no bastarían.
En Francia la alta sociedad fue la que primero acogió la patata en
calidad de flor selecta y de alimento delicado. Allí no empezó
a propagarse «desde arriba» hasta después que se hubo
ya reconocido su valor en Inglaterra y Alemania. Luis XVI y María
Autonieta se presentaban a los bailes luciendo flores de patata en sus vestidos
cuajados de brillantes. Para difundir nuestro tubérculo entre los
campesinos, el botánico real Parmentier sembraba patatas en los alrededores
de París y no permitía que nadie se acercase a los campos durante
el día. Por la noche los labriegos de las cercanías iban a
robar los singulares frutos... que era precisamente lo que se había
propuesto Parmentier.
Mi amigo depositó en el cenicero la colilla de su cigarro y, repantigándose
en el diván:
Discúlpeme usted — dijo, mientras, limpiándose los cristales
de los lentes, me miraba con sus ojos miopes, de expresión risueña
y bonachona—. Se me soltó la lengua. Pero no es por culpa de la patata,
sino del trigo. Además, quería explicarle algo de mi...
No tiene usted por qué disculparse — repliqué—. Me ha
contado cosas interesantísimas y no ya sobre la patata, sino sobre
usted mismo. Le estoy agradecido por lo uno y
por lo otro. Y ahora, bebamos una última copita, la última,
y nos marcharemos...
(1) Stärke, Fuerza, fécula, almidón.
(2) Hoy un barrio de Londres.