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Revista final

Riquezas naturales, la situación geográfica y el hombre


Así está la Tierra provista de riquezas y tesoros de toda clase suficientes para todo el mundo. Por desgracia, están repartidos de manera muy irregular. Algunos pueblos fueron afortunados y les correspondió «un buen lugar»; otros, en cambio, fueron desgraciados. Claro está que el estudio y la diligencia permiten convertir en «buenos» los lugares «malos»; pero el hacerlo cuesta grandes esfuerzos y mucho dinero. Se puede secar un pantano e irrigar un desierto, pero resulta más agradable hallarse situado ya desde el principio en un punto bien acondicionado.

Pero no sólo deciden las riquezas naturales. En fin de cuentas, en todas partes producen los hombres mercancías capaces de ser canjeadas con otras, siempre y cuando la situación geográfica se preste a ello. En el Tibet hay artículos tan valiosos como en otra región cualquiera, pero resulta dificilísimo sacarlos de allí. ¡La Geografía del tráfico! Ella es la que favorece algunos países y obstaculiza el desenvolvimiento de otros.

Finalmente, por más que un país posea grandes riquezas y esté dotado de excelente situación, no progresará mucho si su población está privada de cultura y espíritu activo. El mayor de todos los valores económicos es el hombre.


Europa posee todas las condiciones

Esa « diminuta Península » que es Europa ha sido magníficamente dotada por la Naturaleza. En su sano clima vive una población numerosa, fuerte y activa. Europa no tiene desiertos ni muchas altas montañas; el hombre ha podido habérselas fácilmente con sus bosques de maderas blandas, de las cuales aprendió a servirse muy pronto. Las recortadas costas y los ríos navegables unen a los pueblos europeos entre sí y con el resto del mundo.

En Europa (que, estrictamente hablando, termina en la frontera occidental de la Rusia Soviética, ya que en ella empieza Eurasia) vive la cuarta parte de la Humanidad y sus campos producen el tercio de la cosecha mundial de trigo, la mitad de la de centeno y los dos tercios de la de patatas. Semejante rendimiento es sólo posible gracias a un abundante abono de las tierras. Todas las substancias necesarias para ello se encuentran a su disposición, puesto que Europa posee enormes yacimientos de sales potásicas, tiene al alcance de la mano, en el Norte de África, los mayores depósitos de fósforo del mundo, y si bien no hay nitro en su subsuelo, sus fábricas químicas suministran el 56 % de todos los abonos nitrogenados que se consumen en el Globo.

Las fuentes de energía y los minerales metalíferos constituyen la base de la industria moderna. Europa posee ambos elementos en abundancia: el 10 % de la fuerza hidráulica, el 15 % del carbón y el 27 % del hierro del mundo entero. Calculando a base del máximo consumo que se ha hecho hasta hoy, puede afirmarse que las reservas de hierro con que cuenta Europa bastarán aún para tres siglos, y para todo un milenio sus existencias de carbón.

Si Europa ha llegado a la altura en que se encuentra, es gracias a la colaboración armónica de todas esas condiciones. Aun después de la guerra mundial, por cuya causa nuestro Continente se empobreció en beneficio de América, se concentra en la «diminuta Península» el 60 % del comercio del mundo.


África es una provincia económica de Europa

Desde tiempos antiquísimos África fue un manantial de recursos para Europa. Muchos siglos ha que suministra oro a nuestro Continente y cuando, mucho más tarde, Europa empezó a penetrar en el Nuevo Mundo, otra vez fue África la que le proporcionó el más necesario de los materiales para ello: la mano de obra. Los negros fueron los «siervos» de los primeros explotadores europeos del Norte y Sur de América y formaron allí la vanguardia de trabajo de la colonización blanca.

I,a estrecha interdependencia de África y Europa se estructuró definitivamente después de la repartición colonial del Continente negro. Desde aquel momento África ha pasado a ser una provincia económica de Europa. Los recursos naturales de aquella tierra son inmensos y cada día que pasa se revelan mejor. Con rapidez increíble África se convirtió en el principal proveedor de cacao; en el futuro será uno de los primeros productores de algodón y caucho. Hasta hace poco tiempo África era considerada como un país pobre en carbón; hoy, en cambio, sabemos que su región meridional posee aquel combustible en cantidad mayor que la Gran Bretaña. Puede decirse que no tiene bosques de coniferas; pero sus selvas vírgenes tropicales se hallan aún sin explotar. Hasta hoy es muy poco el petróleo que se ha encontrado en África, pero en cambio dispone del 37,4 % de las reservas mundiales de fuerza hidráulica, es decir, más de las que poseen Europa y Asia juntas. Dispone de escaso mineral de hierro; pero, según parece, sobrepasa a todas las demás partes del Globo en metales « mezclados » y « raros ».


A Norteamérica únicamente le ha faltado  material humano

Hasta el siglo XIX no pudo Norteamérica desenvolver plenamente sus inmensos recursos económicos; hasta entonces la escasez de población dificultó su desarrollo. Los Estados Unidos no pudieron competir económicamente con Europa hasta después de haber visto pobladas grandes extensiones del país; en cuanto al Canadá, sigue resintiéndose de la falta de población.

En Norteamérica viven unos 150 millones de habitantes, 230 millones menos que en Europa. Esa cifra no representa sino un 7 % de la población total del Globo, y no obstante, esta pequeña parte de la Humanidad produce en su territorio la sexta parte del trigo, la mitad del maíz, más de la cuarta parte de la avena, los dos tercios del algodón, el 13 % de la lana y más del tercio del tabaco que se recogen en el mundo entero. Norteamérica cuenta con la mitad de las existencias carboníferas del Globo, la cuarta parle del hierro y el 27 % del petróleo. Enormes son sus minas de cobre y plomo, inagotables sus bancos pesqueros, potentes sus ríos y, a pesar de todo, ricos y poblados sus bosques.


América meridional:  población escasa, tierras feraces, ricos yacimientos, gran porvenir

América central y meridional es un continente «joven», con un pasado bastante movido y con un halagüeño porvenir. Sus posibilidades de desenvolvimiento económico son muy grandes, aunque las condiciones económicogeográficas no son, ni mucho menos, tan favorables como las de la América del Norte. Una buena parte del Continente se halla situado en la zona tropical y está cubierto de selvas vírgenes y pantanos. El clima es allí insalubre y la población escasísima. La selva encierra muchas riquezas, pero el explotarlas supone una tarea de las más difíciles que existen; por eso han emigrado de las tierras sudamericanas algunas culturas tropicales que originariamente se conocieron allí, tales como la del caucho y la del árbol de la quina. No obstante, surgieron otras, como el café, la caña de azúcar, el lino, el algodón que se mostraron dispuestas a establecerse y arraigar en la América meridional. Con una población que no representa más que el 7 % de la total del mundo, Sudamérica produce el 3 %, del algodón, el 8 % del trigo, la mitad de las semillas de lino y el 95 % del café del Globo entero. Además, posee la tercera parte de los bosques del mundo, de un 15 a un 20 % del petróleo, mucho cobre y todo el nitro. I,a potencia de la América del Sur radica hoy en la agricultura. El desarrollo industrial se ha visto obstaculizado, hasta hoy, por la falta de carbón, producto que sólo en Chile y Perú se explota en grandes cantidades; los grandes yacimientos del Brasil únicamente ahora empiezan a rendir las 100.000 toneladas anuales.

Por lo que se refiere al hierro, si bien América meridional lo posee en proporciones considerables, las minas se hallan muy desigualmente repartidas. El Brasil tiene muchísimas, Chile y Perú muchas; en cambio, un Estado gigantesco como la Argentina puede decirse que no cuenta con ninguna. No obstante, ricos manantiales de petróleo aparecen por doquier. Sudamérica no ha dicho aún, ni mucho menos, su última palabra en la Economía mundial.


Asia alimenta a la mitad de la Humanidad, pero la podría alimentar toda

El vastísimo Continente asiático está desarticulado. Cordilleras, altiplanicies y desiertos lo dividen en varias regiones aisladas entre sí. Prescindiendo de Siberia (que incorporó a Eurasia), el Continente amarillo puede dividirse en tres grandes regiones económicas: Asia Anterior, región de los monzones y Asia central. Cada una de ellas tiene su fisonomía propia. Asia Anterior es la tierra de la agricultura y la ganadería, la patria de origen de la mayoría de las plantas útiles propias de climas templados; posee carbón, poco hierro y mucho petróleo.

Los países de los monzones se caracterizan por su agricultura específicamente tropical, así como por sus importantes depósitos de hierro, carbón y petróleo.

El Asia central ha sido poco explorada; únicamente sabemos de ella que es una región de antiquísima ganadería y rica en minerales. Se ha revelado la existencia de oro y carbón y se presume la de petróleo.

Para dar una idea que caracterice de modo global el Continente asiático (cosa harto difícil si se tiene en cuenta la complejidad de sus condiciones), diremos que, basándonos en el estado actual de nuestros conocimientos, sus tesoros minerales son más bien reducidos en proporción a su extensión y al contingente de su población. Vive allí más de la mitad del género humano y en cambio no posee sino el 7 ó el 8 % de los yacimientos de carbón, menos del 10 % de los de hierro y el 17 % de la energía hidráulica. Las existencias de petróleo son inmensas, equivalentes casi a la cuarta parte de las del mundo entero, siendo también inconmensurables sus perspectivas de producción agrícola. Hay allí tierras feracísimas incultas, en espera de las obras que necesitan de irrigación o desecación, del abono y la maquinaria convenientes, a pesar de lo cual alimentan (cierto que no siempre con esplendidez) a más de 1.100 millones de habitantes.


Eurasia: grandes riquezas, muchos obstáculos

Rusia se asienta sobre Europa y sobre Asia a la vez, pertenece a ambas, y no obstante no es ni la una ni la otra, formando de por sí una parte del mundo: Eurasia. Puede llamársele sin temor un Continente, ya que es cuatro veces mayor que el resto de Europa, y su población (165 millones, un 8 %) es más numerosa que la de África o de Norteamérica.

El desenvolvimiento económico de Eurasia se vio siempre dificultado por sus elementos asiáticos. La magnitud del territorio fue un obstáculo a la formación de una idea económica «intensiva». Siendo las tierras abundantes, nunca el labrador se preocupó de su mejoramiento. Las distancias son enormes, los ríos están helados casi la mitad del año y en las regiones rusas de las «tierras negras » no se encuentran piedras para poder construir caminos. El pueblo ruso solamente tiene contacto con el Océano por un reducido sector de costa, muy apartado por añadidura. La población es poco densa.

Al comparar Eurasia con los demás continentes, deben considerarse en primer término la densidad de los bosques y la producción de lino y cáñamo. Produce casi tanto centeno como toda Europa; según los datos más recientes, posee más hierro que Norteamérica, ocupa el tercer lugar (después de los Estados Unidos y Europa) en cuanto al carbón, y el segundo (después de los Estados Unidos) en cuanto a petróleo. En Eurasia se hallan representadas las principales materias primas agrícolas e industriales y eso en cantidades que en nada ceden a las de Norteamérica.


A Australia le falta población

Australia posee todo o casi todo lo que necesita para su libre desenvolvimiento económic ; únicamente le falta la mano de obra. De todos los Continentes es el más escasamente poblado; en una superficie de 7,7 millones de kilómetros cuadrados no viven más de 6,5 millones de personas, es decir, 0,84 por kilómetro. Incluso Siberia, con su taiga y su tundra, está más densamente habitada. De los indígenas casi nada subsiste; las fronteras australianas están cerradas para chinos y japoneses y, sin embargo, el hombre de raza blanca no puede realizar el trabajo físico en las cálidas regiones del NE. Pese a todo ello, en el mundo insular Australia ocupa un lugar firme en la Economía universal, como abastecedora que es de artículos agrícolas y pecuarios. Ella sola suministra, aproximadamente, la tercera parte de la lana que consume el mundo. En los campos de las tierras oceánicas se cosecha el 3 % de la producción mundial de trigo, y como no vive allí más de un medio por ciento de la población total del Globo, resulta que le queda gran cantidad de aquel cereal para destinarlo a la exportación. Las reservas de carbón no representan más allá de un 3 %, y otro tanto, o tal vez menos, es lo que posee en hierro. En cambio, es muy rica en metales «mezclados » y en oro.


Epílogo: La Economía universal o el sueño de una noche de invierno

Vemos, pues, cómo los productos de este mundo se hallan distribuidos por los distintos continentes y países. ¿Cómo se explica, empero, que ciertas cosas con las cuales la Naturaleza no ha agraciado a un país determinado, se encuentren, no obstante, en él? Un día trataba yo de esta cuestión con un comerciante amigo mío.

- ¡El comercio! — me decía el hombre —. ¡El tráfico! Nosotros les compramos té y café y ellos nos compran máquinas y abonos...

Y acto seguido empezó a lamentarse de los «tiempos difíciles», de las aduanas, impuestos, competencia y del tiempo.

— ¿A pesar de todo, sigue usted exportando sus mercancías y, según parece, no sin éxito?
— Sí, claro que las exporto, pero ¡cuántas dificultades! ¡cuántas preocupaciones! De todos modos — y me señalaba la mesa—, quien tiene preocupaciones tiene también licor...

Nada tiene de extraño que al regresar a mi casa lo hiciera con ánimo un tanto alegre. Al acostarme pensaba en la Economía universal, en el comercio mundial...

Al poco rato de haberme dormido me despertó de súbito no sé qué estrépito. Oí entonces como un murmullo e incluso me pareció vislumbrar un diminuto personaje sentado encima de los papeles de mi mesa-escritorio.

—... Quería seguir leyendo y escribiendo — cuchicheaba el personajillo —, pero le he arrojado arena a los ojos, le he soplado en la nuca y se ha quedado dormido...

— Su visita es para nosotros un gran honor, señor de la Arena — murmuró una nueva voz suave. — Ya sabemos que solamente el contacto de su varita mágica nos confiere el don de la palabra. Ve usted, hemos acudido de todos los confines y ángulos y entre nosotros se encuentran muchos extranjeros...

—La señora Mesa tiene toda la razón — gruñó un viejo Armario—. Aunque han guardado dentro de mí toda suerte de fruslerías de procedencia exótica,  yo,  como mi  colega Mesa, soy un indígena arraigado. Ambos somos de roble, ambos nacimos en este país y ambos moriremos en él, y con mucho orgullo.

—  ¿Cómo? ¿Fruslerías nos llama? ¡Pues vaya frescura! oyóse en el fondo  del armario—. Venimos de  Dios sabe qué tierras y no por propio capricho, sino por motivos de peso, por razones de naturaleza económica ¡y ahora resulta que somos fruslerías para ese botarate!

— Calma, amiguitos — siseó el personajillo —. ¡Hagan el favor de hablar bajo y por turno! ¿Quién es el más anciano de ustedes?

— Por la edad es la señora Manzanilla — dijo amablemente la señorita Yodo —; además, como natural de estas tierras le corresponde el lugar de honor...

— Por Dios, que no soy tan vieja — balbució la señora Manzanilla, aunque  desde tiempo inmemorial los hombres me dejan secar y me hierven...

— ¡Ah!, en este caso usted tiene la palabra, respetabilísima señora — interrumpióla mi diminuto personaje —. Así que, haga el obsequio...

— Bien — concedió, bondadosa, la señora Manzanilla —. Pues voy a decir unas palabritas acerca de la cuestión. Es lo cierto, mi señor Armario, que no es costumbre entre nosotros levantar las narices ante los extranjeros; antes al contrario, precisamente el mejor pagado es el que de más lejos viene. También resultaría bastante difícil encontrar entre nosotros a alguien que sea tan irreprensiblemente puro como yo lo soy. La más importante de las personalidades aquí reunidas es, sin duda alguna, la Mesa-escritorio, y sin embargo, fíjense ustedes: también ella tiene asas de latón cuyo origen, cuando menos, es dudoso. Sus padres, el cobre y el zinc, pueden ser oriundos de nuestra patria, no lo niego; pero también es muy posible que el primero proceda de España, América o África y el segundo quizá de Australia, sabe Dios... Y usted, señor Armario, que está tan orondo de sus adornos de taracea, sepa que no han sido cortados de la misma madera que usted; es muy posible que esas piececitas hayan venido de África o del Brasil, ¡vaya usted a saber! Pero, como usted lo sabe muy bien, gracias a ellas su precio ha subido, puede creerme. Míreme: nadie ignora lo útil, lo apreciada y lo arraigada a mi tierra que soy y, a pesar dé ello, por 20 céntimos se puede obtener todo un montón de mi...

— Hi-hi-hi — oyóse  una risa  ahogada  del  Armario —. Hay que oír a esta vieja...

— Pues no es cosa de reírse, ¡criaturas! — replicó la señora Manzanilla—. ¡Precisamente para vosotros hablo! Vea usted, señor de la Arena, ahí tiene a la señorita Yodo, mordaz y sarcástica dama chilena, y ahí está el italiano señor de Ricino y la blanquísima Vaselina; ¡quién diría que ha nacido de las negras grasas del petróleo de Pensilvania! La modestísima venda de muselina y su hermana la guata tienen cuerpo de algodón y proceden de América; ¡ni más ni menos! Mis comadres doña Salvia y doña Flor de Tilo son compatriotas nuestras y forman parte de las señorías económicas. En cambio la Aspirina, el Piramidón y sus semejantes, si bien son de aquí, son gentes sin arraigo, mezclas de Dios sabe qué compuestas en los laboratorios y que del mismo modo podrían prepararse en otros países. Sus padres reposan bajo distintos números en el Registro de patentes del Reich.

— ¡Te olvidas de mí! ¡De mí! ¡De la Bencina! — resonó una vocecita que se abría paso trabajosamente desde un rincón del armario.

— ¡Poco a poco! — apresuróse a replicar la vieja —. ¡Esta señora Bencina,  que siempre está a punto de inflamarse!, viene del centro de Alemania, de Leuna, y si se la guarda en casa es para llenar los encendedores y quitar manchas de grasa.

— Y a mí, respetable señora, no me ha nombrado usted tampoco — dijo una voz suave y oleosa —. Yo engraso la maquilla de coser y por añadidura vengo de Hamburgo, donde me elaboraron con petróleo del Cáucaso. Soy el aceite mineral, para servirles...

— Me parece que ya vamos oyendo demasiadas voces de cajitas  y frasquitos — intervino  alguien en tono firme y tajante —. Si es que ustedes desean saber algo de  labios de gentes que han corrido el mundo, óiganme a mí, el representante del reino textil. Ese dormilón me cuelga a mí, la Chaqueta, del respaldo de la silla, con suprema indiferencia, y aquí me paso yo toda la noche. La lana de que estoy hecha procede de las ovejas australianas;  me forraron de seda artificial, elaborada con maderas de Finlandia; mi cuello lleva una entretela de crin de Rusia y, en cuanto a los botones, ellos de por sí son toda una historia. Para trajes económicos se fabrican de celuloide, pero para un vestido tan distinguido como yo soy se echa mano de clases más caras, fabricadas con asta de búfalo argentino. ¡Sí, señores! Sepan que yo soy de lana legítima y no una pobre camisa de algodón con esos gemelos imitación de madreperla...

— Mil perdones — interrumpió en este punto la Camisa—. ¿Qué está usted diciendo? Sepa que mis gemelos están hechos con madreperla auténtica de los mares del Sur.

— Y ¡montados en plata mejicana, por añadidura! — protestaron los Gemelos aludidos.

— Sin embargo, de vosotros puede prescindirse — intervino una voz calmosa —. En cambio, sin mí un hombre no puede presentarse. ¡Las gentes prefieren una conciencia manchada a un cuello sucio!  Para fabricarme a mí y mis congéneres Europa importa de Rusia y de los Estados limítrofes de ella las fibras de lino. Al parecer, estoy solo aquí; si no yerro, todas esas señoras Sábanas, Cubrecamas, Mantas, etc., son de algodón...

— Haga el obsequio; yo también soy de hilo —, pronunció modesta, pero con dignidad, una voz que salió de debajo de mi cabeza —. Cierto que soy una funda ya muy vieja; ¡sabe Dios cómo aguanto aún! Las plumas que me rellenan provienen de Rusia o de Hungría, o tal vez de China; pero yo puedo jurar que soy de hilo, ¡del más puro hilo de Silesia!

— Mi respetable amiga, por eso resiste usted todavía — respondióla cortésmente el Cuello. — Pero desgraciadamente quedamos ya muy pocos que seamos de hilo auténtico...

— Lo mismo ocurre con nosotros, los de seda — añadió un Corbatín.

— ¡Bah! Si examinásemos a fondo sus fibras veríamos que en usted hay también seda artificial — replicó, malévolo, el viejo Sillón—. ¿Seda legítima? Tal vez lo sea la mitad, italiana o japonesa, pero el resto es celulosa ¡y nada más que celulosa! En cambio, fíjense ustedes en mi tapizado de terciopelo; es viejo y ajado, pero de auténtica seda china.

— ¡Qué pretensiones! —exclamaron los Zapatos —. Nuestro cuero vino de la República Argentina, y la crema con que nos lustran ha sido fabricada con cera de carandaí,  una resina que se saca de cierto  árbol brasileño y con esencia de trementina francesa.

— ¡Basta ya de jactancias!—gruñó la Mesa—. Mejor será que os fijéis en la vieja lámpara, que antaño sostuvo las campechanas bujías y que ahora luce dos bombillas de incandescencia. La lámpara ha sido fabricada de una aleación compuesta con cobre de Mansfeld, estaño de Malaca y zinc de la alta Silesia. Los hilos incandescentes de las peras están hechos de volframio importado de Nueva Zelanda. Junto a la lámpara podéis ver la estilográfica, de ebonita, es decir, de caucho javanés vulcanizado por medio del azufre italiano. La pluma es de oro sudafricano, con punta de osmio-iridio, procedente de Colombia. El cortapapeles es una hojade acero de mineral sueco con un mango de abedul de Carelia. Aquel lápiz que allí veis es de grafito de Ceilán revestido de madera sudamericana. I,a copa que brilla allí detrás es de cristal de Bohemia, mientras que la pipa que está a su lado ha sido fabricada con boj de las Indias Occidentales...

— Basta, basta — exclamaron de todas partes—. También queremos decir unas palabras de nosotros...

Yo había estado escuchando con interés creciente. Sólo era cuestión de disimular; que no se descubriese que estaba escuchando... Pero nada había que temer. Los rumores, murmullos y cuchicheos llenaban toda la habitación y las cosas habían perdido todo recato.

— ¡Atención! ¡Calma! — gritó de repente el señor de la Arena con voz penetrante, mientras de un salto se colocaba sobre la mesa. — ¡Declaro abierta la Conferencia de Economía universal! ¡Respetables oyentes! Voy a tocar este gran mapa con mi varita mágica. Vean ustedes esas fajas azules, el espumoso oleaje, los pescadores que se adentran en el mar. Aquí surcan las aguas en todas direcciones buques de un calado de 10.000, 20.000, 50.000 toneladas. El viento arrecia, las nubes corren, Sindbad el Marino cruza los mares, Gulliver sigue su camino y en la cresta de las olas se mece la diosa del mar... Cada cual hace lo que puede. Por debajo de las aguas corren los cables, por encima de ellas vuelan las ondas eléctricas.   Aquí,  sobre   esta  línea  roja,  circulan  millares de diminutos trenes en direcciones opuestas, y a lo largo de esas otras líneas negras corren unas diminutas cucarachas, que tal parecen los innúmeros automóviles, a velocidades locas y en todos sentidos. Por esas líneas amarillas pasan, lentas,  caravanas  de  camellos — ding-ding-ding — ¿no oís los cencerros?  Los camellos alzan la cabeza — es que un aeroplano vuela por encima del desierto. Por los ríos circulan canoas y trabajan los émbolos de los vapores de ruedas. El gas y el petróleo fluyen dentro de las tuberías, mientras la corriente eléctrica pasa a través de los alambres.  ¿No oís, entre ese barullo, el chirriar de las máquinas de las fábricas? ¿no oís, en aquellas verdes llanuras, el resonar de las trilladoras mecánicas y el canto de los segadores?  ¡Respetables señores míos! Todos crean y trabajan y actúan de común acuerdo. Gracias a su labor común veis manjares y, bebidas sobre la mesa; gracias a ella la Cenicienta tuvo su vestido de seda y sus zapatillas de satén y la Hermosa Durmiente del bosque pudo ver alzado su alto castillo...

El señor de la Arena estaba fuera de sí. Con su varita mágica recorría el mapa en todas direcciones, y sus últimas palabras fueron recibidas con aplausos y chillidos. El orador tomó aliento, y prosiguió:

— Sólo así ha sido posible que todos nosotros nos reuniéramos. Propongo que se haga resaltar este hecho de un modo especial en los acuerdos que tomaremos...

En este momento tuve que estornudar. En un abrir y cerrar de ojos todo desapareció. Me senté en la cama; el silencio era absoluto y las cosas seguían, inmóviles, en sus respectivos lugares. El sueño había terminado y empezaba un nuevo día...

°Asi es la economía del mundo °



1917-19 Guerra civil en Rusia cesa la importación del tè de China



Las caravanas de tè no cruzan ya la Mongolia



Los plantadores chinos de tè no pudieron comprar los tejidos de algodón ingleses



Muchas fábricas textiles inglesas hubieron de cerrar



La exportación del algodón, de carne y de mantecas de E.U.A. mengua



Sus consecuencias en las regiones algodoneras y maiceras americanas: CRISIS!


"Las riquezas de la tierra, geografía económica al alcance de todos" J. Semjonow
Barcelona, 1940

Traducción de F. Payarols
Editorial LABOR S.A.