Riquezas naturales, la situación geográfica y el hombre
Así está la Tierra provista de riquezas y tesoros de toda
clase suficientes para todo el mundo. Por desgracia, están repartidos
de manera muy irregular. Algunos pueblos fueron afortunados y les correspondió
«un buen lugar»; otros, en cambio, fueron desgraciados. Claro
está que el estudio y la diligencia permiten convertir en «buenos»
los lugares «malos»; pero el hacerlo cuesta grandes esfuerzos
y mucho dinero. Se puede secar un pantano e irrigar un desierto, pero resulta
más agradable hallarse situado ya desde el principio en un punto
bien acondicionado.
Pero no sólo deciden las riquezas naturales. En fin de cuentas,
en todas partes producen los hombres mercancías capaces de ser canjeadas
con otras, siempre y cuando la situación geográfica se preste
a ello. En el Tibet hay artículos tan valiosos como en otra región
cualquiera, pero resulta dificilísimo sacarlos de allí. ¡La
Geografía del tráfico! Ella es la que favorece algunos países
y obstaculiza el desenvolvimiento de otros.
Finalmente, por más que un país posea grandes riquezas y
esté dotado de excelente situación, no progresará mucho
si su población está privada de cultura y espíritu
activo. El mayor de todos los valores económicos es el hombre.
Europa posee todas las condiciones
Esa « diminuta Península » que es Europa ha sido magníficamente
dotada por la Naturaleza. En su sano clima vive una población numerosa,
fuerte y activa. Europa no tiene desiertos ni muchas altas montañas;
el hombre ha podido habérselas fácilmente con sus bosques
de maderas blandas, de las cuales aprendió a servirse muy pronto.
Las recortadas costas y los ríos navegables unen a los pueblos europeos
entre sí y con el resto del mundo.
En Europa (que, estrictamente hablando, termina en la frontera occidental
de la Rusia Soviética, ya que en ella empieza Eurasia) vive la cuarta
parte de la Humanidad y sus campos producen el tercio de la cosecha mundial
de trigo, la mitad de la de centeno y los dos tercios de la de patatas. Semejante
rendimiento es sólo posible gracias a un abundante abono de las tierras.
Todas las substancias necesarias para ello se encuentran a su disposición,
puesto que Europa posee enormes yacimientos de sales potásicas, tiene
al alcance de la mano, en el Norte de África, los mayores depósitos
de fósforo del mundo, y si bien no hay nitro en su subsuelo, sus fábricas
químicas suministran el 56 % de todos los abonos nitrogenados que se
consumen en el Globo.
Las fuentes de energía y los minerales metalíferos constituyen
la base de la industria moderna. Europa posee ambos elementos en abundancia:
el 10 % de la fuerza hidráulica, el 15 % del carbón y el 27
% del hierro del mundo entero. Calculando a base del máximo consumo
que se ha hecho hasta hoy, puede afirmarse que las reservas de hierro con
que cuenta Europa bastarán aún para tres siglos, y para todo
un milenio sus existencias de carbón.
Si Europa ha llegado a la altura en que se encuentra, es gracias a la colaboración
armónica de todas esas condiciones. Aun después de la guerra
mundial, por cuya causa nuestro Continente se empobreció en beneficio
de América, se concentra en la «diminuta Península»
el 60 % del comercio del mundo.
África es una provincia
económica de Europa
Desde tiempos antiquísimos África fue un manantial de recursos
para Europa. Muchos siglos ha que suministra oro a nuestro Continente y cuando,
mucho más tarde, Europa empezó a penetrar en el Nuevo Mundo,
otra vez fue África la que le proporcionó el más necesario
de los materiales para ello: la mano de obra. Los negros fueron los «siervos»
de los primeros explotadores europeos del Norte y Sur de América y
formaron allí la vanguardia de trabajo de la colonización blanca.
I,a estrecha interdependencia de África y Europa se estructuró
definitivamente después de la repartición colonial del Continente
negro. Desde aquel momento África ha pasado a ser una provincia económica
de Europa. Los recursos naturales de aquella tierra son inmensos y cada día
que pasa se revelan mejor. Con rapidez increíble África se convirtió
en el principal proveedor de cacao; en el futuro será uno de los primeros
productores de algodón y caucho. Hasta hace poco tiempo África
era considerada como un país pobre en carbón; hoy, en cambio,
sabemos que su región meridional posee aquel combustible en cantidad
mayor que la Gran Bretaña. Puede decirse que no tiene bosques de coniferas;
pero sus selvas vírgenes tropicales se hallan aún sin explotar.
Hasta hoy es muy poco el petróleo que se ha encontrado en África,
pero en cambio dispone del 37,4 % de las reservas mundiales de fuerza hidráulica,
es decir, más de las que poseen Europa y Asia juntas. Dispone de escaso
mineral de hierro; pero, según parece, sobrepasa a todas las demás
partes del Globo en metales « mezclados » y « raros ».
A Norteamérica únicamente
le ha faltado material humano
Hasta el siglo XIX no pudo Norteamérica desenvolver plenamente sus
inmensos recursos económicos; hasta entonces la escasez de población
dificultó su desarrollo. Los Estados Unidos no pudieron competir económicamente
con Europa hasta después de haber visto pobladas grandes extensiones
del país; en cuanto al Canadá, sigue resintiéndose de
la falta de población.
En Norteamérica viven unos 150 millones de habitantes, 230 millones
menos que en Europa. Esa cifra no representa sino un 7 % de la población
total del Globo, y no obstante, esta pequeña parte de la Humanidad
produce en su territorio la sexta parte del trigo, la mitad del maíz,
más de la cuarta parte de la avena, los dos tercios del algodón,
el 13 % de la lana y más del tercio del tabaco que se recogen en el
mundo entero. Norteamérica cuenta con la mitad de las existencias carboníferas
del Globo, la cuarta parle del hierro y el 27 % del petróleo. Enormes
son sus minas de cobre y plomo, inagotables sus bancos pesqueros, potentes
sus ríos y, a pesar de todo, ricos y poblados sus bosques.
América meridional:
población escasa, tierras feraces, ricos yacimientos, gran porvenir
América central y meridional es un continente «joven»,
con un pasado bastante movido y con un halagüeño porvenir. Sus
posibilidades de desenvolvimiento económico son muy grandes, aunque
las condiciones económicogeográficas no son, ni mucho menos,
tan favorables como las de la América del Norte. Una buena parte del
Continente se halla situado en la zona tropical y está cubierto de
selvas vírgenes y pantanos. El clima es allí insalubre y la
población escasísima. La selva encierra muchas riquezas, pero
el explotarlas supone una tarea de las más difíciles que existen;
por eso han emigrado de las tierras sudamericanas algunas culturas tropicales
que originariamente se conocieron allí, tales como la del caucho y
la del árbol de la quina. No obstante, surgieron otras, como el café,
la caña de azúcar, el lino, el algodón que se mostraron
dispuestas a establecerse y arraigar en la América meridional. Con
una población que no representa más que el 7 % de la total del
mundo, Sudamérica produce el 3 %, del algodón, el 8 % del trigo,
la mitad de las semillas de lino y el 95 % del café del Globo entero.
Además, posee la tercera parte de los bosques del mundo, de un 15
a un 20 % del petróleo, mucho cobre y todo el nitro. I,a potencia de
la América del Sur radica hoy en la agricultura. El desarrollo industrial
se ha visto obstaculizado, hasta hoy, por la falta de carbón, producto
que sólo en Chile y Perú se explota en grandes cantidades; los
grandes yacimientos del Brasil únicamente ahora empiezan a rendir las
100.000 toneladas anuales.
Por lo que se refiere al hierro, si bien América meridional lo posee
en proporciones considerables, las minas se hallan muy desigualmente repartidas.
El Brasil tiene muchísimas, Chile y Perú muchas; en cambio,
un Estado gigantesco como la Argentina puede decirse que no cuenta con ninguna.
No obstante, ricos manantiales de petróleo aparecen por doquier. Sudamérica
no ha dicho aún, ni mucho menos, su última palabra en la Economía
mundial.
Asia alimenta a la mitad de la Humanidad,
pero la podría alimentar toda
El vastísimo Continente asiático está desarticulado.
Cordilleras, altiplanicies y desiertos lo dividen en varias regiones aisladas
entre sí. Prescindiendo de Siberia (que incorporó a Eurasia),
el Continente amarillo puede dividirse en tres grandes regiones económicas:
Asia Anterior, región de los monzones y Asia central. Cada una de ellas
tiene su fisonomía propia. Asia Anterior es la tierra de la agricultura
y la ganadería, la patria de origen de la mayoría de las plantas
útiles propias de climas templados; posee carbón, poco hierro
y mucho petróleo.
Los países de los monzones se caracterizan por su agricultura específicamente
tropical, así como por sus importantes depósitos de hierro,
carbón y petróleo.
El Asia central ha sido poco explorada; únicamente sabemos de ella
que es una región de antiquísima ganadería y rica en
minerales. Se ha revelado la existencia de oro y carbón y se presume
la de petróleo.
Para dar una idea que caracterice de modo global el Continente asiático
(cosa harto difícil si se tiene en cuenta la complejidad de sus condiciones),
diremos que, basándonos en el estado actual de nuestros conocimientos,
sus tesoros minerales son más bien reducidos en proporción a
su extensión y al contingente de su población. Vive allí
más de la mitad del género humano y en cambio no posee sino
el 7 ó el 8 % de los yacimientos de carbón, menos del 10 % de
los de hierro y el 17 % de la energía hidráulica. Las existencias
de petróleo son inmensas, equivalentes casi a la cuarta parte de las
del mundo entero, siendo también inconmensurables sus perspectivas
de producción agrícola. Hay allí tierras feracísimas
incultas, en espera de las obras que necesitan de irrigación o desecación,
del abono y la maquinaria convenientes, a pesar de lo cual alimentan (cierto
que no siempre con esplendidez) a más de 1.100 millones de habitantes.
Eurasia: grandes riquezas, muchos
obstáculos
Rusia se asienta sobre Europa y sobre Asia a la vez, pertenece a ambas,
y no obstante no es ni la una ni la otra, formando de por sí una parte
del mundo: Eurasia. Puede llamársele sin temor un Continente, ya que
es cuatro veces mayor que el resto de Europa, y su población (165 millones,
un 8 %) es más numerosa que la de África o de Norteamérica.
El desenvolvimiento económico de Eurasia se vio siempre dificultado
por sus elementos asiáticos. La magnitud del territorio fue un obstáculo
a la formación de una idea económica «intensiva».
Siendo las tierras abundantes, nunca el labrador se preocupó de su
mejoramiento. Las distancias son enormes, los ríos están helados
casi la mitad del año y en las regiones rusas de las «tierras
negras » no se encuentran piedras para poder construir caminos. El pueblo
ruso solamente tiene contacto con el Océano por un reducido sector
de costa, muy apartado por añadidura. La población es poco
densa.
Al comparar Eurasia con los demás continentes, deben considerarse
en primer término la densidad de los bosques y la producción
de lino y cáñamo. Produce casi tanto centeno como toda Europa;
según los datos más recientes, posee más hierro que Norteamérica,
ocupa el tercer lugar (después de los Estados Unidos y Europa) en
cuanto al carbón, y el segundo (después de los Estados Unidos)
en cuanto a petróleo. En Eurasia se hallan representadas las principales
materias primas agrícolas e industriales y eso en cantidades que en
nada ceden a las de Norteamérica.
A Australia le falta población
Australia posee todo o casi todo lo que necesita para su libre desenvolvimiento
económic ; únicamente le falta la mano de obra. De todos los
Continentes es el más escasamente poblado; en una superficie de 7,7
millones de kilómetros cuadrados no viven más de 6,5 millones
de personas, es decir, 0,84 por kilómetro. Incluso Siberia, con su
taiga y su tundra, está más densamente habitada. De los indígenas
casi nada subsiste; las fronteras australianas están cerradas para
chinos y japoneses y, sin embargo, el hombre de raza blanca no puede realizar
el trabajo físico en las cálidas regiones del NE. Pese a todo
ello, en el mundo insular Australia ocupa un lugar firme en la Economía
universal, como abastecedora que es de artículos agrícolas y
pecuarios. Ella sola suministra, aproximadamente, la tercera parte de la lana
que consume el mundo. En los campos de las tierras oceánicas se cosecha
el 3 % de la producción mundial de trigo, y como no vive allí
más de un medio por ciento de la población total del Globo,
resulta que le queda gran cantidad de aquel cereal para destinarlo a la exportación.
Las reservas de carbón no representan más allá de un
3 %, y otro tanto, o tal vez menos, es lo que posee en hierro. En cambio,
es muy rica en metales «mezclados » y en oro.
Epílogo: La Economía universal o el sueño
de una noche de invierno
Vemos, pues, cómo los productos de este mundo se hallan distribuidos
por los distintos continentes y países. ¿Cómo se explica,
empero, que ciertas cosas con las cuales la Naturaleza no ha agraciado a un
país determinado, se encuentren, no obstante, en él? Un día
trataba yo de esta cuestión con un comerciante amigo mío.
- ¡El comercio! — me decía el hombre —. ¡El tráfico!
Nosotros les compramos té y café y ellos nos compran máquinas
y abonos...
Y acto seguido empezó a lamentarse de los «tiempos difíciles»,
de las aduanas, impuestos, competencia y del tiempo.
— ¿A pesar de todo, sigue usted exportando sus mercancías
y, según parece, no sin éxito?
— Sí, claro que las exporto, pero ¡cuántas dificultades!
¡cuántas preocupaciones! De todos modos — y me señalaba
la mesa—, quien tiene preocupaciones tiene también licor...
Nada tiene de extraño que al regresar a mi casa lo hiciera con ánimo
un tanto alegre. Al acostarme pensaba en la Economía universal, en
el comercio mundial...
Al poco rato de haberme dormido me despertó de súbito no sé
qué estrépito. Oí entonces como un murmullo e incluso
me pareció vislumbrar un diminuto personaje sentado encima de los papeles
de mi mesa-escritorio.
—... Quería seguir leyendo y escribiendo — cuchicheaba el personajillo
—, pero le he arrojado arena a los ojos, le he soplado en la nuca y se ha
quedado dormido...
— Su visita es para nosotros un gran honor, señor de la Arena — murmuró
una nueva voz suave. — Ya sabemos que solamente el contacto de su varita mágica
nos confiere el don de la palabra. Ve usted, hemos acudido de todos los confines
y ángulos y entre nosotros se encuentran muchos extranjeros...
—La señora Mesa tiene toda la razón — gruñó
un viejo Armario—. Aunque han guardado dentro de mí toda suerte de
fruslerías de procedencia exótica, yo, como mi
colega Mesa, soy un indígena arraigado. Ambos somos de roble, ambos
nacimos en este país y ambos moriremos en él, y con mucho orgullo.
— ¿Cómo? ¿Fruslerías nos llama? ¡Pues
vaya frescura! oyóse en el fondo del armario—. Venimos de
Dios sabe qué tierras y no por propio capricho, sino por motivos de
peso, por razones de naturaleza económica ¡y ahora resulta que
somos fruslerías para ese botarate!
— Calma, amiguitos — siseó el personajillo —. ¡Hagan el favor
de hablar bajo y por turno! ¿Quién es el más anciano
de ustedes?
— Por la edad es la señora Manzanilla — dijo amablemente la señorita
Yodo —; además, como natural de estas tierras le corresponde el lugar
de honor...
— Por Dios, que no soy tan vieja — balbució la señora Manzanilla,
aunque desde tiempo inmemorial los hombres me dejan secar y me hierven...
— ¡Ah!, en este caso usted tiene la palabra, respetabilísima
señora — interrumpióla mi diminuto personaje —. Así que,
haga el obsequio...
— Bien — concedió, bondadosa, la señora Manzanilla —. Pues
voy a decir unas palabritas acerca de la cuestión. Es lo cierto, mi
señor Armario, que no es costumbre entre nosotros levantar las narices
ante los extranjeros; antes al contrario, precisamente el mejor pagado es
el que de más lejos viene. También resultaría bastante
difícil encontrar entre nosotros a alguien que sea tan irreprensiblemente
puro como yo lo soy. La más importante de las personalidades aquí
reunidas es, sin duda alguna, la Mesa-escritorio, y sin embargo, fíjense
ustedes: también ella tiene asas de latón cuyo origen, cuando
menos, es dudoso. Sus padres, el cobre y el zinc, pueden ser oriundos de nuestra
patria, no lo niego; pero también es muy posible que el primero proceda
de España, América o África y el segundo quizá
de Australia, sabe Dios... Y usted, señor Armario, que está
tan orondo de sus adornos de taracea, sepa que no han sido cortados de la
misma madera que usted; es muy posible que esas piececitas hayan venido de
África o del Brasil, ¡vaya usted a saber! Pero, como usted lo
sabe muy bien, gracias a ellas su precio ha subido, puede creerme. Míreme:
nadie ignora lo útil, lo apreciada y lo arraigada a mi tierra que soy
y, a pesar dé ello, por 20 céntimos se puede obtener todo un
montón de mi...
— Hi-hi-hi — oyóse una risa ahogada del Armario
—. Hay que oír a esta vieja...
— Pues no es cosa de reírse, ¡criaturas! — replicó la
señora Manzanilla—. ¡Precisamente para vosotros hablo! Vea usted,
señor de la Arena, ahí tiene a la señorita Yodo, mordaz
y sarcástica dama chilena, y ahí está el italiano señor
de Ricino y la blanquísima Vaselina; ¡quién diría
que ha nacido de las negras grasas del petróleo de Pensilvania! La
modestísima venda de muselina y su hermana la guata tienen cuerpo
de algodón y proceden de América; ¡ni más ni menos!
Mis comadres doña Salvia y doña Flor de Tilo son compatriotas
nuestras y forman parte de las señorías económicas.
En cambio la Aspirina, el Piramidón y sus semejantes, si bien son
de aquí, son gentes sin arraigo, mezclas de Dios sabe qué compuestas
en los laboratorios y que del mismo modo podrían prepararse en otros
países. Sus padres reposan bajo distintos números en el Registro
de patentes del Reich.
— ¡Te olvidas de mí! ¡De mí! ¡De la Bencina!
— resonó una vocecita que se abría paso trabajosamente desde
un rincón del armario.
— ¡Poco a poco! — apresuróse a replicar la vieja —. ¡Esta
señora Bencina, que siempre está a punto de inflamarse!,
viene del centro de Alemania, de Leuna, y si se la guarda en casa es para
llenar los encendedores y quitar manchas de grasa.
— Y a mí, respetable señora, no me ha nombrado usted tampoco
— dijo una voz suave y oleosa —. Yo engraso la maquilla de coser y por añadidura
vengo de Hamburgo, donde me elaboraron con petróleo del Cáucaso.
Soy el aceite mineral, para servirles...
— Me parece que ya vamos oyendo demasiadas voces de cajitas y frasquitos
— intervino alguien en tono firme y tajante —. Si es que ustedes desean
saber algo de labios de gentes que han corrido el mundo, óiganme
a mí, el representante del reino textil. Ese dormilón me cuelga
a mí, la Chaqueta, del respaldo de la silla, con suprema indiferencia,
y aquí me paso yo toda la noche. La lana de que estoy hecha procede
de las ovejas australianas; me forraron de seda artificial, elaborada
con maderas de Finlandia; mi cuello lleva una entretela de crin de Rusia
y, en cuanto a los botones, ellos de por sí son toda una historia.
Para trajes económicos se fabrican de celuloide, pero para un vestido
tan distinguido como yo soy se echa mano de clases más caras, fabricadas
con asta de búfalo argentino. ¡Sí, señores! Sepan
que yo soy de lana legítima y no una pobre camisa de algodón
con esos gemelos imitación de madreperla...
— Mil perdones — interrumpió en este punto la Camisa—. ¿Qué
está usted diciendo? Sepa que mis gemelos están hechos con
madreperla auténtica de los mares del Sur.
— Y ¡montados en plata mejicana, por añadidura! — protestaron
los Gemelos aludidos.
— Sin embargo, de vosotros puede prescindirse — intervino una voz calmosa
—. En cambio, sin mí un hombre no puede presentarse. ¡Las gentes
prefieren una conciencia manchada a un cuello sucio! Para fabricarme
a mí y mis congéneres Europa importa de Rusia y de los Estados
limítrofes de ella las fibras de lino. Al parecer, estoy solo aquí;
si no yerro, todas esas señoras Sábanas, Cubrecamas, Mantas,
etc., son de algodón...
— Haga el obsequio; yo también soy de hilo —, pronunció modesta,
pero con dignidad, una voz que salió de debajo de mi cabeza —. Cierto
que soy una funda ya muy vieja; ¡sabe Dios cómo aguanto aún!
Las plumas que me rellenan provienen de Rusia o de Hungría, o tal
vez de China; pero yo puedo jurar que soy de hilo, ¡del más
puro hilo de Silesia!
— Mi respetable amiga, por eso resiste usted todavía — respondióla
cortésmente el Cuello. — Pero desgraciadamente quedamos ya muy pocos
que seamos de hilo auténtico...
— Lo mismo ocurre con nosotros, los de seda — añadió un Corbatín.
— ¡Bah! Si examinásemos a fondo sus fibras veríamos
que en usted hay también seda artificial — replicó, malévolo,
el viejo Sillón—. ¿Seda legítima? Tal vez lo sea la
mitad, italiana o japonesa, pero el resto es celulosa ¡y nada más
que celulosa! En cambio, fíjense ustedes en mi tapizado de terciopelo;
es viejo y ajado, pero de auténtica seda china.
— ¡Qué pretensiones! —exclamaron los Zapatos —. Nuestro cuero
vino de la República Argentina, y la crema con que nos lustran ha
sido fabricada con cera de carandaí, una resina que se saca
de cierto árbol brasileño y con esencia de trementina
francesa.
— ¡Basta ya de jactancias!—gruñó la Mesa—. Mejor será
que os fijéis en la vieja lámpara, que antaño sostuvo
las campechanas bujías y que ahora luce dos bombillas de incandescencia.
La lámpara ha sido fabricada de una aleación compuesta con
cobre de Mansfeld, estaño de Malaca y zinc de la alta Silesia. Los
hilos incandescentes de las peras están hechos de volframio importado
de Nueva Zelanda. Junto a la lámpara podéis ver la estilográfica,
de ebonita, es decir, de caucho javanés vulcanizado por medio del
azufre italiano. La pluma es de oro sudafricano, con punta de osmio-iridio,
procedente de Colombia. El cortapapeles es una hojade acero de mineral sueco
con un mango de abedul de Carelia. Aquel lápiz que allí veis
es de grafito de Ceilán revestido de madera sudamericana. I,a copa
que brilla allí detrás es de cristal de Bohemia, mientras que
la pipa que está a su lado ha sido fabricada con boj de las Indias
Occidentales...
— Basta, basta — exclamaron de todas partes—. También queremos decir
unas palabras de nosotros...
Yo había estado escuchando con interés creciente. Sólo
era cuestión de disimular; que no se descubriese que estaba escuchando...
Pero nada había que temer. Los rumores, murmullos y cuchicheos llenaban
toda la habitación y las cosas habían perdido todo recato.
— ¡Atención! ¡Calma! — gritó de repente el señor
de la Arena con voz penetrante, mientras de un salto se colocaba sobre la
mesa. — ¡Declaro abierta la Conferencia de Economía universal!
¡Respetables oyentes! Voy a tocar este gran mapa con mi varita mágica.
Vean ustedes esas fajas azules, el espumoso oleaje, los pescadores que se
adentran en el mar. Aquí surcan las aguas en todas direcciones buques
de un calado de 10.000, 20.000, 50.000 toneladas. El viento arrecia, las
nubes corren, Sindbad el Marino cruza los mares, Gulliver sigue su camino
y en la cresta de las olas se mece la diosa del mar... Cada cual hace lo que
puede. Por debajo de las aguas corren los cables, por encima de ellas vuelan
las ondas eléctricas. Aquí, sobre
esta línea roja, circulan millares de diminutos
trenes en direcciones opuestas, y a lo largo de esas otras líneas
negras corren unas diminutas cucarachas, que tal parecen los innúmeros
automóviles, a velocidades locas y en todos sentidos. Por esas líneas
amarillas pasan, lentas, caravanas de camellos — ding-ding-ding
— ¿no oís los cencerros? Los camellos alzan la cabeza
— es que un aeroplano vuela por encima del desierto. Por los ríos
circulan canoas y trabajan los émbolos de los vapores de ruedas. El
gas y el petróleo fluyen dentro de las tuberías, mientras la
corriente eléctrica pasa a través de los alambres. ¿No
oís, entre ese barullo, el chirriar de las máquinas de las
fábricas? ¿no oís, en aquellas verdes llanuras, el resonar
de las trilladoras mecánicas y el canto de los segadores? ¡Respetables
señores míos! Todos crean y trabajan y actúan de común
acuerdo. Gracias a su labor común veis manjares y, bebidas sobre la
mesa; gracias a ella la Cenicienta tuvo su vestido de seda y sus zapatillas
de satén y la Hermosa Durmiente del bosque pudo ver alzado su alto
castillo...
El señor de la Arena estaba fuera de sí. Con su varita mágica
recorría el mapa en todas direcciones, y sus últimas palabras
fueron recibidas con aplausos y chillidos. El orador tomó aliento,
y prosiguió:
— Sólo así ha sido posible que todos nosotros nos reuniéramos.
Propongo que se haga resaltar este hecho de un modo especial en los acuerdos
que tomaremos...
En este momento tuve que estornudar. En un abrir y cerrar de ojos todo desapareció.
Me senté en la cama; el silencio era absoluto y las cosas seguían,
inmóviles, en sus respectivos lugares. El sueño había
terminado y empezaba un nuevo día...
°Asi es la economía
del mundo °
1917-19 Guerra civil en Rusia cesa la importación
del tè de China
Las caravanas de tè no cruzan ya la Mongolia
Los plantadores chinos de tè no pudieron comprar
los tejidos de algodón ingleses
Muchas fábricas textiles inglesas hubieron de
cerrar
La exportación del algodón, de carne y
de mantecas de E.U.A. mengua
Sus consecuencias en las regiones algodoneras y maiceras
americanas: CRISIS!