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Elogio del lino

Un viejo amigo

Nunca ha desempeñado el lino en la historia del mundo un papel de primera categoría, aunque en verdad jamás se ha esforzado por representarlo. Su temperamento contrasta singularmente con el del algodón, pues no posee la capacidad de importunidad y vulgaridad de éste. Es discreto y desprende una frialdad característica, la que sentimos al envolvernos en sábanas limpias. En su historia no se encuentra el trabajo esclavizado ni las conquistas bélicas ; relativamente es de historia muy sencilla ; sin embargo, ha tenido su parte en la creación de la cultura europea, ofreciéndose al hombre cuando éste, por fin, renunció a cubrirse con pieles de animales. A partir de aquel momento el lino tomó y defendió con firmeza su posición en la Economía doméstica.

Desde el punto de vista de la Botánica, hase señalado el Asia Anterior como patria del lino. Sin embargo, parece que fue cultivado, en períodos casi simultáneos, en el Asia Menor y en Europa. En todo caso, se han encontrado huellas de su cultivo en los palafitos de Suiza e Italia, es decir, que fue conocido en Europa mucho antes de la migración de los pueblos; pero, en la elaboración de sus tejidos nos llevó la delantera el Cercano Oriente. Ya las momias egipcias, cuya antigüedad se cifra en cuatro mil a cinco mil años, eran amortajadas exclusivamente con telas de hilo. Durante largo tiempo los arqueólogos creyeron que dichos vendajes eran de algodón, hasta que los técnicos lograron identificar, con ayuda de investigaciones microscópicas, la verdadera naturaleza de la fibra; era de lino.

Según la Biblia, conocíase el lino en la Transjordania, donde se mantuvo por mucho tiempo ; los Evangelios nos hablan ya de vestidos de lino. Los fenicios, mercaderes y navegantes no solamente traficaban con él, sino que lo usaban en grandes cantidades para su propio consumo. Ya entonces llegaban  de las tierras de Ultramar las demandas de hilo, pues hay que tener en cuenta que los barcos necesitaban de velas. Los fenicios fueron los primeros en teñirlas de púrpura y aunque ha variado el colorante, la costumbre de teñir las velas ha subsistido, como lo saben todos los que han navegado por el Mediterráneo. Según la leyenda, Teseo regresó a su patria después de su victorioso combate con el Minotauro de Creta, en una embarcación de vela negra, en lugar de blanca o roja, más propicias, y la mujer más elegante del mundo antiguo, Cleopatra, no olvidó mandar que se adornase a su barco, en la batalla de Latium, con velamen de púrpura con cuya protección huyó precipitadamente hacia el fin de la contienda, según afirma Víctor Hehn.


Fig. 133.   Distribución del lino y del cáñamo en Europa

En la Antigüedad, como en nuestros días, ningún tejido podía aspirar a conquistarse el mercado sin lucha. En sus primeros tiempos los griegos vistieron exclusivamente prendas de lana; y sólo relativamente tarde fue cuando por mediación de los fenicios, llegaron al país, procedentes de Egipto, las telas de lino y con ellas la planta misma, la cual prospero perfectamente en su clima. Más tarde volvió la moda de la lana; no obstante, el lino, si bien hubo de ceder su preeminencia al antiguo material, mantuvo su posición en la Economía doméstica y continúa todavía manteniéndola.

De los griegos pasó a los romanos. El lino se importó como una novedad, claro está que para las mujeres ; los hombres siguieron fieles a la lana, aunque adoptaron la nueva tela en forma de pañuelos de bolsillo. Así, pues, la victoriosa carrera de esta conquista de la cultura partió de Roma, donde en los siglos II y III de nuestra Era se había generalizado también la túnica de lino, constituyendo la importación de este artículo de Egipto y Asia Menor una de las partidas más importantes del mercado de compra romano. Al penetrar las legiones imperiales en lo que hoy forma el Occidente europeo vieron que el lino era ya conocido allí e importaron hilo y telas de Bélgica y Flandes. Ni siquiera el nombre (Leinen) lo tomaron los germanos del latino linum, como se creyó antiguamente, sino que fueron los romanos quienes lo adoptaron, sacándolo del vocabulario indogermánico. En efecto, en muchos países del Norte se encuentran denominaciones muy parecidas del lino, hasta llegar al término ruso lion, que de ningún modo procede de Roma. La palabra italiana para distinguir el lino (renso) no es otra cosa que una corrupción del nombre de la ciudad de Reims, la cual exportaba ya aquel producto a Roma en tiempo del Imperio.

La capital latina importaba el lino en grandes cantidades, para confeccionar con él telas para vestidos, toallas, sábanas y otros muchos artículos similares que todavía hoy son poco corrientes en la Europa oriental y casi desconocidos en Asia. Además, el hilo era de gran importancia en Roma para ciertos grupos consumidores, particularmente para el ejército y la flota; por eso los romanos empezaron muy pronto a cultivar por cuenta propia aquella planta textil. Entonces, como hoy, las principales regiones lineras fueron Lombardía y la llanura del Po hasta el Tesino.

En el curso de su larga historia el lino ha probado su capacidad de adaptación a condiciones climatológicas y terrenos muy distintos. Actualmente prospera tanto en el Norte de la América central como en la República Argentina, India y Rusia, aunque hay que distinguir entre la variedad del lino que suministra la fibra textil y la que se cultiva por su semilla, de la cual se extrae, por presión, el aceite. Esta última variedad requiere calor y sequedad, mientras la otra prefiere frescor y humedad. El único país que puede ofrecer ambas condiciones es Rusia, donde por su extensión se encuentran tan variadas condiciones climatológicas que permiten cultivar en diversas zonas las dos clases de lino.


El lino abandona a Europa

En la Edad Media, el cultivo del lino estaba difundido por toda Europa. Francia, Irlanda, Bélgica, Alemania, lo cultivaban en grandes extensiones, creando así la base de innúmeras actividades profesionales domésticas. En todos los hogares campesinos zumbaba la rueca, y las diferentes operaciones de la elaboración nos las han transmitido las leyendas y canciones populares. El lino, como el trigo, ha superado todos los embates de la Historia.


Fig. 134.    Cultivo del lino en Prusia oriental en 1883 y 1934. Un punto = 10 Ha. De los boletines trimestrales estadísticos del Reich

A principios del siglo XIX su cultivo experimentó un nuevo impulso en todo el suelo europeo continental, como consecuencia del bloqueo que cerró a Europa las puertas de entrada de la seda y el algodón. Entonces el área de cultivo del lino se agrandó, tanto en Francia como en Bélgica y Alemania, y después de las campañas napoleónicas se formaron en todas partes, a mediados de siglo, nuevos centros de la industria linera. A pesar de ello, el cultivo de la planta empezó a retroceder de nuevo en Europa, y el proceso ha continuado hasta nuestros tiempos, con una sola excepción, la de Rusia de anteguerra, cuya producción cubría aproximadamente las cinco séptimas partes del consumo mundial. Todos los países famosos en épocas pretéritas por su lino, como eran Irlanda, Francia, Bélgica y Alemania, veíanse obligados, antes de la guerra, a comprar dicho producto a Rusia.

¿A qué debe atribuirse aquel retroceso? El lino llevaba miles de años ocupando un lugar preponderante en la vida de la Humanidad civilizada ; servía a millones de labriegos y a todas las capas sociales acomodadas; puede decirse que hasta principios del siglo XIX el lino fue el símbolo de la estabilidad económica y del orden vital. No existe otro tejido que pueda ser comparado en solidez con el de hilo, ninguno que mejor resista a la acción del tiempo. Hilo, encajes, bordados, tales fueron las « divisas » del Medievo, divisas que se sostuvieron a través de las generaciones y fueron la base de la « acumulación del capital ».

« No en vano la madre, durante años y años, confecciona, para su hija, telas de fino y fuerte tejido. »


Fig. 135
El lino ha avanzado conjuntamente con el refinamiento de la cultura; ningún dandy del siglo XVIII, ningún gentleman del XIX, usó camisas de seda. Cuando, en el pasado siglo, el vulgar algodón logró, sin reparar en medios, imponerse, el lino, delicado y correcto, hubo de ceder. Económicamente era la parte más débil y su derrota fue la precursora de la catástrofe que se precipitó muy pronto sobre todos cuantos habían basado su posición sobre él. En el aspecto cultural, el fenómeno se manifestó con mayor fuerza aún que en el económico. Una estrecha amistad unía el lino con el Arte; él suministraba al pintor las telas y el óleo, y así salió del rincón de Europa donde se producían las telas de Brabante y los encajes de Valenciennes, la gloria de un Rembrandt, de un Rubens y de un Van Dyck. Y precisamente en los mismos momentos en que los cuadros salidos de las manos maestras cedían también el paso al vulgar grabado al óleo, la camisa de hilo se retiraba ante la de algodón. En vez del gran arcón repleto de ropa blanca, las hijas recibían como dote una libreta de la Caja de ahorros.

Vemos así que a mediados del siglo XIX el lino revela escasa capacidad de competencia, hecho atribuíble a su naturaleza que hasta entonces no permitía la racionalización total y absoluta en su elaboración. A diferencia del algodón, la fibra de lino no se extrae del fruto de la planta, sino de su tallo y aun de la parte interior de él. El lino no se corta, sino que se arranca junto con la raíz y, después de limpiarlo de la cañamiza y de la linaza, se somete el tallo a la acción del agua para conseguir que la fibra se separe de la corteza, operación que los técnicos conocen con el nombre de « enriar ». Las fibras se lavan en agua o bien se esparcen sobre el suelo en parajes umbríos. Finalmente, deben sujetarse a una serie de operaciones, las de desecar, agramar, espadar, peinar, etc., separando las fibras largas de las más cortas, llamadas estopas. Hoy todo eso lo hacen las máquinas; pero si se considera que todavía no se ha generalizado esta mecanización, se comprenderá lo poco que de ella se sabía a mediados del siglo XIX.

Era imposible que de todos los esfuerzos que tanta experiencia, comprensión y amor exigieron, no saliera un hilo perfecto. Pero a la vez se comprende que, ante un consumo tal de energías, tiempo y trabajo, la producción en gran escala del hilo no puede ser remuneradora. La misma industria de tejidos ha renunciado hace ya tiempo a la adopción de la máquina y todavía hoy las clases más finas de hilo se tejen a mano. No hay rama alguna de la industria textil en que la mano desempeñe función tan principal como en ésta. Los primeros proyectos de máquinas de elaboración del lino no surgieron hasta después de haber sido inventadas las hiladoras y los telares mecánicos para el algodón.


Interviene la máquina

Junto a la cuna de la hiladora de lino se levanta la sombra de Napoleón. Cuando, entablada la lucha contra la hegemonía comercial de Inglaterra, hubo decretado el bloqueo continental, dispúsose, obrando con plena lógica, a valorizar las materias primas existentes en el Continente. Con la industria algodonera sus esfuerzos fracasaron, pero no ocurrió lo mismo con el lino. En 1805 su Gobierno ofreció un premio a quien presentase un proyecto práctico de una máquina hiladora. La recompensa era considerable; ascendía nada menos que a un millón de francos, de lo que puede colegirse la importancia que tenía ya el hilo en aquella época. El ingeniero francés Felipe de Girard se propuso ganar el premio, y en 1810 presentó el modelo de la máquina hiladora de lino, la cual, probada y aprobada por los organismos competentes, trabajaba ya en diversas fábricas al cabo de pocos años.

En el transcurso del tiempo fue transformándose y perfeccionándose, pero su principio básico no sufrió modificación. La primera mejora en ella debióse a un inglés, Marshall, quien, si no mienten las crónicas francesas, robó, valiéndose del soborno, la patente francesa. Entre 1830 y 1840 se trabajaba de pleno con la máquina de Marshall. De Leeds, en Inglaterra, pasó a Belfast, en la Irlanda septentrional, el Ulster de nuestros días, donde se hallaba ya el centro de la industria linera británica. En aquel momento correspondió a los ingleses la producción en gran escala y a bajo precio de los artículos de hilo, y forzoso es admitir que la han conservado.

La severa prohibición de exportar máquinas hiladoras abarcaba también, claro está, a la máquina de Marshall. Nada se consiguió, sin embargo. Esta vez son las crónicas inglesas las que nos informan de que un hilador de Lille (ciudad que todavía hoy es un gran centro de la industria linera francesa), Antonio Scrive, pasó a Inglaterra, consiguió trabajo en una hilandería y, a fuerza de increíble astucia y habilidad, apoderóse del secreto de la máquina inglesa. Después regresó a su patria y poco tiempo más tarde comenzaba a prosperar la industria linera de Lille, libre ya del peligro de verse aniquilada por la competencia británica.

¿Y Girard? Durante largos años había vivido enfrascado tenazmente en su obra, poniendo en ella todos sus recursos económicos. Cuando reclamó el premio ofrecido, empero, había sonado la hora de Elba, la de los Cien Días y la de Waterloo. Girard dirigióse al Gobierno de Luis XVIII, pero una de las máximas preocupaciones de aquel monarca era precisamente la de procurarse ingresos. Girard tenía derecho a su millón ; pero desgraciadamente éste figuraba solamente sobre el papel, por lo cual el desdichado inventor no tardó en ir a parar a la cárcel, agobiado de deudas. Posteriormente pudo rehabilitarse, abandonó Francia y se trasladó a Austria, provisto de los diseños de su máquina. Allí fundó una fábrica en Hirtenberg, en las cercanías de Viena, pero el negocio no prosperó, y al poco tiempo encontramos al inventor en Varsovia. Estableció una nueva fábrica en los alrededores de la capital polaca, esta vez con pleno éxito, ya que estaba destinada a convertirse en una de las principales empresas de la industria linera europea. La localidad lleva el nombre de su fundador, aunque polonizado ; se llama Zyrardov. No obstante, la fábrica no le pertenecía, ni le proporcionó fortuna personal alguna. Al cabo de quince años Girard regresaba a Francia, y al siguiente falleció en la pobreza. Más tarde el Gobierno de Napoleón III señaló una pequeña pensión a sus herederos.


Fig. 136
Zyrardov desempeñó papel importantísimo en el desenvolvimiento de la industria linera rusa, ya que fue su centro de expansión hacia el Este, en la gran zona industrial de los alrededores de Moscou. La base del desarrollo de esta industria existía tanto para Polonia como para Rusia ; era la presencia de un gran mercado interior, sin el cual no puede prosperar el ramo textil. Aparte de esta circunstancia, la industria linera de Rusia disponía de primeras materias inagotables y de mano de obra baratísima. Durante largo tiempo los campesinos no sólo fueron abastecedores de lino, sino que tejían en casa el que les suministraban las fábricas y entregaban las telas elaboradas, dejando para los talleres únicamente las operaciones complementarias finales.

Esta modalidad de trabajo no era propia solamente de Rusia ; hasta mediados del siglo XIX el trabajo doméstico y el de la fábrica marcharon estrechamente unidos. En la vida rural de Alemania este sistema ha persistido hasta nuestros días, y hoy empieza incluso a acrecentarse de nuevo en lo que se refiere al lino. En la actualidad se encuentra en las moradas campesinas alemanas más de 100.000 telares a mano, de los cuales más de 40.000 trabajan sin cesar.

En América no ha hallado ambiente el cultivo de la variedad del lino explotada por la fibra, debido a no existir allí una clase campesina análoga a la europea, animada por una antigua tradición y habituada a la elaboración de aquella materia textil; además, el precio de la mano de obra es allí muy elevado en comparación con la de nuestro Continente. Toda el área de cultivo de lino, verdaderamente inmensa, se halla al servicio de la producción de semillas, motivo por el cual no se ha desarrollado la industria textil. Para hacer trabajar sus 9.000 husos escasos, los yanquis compran el lino en Rusia y otros puntos de Europa. La industria de tejidos de hilo es propia del Antiguo Continente. Mientras en la producción de fibra es Rusia el Estado que marcha a la cabeza, con gran ventaja sobre todos los demás, el primer puesto en la producción industrial corresponde a la Gran Bretaña, distrito de Ulster, poseedor de 1,2 millones de husos, es decir, casi el 40 % de todos los que se cuentan en el mundo, estimados en 3 millones. Viene en segundo lugar Francia, con medio millón de husos en los departamentos fronterizos con Bélgica, siguiendo luego la Rusia Soviética, Bélgica y Alemania.


Renacimiento

La protocélula de la industria linera alemana es Silesia, donde ya a mediados del siglo XIV existieron las primeras manufacturas de tejidos, según rezan los documentos históricos. Después de un período de apogeo, en los siglos XVII y XVIII, la industria linera silesiana recibió, durante la primera mitad del XIX, una fuerte sacudida como consecuencia del adelanto realizado por las fábricas inglesas y francesas, gracias a los progresos técnicos conseguidos. No obstante, habiendo emprendido, a mediados del pasado siglo, la marcha por los cauces de la mecanización, no tardó en alcanzar a sus rivales, y hoy la industria linera se halla difundida por toda Alemania. Al pie de las Mittelgebirge y de los montes Sudetes encuéntrase el centro de la fabricación de damascos y estampados, así como la de mantelería y lencería. En las comarcas de Zittau y Niederlausitz, próximas a Silesia, hay las fábricas que trabajan principalmente para la exportación. No hace mucho que desde allí se expedían sus artículos a todos los países del mundo, a América, Escandinavia y Europa occidental. En el Oeste de Alemania existen importantes manufacturas en Bielefeld y en Münster, especializadas en laproducción de tejidos de semihilo. Además, existen fábricas lineras en Cassel, Kottbus, Stuttgart y Blaubeuren y, finalmente, en Constanza, donde se producen telas recias para toldos, lonas para cubrir vagones y otros artículos similares. La industria linera germana es poderosa ; antes de la guerra, si bien ocupaba el quinto lugar del mundo por el número de sus husos, ocupaba en cambio el segundo lugar por el valor de su producción, viniendo inmediatamente después de Inglaterra. Correspondíale el 18 % de la fabricación del mundo entero. Su mercado interior era activísimo, ya que Alemania, antes de 1914, era un país rico y sus habitantes usaban telas de hilo, batista, damasco y otras muchas.


Fig. 137

Por eso la exportación de esos artículos era reducida.limitándose aproximadamente al 8 %, pero los géneros salidos de sus fábricas eran renombrados en tierras muy alejadas de sus fronteras. No obstante, el cultivo del lino había ido menguando constantemente en su territorio, hasta el punto de que antes de 1914 no cosechaba más que el 10 % de lo que necesitaba para su consumo.

La dificultad de obtención de primeras materias ha vuelto en nuestros días a ser causa de que la atención hubiera de concentrarse en el lino. Hanse tomado una serie de medidas, tales como la ayuda a los plantadores por medio de créditos, la organización de la propaganda del empleo de las telas de hilo, etc., conducentes a estimular el celo de la población agrícola.

En estos últimos tiempos la moda ha favorecido también al lino. Nuevamente crece en todas partes el interés por él. En el curso de los cinco últimos años su área de cultivo ha sido doblada en Bélgica y triplicada en Holanda; en Alemania (Antiguo Reich) ha aumentado casi en doce veces, y en cuanto a la producción de fibra ha subido de 4.000 toneladas (1930 a 1934) a 33.900 en 1937. Si contamos que a esta cifra hay que añadir unas 800 toneladas a que ascendió la producción de la Marca Oriental, podremos afirmar que la industria alemana queda casi a cubierto de toda necesidad de importación. Por lo que hace referencia a un nuevo problema, la producción de telas de hilo destinadas a un gran número de consumidores cuyo gusto se trata de complacer, Alemania ha logrado ya solucionarlo casi del todo. Hoy se fabrican géneros mixtos, a base de hilo y otro material, evitándose de este modo el antiguo inconveniente que tiene el lino de «encogerse», cosa que no ocurre con las telas «inarrugables » de nueva fabricación.


Fig. 138
Todo lo que « vuelve », reaparece en una nueva forma. Hoy la técnica conoce muchos caminos que no sospechó siquiera en el pasado y produce telas más flexibles y bonitas que las de otro tiempo, por la asociación de hilo y seda artificial, por ejemplo. Cierto que este tejido mixto no será indicado para figurar en el arcón con carácter de prenda hereditaria, pero servirá en vida a un número mucho más crecido de personas de las que sirviera el antiguo hilo fino. De todos modos, el principal componente no será tampoco la seda artificial, sino el viejo hilo auténtico, el cual prestará al hombre moderno industrializado el mismo servicio que prestó antaño a su sencillo bisabuelo. Y junto con él nos llega, quién sabe de dónde, un recuerdo viejo e impreciso; tanto los griegos como los germanos sabían que en los albores de la Historia hay unas hilanderas misteriosas, llámense Moiras, Parcas o Nornas, que hilan la trama de la vida humana.


Útil, aunque no tan distinguido

Cáñamo, el conquistador de los Océanos


Simultáneamente con el lino se desenvolvió en la Historia su próximo pariente, si bien más modesto, el cáñamo. Es éste muy poco exigente por lo que afecta al clima; no obstante, prefiere el calor y suministra las mejores fibras en los países cálidos ; así la fibra italiana llega, por su finura, casi a la altura de la del lino. A diferencia de éste, en el cáñamo crecen juntas las fibras y las semillas, sin que el desarrollo de las unas perjudique el de las otras.

Una crónica griega nos da a conocer los primeros datos que poseemos acerca del cánamo. Según ella, los escitas se limpiaban friccionándose con aceite de cáñamo, embriagándose luego por la aspiración de vapores originados al depositar los cañamones sobre piedras calentadas a alta temperatura. Más tarde los griegos obtuvieron el cáñamo de Tracia, donde se conocía el arte de la cordelería y del tejido de su fibra. El Mundo Antiguo no conoció las aplicaciones que dan al cáñamo la agricultura y la industria modernas (cordones, sacos). En cambio, ya en aquellos remotos tiempos aparece la que durante siglos y siglos había de ser la principal consumidora del producto : la flota. Los primeros conquistadores de los Océanos — y éste es un hecho que no debe olvidarse — fueron el lino y el cáñamo. El primero suministraba las velas; no obstante, hasta el día en que los hombres hubieron aprendido a utilizar el cáñamo para la confección de jarcias, no lograron los navegantes pasar del estrecho de Gibraltar. Es de admirar la destreza con que los primitivos navegantes atravesaron el Mediterráneo.


Fig. 139


La Odisea nos relata cómo los griegos de la época homérica conocieron todas las riberas e islas del Mare Internum. Pero ¿cómo pudo Ulises « tesar sus velas? ». Ni los egipcios ni los fenicios ni los helenos de aquellos tiempos conocían la cuerda de cáñamo; el material más semejante a él para fabricar sogas era el byblus egipcio, es decir, la corteza del lino. Es más que probable que Ulises se sirviera de esta materia y de cuerdas hechas con correas entrelazadas. La verdad es que se necesitaba mucha habilidad y atrevimiento para lanzarse mar adentro con medios tan baladíes.

En tiempo de la segunda guerra púnica, es decir, a fines del siglo III antes de Jesucristo, los romanos utilizaban para su flota el « esparto », una planta española cultivada hoy todavía en la península Ibérica y Norte de África, si bien se emplea únicamente para la fabricación de papel, puesto que para cuerdas es poco resistente. Sólo el cáñamo permitió la navegación de alta mar; él fue quien dió comienzo a la larga y gloriosa historia de los veleros, con los cuales se descubrieron todos los países, unidos hoy con regularidad por los gigantes del Océano.


Fig. 140
Mientras en la actualidad los principales elementos de la construcción de buques son el hierro y el acero, antes de la invención de la máquina de vapor fueron la madera, el lino y el cáñamo. Desde épocas remotas los ingleses los han venido importando de Rusia por vía Arkángel. La Hansa transportaba esas primeras materias a Inglaterra y Holanda desde Novgorod.

La competencia del cáñamo barato de Rusia y de los países tropicales motivó, a mediados del siglo XIX, que todos los Estados europeos redujeran las superficies de terrenos destinados al cultivo de dicha planta. Alemania consumía antes de 1914 unas 60.000 toneladas de cáñamo ; mientras tanto, el área de su cultivo bajó de 20.000 hectáreas, cifra de principios de siglo, a la modestísima de 500. Casi toda la demanda se cubría con las importaciones de Rusia e Italia; y si bien durante la gran Guerra consiguióse elevar la cosecha a la cifra de 2.700 toneladas, después de ella volvió a disminuir, hasta el extremo de que en 1932 la producción nacional no excedió de 300 toneladas.

Rusia, con todo y haber reducido considerablemente la superficie consagrada al cultivo del cáñamo, sigue dominando el mercado mundial. Pero en el curso de los últimos decenios le han salido al cáñamo competidores peligrosos, el más temible de los cuales es el yute.


Yute, un bravo embalador

Cien años atrás, apenas había en Europa quien supiese algo de él. En cambio, en la India se conocía desde muchos siglos antes. En los valles densamente poblados del curso inferior del Ganges y de sus afluentes y, en particular, a ambas orillas del Bramaputra, crece, alto, un arbusto cuyo tallo suministra una fibra basta y resistente. Su elaboración primitiva es muy semejante, en términos generales, a la del lino y a la del cáñamo. Ya en remotas épocas tejiéronse a mano, con sus materiales, telas de uso corriente y para la confección de vestidos. Es indudable que esos tejidos no tienen la belleza de los de algodón o de hilo, pero el raia (campesino) indostánico no está acostumbrado al lujo. En la patria del algodón las gentes se visten, y muy a gusto, de yute, de este yute que nosotros empleamos exclusivamente para confeccionar sacos. Siempre ocurre igual; en los arrozales de China los campesinos se alimentan de mijo, y los criadores japoneses del gusano de seda nunca cubren sus cuerpos con ella ni con su terciopelo.

Cuando Europa temblaba bajo el fragor de la Revolución francesa, Inglaterra estaba realizando su propia revolución industrial. Crecía el interés por las materias textiles ; en 1792 la Compañía de las Indias Orientales envió a Calcuta un especialista cuidadosamente escogido, el doctor Roxburg, con la misión de estudiar la « fibra india » e informar sobre ella. Los criados del doctor llamaban a la tal fibra yhot; de ahí el nombre de yute.


Fig. 141

El dictamen de Roxburg fue favorable. El doctor auguraba al yute un brillante porvenir y a la Compañía un pingüe negocio. La Compañía intentó introducir la fibra en Inglaterra, pero no experimentó más que fracasos. Unos años más tarde, la cuestión de las materias textiles pasó a ser de gran actualidad ; Napoleón amenazaba a Inglaterra con impedirle la importación del cáñamo ruso y continental. La Compañía empezó a comprar yute y a suministrarlo, a su propio riesgo, a los tejedores británicos. Como trataba principalmente con productos caros, tales como arroz, algodón, té, etc., necesitaba sacos.

La pequeña ciudad escocesa de Dundee comprendió cuánto le interesaba la cuestión y puso manos a la obra ; cuando, en 1835, se descubrió que la operación de tejer podía simplificarse considerablemente remojando la fibra en aceite de ballena, Dundee experimentó algo así como si en sus inmediaciones se hubiese descubierto una mina de oro. Más tarde, cuando la guerra de Crimea interrumpió el envío del cáñamo ruso, la villa escocesa y la producción indostánica de yute recibieron nuevo impulso. Pronto Dundee se convirtió en una Mánchester del yute. Nadie protestó cuando en 1855 un inglés audaz, Jorge Acland, expidió a la India, desde la ciudad de Tay, una hiladora de yute y fundó la primera fábrica india en las cercanías de Serampur (Bengala). Treinta años más tarde Calcuta estaba rodeada de innúmeras industrias de hilados y tejidos de yute. Después de la guerra muchas fábricas de Dundee habían cerrado, trasladándose al Indostán.

Actualmente trabajan en la industria del yute en Escocia 300.000 husos, en Alemania 200.000, contra un millón y unos 50.000 telares en la India. El yute se emplea también para la fabricación de cuerdas, bramantes y artículos similares, aunque su aplicación principal es la confección de sacos. La India abastece de ellos al mundo entero ; su exportación total se eleva a la cifra de 600 millones de unidades anuales. En realidad, el yute es el principal de sus artículos de exportación, rindiendo de 300 a 350 millones de dólares en los años de alta coyuntura, más de lo que produjo al Japón el comercio exterior de la seda.


"Las riquezas de la tierra, geografía económica al alcance de todos" J. Semjonow
Barcelona, 1940
Traducción de F. Payarols
Editorial LABOR S.A.