La Guerra de Sucesión Española

 

 1. Introducción.

 6. La interpretación de los hechos: conclusiones generales

 

1. Introducción

                 Leed el resumen siguiente que corresponde en gran manera a la explicación tradicional de la Guerra de Sucesión Española, una guerra que empieza después de la muerte del último rey de la casa de Austria, Carlos II, sin descendencia, dejando como heredero al Duque de Anjou, circunstancia que no fue aceptada por el archiduque Carlos de Austria, candidato al trono también, ni por otros países europeos:
Los partidarios de Carles de Austria a la corona Española (Inglaterra, Portugal y los Países Bajos con Austria y el Imperio Alemán y Saboya) se unen en la Alianza de La Haia y declaran la guerra a Felie de Anjou, nieto de Lluis XIV, por el poder que significa la posible unificación de Francia y España bajo el dominio francés. A la península también se unen a la causa austriacista los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca y el Principado de Cataluña.
La lucha es muy desigual, y mientras el ejército de las Dos Coronas parece ganar terreno en España, en los otros territorios parecen imponerse los aliados. En el año 1711 se produce un giro inesperado en los acontecimientos: el emperador José I muere repentinamente y la sucesión al trono imperial recae en el archiduque Carlos, hecho que provoca un cambio de apoyo de las potencias europeas, que ahora temen un Imperio Alemán demasiado fuerte en el conjunto de Europa, y aceptan pactar con Francia. La firma en 1713 del Tratado de Utrecht y en 1714 del Tratado de Rastatt significa el reconocimiento de Felipe V como rey de España por parte de las potencias aliadas, pero con la condición de renunciar a sus derechos al trono francés, evitando así la unión de las Dos Coronas, y aceptando la pérdida de gran parte de los dominios españoles en Italia y en los Países Bajos.
A nivel peninsular significó la unificación de los reinos españoles bajo las leyes de la Corona de Castilla (excepto el País Vasco y Navarra, por haber sido fieles a Felipe V) y la implantación del absolutismo.


Ampliad la información sobre el tema estudiando el libro de texto o leyendo algunos de los enlaces que os proporciono, puesto que soy consciente de las posibilidades de consulta bibliográfica de un estudiante de Bachillerato (de todas formas, mirad la bibliografía recomendada y seleccionad alguna obra como base informativa de ampliación).



Planteamiento del tema

Pero muy a menudo, las explicaciones tradicionales no siempre se mantienen a medida que pasa el tiempo. Los historiadores estudian nuevas fuentes o los acontecimientos históricos posteriores inciden en nuevas interpretaciones. Consultaremos, en la medida de nuestras posibilidades, la historiografía más actual y veremos, partiendo de los hechos históricos, en qué medida son fiables aquellas interpretaciones tradicionales o en qué medida lo son las más recientes, centrándonos principalmente en el caso de la guerra en España y, más concretamente, en la Corona de Aragón y, especialmente, en Cataluña.




La Guerra de Sucesión en España, un tema controvertido

La Guerra de Sucesión en España y el Once de septiembre al que va indisolublemente unida desde la óptica de Cataluña, es uno de aquellos temas que constituye un verdadero desafío cuando un profesor/a se plantea cómo explicarlo a los alumnos. Al ser un tema muy controvertido, en el cual el peso ideológico o la posición política actual influyen en gran manera en su enfoque, son muchas las preguntas que desconciertan o las cuestiones que desorientan en el que algún historiador ha denominado "las guerras de la guerra de Sucesión". Así, después de consultar varias fuentes y teniendo en cuenta las ideas que se dicen o se leen en los medios de comunicación y las ideas preconcebidas que tenemos sobre este tema, se plantean una serie de dudas de carácter general sobre qué significó esta guerra, o sea, cómo interpretarla, por ejemplo, nos cuestionamos sí:

  • Fue una guerra española o una guerra internacional?.
  • Fueron determinantes las alianzas exteriores en el desarrollo de la contienda o el desenlace español no tuvo nada a ver con estas alianzas?
  • Traicionó Inglaterra en Cataluña?.
  • Traicionó el emperador Carlos VI en Cataluña?.
  • Fue una guerra para mantener la hegemonía europea de la Monarquía Hispánica?.
  • Guerra de independencia?.
  • Guerra de Borbones contra Áustrias?
  • La primera guerra civil española?.
  • Una guerra de clases?.

Y, ya analizando la guerra en Cataluña, si nos encontramos ante una:

  • ¿Rebelión catalana?.
  • ¿ Lucha por las libertades de toda España?.
  • ¿Guerra separatista?.
  • ¿Guerra en defensa de los privilegios del Principado?
  • ¿Guerra en defensa de los privilegiados del Principado?
  • ¿Guerra en defensa de los intereses económicos de la burguesía del Principado?
  • ¿Hubo una revolución burguesa?.
  • ¿Por qué los catalanes consideraban que un Austria sería respetuoso con las instituciones catalanas?
  • ¿Por qué Felipe V no va destruir las libertades y constituciones de navarros y vascos?
  • ¿Por qué el alzamiento austracista sólo se produce a partir de 1705 y no desde la llegada del rey Felipe V (1701)?
  • ¿El alzamiento contra Felipe V fue un movimiento político o una revuelta?.
  • ¿El alzamiento contra Felipe V fue revolucionario?
  • ¿El alzamiento contra Felipe V fue antimonárquico o antidinástico?
  • ¿Por qué la Generalitat y Barcelona se resistieron a sumarse a la sublevació contra Felip V hasta el año 1705?
  • ¿Quién dirigió la guerra contra Felipe V?.
  • ¿Por qué fue necesario bombardear Barcelona para que aceptara a Carles III?
  • Barcelona sufrió tres asedios, el primero por los austriacistes, el segundo y el tercero por las tropas filipistes.
  • ¿Por qué después del Tratado de Rastatt Lluís XIV se implicó en la lucha contra la resistencia catalana, considerada ahora como una pura y simple rebelión?
  • ¿Todos los catalanes eran antifilipistes?
  • ¿Eran los botiflers anticatalanes?
  • ¿Habría destruido Felip V las libertades del Principado de Cataluña si los catalanes no hubieran roto el juramento de fidelidad?
  • ¿ Fue Villarroel un militar filipista?
  • ¿Fue Villarroel y no Casanova el verdadero héroe?
  • ¿Hubo un golpe de estado al 1713?
  • ¿Por qué el 11 de septiembre de 1714 se elige como Fiesta nacional de Cataluña frente a otros posibles hechos políticos, sociales o culturales?
  • ¿El once de septiembre los catalanes celebran una derrota?
  • ¿El Decreto de Nueva Planta prohíbe el catalán?.
  • ¿Acaba Felip V con las libertades de Cataluña?.
  • Cataluña vivió una situación de terror después de la derrota.
             
                

Ante estas preguntas sobre el carácter de la Guerra de Sucesión, el objetivo que nos proponemos es, pues, el de intentar aclarar las dudas que podamos tanto respecto a los hechos históricos como en cuanto a su interpretación. Lo que haremos es empezar por estudiar los hechos ordenados cronológicamente, para pasar después al análisis de los hechos a través de la lectura de varias fuentes hasta que podemos llegar a algunas conclusiones. Para orientarnos, irá bien poder consultar un listado de los personajes más implicados en estos acontecimientos y recordar las instituciones fundamentales de Cataluña.

                                                                                                                                                   Caty González Torrijos

 

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"Il.lustració"

6. La interpretación de los hechos


Conclusiones generales 

Como se ha podido comprobar, el historiador tiene la difícil misión de interpretar unos hechos históricos basándose en muchas ocasiones, si se trata de fuentes escritas, en palabras a veces confusas, a veces imprecisas, a veces –sin saberlo- con un significado diferente al que actualmente empleamos. De este modo, se convierte en usurpador involuntario de las mentes que las escribieron porque no siempre tiene plena seguridad en cómo las ha interpretado, qué matices no ha percibido, cuál era la verdadera intención de aquella persona al escribirlas, y se tiene que conformar con plantear hipótesis, sin la certeza que alguna vez pueda confirmarlas.

El objetivo de este tema ha sido lo de una aproximación a la Guerra de Sucesión en España, centrado especialmente en Cataluña, y dirigido a los estudiantes de Bachillerato, habiendo procurado consultar una cierta variedad de fuentes documentales, primarias y secundarias, y de varias ideologías, que nos han proporcionado información sobre la cual nuestro criterio tiene que decidir su fiabilidad, y que hemos utilizado según nuestra lógica histórica, sabiendo que habrán quedado no pocos dudas y que el que presentamos no es sino una posible interpretación de unos hechos complejos, que se merecen, en otra ocasión, continuar estudiante.

Veamos, pues, a qué conclusiones podemos llegar después del análisis de las fuentes consultadas:

  • La Guerra de Sucesión fue una guerra española y una guerra internacional. Para Felipe V la Guerra de Sucesión no pretendía mantener la hegemonía europea de la Monarquía Hispánica, sino ser reconocido como su rey. Para su abuelo, sin embargo, la guerra formaba parte de una lucha por el dominio de Europa y por los mercados de ultramar: "Luis XIV expresaba claramente su opinión al embajador francés en Madrid: «El objetivo principal de esta guerra es el comercio con las Indias y la riqueza que ellas producen» (Kamen, H. Felip V. El rey que reinó dos veces). En la guerra de Sucesión Española, a nivel internacional, se dirime la hegemonía europea entre Francia, que lo ha heredado de una Castilla ya en decadencia desde comienzos del s. XVII, y la potencia emergente, Inglaterra, que será la vencedora convirtiéndose en la nueva potencia mundial. Su proceso y resultado pone en evidencia que fue Inglaterra la que mueve los hilos en sus diversas fases (desde la alianza a favor del archiduque Carlos, a la intervención en Cataluña hasta conseguir el pacto con los vigatans, a la paz en el momento en que ya no le interesa continuar el acuerdo con el nuevo emperador), y la que obtiene los resultados que le benefician especialmente: el equilibrio de poderes en el continente, que le deja las manos libres para agrandar su imperio colonial.


  • Consecuentemente, la intervención inglesa, según hemos dicho, fue determinante en el desarrollo de la guerra tan internacionalmente como respecto a España, del mismo modo que fue también decisiva, en este último caso, la intervención de Francia, pues sin su ayuda militar, Felip V, seguramente, no habría podido triunfar.


  • Inglaterra traicionó a Cataluña porque aunque quiso protegerse con el artículo 13 del Tratado de Utrecht, el respecto a los derechos individuales no es lo mismo que el mantenimiento de las instituciones del Principado, que es a lo que se había comprometido Inglaterra con el Pacto de Génova fuera el que fuera el final de la contienda:


    TRATADO DE ALIANZA
    Entre la Serenísima Reyna Anna de Inglaterra y el Principado de Cataluña contra el Serenísimo Duque de Anjou y sus adherentes para establecer en la monarchiade España a su verdadero Rey Carlos III, Archiduque de Austria, en que dicha Serenísima Reyna promete su garantía perpetúa para asegurar los privilegios y leyes de dicho Principado.

    Art. 6:
    Para más manifestar el celo al bien público y la inclinación de la Serma. reina de Inglaterra a la ínclita y noble nación catalana, el dicho Iltre. Mitford Crowe promete que siempre y cuando, lo que Dios no permita, sucedieren adversos e imprevenibles sucesos en las armas, asegura que los habitantes del dicho Principado que se declararon y tomaren las armas a favor del rey Carlos III y altos aliados para el fin de sacudirse el horroroso yugo de la Francia quedarán cono toda seguridad, garantía y protección de la Corona de Inglaterra, sin que puedan padecer la más mínima alteración ni detrimento en sus personas, bien, leyes ni privilegios, de modo que ahora y en lo venidero goce el Principado de Cataluña todas las gracias, privilegios, leyes y costumbres, tanto en común, como en particular del modo que el dicho Principado gozaba dichos privilegios, leyes y gracias en el tiempo del difunto rey Carlos II.

    Tratado de Génova, 20 de junio, 1705

Los austriacistas de la época hablan de traición: “los pérfidos ministros ingleses, despreciando tantas promesas, rompiendo tantas seguridades, han sacrificado la confianza que en la Nación Inglesa teníamos puesta, entregándonos a discreción a nuestros capitales Enemigos”. (discurso de M. Ferrer y Sitges en julio de 1713)
Y los mismos ingleses eran conscientes de la perfidia: dos impresos anónimos haciéndose eco de "el caso de los catalanes" aparecieron en Londres en 1714. En The Caso of the Catalanes Considered podemos leer: “Es evidente que los catalanes es sometieron al rey Carlos por instigación de los ingleses [...]. Aunque dejemos de apoyar al emperador no tendríamos que abandonar a los catalanes [...]. Tuvimos en nuestros manos el poder de imponer cualquier condición que quisiéramos. ¿Abandonaremos a un pueblo fiel, el único crimen del cual consiste en haberse adherido a nosotros? [...]. ¿Tiene que ser sacrificado este pueblo a la cólera de quien es ahora su rey? ¿No sería su sangre un monumento eterno a nuestra crueldad?” ( Vicente Moreno Cullell
http://blogs.sapiens.cat/socialsenxarxa/categoria/historia/5-historia-moderna/6-lespanya-del-siglo-xviii-de-la-nueva-planta-a-la-crisis-de-l%y2%80%99antiguo-regimos/page/4/)

 

  • Parece correcto afirmar que el emperador Carlos VI abandonó a Cataluña al firmar el Tratado de Rastatt (agosto de 1714), que puso fin a la guerra entre Francia y Austria según el cual, a cambio de la soberanía sobre los Países Bajos españoles, el reino de Nápoles, el Milanesado y las plazas de Ypres, Tournai, y Furnes, acepta la renuncia al trono español, aunque, según hemos leído, exigió, sin éxito, la soberanía sobre Cataluña o, en todo caso, propuso convertir el principado en una república independiente (tal como pedían las autoridades catalanas). Inglaterra apoyó esta propuesta (cuando ya había conseguido lo que le interesaba con la Paz de Utrecht), pero, ante la negativa de Felipe V, los dos recularon y el emperador de Alemania, Carlos VI, firmó el armisticio dejando a sus fieles seguidores de Barcelona asediados por los enemigos borbónicos. La postura de ambos países, de defensa de los intereses catalanes sobre el papel, parece la de un gesto simbólico de quedar bien, sin ninguna otra intención, por muchas simpatías que Carlos III les tuviera.
    Sobre el abandono de Carlos III surge una cuestión a la que no hemos encontrado respuesta clara: ¿Por qué se habla tanto de la traición inglesa y tan poco de la del emperador?. (con las debidas excepciones, como la de Ferran Soldevila: “Carlos, ahora emperador, no cumplió sus deber hacia Cataluña” Resumen de Historia de los países catalanes, pag. 145). Respecto a los documentos de la época, quizás se debe a la destrucción de la documentación austriacista que Felipe V y los propios interesados hicieron, o, con más seguridad, a la política protectora que el emperador llevó a cabo con los austriacistes españoles que se refugiaron en la corte imperial, denominándolos para cargos en la administración y con la concesión de pensiones y títulos nobiliarios e, incluso, no perdida la esperanza: “en Viena los españoles, que habían dejado «patria» y «hacienda» por seguirle, obtendrán el favor y la protección del emperador” (…) “Desde Paz de Utrecht en 1713 a Paz de Viena en 1725 el emperador apoyó en distintos momentos las instituciones y las libertades políticas de la Corona de Aragón” (Virginia León. El reinado del archiduque Carlos en España: la continuidad de un programa dinástico de gobierno Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Historia Moderna Ciudad Universitaria. 28040 Madrid. Spain). Pero lo que es más extraño es la casi ausencia de crítica en los escritos de ahora, entre los catalanistas cuando menos, en los que la traición inglesa, sin embargo, está suficientemente defendida. ¿Se debe, quizás, a la consideración por el proteccionismo de la corte de Viena mencionado o al hecho que Carlos III-VI se resistió a firmar la paz con Felipe V hasta 1725?

  • No se trató de una guerra separatista en el sentido de que Cataluña –o La Corona de Aragón en general- quisiera separarse de España, pues los defensores de Carlos III de España lo que querían es continuar con la Monarquía Hispánica anterior, es decir, manteniendo la independencia respecto de la Corona de Castilla pero formando parte de la Monarquía hispánica o, incluso, yendo más allá, de dirigirla, tal como defienden varios historiadores.

  • Que fue una guerra civil entre los catalanes parece evidente porque hubo catalanes en los dos bandos que se enfrentaron, aunque se tiene que matizar en el sentido de que los catalanes felipistas serían minoritarios. Aun así: “(...) Todo ello nos hace pensar en la situación de guerra civil en que se encontraba Cataluña a finales de la guerra, con una proporción considerable de alcaldes y justicias que toman las armas en persecución de los “de la tierra” (Joan Campàs Montaner. La guerra de Sucesión como guerra civil catalana o por qué no se tienen que traer flores al monumento de Rafael Casanova).
  • No fue la primera Guerra civil española si consideramos que una guerra civil es un enfrentamiento armado entre los habitantes de un mismo Estado, y La Corona de Castilla y La Corona de Aragón eran Estados independientes, no existía España cómo Estado unificado hasta, precisamente, 1714. Más bien se podría considerar una guerra entre las dos Coronas de la Monarquía hispánica aunque matizando, puesto que, como se ha comprobado, hubo partidarios de Felipe V en la Corona de Aragón y, en mucha menor cantidad, partidarios de Carlos III en Castilla (por esto no hemos encontrado muchas aportaciones en este sentido): “en ninguna de las dos Coronas existió homogeneidad de posturas: hubo felipistas en Aragón y austriacistas en Castilla” (F. J. Gutiérrez y P. Ybáñez El llamamiento a la nobleza de las «dos andalucías» de 1706 en la Revista de historia moderna n° 25, 2007, pp. 53-87 ). La primera afirmación está fuera de duda por los abundantes documentos que hablan de la facción felipista, más o menos minoritaria, en Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña. En cambio, en el caso de La Corona de Castilla, mientras el proyecto felipista por el historiador Albareda (La Guerra de Sucesión de España) “contó desde el principio cono el apoyo de la mayoría de la nobleza castellana”, varios autores comentan la oposición del alta nobleza a Felipe V, pero parece ser que nunca fue armada y tendría como objetivos no derrocar a Felipe V sino acabar con el intrusismo francés en el gobierno castellano, por lo tanto, se tendría que considerar, tal como se ha dicho más arriba, que la guerra fue civil en La Corona de Aragón, especialmente en Valencia y en Cataluña en que hubo enfrentamiento armado entre felipistes y austriacistas, mientras que en La Corona de Castilla no nos consta ninguna confrontación armada entre sus habitantes (Felip V tuvo el apoyo de las masas populares), aunque, tal como decíamos, hubo austriacistas a título individual entre el alta nobleza: “Un estudio reciente sobre el alcance económico de la política confiscadora de Felipe V en La Corona de Castilla demuestra que el secuestro de las haciendas de los austracistas castellanos apenas supuso un alivio para la crónica penuria de la Real Hacienda durante el conflicto bélico, ya que más de la mitad de lo recaudado por este concepto fue destinado a pagar las distintas mercedes otorgadas por el monarca borbónico” (Virginia León Sanz, ob. citada).

  • Durante la guerra de Sucesión en España no hubo una Revolución Burguesa según la información estudiada. En los documentos consultados sobre Cataluña, la utilización de términos como nación, o libertades, crean estas expectativas y los representantes de la burguesía, consejeros y miembros de Juntas de Brazos, asumen la representación de toda Cataluña y dicen luchar por las libertades de Cataluña, de la nación catalana. Analizando, pues, el caso de Cataluña y aceptando que la burguesía es la clase social más dinámica, con poder económico y político, el estudio de su actitud, como dirigente en gran medida de los acontecimientos (junto a la nobleza), presenta varias consideraciones: en primer lugar, tener en cuenta que la postura de la burguesía catalana, fortalecida económicamente por el desarrollo económico finisecular de incipiente industrialización, “un modelo basado en el intercambio con el extranjero de productos agrarios contra importaciones industriales, especialmente textiles... Este modelo fue el que había permitido potenciar una economía catalana integrada, con un mercado interior desarrollado, donde tenían un papel fundamental los comerciantes de Barcelona” (J.Fontana. La Guerra de Sucesión: los motivos de Cataluña. Universitat Pompeu Fabra Revista de Derecho Histórico Catalán Vol. 3 (2004), p. 11-23), fue evolucionando políticamente a lo largo de lo que podríamos considerar tres fases: entre 1700-1705, de aceptación del nuevo monarca Felipe V, después de que éste jurara las constituciones y aceptara las reivindicaciones presentadas en un grado aproximado a lo que después haría Carlos III; la segunda fase, de 1705-1713, en que la burguesía adopta una nueva postura uniéndose a la alianza antiborbónica, actitud que culminaría con el juramento de fidelidad en otoño de 1705 cuando el Archiduque juró las constituciones catalanas (en las cuales concedió también muchas de las reivindicaciones, entre ellas el control de las insaculaciones), y es reconocido conde de Barcelona, rey de Aragón y rey de Castilla. Este cambio se debe a varios factores, pero fundamentalmente porque la burguesía catalana vio la oportunidad de asegurar sus intereses económicos aliándose con la pequeña nobleza que había pactado con Inglaterra (Pacto de Génova), descontenta por la posible amenaza absolutista –con la pérdida de algunos de sus derechos señoriales y cargos que esto comportaría-, y por la actuación poco respetuosa con las instituciones del virrey Velasco, y con un clero que se siente amenazado por el regalismo de Luis XIV, y , además, contando (y aprovechando) con el apoyo más o menos activo, más o menos general según las zonas, de un campesinado de fuerte sentimiento antifrancés después de las pasadas experiencias del siglo XVII. En esta alianza social interna y en esta alianza política externa, ve la burguesía catalana mejores posibilidades de defensa de sus intereses que en el gobierno de Felipe V, confiando especialmente en la garantía inglesa. El cambio, por lo tanto, no es respecto al sistema político que, tanto en la primera cómo en la segunda fase, sigue siendo el de mantenimiento de las instituciones tradicionales del Principado, la defensa del cual, repetimos, ve más segura en esta segunda opción, en un momento -1705-1706- en que las operaciones bélicas son favorables a los aliados tanto a nivel internacional como peninsular (la mayor parte de Cataluña cae en manos aliadas, Carlos III entra en Zaragoza y es proclamado rey en Aragón, y, pocos meses después, entra en Madrid). El cambio es, pues, de alianzas y, por otro lado, es pasivo y gradual, pues la burguesia barcelonesa no asume la dirección de los acontecimientos en 1705 y solamente después de la conquista de Barcelona por las tropas de la Alianza, Carlos III será nombrado nuevo rey de Cataluña.
    Pero los sucesos de 1711-13 (nombramiento de Carlos III como emperador, Tratado de Utrecht, retroceso militar general de los austriacistas peninsulares), que comportan el aislamiento de la burguesía barcelonesa, perdidos parece que definitivamente los apoyos exteriores e internos, ocupado prácticamente todo el territorio catalán por las tropas de Felipe V, la precipitan a una elección drástica sobre si continuar la defensa del sistema en estas dificilísimas condiciones o renunciar, ahora con seguridad, al sistema político catalán y, con esto, ceder la defensa directa de sus intereses. Y es en este momento cuando se radicaliza la postura de la burguesía barcelonesa (y pasa a la tercera fase), al tomar una posición de fuerza y utilizando el poder de maniobra que tiene en el Consell de Cent y la Junta de Braços para imponer su elección (junio de 1713) a un sector de la nobleza (brazo militar), al clero y a la Generalitat que, como sabemos, fue la de continuar la guerra en solitario, es decir, luchar hasta el final por la defensa de las instituciones catalanas con muy pocas posibilidades de éxito (un nuevo cambio de gobierno en Londres a favor de los Whigs, partidarios de retomar la guerra, o recibir ayuda militar del emperador), o forzar la situación para conseguir una república independiente (texto 9, apartado 5.2), en un momento en que el caso de los catalanes era motivo de gran interés en las cancillerías de Europa. Según F. X. Hernàndez Cardona, la resistencia no fue inútil, sino posibilista, lógica y sensata hasta el verano siguiente “Aun así la estrategia catalana fue plenamente válida hasta la batalla del baluarte de Santa Clara el 12 de agosto de 1714, allá ya se vio que la resistencia armada tenia unos límites y el panorama internacional no presentaba claras oportunidades de cambio. A partir de aquel momento la resistencia ya no tuvo sentido, y hay que entender la dimisión de Villarroel en este contexto” ( F. X. Hernàndez Cardona; J. Santacana Mestre y otros de la Fundación Bosch y Gimpera, y grupo de búsqueda Didáctica y Patrimonio de la Universitat de Barcelona (DIDPATRI-SGR 2009-24 en http://www.guerradesuccessio.cat/01conflicte.html)
    Algunos historiadores, al comentar la cesión de competencias de la Generalitat al Consell de Cent en febrero de 1714, la interpretan como un paso más de la toma de poder de la burguesía barcelonesa en el gobierno del Principado, en lo que considerarían sería como un golpe de estado: “Desde aquella fecha, los consejeros, presionados por una parte de la élite mercantil, asumieron muchas de las competencias de la Diputación, hasta el punto que casi lo anularon: golpe de estado” (Salvador Sanpere y Miquel (1905). Otras fuentes, en cambio, plantean que no hubo tal golpe porque el traslado de competencias fue exclusivamente en el aspecto militar conservando la Generalitat el resto de sus competencias: “el 26 de febrero de 1714, se produjo el supuesto golpe de estado, por el cual el Consejo de Cien asumía todas las funciones de la Diputación y acontecía simultáneamente el gobierno de la ciudad y del Principado. (…) [pero] el que se produjo no fue una cesión de autoridad o de poder por parte de la Diputación al Consell de Cent, sino, sencillamente, que la gestión de toda la defiende del Principado recayó en manos de los consejeros, lo cual afectaba a los pagos de las tropas, no las decisiones políticas (…) No hubo ningún golpe de estado, sino una cesión de la gestión de las tropas. (...) [ciertamente] se pueden interpretar algunas de las actuaciones del Consell de Cent como un intento de lograr más poder del que le correspondía. (...) no hubo un golpe de estado, pero las tensiones políticas y divisiones entre los comunes fueron manifiestas”. (Eduard Martí Fraga ¿Un «golpe de estado concejil»? El gobierno de la ciudad de Barcelona durante el asedio de 1713-1714). Aún así, los responsables del grupo de búsqueda Didáctica y Patrimonio de la Universitat de Barcelona, continúen defendiendo la idea del golpe de estado aunque la cesió de competencias fuera soalment en cuanto a la defensa: “El 26 de febrero de 1714, los consejeros avanzaron todavía más posiciones. La Generalitat, sin dinero ni recursos, delegó las responsabilidades de la defensa en la ciudad. Todo ello fue un tipo de golpe de estado que concentró todo el poder en manos de los consejeros” (http://www.guerradesuccessio.cat/01conflicte.html). De cualquier forma, parece indiscutible que las decisiones que se tomaron estos meses fueron debidas a la dirección de la burguesia y, en parte, de la nobleza barcelonesas.
    Y volviendo ahora a la cuestión que nos planteábamos en este apartado, (¿hubo revolución burguesa?), es decir, sobre si la burguesía emprendedora y empresarial catalana de principios del XV “que se miraba en el espejo del modelo comercial (y político) holandés e inglés” (J. Albareda Salvadó, ob.citada), pudiera evolucionar hacia un proceso político revolucionario, hipótesis defendida por varios historiadores (Fontana), en todo caso no hemos encontrado muestras de que se hubiera iniciado antes de 1713: ni muestras de ataque al régimen señorial (que sí hubo en Valencia), ni a los privilegios de la nobleza o del clero, ni cambios en el modelo institucional hasta, según señalamos más arriba, el momento en que la Junta de los 36 (julio 1713) plantea al emperador la defensa de una “república independiente bajo protectorado imperial”. Ahora bien, ¿cómo sería el reparto del poder de esta república?, ¿se plantearía que las Cortes dejaran de ser estamentales para pasar a ser representativas de la nación?. Al principio tenemos que suponer que en la mente de los peticionarios se mantendría la idea de una república continuista, es decir, oligárquica, pues sólo lo plantean como alternativa, puesto que su objetivo fundamental en este mismo documento es la de “no permitir separar el Principado de la obediencia de Vuestra Católica Cesarea Majestad”. Se trataría, pues, de mantener las mismas instituciones, pero con unas Cortes sin rey, y la derivación posterior queda como una posibilidad a tener en cuenta.
    Por otro lado, presuponer que el sistema pactista o representativo conduce más fácilmente o más rápidamente al liberalismo que el sistema absolutista, no significa que en el seno de un sistema absoluto no se pueda desarrollar un movimiento revolucionario. En todo caso, el quid de la cuestión estribaría en el hecho de hasta qué punto la burguesía catalana o de La Corona de Aragón en general, representaba los intereses de todo el Tercer Estamento o defendía exclusivamente los propios, indiferentes a la situación de las masas populares. Solamente en el momento en que se produce este paso entraríamos en el proceso de la revolución. Y este es, en parte, el punto en cuestión en que la visión nacionalista o antinacionalista se enfrentan: si en las Cortes de la Edad Moderna se promocionan leyes que benefician a las masas campesinas (limitando los derechos de los terratenientes, por ejemplo) o si los pactos o propuestas defendidas por los estamentos solamente defienden sus propios intereses (por ejemplo, aceptando un aumento de impuestos a cambio de no devaluar la moneda). En este sentido, limitar el poder del monarca, ¿beneficiaba a los campesinos, o beneficiaba a los privilegiados?. La respuesta catalanista es, obviamente, la de que ambas cosas. La respuesta no nacionalista seria: no tienen los mismos intereses, sino contrapuestos, por lo cual si una ley o sistema beneficiaba a los terratenientes, perjudicaba a los campesinos. Lo que no quiere decir que se puedan dar procesos revolucionarios en los cuales se produce un aumento de derechos general, como es el caso de una revolución burguesa (aunque la principal beneficiaria sea la propia burguesía, la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos es un progreso social indiscutible); pero, situándonos en el siglo XVIII, cercana ya la crisis del Antiguo Régimen, ¿cuál era el grado de madurez de la burguesía catalana?, ¿estaba en condiciones de asumir este papel histórico de manera más o menos inmediata?. Varios historiadores creen que, dado el sistema representativo existente, aunque fuera limitado, este paso podría haberse producido en un plazo más o menos breve de tiempo: “En Cataluña, el mecanismo de la aprobación de leyes en las Cortes estamentales, con todas sus limitaciones —unas limitaciones que en aquellos momentos se estaban empezando a superar en otros países, como se puede ver al Inglaterra del siglo XVII o a los estados del Languedoc en el siglo XVIII— se seguía manteniendo vivo(...). Que el sistema estuviera en evolución nos lo puede mostrar el peso que estaba adquiriendo esta institución todavía no bastante estudiada que es la llamada conferencia de los tres comunes, donde se integraban representantes del Consell de Cent y de la Diputación con los de un brazo militar aburguesado, en el que faltaba la nobleza titulada” (J.Fontana, ob. citada) En este mismo sentido se pronuncia Eduard Martí Fraga: “En el contexto del enfrentamiento con un rey de carácter absolutista, el dinamismo institucional catalán, defensor de la política de consenso y de una mayor participación ciudadana en las decisiones que afectaban a toda la sociedad, se presenta con un signo claro de modernidad” (obra citada).
    De cualquier manera, y dejando de lado esta cuestión de intenciones, en todo caso frustradas, en el año 1713, la burguesía barcelonesa era una fuerza sumamente débil, que, aislada del resto del territorio no podía contar con el apoyo de las masas populares rurales ni de la pequeña nobleza, por lo cual su toma del poder, fueran cuales fueran sus objetivos políticos a corto o medio plazo, pretendía de manera inmediata resistir al asedio enemigo y, en aquellas circunstancias, parecía destinada al fracaso. Barcelona decidía por toda Cataluña y la apelación a los sentimientos patrióticos era una posibilidad con objeto de conseguir reavivar la rebelión interior, por lo cual atribuirse la representación de Cataluña, la defensa de las libertades de la Patria, es decir, la defensa de todos los catalanes, era una estrategia comprensible (y, en este sentido, es posible que ayudara a crear un sentimiento nacional frente al enemigo común). El desprecio a los otros catalanes, los botiflers, estaba sobreentendido: no eran buenos catalanes, eran traidores y por esto no se hace a penas alusión a su existencia en los documentos institucionales consultados de la época. Nunca se habla de catalanes luchando en los dos bandos (circunstancia que durante largo tiempo fue también obviada por los catalanistas: “En el Fossar de les Moreres no se entierra ningún traidor, hasta perdiendo nuestras banderas, será la urna del honor” (tal como se puede leer en una placa, colocada al 1915, donde hay inscritos los primeros versos de la poesía de Frederic Soler, Pitarra (1839-1895).
    Para completar la posición de la burguesía catalana tenemos que tener presente, que, según varios autores, el cambio de alianza iba todavía más lejos (contradiciendo la idea de que fue una guerra separatista): el deseo de los austriacistas catalanes era "cambiar su situación dentro de la monarquía española" (Ferran Soldevila), “Cataluña facilita el desembarco del archiduque en Barcelona y organiza los ejércitos para llevarlo a Madrid y coronarlo rey. Carlos de Austria tendrá una deuda con los catalanes, que podrán imponer su modelo al resto de la península. Hay que observar que la actitud catalana tiene una vocación netamente española: el objetivo es ubicar un nuevo rey en Madrid no en Cataluña solamente” (E. Costa Domingo, La Guerra de Sucesión). “Es decir, la defensa de las libertades y privilegios de Cataluña no era la gran causa de la austriacismo, sino que era lograr el trono español aunque fuera pasando por encima del equilibrio entre el poder del rey y el poder de los brazos”. (Vicente Moreno Cullell en http://blogs.sapiens.cat/socialsenxarxa/categoria/historia/5-historia-moderna/6-lespanya-del-siglo-xviii-de-la-nueva-planta-a-la-crisis-de-l%e2%80%99antiguo-regimos/page/4/). “Desde la llegada del archiduque en Barcelona, no cesan las solicitudes de empleos y nombramientos para cuando el rey Carlos esté en Castilla. (…) los catalanas habían elaborado una representación dirigida al archiduque en el mismo sentido (de derecho a participar en la administración de la Monarquía con empleos en América e Italia), lo que parece indicar un cambio de actitud de los catalanas respeto a su participación en el gobierno central de la Monarquía” (Virginia León Sanz, ob. citada). Por su parte, P. Vilar (Historia de España) afirma que al finalizar el reinado de Carlos II la burguesía catalana se sentía cada vez con más derecho de participar en el gobierno de España. En el sentido de asimilar la victoria catalana con la española se manifiesta también J. Fontana cuando dice: “La derrota de 1714 no fue una derrota solamente para Cataluña, sino para la causa de la modernización del Estado español. Los resistentes de Barcelona proclamaban hasta los últimos momentos que estaban luchando por España y por la libertad de todos los españoles, y recordaban a los castellanos la triste suerte de sus libertades públicas, liquidadas después de la derrota en la Guerra de las Comunidades. (…) En esta visión alternativa los hombres que llevaron al país a la Guerra de Sucesión no nos aparecen como retrógrados defensores de viejas reglas caducadas, sino como hombres de su tiempo guiados por una visión de futuro.” (J. Fontana, ob. citada).

    En los documentos sobre Valencia encontramos indicios de un movimiento social campesino radical dirigido por el general Joan Baptista Basset, austriacista valenciano, que representaba los intereses de los mercaderes exportadores y jefe de los maulets (http://es.wikipedia.org/wiki/juan_bautista_basset_y_ramos). Según los documentos consultados, se podría inferir que la burguesia valenciana austriacista, con mentalidad e intereses parecidos a la catalana (Virginia León, ob. citada), dada la imposibilidad de pactar con la nobleza valenciana mayoritariamente felipista -a diferencia del caso catalán-, buscó y consiguió el apoyo popular en su enfrentamiento con Felipe V aprovechando la animosidad campesina contra los terratenientes (entendemos que con el objetivo de mantener las instituciones tradicionales), pero que, por esta dependencia del sector popular, se vio obligada a aceptar una serie de concesiones al movimiento maulet que sobrepasaban las expectativas burguesas: “Una vez Basset se estableció en Valencia, donde ejerció de virrey en la práctica, y con la mayor parte del reino bajo el control de los maulets (esto es, campesinos armados), su primera medida fue abolir todos los tributos señoriales. (…) Incluso fue más lejos y, con la dudosa legalidad de su cargo, dejó de pagar todo impuesto a la corona. Además, abolió el "derecho de puertas", un impopular impuesto sobre los productos de las colonias en Valencia. Toleró —y en cierto modo atizó— la persecución, el arresto y la expulsión de los ciudadanos franceses, principalmente mercaderes, que eran considerados por la plebs como enemigos y por los mercaderes locales como peligrosos competidores” (https://can.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Successi%C3%B3_Española). Otros autores plantejan que el populismo formaba parte de una estrategia propagandística austriacista: “empleada hábilmente miedo Basset en favor de la causa austracista cuando ofreció la abolición de los derechos señoriales si los campesinos se alzaban en apoyo del Archiduque"  (http://es.wikipedia.org/wiki/guerra_de_sucesi%C3%B3n_Espa%C3%B1ola_en_el_Reino_de_Valencia) y también utilizada por Francisco García de Ávila, otro caudillo de los labradores: “que los prometía liberación del pago de impuestos y la repartición de las tierras de la nobleza" (http://ca.wikipedia.org/wiki/maulets_(hist%C3%B2ría ).
    En cualquier caso, la radicalización campesina antinobiliaria (que en parte promovería que la nobleza valenciana se alineara del lado borbónico), el antecedente inmediato del cual son las guerras de Germanías, llegó a un punto demasiado peligroso incluso para los propios aliados (entre los cuales había un sector de la nobleza que se había decantado por el bando austriacista), lo cual provocaría a corto plazo el rechazo de Carlos III que quería poner fin a los “excesos plebeyos”, encarcelando durante unos meses a su cabeza, Basset, y suspendiendo las medidas a favor de las clases populares. Al final, sería el ejército de Felipe V quién, después de Almansa, acabó con toda oposición, incluida, obviamente, la sublevación campesina (muchos maulets se refugiaron en Cataluña). No hemos conseguido información sobre la actitud de la burguesía valenciana ante la radicalización de la sublevación campesina (atacante de la propiedad) y las medidas represivas por parte del rey Carlos III, cuestión que sería de gran interés para comprender el alcance de sus objetivos políticos. En principio, pues, tendríamos que concluir que si bien hubo un ataque al régimen señorial, este se debió a la actuación campesina como movimiento social de protesta contra los impuestos señoriales y los tributos en general (sin que hubiera connotaciones políticas de rechazo del Antiguo Régimen por parte de las masas populares).

 

  • Por lo tanto, si bien no podemos afirmar que estuviera en marcha un proceso revolucionario contra el Antiguo Régimen, sí hemos podido comprobar que hubo lucha de clases en Valencia, concretamente de las masas populares, especialmente rurales, contra los terratenientes, aunque sin que éstas tuvieran implicaciones políticas propias, sino asumiendo las de los austriacistas en general. En el caso de Cataluña la situación es más dudosa debido a la, en principio, alianza entre amplios sectores de la nobleza, clero, y el apoyo campesino, con la burguesía progresivamente dirigente, sin embargo: “Muchos son los puntos oscuros que habría que aclarar de aquella guerra y su posguerra, muchas las exageraciones que han sido dichas y repetidas. Quizás la ideológicamente más nefasta ha sido la de encubrir una guerra civil entre catalanes (entre clases sociales diferentes) y presentarla como una resistencia contra el absolutismo francés en defensa de las libertades nacionales” (J. Campàs Montaner, ob. citada). Sería interesante profundizar en el estudio sobre las partidas de campesinos que actuaban en Cataluña para ver hasta qué punto se sentían identificadas con la defensa de los fueros, pues :“La oposición al señor jurisdiccional (noble o abad) parece haber influido en el filipisme o antifilipisme de ciertas poblaciones” (J. Compás, ob. citada).

 

  • ¿Rebelión catalana?. Desde el punto de vista del Principado, en las Cortes de 1705, presididas por Carles III, se consideraron nulas las Cortes de Barcelona de 1701 convocadas por el rey Felipe V y todos sus acuerdos, y, por lo tanto, su legítimo rey era Carlos III; posteriormente, en un documento de 1714, se justifica que no hubo rebelión sino defensa ante la invasión enemiga: «Sólas las resoluciones que se toman en cortes de un reyno o provincia son las que se atribuyen a la nación [...], que sólo se representa en sus braços unidos. Toda la nación cathalana, junta en sus braços, resolvió el defenderse por el rey en cuyo dominio estava [és a dir, l’arxiduc Carles] [...]. En virtud de aquella resolución, esto no pudo ser rebeldía [...]. Luego ni el defenderse toda Cathaluña [...] huviera sido rebeldía” (J. Fontana, ob. citada). .
    Desde la óptica borbónica, a partir de la Paz de Utrecht la guerra había acabado, por lo cual la proclamación de guerra por parte de la Generalitat aquel mismo mes, julio de 1713, suponía un delito de rebelión contra su legítimo monarca, y así lo consideró Felipe V en la carta al Duque de Berwick en julio de 1714: “Debiendo prometerme muy en breve la rendición de la plaza de Barcelona, he juzgado conveniente advertiros de mis intenciones. Estos rebeldes como tales están y son incursos en el mayor rigor de la guerra. Cualquiera gracia que experimenten será un mero efecto de piedad y conmiseración, por lo cual, si arrepentidos de su error, recurrieren antes de abrir la trinchera, pidiendo misericordia, no se la concederéis prontamente, pero les oiréis, y haciéndoles presente su rebeldía, y cuán indignos son de misericordia, los esperanzaréis de ella, ofreciendo interponeros conmigo para que logren a lo menos sus vidas, exceptuando si se puede de esta gracia (que será sólo lo que ofreceréis y nada más) los cabos principales. Si no se dieren por entendidos y dejaren levantar tierra, y abrir brecha, ya en este caso no los oiréis más capitulación que la de rendirse a discreción. Y si todavía aun en este caso mantuvieren precitos y llegare el caso de asalto, ya en él no son dignos, como comprenderéis, de la menor piedad, y deben experimentar el último rigor de la guerra a que deben quedar sujetos cualesquiera oficiales españoles que se hallan dentro". Tal como dicen A. Alcoberro y Mª A. Martí Escayol (directores de la obra Cataluña durante la guerra de sucesión): "Cómo que Cataluña lo había reconocido como rey y él había jurado las constituciones, se tomó aquel acto de los catalanes como una traición".

  • La cuestión relativa a si la guerra en Cataluña era una lucha por las libertades de toda España es defendida por J. Fontana, tal como apuntábamos más arriba, de acuerdo con otros autores, como Agustí Alcoberro: “Cataluña pasa de borbónica a austriacista en la creencia de que es la mejor opción para defender sus libertades y las de toda España ante el poder real. Los barcelonesos de 1714 mueren defendiendo su casa y sus libertades, pero también las libertades de todos los españoles” (conferencia “Cataluña y la Guerra de Sucesión” organizada por los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC.), basándose, seguramente, en el mismo Rafael de Casanova, cuando, el 11 de septiembre de 1714, dirige el siguiente discurso a las milicias: “Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios”, (…) y en el pregón de los Tres Comuns de las 3 de la tarde del mismo dia: “se confía, que todos cómo verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida, por su Rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España (…)”.
    Si queréis, podéis leer el texto íntegro del pregón.

  • Para los austriacistas catalanes la Guerra fue, indudablemente, en defensa de los privilegios del Principado contra el absolutismo felipista. La interpretación que supone que esto significa la defensa de los privilegiados y de los intereses económicos de la burguesia del Principado exclusivamente, se contrapone a la interpretación catalanista según la cual las instituciones políticas del Principado de Cataluña defendían los intereses de todos los catalanes.

  • ¿Por qué los catalanes consideraban que un Austria sería respetuoso con las instituciones catalanas? Según el estudio de los hechos, podemos deducir que fue la elección que les pareció mejor, especialmente después del recuerdo positivo del reinado de Carlos II.

  • ¿Por qué Felipe V no acabó con las libertades y constituciones de navarros y vascos?. Nuestra hipótesis es que después de 1714 el rey no tenía pretexto, ni autoridad para llevarlo a cabo. También era una manera de significar la actitud fiel de navarros y vascos y justificar el castigo de aragoneses, valencianos y catalanes por su rebelión. Por otra parte, era el momento de consolidar la monarquía, no de ganarse más enemigos.

  • El alzamiento austriacista solamente se produce a partir de 1705 y no desde la llegada del rey Felipe V (1701) según hemos analizado anteriormente. El cambio de actitud estuvo determinado por numerosos factores, entre los cuales, además de las causas lejanas generales, se tienen que tener en cuenta, especialmente, la intervención inglesa y la política anti institucional del virrey Velasco.

  • Según hemos visto, el alzamiento contra Felip V en Cataluña, inicialmente, fue una revuelta nobiliària, después ya sería un movimiento político antifelipista/antiabsolutista generalizado en defensa de las instituciones tradicionales dirigido por la nobleza/clero/burguesía y apoyado por el pueblo. En Valencia el movimiento polítco está mezclado con el movimiento social antiseñorial que tuvo un protagonismo superior.
  • El alzamiento contra Felipe V no fue revolucionario. En Cataluña, inicialmente, tal como acabamos de decir, fue una revuelta nobiliaria, después ya sería un movimiento político generalizado en defensa de las estructuras tradicionales. En este sentido no se quería, de momento al menos, romper con el sistema establecido.

  • ¿Por qué la Generalitat y Barcelona se resistieron a sumarse a la sublevació contra Felip V hasta el año 1705?. Según la documentación consultada, podemos deducir que la burguesía y parte del clero y de la nobleza habían confiado hasta entonces en la postura conciliadora y el respecto a las concesiones a que se comprometió Felipe V en los Cortes de 1701-02 (enero), en gran parte porque el rey no podía permitirse problemas en la monarquía hispánica dada la situación internacional. Pero los hechos acontecidos entre 1702-1705 empiezan a inclinar la balanza hacia la oposición: el comportamiento poco respetuoso del virrey durante estos años, y, ya concretamente desde el año 1705, el apoyo inglés a los vigatans, el inicio de la revuelta antifelipista en el Principado, y la caída de la mayor parte del territorio en manos austriacistas (septiembre) fuerzan a la capitulación del virrey ante el asedio de los aliados y deciden a la burguesía a aprovechar y encabezar los hechos consumados.“Así, el pacto militar de los austriacistas con los aliados no suscitó grandes adhesiones ni entusiasmos inmediatos. La misma expectación que había caracterizado la llegada de Felip V en Cataluña se repetía con el archiduque Carlos. De este modo, la actitud de las instituciones catalanas y de los municipios se caracterizó por ir a remolque de los acontecimientos, siempre guardando el debido respecto a la legalidad vigente” (V. Moreno Cullell, ob. citada). La actitud de la Generalitat y de la burguesía hasta entonces se ha mostrado, pues, pasiva, no iniciaron en ningún momento ningún paso hacia una acción –al menos armada- de oposición contra el rey Felipe V y solamente cuando es tomada la ciudad por la tropas aliadas (a las cuales se han unido fuerzas de los vigatans) reconocen a Carlos III como nuevo rey. En http://www.11setembre1714.org/biografies/a-1-listado vigatans -frame.htm) se justifica esta pasividad no tanto en el cambio de intereses si no por la política represiva del virrey: “Dado que las clases dirigentes catalanas en Barcelona y los representantes legítimos de las Instituciones Catalanas (Los Tres Comunes) estaban bajo la represión del Virrey Velasco, un grupo de patriotas de la Vegueria de Vic tomaron la responsabilidad de actuar. Mediante el Pacto de los Vigatans el Principado de Cataluña firmó un tratado de alianza militar de igual a igual con Inglaterra, y arreció la voluntad de ser soberano de su destino como un estado de pleno derecho”. Al contrario que en http://www.11setembre1714.org/laguerra.html donde se responsabiliza a los vigatans de la entrada en la guerra: “Porque, y concretando necesariamente todavía más, quien arrastró a contracorriente, quien provocó, quien hundió Cataluña, en una brutal Guerra Mundial, no serían los legítimos dirigentes políticos de Cataluña, esto es, ni la Junta de Brazos, ni la Generalitat de Cataluña, ni el Consell de Cent de Barcelona. Fue una élite política sin ningún tipo de representación, una facción o partido político denominado "imperial" o "vigatans". Es por esto, que tanto la Generalitat como el Consell de Cent, conscientes de la arriesgada apuesta que suponía el "Tratado de Génova" con Inglaterra, se resistieron a sumarse a la sublevació contra Felip V, y que sólo ante la política de hechos consumados, acabaron por aceptar la iniciativa de los "imperiales" o "vigatans". No hay duda pero, que una vez aceptada la realidad de los hechos, todos, o casi todos, los catalanes nos unimos a la sublevació contra Felip V”.

  • En Cataluña, la pequeña nobleza dirigió inicialmente la guerra contra Felipe V, a la que, a partir de 1705, se unió con un protagonismo cada vez más grande la burguesía barcelonesa puesto que, al comienzo, los que firmaron el pacto de Génova no tenían la representación oficial de ninguna institución catalana, pero pronto tuvieron muchos simpatizantes entre los dirigentes institucionales.


  • Sobre la pregunta ¿por qué fue necesario bombardear Barcelona para que aceptara a Carlos III?, entendemos que este no es un planteamiento correcto porque crea confusionismo puesto que parece como si Barcelona, es decir, sus habitantes, clases dirigentes de Cataluña, mercaderes, artesanos y el  bajo pueblo , fueran todos partidarios de Felip V y esto no era así.

  • Afirmar que Barcelona fue sitiada tres veces és correcto: primero por los austriacistas, y lños otros dos sitios por las tropas felipistes.

  • Después del Tratat de Rastatt, Lluís XIV se implicó en la lucha contra la resistencia catalana, considerada ahora como una pura y simple rebelión porque los aliados ya no reconocían a Carlos III como rey de Cataluña.

  • Los catalanes no eran todos austriacistas, pero sí la mayoría aunque es difícil estimar el porcentaje. Como referencia sabemos que cuando el 22 de octubre de 1705 el archiduque Carlos entró en Barcelona, unos 6.000 filipistas huían de la ciudad (Vicente Moreno Cullell, ob. citada). En todo caso, el número de catalanes implicados activamente en uno u otro bando parece ser que fue aumentando conforme avanzaba el conflicto (Joan Campàs Montaner, ob. citada). “En los últimos años ha habido un debate historiográfico muy interesante alrededor de las motivaciones de la población valenciana y catalana a la hora de tomar partido por el austriacismo. ¿Hay razones objetivas para pensar que se podría haber producido de manera natural un rechazo generalizado al reinado de Felip V o, al contrario, es más probable que este rechazo sería inducido?. Quizás había un sentimiento austriacista y antiborbónico previo, pero parece claro que no se habría manifestado si las potencias aliadas no hubieron iniciado las hostilidades”. (Los últimos valencianos. Revista Presencia. Número 1833.Del 13 al 19 de abril del 2007).


  • Los botiflers no eran anticatalanes, su proyecto político, a favor de Felipe V y, quizás, del absolutismo, no presupone que no se sintieran catalanes, que no estimaran su patria o que no creyeran que esta opción no fuera lo mejor para Cataluña. [Con los primeros Borbones] “El gremio del comercio barcelonés obtuvo de Madrid, mediante inteligentes relaciones, la protección a las indianas, la supresión de derechos sobre la producción, el renacimiento del Consulat de Mar y el libre comercio con América” (P. Vilar, ob. citada, p.71). “El año 1700 o 1705 un partidario del rey-archiduque no era necesariamente «más buen catalán» que un partidario de Felip V. Esta guerra no opuso las cuatro barras a la actual bandera española, inexistente antes de Carles III (decretos de 1785). La bandera arborada por Rafael Casanova, por Galcerán de Pinós y por Lanuza en los momentos supremos no será la de las cuatro barras sino una de color carmesí con santa Eulàlia bordada en una cara y un cáliz y una cruz a la otra” (Joan Campàs Montaner, ob. citada). Por otro lado, las razones de la decantación por un bando u otro a veces se debieron a “viejísimas rivalidades entre pueblos vecinos se traducen en el hecho que el uno toma partido por Felipe V y el otro por Carlos III: Cervera, felipista, porque Anglesola, Guissona y Agramunt habían intrigado cerca del rey-archiduque para que no le reconociera el título de ciudad. El Pinell de Brai por rivalidad con Móra d'Ebre; Berga, por oposición a Cardona (problemas jurisdiccionales, de prados, bosques, regadíos…); Torelló austròfila mientras Manlleu y Centelles eran felipistes. Fraga felipista porque Lleida era austròfila” (Joan Campàs Montaner citando a Núria Sales, Ob. citada). Además, hemos podido comprobar que era relativamente frecuente el cambio de bando entre felipistas y austriacistas: Villarroel militó a las órdenes de Felipe V hasta el 1710, y Georg von Hessen-Darmstadt fue Virrey de Cataluña del 1700 a enero de 1701, cuando se pasó al bando austriacista.

  • ¿Habría acabado Felipe V con las libertades del Principado de Cataluña si los catalanes no hubieran roto el juramento de fidelidad?. La respuesta a esta cuestión es meramente especulativa puesto que no se puede saber lo que habría sucedido en el futuro (aunque, por lo que pasó en Navarra y en el Pais Vasco, tendríamos que decir que, quizás, no).
    En http://www.11setembre1714.org/laguerra.html se plantea una opinión parecida: “No es nuestra intención lavar la cara a Felipe V, sino la de poner las cosas en el lugar que creemos que toca. Así pues, incluso aceptando que efectivamente existiera un "proyecto absolutista" anterior en la guerra, sería muy arriesgado atribuir a Felip V la suficiente capacidad política como para llegar aplicar dicho proyecto.Y creemos que ante las evidencias apuntadas, difícilmente Felipe V habría podido derogar los Fueros del Reino de Aragón, del Reino de Valencia, del Reino de Mallorca, y las Constituciones y Privilegios del Principado de Cataluña, si no hubiera tenido la excusa, o el motivo, de la guerra.”

  • Villarroel fue un militar felipista hasta 1710, según acabamos de comentar y tal como consta en el listado de personajes. “El general comandante Antonio de Villarroel, hasta 1710 había servido en el ejército de Felipe V bajo las órdenes del Duque de Orleans, y al caer éste en desgracia, se pasó a las tropas del archiduque Carlos” (en http://es.wikipedia.org/wiki/sitio_de_barcelona_(1713-1714).

  • ¿Fue Villarroel y no Casanova el verdadero héroe? Parece ser que últimamente hay una corriente de opinión que contrapone la figura de Villarroel a la de, para el nacionalismo catalán, indiscutible héroe del 11 de septiembre, Rafel de Casanova. Aun así, a lo largo de este estudio hemos descubierto en aquellos acontecimientos otras figuras destacadas de características parecidas: Basset, Moragues, Bac de Roda, Nebot. ¿Por qué ha sido Casanova escogido como símbolo e icono del catalanismo?. ¿Puede ser porque los militares presentaban aspectos no tan adecuados?: Basset es una figura que, vinculada a los maulets antiseñoriales, era demasiado revolucionaria y no era catalán, Moragues no estuvo en Barcelona el once de septiembre pues estaba combatiendo en la Cataluña interior, Bac de Roda tampoco estuvo en la defensa de la ciudad barcelonesa porque había sido ejecutado el 30 de octubre 1713, y Nebot había sido desterrado por las autoridades de Cataluña. De hecho, solamente Villarroel reunía las características apropiadas para el catalanismo, pero no era auténtico catalán (aunque nacido en Barcelona), había estado a las órdenes de Felipe V (igual que Nebot), y hasta hace poco se creía que después de la paz de Viena había sido liberado en Segovia donde se habría quedado a vivir con un retiro respetable, pagado por el emperador Carlos VI, hasta su muerte, en 1742; por lo cual se le veía más como un vasallo fiel de Carlos VI que no como un patriota catalán, pero en el 2009 los historiadores Antoni Muñoz y Josep Cató descubrieron la fecha real y las circunstancias de su muerte.
    Y quizás porque últimamente se cuestiona la figura de Casanova (herido y dado por muerto, esta supuesta muerte del consejero jefe lo convirtió en un mito, pero en realidad fue indultado y aún no había pasado un año de la caída de Barcelona y Rafael Casanova ya volvía a ejercer como abogado en la ciudad condal. En 1725, después del Tratado de Viena, vio como le devolvían los bienes confiscados), ahora, últimamente, decíamos, se exalta la de Villarroel que tuvo un final muy diferente: después de la capitulación de Barcelona el 11 de septiembre, Villarroel, herido, fue encarcelado. En noviembre fue trasladado a un penal coruñés donde se pasaría el resto de su vida hasta morir, míseramente, el 22 de febrero de 1726 en una celda que se inundaba con las oleadas de la mar, las cuales le provocaron una parálisis total de las piernas.

  • ¿Hubo un golpe de estado al 1713? Ya se ha comentado la controversia existente respecto a este punto.

  • ¿Por qué el 11 de septiembre de 1714 se elige como Fiesta nacional de Cataluña frente a otros hechos políticos, sociales o culturales protagonizados por los catalanes?. Aunque ya se habían celebrado ceremonias religiosas en recuerdo del once de septiembre (nos consta desde el año 1886, en Vic), la primera conmemoración reivindicativa de la caída de Barcelona y de los catalanes que murieron luchando contra Felipe V, considerados mártires de la defensa de las libertades catalanas y ante el monumento a Rafael de Casanova, fue en 1901 convocada por Lluís Marsans y Sola y las asociacions Cataluña y Adelante, Lo Sometent, Lo Renacimiento, Los Montanyenchs, La Hoz y Lo Tràngul.
    (en https://se.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_Once_de_Septiembre).
    Cuando se tiene que elegir un símbolo, éste depende de quien lo elija. Se podían haber elegido muchos acontecimientos gloriosos del pasado de Cataluña, pero para el movimiento catalanista que lo seleccionó tenía que poseer una serie de requisitos: primero tenía que ser un hecho político puesto que el símbolo tenía que responder a un objetivo político: celebrar el día nacional de Cataluña para reivindicar el autogobierno. Algunas gestas estaban demasiado alejadas en el tiempo (Baja Edad Media) y otras podían despertar resentimientos que no satisfarían al conjunto de la sociedad (las protagonizadas por el pueblo catalán revolucionario durante el siglo XIX, por ejemplo) y, por otro lado, tenía que corresponder a la diferenciación que el nacionalismo implica y mejor si, además, se puede relacionar con el nacionalismo al que se enfrenta. Por todo esto el nacionalismo catalán elige un hecho que le sirve para reivindicar el autogobierno que defiende, una fecha que supone, precisamente, la pérdida de este autogobierno. Se trata de exaltar unos acontecimientos en los cuales todos los catalanes participan unidos sin fracturas ideológicas (se evita mencionar a los catalanes felipistas o, en todo caso, se les considera traidores), o clasistas (no hay alusión a revueltas campesinas antiseñoriales). En la Guerra de Sucesión, en el 11 de septiembre de 1714, patriotas campesinos, menestrales, burgueses, clérigos y nobles, es decir, el pueblo catalán, lucha unido en defensa de la libertad y la independencia de Cataluña contra los enemigos invasores españoles que los quieren conquistar y dominar (y lo han conseguido, hasta ahora). Los símbolos, cuanto más claros, mejor.
  • El once de septiembre los catalanes no celebran una derrota, más propiamente, conmemoran, es decir, recuerdan el fin de las instituciones políticas tradicionales del Principado por el triunfo del ejército del rey Felipe V, aunque los catalanistas hablan, más bien, de la pérdida de libertades de los catalanes a manos del imperialismo español.

 

  • El Decreto de Nueva Planta no prohibe el catalán. El Decreto impuesto por el monarca que siempre habló en francés (Kamen, Henry Felipe V. El rey que reinó dos veces) establece únicamente que el catalán no será utilizado en la Real Audiencia (art. 5), aun así, en otras disposiciones se recomendó la introducción gradual del castellano en la enseñanza y otros ámbitos, en base a la creencia de que la unidad lingüística (como la religiosa), facilitaría la unificación política. "Pondrá lo mayor cuidado en introducir la lengua castellana, a cuyo fin dará las providencias más templadas y disimuladas para que se consiga el efecto, sin que se note el cuidado" (Instrucciones dadas a los corregidores nombrados en Cataluña, el año 1717). A la hora de discutir el futuro decreto, algunos pareceres habían sido mucho más extremistas, como el del obispo de Segorbe que recomendaba: “[...] se guarden las Leyes de Castilla, en lo civil y criminal, mientras su magestad no las haga universales como parece conveniente, y lleguemos a aquella máxima tan conveniente, como impugnada; de Un Rey, una Ley, y una moneda; a que se puede añadir, y una Lengua, por lo que se podría prohibir el uso de otra que la Castellana
    (http://ca.wikipedia.org/wiki/decrets_de_nova_planta#Significaci.C3.B3_de los_Decretos_de_Nueva_Planta
    Pero la obligatoriedad del castellano en la enseñanza no fue impuesta hasta la promulgación de la Real Cédula de Aranjuez, enl 1768, bajo el reinado del rey Carlos III. Sin embargo, el retroceso de la lengua escrita catalana entre la población culta (solamente una minoría recibía entonces formación escolar) había empezado hacía tiempo, según demuestra el hecho de que la producción literaria catalana fuera desde el siglo XVI mayoritariamente en castellano, por una serie de factores (la castellanizació de la monarquía a partir del acceso de los Trastámaras al trono -Compromiso de Caspe-, la desaparición de la Corte de Barcelona (Riquer), y la utilización del castellano por las órdenes religiosas), “incluso en llena revolución catalana, la hegemonía del castellano en la literatura impresa sigue siendo clara. La ley del mercado se imponía a la propia conciencia nacional. La mayor parte de los panfletos escritos en el contexto de la revuelta catalana -1641-47- lo fueron en castellano, desde la Proclamación católica a la Noticía universal de Cataluña, pasando por obras de catalanas tan poco sospechosas de castellanofilia como Gaspar Sala, Martí y Viladamor y Josep Font” (Ricardo García Cárcel La cuestión lingüística http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/6687.htm:). A comienzos del s.XVII es la lengua utilizada por los académicos desconfiados (austriacistas en gran parte), y algunos de los documentos de la época elaborados por austriacistas (circular de Villarroel, Gazeta de Barcelona, romances, Grisol de Fidelidad, las Narraciones históricas desde el año 1700 a 1725 de Francesc de Castellví) están redactados en castellano, aunque hasta el Decreto de Nueva Planta “Todas las actas y constituciones de Cortes se redactaron en catalán; los discursos de "proposición" del rey en las diversas Cortes se leyeron en catalán. Pese a esta vigencia del catalán, es un hecho incontestable la emergencia del castellano”. (Ricardo García Cárcel, ob. Citada). Teniendo en cuenta todo esto, habría que considerar que el castellano era para esta población culta una segunda lengua. “En este proceso de consolidación de la lengua castellana en Cataluña fue muy importante la asunción por parte de la burguesía de las estructuras políticas borbónicas y de la necesidad de dominar el castellano como vehículo ligado al desarrollo económico y social”. (Vicente Moreno Cullell . Ob. Citada). Por otro lado, sin embargo, la mayoría de los catalanes, concretamente la población rural, continuaron utilizando solamente el catalán, que era la única lengua que hablaban y así siguieron haciéndolo hasta que la llegada de inmigrantes provenientes de otras zonas de España introdujo el castellano entre las masas populares (desde finales del s.XIX). “En 1621 Pere Gil precisaba que el castellano en Cataluña sólo era conocido en pocas ciudades como Barcelona, Tarragona, Gerona, Tortosa, Lérida, Perpiñán, Vilafranca de Penedés, Cervera, Tárrega, Fraga” (Ricardo García Cárcel, ob. Citada).

 

  • ¿Acabó Felipe V con las libertades de Cataluña? La estructura de la sociedad catalana era y continuó siendo después de 1714 la de una sociedad estamental en la cual nobleza y clero tenían privilegios sociales (exención de impuestos, entre otros) y políticos (de representación parlamentaria) por derecho de nacimiento –que no como ciudadanos-, mientras los miembros del Tercer estamento –igual que en el resto de territorios peninsulares- tenían menos derechos sociales, y únicamente los miembros del Tercer estamento que tenían derechos de representación parlamentaria los poseían como habitantes de villas de administración real -que no como ciudadanos- (en todo caso, cargos ocupados por propietarios). El resto del Tercer Estamento, la mayoría de la población rural –la mayoría de la sociedad- no tenía capacidad directa para defender sus intereses ni antes ni después de 1714 (ni lo reivindicaron en ningún momento porque todavía tendría que pasar tiempo para adquirir la conciencia de clase).

    Políticamente, la diferencia para los catalanes antes y después de 1714, con el fin del Estado catalán, radica que privilegiados y burguesía pierden la posibilidad de pacto con el rey para defender sus intereses que, según posiciones del nacionalismo catalán, serían los de la nación, es decir, los de todos los catalanes: “Un balance desapasionado de las consecuencias de la Once de Septiembre requiere analizar qué teníamos y que perdimos con la derrota. La derrota supuso el fin del estado catalán. (...) El gobierno de Cataluña se articulaba desde los principios por el pacto entre el monarca y la representación del país, de la supremacía de la ley y de los derechos individuales y colectivos. Todo este entramado juridicopolítico, de raíces parlamentarias, y con una representación social y territorial progresivamente ampliada fue suprimido de repente con la derrota”.(A. Alcoberro, ob. citada). Mientras que otra interpretación defiende la tesis que el rey absolutista, para mantenerse en el poder, intentará conciliar la defensa de los intereses de los privilegiados con los de la burguesía (y, en la medida que sean comunes o, a los menos, no opuestos, la burguesía, a su vez, apoyará al monarca), y, naturalmente, niega que el sistema de gobierno de Cataluña tenga la representatividad del país: “Porque aunque el proyecto de Felipe V, quien acabaría implantando en España el modelo más cercano al absolutismo, terminó progresivamente con las libertades y constituciones de los varios territorios de la Corona de Aragón, sería una falacia ver en el proyecto austracista un modelo de democratización y/o mayor participación política, cuando en realidad se trataba del mantenimiento de un orden constitucional representativo clavo de Antiguo Régimen, desde luego”.(Joaquim Albareda Salvadó, ob. citada)
    En definitiva, la mayoría de los catalanes no eran más libres (no tenían más derechos) antes de 1714 que después del Decreto de Nueva Planta según esta última interpretación, mientras desde el nacionalismo catalán sí sería correcta esta afirmación puesto que se basa en la idea de que privilegiados y burguesía defendían desde los órganos de poder que controlaban no solamente sus intereses sino también los del pueblo catalán en general. Es así ideológicamente porque, para el catalanista, como para cualquier otro nacionalista, todos los nacionales, en este caso, catalanes, por el hecho de serlo, tienen intereses comunes frente a los de otras naciones.
    O sea, la idea “Felipe V acaba con las libertades de Cataluña” tendría sentido según los catalanistas, mientras que para la tesis contraria Felipe V acaba con las libertades o el poder de una minoría de catalanes –privilegiados y burguesía barcelonesa-. Por otro lado, a cambio, el Borbón les ofrece con su sistema político, absolutista y centralista, la defensa de sus intereses a través de su propio gobierno: a la burguesía, fundamentalmente, proteccionismo económico y la entrada sin cortapisa alguna en el imperio colonial, entonces exclusivo de los castellanos, es decir, la pérdida de poder político a cambio de beneficios económicos. Claro que esta, digamos, propuesta, la burguesia catalana no tuvo más opción que aceptarla por la fuerza de las armas puesto que su apuesta había sido vencida y que, además, castigada por Felip V, la apertura colonial tardaría en llegar (1778). A la alta nobleza y al alto clero, la pérdida de poder político es a cambio de cargos en la administración del Estado (que no siempre se cumplió), lo cual, en todo caso, supone la conservación de privilegios y propiedades. En este sentido, de entre los sectores sociales dirigentes de la lucha antifelipista, la pequeña nobleza, fue, seguramente, la gran perdedora de la Guerra de Sucesión, aunque el proceso de decadencia de este sector social se había iniciado mucho antes (recordemos que su empobrecimiento desde finales del s. XVI explica, por ejemplo, el bandolerismo de la época).
    El autriacismo persistió durante algunos años (hasta la Paz de Viena) por parte de varias partidas de miquelets encabezadas por el coronel Pere Joan Barceló y Anguera «el Carrasclet», que intentaron provocar una sublevación general en Cataluña sin éxito. Pere Anton Veciana, un felipista, fundó los Mozos de Escuadra (1719) para luchar contra estos guerrilleros que quedaban en las montañas. A partir de 1725 "se deshicieron los últimos focos de resistencia armada (...) y cuando en el año 1731, el nuevo rey Carlos III de Borbón llega a Barcelona, es objeto de un recibimiento apoteósico. A pesar del hecho evidente de que una buena parte de la sociedad catalana, especialmente en los medios urbanos, se sentía muy española, no se perdió en ningún momento la voluntad de reivindicar" (Jordi Gallofré. Documents de Catalunya. Recull de textos històrics, pag. 152 ). En efecto, más adelante hubo algunas manifestaciones de protesta por el incumplimiento de promesas, como el “Memorial de Agravios” presentado en las Cortes de 1760, un fragmento del cual ya se ha trabajado (apartado 5.2) y en el que se denunciaba el monopolio del poder por parte del Consejo de Castilla y la gran desigualdad existente en la distribución de los cargos, mencionando concretamente la imposibilidad de los súbditos de la antigua Corona de Aragón de acceder a los cargos de Castilla y reclamamando la igualdad de representación entre los reinos. Pero no habrá más revueltas o rebeliones o enfrentamiento armado contra reyes Borbones hasta muy entrado el siglo XIX (las guerras carlistas en la Cataluña interior). En la Cataluña industrializada, la lucha será entonces de los obreros contra los empresarios, mientras éstos, la burguesía catalana, a partir de 1833 pactará la llegada de la nueva España liberal con los terratenientes castellanos y con la monarquía borbónica.

 

  • Cataluña vivió una situación de terror después de la derrota.
    Valencia fue privada incluso del Derecho Privado (a diferencia de Aragón y de Cataluña) y, según varios historiadores, tras la ocupación por las tropas felipistas, sufrió una fuerte represión los primeros años de la que los casos de Vila-real y Xàtiva serían los más extremos: “Felipe V no cumplió su promesa de indulto «de la vida» ya que la pena de muerte se aplicó a los austracistas, incluso en casos en que era dudosa su participación en la rebelión. (…)Muchos fueron detenidos y encarcelados a pesar del indulto de Felipe V, y se embargaron el dinero, las rentas y los derechos de todos ellos y de los que estaban ausentes . (…) Los austracistas denunciaron en repetidas ocasionas la represión ejercida sobre los reinos de Valencia y de Aragón. En un escrito de 1710 se decía: “Robos, saqueos, incendios, estragos, atrocidades, tiranías y sacrilegios executaron los enemigos en Valencia y Aragón... en Valencia duró más de tres años la persecución cono el mismo furor y estrago que al principio, púas no cesó la horca semana alguna en que no se viesen diez y doce en ella que excedieron el número de tres mil hombres los que padecieron semejante castigo, que parecía querer reducir a desierto las ciudades llevando la máxima de contener cono el rigor y lo miedo aquellos naturales. (...). Las medidas proteccionistas de la industria catalana no encuentran correlato en el Reino de Valencia. El derecho privado también fue prohibido. (...)El Reino de Valencia, fue quien más perjuicios soportó.” (Carme Pérez Aparicio. La guerra de sucesión en Valencia. Retrospectiva historiografía y estado de la cuestión. Universitat de València. Revista de historia moderna n° 25 (2007) (pp. 303-329) issn: 0212-5862). Y Joan F. Mira escribe: “El decreto de abolición aseguraba que, como que los valencianos (y los aragoneses) ya serían una sola cosa con los castellanos, unos y otros podrían ocupar cargos y funciones en los dos países, gran favor que se hacía a los conquistados. Pero la realidad, según un testigo contemporáneo, borbónico por otro lado, era esta: «Díganme un ministro que se haya nombrado valenciano en tantas plaças que han vacado y señaladamente en la Chancillería de Valencia, en las vacantes miedo muerte de valencianos. ¿Puss, donde está aquel grande beneficio que se supone el decreto de 1707 que se sigue a los valencianos de estar aptos para poder obtener en Castilla, si ni aun logran lo que tenían, estando todo el govierno en poder de castellanos?». Todo el gobierno en poder de castellanos, esta era la nueva realidad histórica. (...) la unificación impuesta tenía una única cosa buena: la desaparición de las aduanas entre los territorios de la monarquía y la posibilidad de comerciar con América” [dando lugar a una] etapa de una primera expansión demográfica, agraria y económica [que] serviría de fundamento para otras fases de expansión a lo largo del siglo XIX y del siglo XX.(...) Todo esto habría podido ir mucho mejor, con mucha más apertura y eficacia, si se hubieron mantenido unas condiciones políticas diferentes del uniformismo borbónico, del centralismo administrativo y la larga duración del poder militar. Habría podido ir mejor con gobierno propio, con gobernantes propios y con un sistema legal y jurídico propio, con capacidad de proyectar y decidir”. (http://www.joanfmira.info/general/calaix.php?id=301#a el2). En función de la evolución de la contienda hubo saqueo y destrucción de varias villas y ciudades valencianas (Vila-real, Orihuela, Elche, Ontinyent y Cuartos) como escarmientos generalizados, y especialmente después de la batalla de Almansa con la ocupación de los reinos de Valencia y de Aragón y de las comarcas occidentales de Cataluña, entonces fueron habituales, según Alcoberro, las “actuaciones indiscriminadas y brutales de las tropas borbónicas contra la población civil, el saqueo y destrucción de localidades, las ejecuciones masivas de adversarios, la represión generalizada, con miles de presos y desterrados, la imposición de una fiscalidad de guerra o el tratamiento diferenciado dado a los soldados hispánicos encarcelados –por contraste con el infringido a los presos de los ejércitos aliados, con los cuales se aplicaron, en líneas generales, las leyes de la guerra”. (La Guerra de Sucesión a la Conca de Barberà Conferencias en Montblanc los días 24 y 27 de octubre de 2006)

    En el caso de Cataluña, que vio suprimidas todas sus instituciones salvo el Derecho Civil, historiadores, como por ejemplo Josep Maria Torras y Ribé o Vicente Moreno Cullell, destacan los efectos inmediatamente después de 1714, provocados por la obsesión que Felipe V tuvo contra el Principado: “(...) en quanto a Hespanya combiene tener presente como punto de suma importancia que de ninguna manera se den oydos a propósito de pacto que mire que a los catalanes se les conserven sus pretendidos fueros, pues sobre ser tan indignos de ellos aunque fueren solo los que tenían en tiempos del Rey Don Carlos II, mi tío […]. No es de conveniencia ni decoro que la paz general salga garante de tan vergonzante condición ni que por ella quedase a la abitual propensión de los cathalanes a la rebelión, con amarres y permitido recurso a los coligados enemigos” (instrucciones dadas por Felipe V a sus emisarios en las negociaciones de Utrecht). “Después de la entrada de las tropas borbónicas en Barcelona, dejaron de existir las instituciones catalanas (...) El régimen de terror y la represión brutal que, después de la firma del Tratado de Utrecht, los borbónicos habían empezado a aplicar en los territorios que dominaban se mantuvo, como mínimo, durante unos dos años más, hasta que, el 1716, Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta, el cual definía las nuevas instituciones de Cataluña. Una de las muestras del carácter represivo del nuevo régimen fue la construcción en Barcelona de la Fortaleza de la Ciutadella [para controlar la población], operación para la cual hubo que destruir una gran parte del barrio de la Ribera uno de los más céntricos y poblados de la ciudad". (https://can.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Successi%C3%B3_Española).
    Según lo que dispuso el Duque de Berwic (septiembre de 1714): “Aunque han llegado muy tarde los de Barcelona a pedir la clemencia del rey, todavía el excelentísimo señor mariscal duque de Bervic tiene tanta benignidad que no quiere usar del rigor de la guerra, y con este motivo de conservar y no destruir los vasallos de su magestad se ha venido a conceder por gracia la vida a todos los pueblos y demàs personas que se hallan en Barcelona. Tanbién que no se sequeará la ciudad y cada uno podrá vivir en su casa, como de antes, en la ciudad, sin que por lo passado se les haga ningún processo de lo que han echo contra el rey. En quanto a las tropas regladas que ay dentro de la plaza, serán a discreción conforme las costumbres de la guerra a semejantes casos, pero se les concede la vida”, la represión física a partir de la caída de Barcelona se centró principalmente en la guerrilla rural y en los jefes militares más emblemáticos. No hemos encontrado datos sobre las pérdidas demográficas debidas a la guerra en toda Cataluña. En la batalla de Barcelona, entre muertos y heridos, fueron más de 7.000 caídos por los defensores (los atacantes perdieron más de 10.000 entre los 40.000 que sitiaban la ciudad). Por su parte, Alcoberro (entrevista con Agustí Alcoberro en Web UOC) comenta que el exilio catalán de 1714 fue muy importante para la época: entre 25.000 y 35.000 personas salieron de Cataluña y se exiliaron, principalmente en Viena, en la corte del emperador Carlos y señala como “Felipe V reprimió y castigó a los catalanes. Un ejemplo es la fiscalidad, impuso el catastro -un impuesto de tierra vencida-, que multiplicaba por 7,3 los impuestos que pagaban antes los catalanes” y Josep Maria Torras (1714: Felip V Contra Cataluña) confirma: “Para los catalanes de la época, el nuevo modelo de fiscalidad introducido por el catastro significó de repente tener que pasar de un concepto de 'contribución' votada en Cortes como un donativo al monarca, a un modelo de impuesto coactivo y desorbitado, en la fijación del cual no habían participado en absoluto, y que además era recaudado por la fuerza de las armas del ejército de ocupación”. Respecto a este nuevo impuesto de recaudación anual (que no pudo establecerse en Castilla por la oposición nobiliaria) se tiene que tener en cuenta que se tributaba por tres conceptos: el catastro personal grababa ingresos relacionados con la actividad profesional y estaban exentos los privilegiados, el ganancial grababa las ganancias derivadas de la actividad industrial y comercial a los miembros del Tercer estamento, y el catastro real, que sí lo tenían que pagar los privilegiados, grababa el 10% del valor de los bienes inmuebles, préstamos y diezmos). El catastro sirve, paradójicamente, a otros historiadores para defender la idea de que el absolutismo impuso una fiscalización más justa “Todo el mundo pagaría según el nivel de riqueza que se suponía que tenía. Este criterio, aplicado en una época en que la gente muy rica –nobles e instituciones eclesiásticas-disfrutaban de exenciones fiscales, resultaba muy innovador” (M. Llorens, R. Ortega, J.Roig. Història de Catalunya). Pero, hasta que el pago no se devaluó en la segunda mitad de siglo al crecer poco las cuotas y aumentar mucho más la población y la riqueza, los efectos del aumento de la presión fiscal sobre el campesinado catalán, especialmente en los primeros años, en plena crisis de posguerra, fueron muy dañosos.

    Aun así, no faltan opiniones que consideran que los efectos de la derrota no fueron tan negativos: “El 11 de septiembre de 1714 Barcelona se rindió a las fuerzas borbónicas. La ciudad, contra la costumbre de la época, no fue saqueada. (...) La derrota, a la postre, fue muy beneficiosa para Cataluña. Las numerosas tropas acantonadas en la Ciudadela sirvieron para impulsar la producción textil de Cataluña, pues debían abastecerse de uniformes. El siglo XVIII, pese a los gemidos nacionalistas, fue uno de los mejores para el Principado en términos de prosperidad y paz. Se abrieron las puertas de América a los comerciantes catalanes y la riqueza empezó a fluir. Pronto los catalanes se olvidaron de la derrota y participaron en los destinos de la monarquía hispánica.” (Javier Barraycoa, vicerrector del Abad Oliba CEU de Barcelona en http://www.grandesbatallas.es/batalla%20de%20la%20fiesta.html), o “En 1718, Felipe V aprueba las medidas proteccionistas de la industria catalana. Quedaron prohibidas las importación de tejidos de Asia y China. (...) Felipe V también favoreció el incremento del cultivo de la viña, la exportación de vinos a América y la expansión de las cepas en el Ampurdán y en el Penedés, lo que daría lugar a la industria del cava.” (http://www.grandesbatallas.es/batalla%20de%20la%20fiesta.html)


CONCLUSIONES FINALES

 

              Repasando las anteriores conclusiones generales, nos planteamos ahora un paso adelante, puesto que, aunque hemos aclarado muchas de las dudas que se tenían al empezar el tema, hay una cuestión sobre la que no hemos acabado de pronunciarnos y esta es, precisamente, la base del debate historiográfico actual sobre la Guerra de Sucesión en España: se trata de la controversia entre la interpretación nacionalista/catalanista de los hechos en Cataluña y la contraria, antinacionalista (que no anticatalana), que en varios apartados hemos constatado, y que se centra, en definitiva, en si los partidarios de Carlos III en el Principado defendían los intereses de la Nación, entendemos, de todos los catalanes, o si la defensa de las instituciones tradicionales del Principado por parte de las clases dirigentes encubrían el mantenimiento de privilegios de una minoría oligárquica. Y lo hemos dejado así, como dos interpretaciones igualmente válidas que, aun así, son absolutamente contrarias. Pero reflexionando sobre esta primera conclusión, creo que tenemos que intentar, dentro de lo posible, acabar con este confusionismo porque la función del estudio de la Historia es el de aclarar la realidad económica, social o política, es el de dar las herramientas intelectuales, es decir, el método y el razonamiento histórico, que permita al estudiante comprender las acciones del pasado para poder comprender las del presente.
La historia es una ciencia social que busca la interpretación lo más objetivamente posible de los hechos históricos, o sea, basándose en pruebas demostrables y en razonamientos lógicos e imparciales, y, en relación al tema que nos ocupa, pensando en analizar hechos realizados por la gente del siglo XVIII, gente que no tenía nuestra mentalidad, ni nuestros conocimientos, ni nuestros prejuicios.

Cataluña luchaba por su libertad, y hasta el último momento confió en que las grandes potencias europeas la ayudarían a hacer frente a Felipe V y a mantener sus instituciones. (...) El Gobierno catalán confía ahora que las instancias internacionales legitimen el derecho a decidir y respeten la elección que hagan sus ciudadanos. A ver qué pasará...” (Entrevista con Agustí Alcoberro UOC Universitat Oberta de Catalunya Web UOC)

Muchos son los puntos oscuros que habría que aclarar de aquella guerra y su posguerra, muchas las exageraciones que han sido dichas y repetidas. Quizás la ideológicamente más nefasta ha sido la de presentarla como una resistencia contra el absolutismo francés en defensa de las libertades nacionales. Sólo así se puede entender la ofrenda floral al representante de los intereses de la aristocracia barcelonesa, Rafael Casanova” (Joan Campàs Montaner, Ob. citada)

              Podemos, pues, hacer dos tipos de actuación: uno es ir a las fuentes primarias, originales, es decir, a las pruebas directas de los hechos, como si fuera un trabajo de campo. El otro es el razonamiento conceptual, puesto que se trata, en el fondo, de un debate ideológico. Como nexo de unión nos basaremos en el concepto de Nación. La palabra Nación, como concepto político, a pesar de las dificultades que supone su definición, se refiere, básicamente, a un conjunto de personas con unos nexos históricos comunes, y que tienen unos mismos intereses porque son, jurídicamente, iguales, es decir, tienen los mismos derechos y deberes. Este concepto es el fundamento del nacionalismo, basado en la soberanía nacional, es decir, la soberanía de la nación (o sea, del conjunto de los ciudadanos, que son de los que emana el poder político y, por lo tanto, tienen el derecho de auto gobernarse). El nacionalismo se basa en un sentimiento previo –el sentimiento nacional, que te hace identificarte con los de la tierra- y que si no va más allá se puede identificar con el sentimiento patriótico (de orgullo de la tierra en que has nacido). Ir más allá quiere decir creer y defender que todos los nacionales tengan los mismos derechos –civiles o individuales, al menos-, porque si los habitantes de un territorio no tienen los mismos derechos no pueden tener la misma visión de la vida, ni el mismo talante, ni compartir los mismos intereses, ni luchar juntos para preservarlos, ni sentirse unidos en un mismo proyecto, ni defender los mismos objetivos, ni identificarse entre sí... como iguales que son. Si no se cumplen estas consideraciones, entonces la palabra Nación ya no significa esto, entonces se refiere, como concepto geográfico o étnico, a los habitantes de un territorio, simplemente, sin connotación politica alguna, tal como correspondía, por ejemplo, al nombre de España antes de 1714. "Entre la boda de Fernando e Isabel [1469] y 1714, Cataluña dispone de unas leyes, una lengua, una moneda y un sistema político propios. (…) Esto de la nación española se inventa en el siglo XIX. Y es lógico, porque “nación” es un concepto que no tiene sentido más que como un tipo de gobierno liberal parlamentario, ya que lo anterior es un poder que emana de Dios y es transmitido al soberano. La idea de nación nace cuando no hay súbditos, sino ciudadanos que se supone que son iguales" (Josep Fontana: Josep Fontana y Enric González o qué ocurre en Cataluña en http://www.jotdown.es/2012/11/josep-fontana-y-enric-gonzalez-o-que-ocurre-en-cataluna/ )



            Por lo tanto, vamos a la información directa que poseemos de los protagonistas de nuestro tema de historia, para saber qué dijeron o que hicieron, y analicémosla para ver si podemos deducir su mentalidad, que pensaban, aunque sea sólo aproximadamente y solamente en aspectos muy concretos y sabiendo que nos arriesgamos a mal interpretarla:

  • El general Moragues, miembro del pacto de los vigatans, además de lo que sabemos sobre su participación en la guerra, fue ennoblecido por Carlos III y, a partir de este momento, insertará la partícula -de- antes del primer apellido y adoptará un segundo apellido, un rasgo característico de las familias nobles, firmando Josep de Moragues o Josep de Moragues y Mas.
  • Discurs de Manel de Ferrer i Sitges:
    • “ (…) formadas las leyes que llamaron Usatges, que hasta el día presente se hallan confirmadas por 70 solemnes actos de Cortes Generales celebrados por nuestros gloriosos señores, y por mantenerlas ha sufrido Cataluña 23 invasiones de franceses, y siempre triunfante y victoriosa por conservar ilesas las leyes de su Patria y la fidelidad a sus señores. La independencia de conservar estas libertades la confirma la autoridad de Cataluña de tomar las armas por la defensa de sus privilegios y leyes”.La leyes –libertades- de la Patria que quiere conservar son de origen medieval.
    •  “(…) ¿Qué motivos tiene el serenísimo duque de Anjou para haber deliberado oprimirnos con tanto rigor, queriendo de pueblos francos y libres hacernos Nación del todo sujeta y esclava?  Identificación de Nación como pueblo, no en cuanto a las masas populares, sino como habitantes de un territorio.
    • “(…) No consiguió Cataluña en estas cortes ventajas para la Nación como la malicia ha publicado”.  Cataluña identificada como Estado, concepto político. Nación como pueblo, como habitantes de un territorio, como els conjunto de los catalanes.
    • “(…) Los aragoneses, valencianos y catalanes, ministros y criados que al presente se hallan en servicio del emperador y rey nuestro señor, no se debe dudar que, noticiosos de la generosa deliberación de los Excelentísimos brazos de morir antes que dejar de ser sus vasallos, entregándose vilmente a la esclavitud, acordándose que nacieron libres y privilegiados, y que estas franquezas son las que les han elevado al honor y distinción que gozan, regarán con sus lágrimas los reales pies de su majestad, implorando de su clemencia los merecidos alivios”. El rey como señor, los catalanes como vasallos.
    •  “(…) siendo esta provincia la única de España”. España como  territorio peninsular, igual que en: “Las historias nos dicen que en el año 670 se vio en nuestra España un eclipse tan espantoso…”.
    •  “(…) gozarían los aragoneses de todo lo que gozan los castellanos en Indias; pero ¡oh dolor! Por más que ha procurado Cataluña….Castellanos y aragoneses pertenecientes a Estados diferentes. Cataluña formando parte de la Corona de Aragón.
    • “(…) ¿No es cierto que desde Carlos V nuestros nacionales no han ocupado ningún empleo en el real palacio? ¿Son por ventura de más ilustres prosapias las familias de Castilla que las de Cataluña? No lo puede decir ni la mayor vanidad ni la más crasa ignorancia; los más ínfimos paisanos de nuestra Cataluña son hidalgos del mismo modo que los tienen por blasón en Castilla, que es lo mismo que decir hombres que no son pecheros, ni sujetos a pagar imposiciones; de este género de hidalguía gozan en Cataluña los hombres de más baja condición”. Nacionales como catalanes, habitantes de un territorio. Ínfimos paisanos como grupo social perteneciente a la clase baja,  aunque con el orgullo de hidalguía pues hasta los más humildes, de más baja condición,  son hidalgos.
    •  “(…) Los condes de Barcelona y los reyes de Aragón, con el consentimiento de sus vasallos, animaban las ciencias y el valor, elevando al grado de nobleza a los que se hacían dignos de esta honrosa distinciónConsidera a los habitantes de Catalunya i de Aragón, vasallos (concepto opuesto a ciudadano). Al referirse a la nobleza transmite la idea de superioridad.
    •  (…)Los medios para oponerse a las depravadas ideas de extinguir con ignominia nuestro honor, franquezas y privilegios”. Utiliza conceptos  medievales  nobiliarios: honor, franquezas y privilegios.
    • (…) Todos los ejemplos que he propuesto son casos que han ocurrido en nuestra Nación y en nuestra Patria, referidos por autores extranjeros, exentos siempre de adulación”  Nuevamente, identificación de Nación con Patria.
    • (…) Acábese la Nación con gloria, pues vale más un glorioso fin que tolerar exhortaciones y violencias que no practicaron los moros”. Que desaparezca Cataluña como pueblo –Nación-, con unas características propias, si no conserva su libertad y privilegios, es decir, su sistema político “Pues ven nuestro valor y experimenten a su costa que no ha decaído en un punto ni el espíritu ni el honor de la Nación Catalana; y si por castigo de Dios su injusta envidia nos supera ayudada de la fuerza francesa, y acabara nuestra libertad y privilegios  y más años después que acabó la de Castilla con el honor de inmortal memoria, sacrificando generosamente nuestras vidas” . Lo que identifica a los catalanes es su sistema político.
    • (…) Válganse los Excelentísimos y Fidelísimos brazos generales de la autoridad que el omnipotente Dios, justo y misericordioso, ha depositado en sus manos” Los Brazos no son representantes  de los ciudadanos sino elegidos por Dios.

             Ferrer, noble, perteneciente al brazo militar, se muestra defensor de de una Cataluña caracterizada por su sistema político –que entiende beneficia a todos los catalanes –los miembros de la Nación-. Un sistema político de orígen medieval, que establece libertades y privilegios, pero no a todos por igual: hay ínfimos paisanos que se diferencian de los distinguidos nobles. Un sistema político en el que hay vasallos y el rey, nuestro señor, y en el que uno de los organismos de gobierno fundamentales en aquellos días, la Junta General de Brazos, gobierna por derecho divino. Este sistema político, que identifica Ferrer con Cataluña y con la Nación catalana, es el que defiende y quiere conservar y este sistema no se basa en la soberanía nacional, sino en la soberanía compartida entre el rey y los brazos estamentales.

  • Manuel Mas i Soldevila, jurista,Conseller Segon de Barcelona (1711-1712), en la respuesta de los Comunes  afirma “(…) Que las persones, amenassas y desusat estil alienta y no amadrentan los cors de vassalls que conservan lo reiterat jurament de fidelita”: reis i vassalls que li han jurat fidelitat, alguns, distinguits amb privilegismolts cavallers y eren persones de distinció”.

 

  • Aleix Ribalta, labrador propietario en El Palacio de Anglesola, va relatando en su diario las operaciones militares y los acontecimientos que pasaban, demostrando está bien enterado, pero sin implicarse, sin tomar partido, excepto cuando le afecta directamente o al campesinado en general, entonces se queja y explica que pasó miedo. Su visión de la guerra es diferente de la de los anteriores personajes:
    • 1705: “(…) Carlos III vino con muy poca gente, y como eran a gusto del país...”, sin personalizar si él era seguidor suyo.

    • “ (…) En Urgell se levantaron dos hermanos que había en el castillo del Poal; (los señores de Poal) toda la gente joven Ios siguieron con el nombre de Miguelets, y quien no traía floch amarillo con sombrero era Butifler”. Constata como había nobles dirigentes de Miquelets y la presencia de botiflers.

    • Reclutamiento forzoso de soldados por el Alcalde austriacista: “(…) De este pueblo de El Palau, siendo Francisco Queralt Alcalde, le vino orden para tener que ir a ganar Bellvis, y de 14 años en adelante hubieron de seguir todos, y antes de llegar al pueblo salieron a darles sana obediencia; y vinieron unos soldados de parte de Barcelona, y pasaron a Aragón y al Reino de Valencia; y como deseaban estas dos Provincias querer para el Rey Carlos lIl, con facilidad se gana”.

    • Y miedo por lo que decían que hacían los filipistes: “ (...) En lo año 1706, a los primeros de marzo sube Felip Quint con una armada de 30.000 hombres, que pasaron por Torres de Segre, y se fueron a continuación por el Camino Real, y pusieron cite en Barcelona. De esta tierra huían todos, y por el Camino Real hacían lo mismo, que decian que querían degollar a todos.”

    • En 1707, requisas de los soldados portugueses –aliados de Carlos III-: “(…) que cogieron todo el grano de esta tierra, y de casa se llevaron 1300 k de grano”. Y, nuevamente, miedo ante las tropas felipistes: “(...) que venían con el ánimo de degollar hasta las criaturas, de no haber entercedido la Reyna, que era de Saboya y era madre de Rey D. Fernando (Ferran Vl)”.

    • “ (…) En el año 1708 venian las partidas de Lleyda, se llevaron toda la paja, sin quedar nada para nuestras cavalgaduras, y se murieron tantas que Urgell casi se quedó sin cavalgaduras; (…) dejo a tu consideración qué revolución tenía que haber por este pais, y aquellos hombres que se levantaren en el año 1705 con el nombre de Miquelets se convirtieron en ladrones, y esos éran los que hacían más mal en el país ”. Se queja de los miquelets y, de nuevo, de requisas por parte de las tropas felipistas “(…) que hasta la paja de las màrfegas se llevaron, hasta lo poco del pan (que) teníamos lo tomaban” Y, debido a todo esto, preocupación por el aumento del precio del grano “(...) El trigo se tenía que ir a buscar al Campo de Tarragona; lo pagábamos a 9 ll. Ia cuartera”.

    • En 1709, las requisas de grano provienen de los dos bandos: “(...) lo un día venian las partidas de Lleyda; otros dias venian las de Carlos lIl, y entre unos y otros no nos dejaban cosa

    • Crítica al gobernador “Uvenyí” que colgaba miquelets y hacía trabajar a los labradores en la construcción de pozos y baluartes nuevos “y siempre el gran varapalo para aturdir lo paisanatge”, y exigía pagos que endeudaron a Aleix Ribalta, que se queja de los efectos de la guerra: “y esas son las reliquias que deja la guerra

    • En 1711, la opinión sobre los miquelets, descontrolados, es negativa ” como la justicia no tenía gran poder entre los miquelets y voluntarios, robaban todo lo que podían” y atacaban a los botiflers.

    • En 1713 explica que Barcelona ha declarado la guerra y dice lo que le parece sobre la decisión tomada por las autoridades de la capital de resistir: “que ella sola tenía que resistir a una armada; locura que tenían mucha a la cabeza” . (...) En lo mes de juriol pasó un ejército por Lleyda, que lo mandaba el Duque de Populi, y a continuación se fue a Barcelona (…) Luego pusieron sitio en forma, destruyeron muchas casas; afuera quedaron los voluntarios y miquelets y hacían sus correrías por aquellas montañas. (...) En la zona de Manresa, entre unos y otros todo era robar y quemar”

    • Año 1714. Sobre el asedio sufrido por Barcelona, muestra su admiración cuando explica lo que decían que pasó al día siguiente de la rendición: “(...) Lo día siguiente, cuando tuvieron ya ses guardas por toda la ciudad, y vehent que los artesanos, todo el mundo sen fue a trabajar en su oficio, preguntó lo General que dónde estaba la guarnición; respondieron que los soldados éran aquellos artesanos que trabajaban, por lo que queda pasmado dicho General, que una ciudad sola se tuvo que defender de dos ejércitps en uno sitio tan largo, como te tengo referido.” Y sobre la caída de Barcelona comenta: “(...) los aficionados a Felip Quint, muy alegres, y los del emperador, mucho afligidos. Ya no nos queda sino Cardona para ganar” de lo que se puede inferir que, sin sentirse muy implicado, podría ser partidario de Felip V o, quizás, es, simplemente, una manera de expresar-se, pero lo que no hay duda es deque él está contento porque la guerra haya acabado. Para terminar, explica que los miqueletes, los últimos luchadores, pronto aceptaron el perdón general que el rey concedió, añadiendo: “(...) Y a Dios gracias , que ya los tenemos a todos rendidos; ya tenemos la guerra acabada; lo paisano estará quieto en su casa”.
    • Por último, su postura queda muy evidente en lo que titula “Consejos en caso de guerra”: (...) así te advierto que si alguna vez ves guerra, no se puede fiar caso de nadie”, para finalizar diciendo que el labrador no se tiene que enredar para nada en la guerra: “(...) que yo no me cuido de estas cosas [de la guerra], soy hombre de mi trabajo, que las cosas de guerra es para los soldados

                 No hay heroicidad por parte de nadie en la descripción que hace de la guerra, ni ningún tipo de idealismo patriótico personal, su postura, por el contrario, muy práctica, es la de poner en manifiesto los perjuicios que ocasiona una guerra al campesinado en general. Aleix Ribalta no se sentía austriacista, pero, en todo caso, tampoco felipista, en una guerra en la que, a regañadientes, se había visto implicado. En este manuscrito la recuerda seguramente a su hijo, en el año 1736, cuando Felipe V hacía ya 22 años que reinaba en España.

 

                Y ahora sí, después de leer e interpretar lo que hacían y lo que decían los que vivieron los acontecimientos que estudiamos, deducir y establecer vuestras propias conclusiones.

A lo largo del estudio de este tema hemos podido comprobar la necesidad de diferenciar el hecho de su interpretación, recordando que interpretar quiere decir explicar, acertadamente o no, acciones o acontecimientos que pueden ser entendidos de diferentes maneras. Hay que tenerlo presente para valorar justamente las fuentes de información que utilizamos y su fiabilidad: las fuentes primaries, las fuentes secundarías, documentos de autor reconocido o escritos sin autoría, partidistas u objetivos.

Finalmente, añadir que es evidente que actualmente el tema de la Guerra de Sucesión española tiene un gran interés historiográfico y gracias a los recientes estudios se han ido superando en las últimas décadas aquellas primeras apreciaciones parciales de Àustrias contra Borbones, de la Corona de Aragón frente a la de Castilla, de los traidores botiflers frente a los heroicos patriotas…., permitiendo profundizar en la gran complejidad de este periodo histórico. Pero, como siempre sucede en el estudio de un proceso histórico en el cual intervienen numerosos factores, siguen quedando dudas, mientras la controversia continúa.

                                                                                                                                                        Caty González Torrijos

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