Apuntes de Historia

Soldados españoles al servicio de Napoleón

La división del Norte del Marqués de la Romana en Dinamarca


Una exposición en el museo de Holbæk, al norte de Copenhague, revive desde ayer la huella dejada hace 200 años por los 14.000 soldados españoles enviados a Dinamarca con las tropas de Napoleón. Aquella incursión ha originado mitos que han sobrevivido en la memoria colectiva. 'Cuando los españoles llegaron, un encuentro cultural en 1808' es el resultado de una colaboración entre las pinacotecas de las cuatro localidades danesas donde mayor fue el impacto de su estancia, y ha contado con el apoyo de las instituciones españolas.

La muestra, que recorrerá el país hasta noviembre, recoge armas, pinturas, dibujos y ropas de la época, así como objetos de aquellas tropas que fueron guardados por las familias danesas. El proyecto incluye la publicación de un libro de anécdotas, como la del soldado que no pudo huir tras romperse una pierna y acabó casado con una danesa con la que tuvo nueve hijos o la del noble que prefirió pegarse un tiro antes que entregarse a las tropas francesas. «Desde mi infancia he escuchado un sinfín de historias parecidas, los soldados españoles resultaron muy exóticos. De ahí nacieron mitos como el que dice que todos los daneses de ojos marrones descienden de ellos», relata Henning Petersen, uno de los coordinadores de la exposición.

Sucedió así. Al mando del marqués de La Romana, la División del Norte llegó a Dinamarca en marzo de 1808, para unirse a un destacamento franco-belga de tamaño similar. La idea era permanecer allí hasta una hipotética invasión de Suecia, que nunca se llevó a cabo. Enterados de la revuelta contra José Bonaparte, el grueso del regimiento español huyó de Dinamarca con una argucia apenas seis meses después y gracias a la ayuda de la marina inglesa. Esta repentina desaparición «nunca fue entendida» por la Historia oficial danesa, que los consideró unos «traidores», una imagen muy distinta de la que dejaron en el imaginario popular en las provincias de la isla de Fionia, el este de Jutlandia, y al oeste de Selandia.

«Las tropas nunca entraron en combate, sólo estuvieron estacionadas, fueron los primeros soldados extranjeros que no arrasaron el país. Al contrario de los franceses y los belgas, vivían entre la gente, se comportaban de forma familiar, aceptaban sin remilgos la comida local. Además, jugaban con los niños, tocaban la guitarra y hacían fiestas», resume Petersen.

La impresión que causaron en los daneses, poco o nada acostumbrados a viajar ni a tener contacto con gentes de otros países, fue considerable, pese a los problemas de comunicación. De ellos aprendieron a fumar tabaco liado, aliñar la ensalada y usar ajo en las comidas. De su idioma tomaron la palabra 'spanjoler', que al igual que la más culta 'spanier' significa 'español' en danés, aunque en el primer caso está dotada de un componente simbólico, unido a la pasión y el gusto por la música de los europeos del sur.

'Guardia del regimiento Zamora'



Pese a la designación oficial de «traidores» y a que su mantenimiento sangró las arcas danesas, es difícil encontrar un relato negativo sobre aquellos españoles que hicieron a los daneses descubrir una «mentalidad distinta». Al contrario, se les recuerda como gentes «alegres, educadas y musicales». El antepasado perfecto al que recurre cualquier persona de la zona para explicar un temperamento fuerte o los rasgos mediterráneos.

Tampoco es menor su impronta en la literatura romántica danesa. Autores que como Steen Steensen Blicher o Hans Christian Andersen recurren a su ejemplo para hablar de las diferencias entre nacionalidades, soñar con la idea de reunir las mentalidades del norte y del sur de Europa y construir la imagen de que «el mundo puede ser otra cosa». El propio Andersen narra en sus memorias que el primer recuerdo de su infancia es el de un soldado español en el que encontró «lo diferente».

"Nunca entraron en combate, sólo estuvieron estacionados, fueron los primeros soldados extranjeros que no arrasaron el país. Vivían entre la gente, se comportaban de forma familiar, aceptaban sin remilgos la comida local, no como franceses y belgas; jugaban con los niños, tocaban la guitarra y hacían fiestas", resume Petersn. La impresión que causaron en los pueblos daneses, donde sus habitantes no estaban acostumbrados ni a viajar ni a tener contacto con gentes de otros países, fue considerable, pese a los problemas de comunicación, y también en el campo de las costumbres.

De ellos aprendieron a fumar tabaco liado, aliñar ensalada y usar ajo en las comidas, y de su idioma tomaron la palabra spanjler , que al igual que la más culta spanier , significa "español" en danés, aunque en el primer caso está dotada de un componente simbólico, unido a la pasión y el gusto por la música de los europeos del sur. Pese a la designación oficial de "traidores" y a que su mantenimiento sangró las arcas danesas, es difícil encontrar un relato negativo sobre aquellos españoles que les hicieron descubrir una "mentalidad distinta", aclara Petersen.

Al contrario, han pasado a la imagen colectiva, que aún perdura en las provincias, como gente "alegre, educada y musical", el antepasado perfecto al que recurre cualquier persona de la zona para explicar un temperamento fuerte o rasgos mediterráneos. Tampoco es menor su huella en la literatura romántica danesa, en autores que como Steen Steensen Blicher o Hans Christian Andersen recurren a su ejemplo para hablar de las diferencias entre nacionaldades, soñar con la idea de reunir las mentalidades del norte y del sur de Europa o construir la imagen de que "el mundo puede ser otra cosa", según Henning Petersen. El propio Andersen, el celebérrimo autor de cuentos, narra en sus memorias que el primer recuerdo de su infancia es de un soldado español, y que en él encontró "lo diferente". La muestra, que recorrerá el país hasta noviembre, recoge armas, pinturas, dibujos y ropas de la época, así como objetos de aquellos soldados que durante años fueron guardados por las familias danesas.

El proyecto, articulado en torno a la web www.spaniolere.dk , incluye también material didáctico para escolares, una investigación para encontrar antepasados españoles y la publicación de un libro escrito por historiadores daneses, suecos y españoles. La obra recopila anécdotas como la de la quema accidental de la célebre fortaleza de Koldinghus; la del soldado que no pudo huir tras romperse una pierna y acabó casado con una danesa con la que tuvo 9 hijos; o la del noble que prefirió pegarse un tiro antes que entregarse a las tropas francesas.

La peripecia de las tropas españolas en Europa se inicia con el Tratado de San Ildefonso en 1800, por el que España devolvía a Francia la Luisiana a cambio de la creación del reino de Etruria en La Toscana para Maria Luisa, hija de Carlos IV. Una división al mando del Teniente general O'Farrill, compuesta por los regimentos de infantería Zamora y Guadalajara y los de caballería Algarbe y cazadores de Villaviciosa. Completaban el dispositivo el primer Batallón de Infantería ligera de Cataluña y un grupo de artillería de seis piezas.

Las tropas quedaron distribuidas entre Liorna, Pisa y Florencia hasta el 12 de abril de 1807, en que se les ordenó dirigirse a Augsburgo y Hannover, en Alemania. A las órdenes de Miguel de Salcedo, la tropa española se incorpora al grueso de la Grande Armée que lucha cotra rusos y suecos, en la campaña del bloqueo continental. La división española participa en la toma de la ciudad sueca de Stralsund en la Pomerania, con grandes elogios del mando francés.

En agosto de 1807 se incorporan los refuerzos del general Kindelán, y del segundo marqués de la Romana. Estos refuerzos consistían en dos regimientos de infantería de línea, los Asturias y Princesa. Un batallón de in fantería ligera, el primero de Barcelona, los regimientos de caballería del Rey, Infantes y Dragones de Almansa, doce piezas de artillería y un grupo de zapadores, con lo que la división conjunta alcanza la cifra de unos 15.000 hombres.

Después de un período de descanso en Hamburgo, bajo el mando conjunto del mariscal Bernadotte. Las unidades españolas son enviadas a la danesa Odense y fragmentadas por el país, donde se enteran de la revuelta del 2 de Mayo en Madrid. Inmediatamente comienzan los preparativos para volver a la Península. Los ingleses, adversarios implacables durante todos estos meses se convertían ahora en el pasaporte para la vuelta a casa, hasta el punto de que Bernadotte prohibió expresamente cualquier negociación. El 4 de junio las autoridades británicas y españolas firmaban la paz, acordando la repatriación de la división y el envio de una flota a Dinamarca.

Los primeros en tramar la vuelta serán los oficiales Vives y Fábregues, que contactan con barcos ingleses. Mientras las Juntas de Sevilla, Galicia y Asturias tratan por su lado de contactar con la división para conseguir su vuelta. El intento de las autoridades francesas por conseguir que la tropa jurase al nuevo José Bonaparte, terminó en un sonoro fracaso y fue el inicio de una sublevación en toda regla.

El inicio del embarque contaba con la aprobación del Marqués de la Romana, no así de Kindelán que comunicó el plan a Bernadotte, frustrando la repatriación total de los expedicionarios.

Las tropas de artillería destruyeron los cañones para evitar que fueran usados por los franceses. Los regimientos de Asturias y Guadalajara se sublevaron contra el general francés Frerion que a punto estuvo de perder la vida. Al final tuvieron que rendirse ante las tropas francesas y danesas. Varias compañías del regimiento Algarve fueron reducidas por tropas de cazadores belgas, impidiendo así su embarque.

Algunas unidades por su cuenta comenzaron a moverse hacia los puertos. El 9 de agosto los infantes se apoderan del puerto de Nyborg, comenzando de inmediato el embarque en naves inglesas después de vencer una ligera resistencia de los buques daneses que guardaban el puerto.

Los soldados españoles se reunieron en Langeland, una larga isla cerca de Kiel donde comenzaron a embarcar en masa según estaban disponibles los barcos. Entre los dias 18 al 20 las tropas embarcaron por fin con enorme júbilo, saludando el mismo Victory con 21 cañonazos a las banderas. El 27 de agosto llegan a Goteborg y se enteran de la victoria de Castaños en Bailén. Los puertos de Santander, Ribadeo y Santoña fueron testigo de la vuelta de la división del Norte el 10 de octubre de 1808, llegando a un país que estaba ocupado por sus antiguos aliados. 225 oficiales y 5000 soldados quedaron prisioneros en Dinamarca.

Tropas del Marques de la romana en Dinamarca (1807)

 

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