Historia

El levantamiento popular de mayo de 1808


España invadida por los franceses

 

 

Fusilero español del regimiento Irlanda de 1806

Si buscamos la razón, quizá primordial, de un levantamiento tan afamado y celebrado, a la par que sangriento, del que se celebran 200 años, tenemos que retroceder a finales del año 1807. Concretamente el 27 de octubre de 1807, cuando Manuel Godoy valido del borbón Carlos IV, firma con Napoleón Bonaparte el Tratado de Fontainebleau, en el que se acuerda la invasión militar conjunta franco-española de Portugal y se permitía el paso de tropas francesas por territorio español. El motivo era la alianza y amistad que unía al pais lusitano con Gran Bretaña, y su negativa a colaborar con el bloqueo continental impuesto por el emperador francés.

En pocos días las tropas españolas del norte, entrando por Valença, habían tomado Oporto, las del sur, desde Badajoz habían llegado a Setúbal (quedando así fuera de nuestro territorio las tropas más operativas), y el ejercito expedicionario francés del general Andoche Junot –que había cruzado el Bidasoa el 18 de octubre-, atravesaba España (no sin algún incidente), cruzaba la frontera portuguesa por Alcántara el 20 de noviembre, y entraba en Lisboa el 30 de noviembre, aunque la familia real portuguesa (encabezada por el Principe Regente, futuro Juan VI ) –y otras quince mil personas- habían salido el día anterior hacia Brasil , donde quedaría fijada la Corte portuguesa hasta 1821.

La presencia de tropas francesas en España, en virtud del Tratado de Fontainebleau se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando (sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas (Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras). El total de soldados franceses acantonados en España asciendía a unos 65.000, que controlan no sólo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

Motín de Aranjuez

La presencia de las tropas francesas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal.

El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, la multitud, dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos al Príncipe de Asturias, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy, quemando todos sus enseres.

El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, en el que abdica su padre al mediodía de ese mismo día, convirtiéndolo en Fernando VII.

Granadero imperial francés 1807

El 23 de marzo Madrid fue ocupada por el general Murat. Y al dia siguiente se produce la entrada triunfal del nuevo rey Fernando VII y su padre, que acababa de ser forzado a abdicar. Pero las esperanzas de los fernandinos se desvanecerán pronto. La família real es obligada a reunirse en Bayona con Napoleón, que les obligará a abdicar en beneficio de su hermano José Bonaparte. Ante el vacío de poder, se crea en Madrid una provisional Junta de Gobierno como representante del rey Fernando VII.

La Junta de Gobierno no tuvo nunca un poder efectivo, ya que se vio sometida al control del general Murat. Así el 27 de abril Murat solicitó, supuestamente en nombre de Carlos IV , la autorización del traslado a Bayona de la reina de Etruria (hija de Carlos IV) y del infante Francisco de Paula. Si bien la junta se negó en un principio, en su reunión en la noche del 1 al 2 de mayo y ante las instrucciones de Fernando VII llegadas a través de un emisario desde Bayona, finalmente cedió.

 

"Malasaña y su hija", de Eugenio Álvarez Dumont

Madrid madrugada del 2 de mayo de 1808

La madrugada del 2 de mayo de 1808 en Madrid amaneció un día claro después de una noche lluviosa. Desde primera hora, la capital vivía una intensa actividad con gente que accedía a la villa por las distintas puertas de paso. El ambiente era frio y enrarecido. Grupos de paisanos recorrian temprano las callejuelas y plazas, al parecer sin rumbo fijo.

En el Palacio Real, dos carruajes se situaron frente a la entrada. Su objetivo era recoger a los últimos miembros de la familia real, para enviarlos dirección Bayona. El primer carruaje salió de Madrid a las 8.30 horas con la reina de Etruria sin que nadie le prestara atención. El segundo carruaje debía transportar al infante Francisco de Paula, pero nunca llegó a salir.

En esta aparente tranquilidad, el silencio de la mañana fue roto por el maestro José Blas Molina y Soriano que, deduciendo que el coche que quedaba era para el infante, echó a correr hacia Palacio dando la voz de alarma: “¡Traición! ¡Se llevan al infante! ¡Traición!”.

La lucha alrededor del palacio real

La gente comenzó a agolparse y su grito fue recogido en breve por otras voces: “¡A las armas! ¡Que no salgan los infantes!”. En medio de esta confusión, alrededor de 70 personas entraron en Palacio presentándose en las habitaciones del infante.

Ante los gritos de júbilo, Don Francisco se asomó al balcón, mientras el gentío que llegaba a las inmediaciones del Palacio aumentaba.

Ante el creciente tumulto, el gobernador francés, Joachim Murat, duque de Berg y general de Napoleón en España, envió a dos miembros de su séquito a palacio. Al verlos, el pueblo enfurecido se dirigió contra ellos para acabar con sus vidas al grito de “¡Muerte a los franceses!”, pero la Guardia Valona lo evitó al tiempo que Gonzalo O'Farrill, ministro de guerra, pedía a la muchedumbre que se calmase y se dispersara.

Fusilero de la Guardia Valona del palacio Real

Fuente: diario Público, 1808, la independencia. Antonio J. Martínez

La represión francesa

Era demasiado tarde. Murat ya se había decantado por la vía de la represión. Era la situación que había estado esperando. Con la familia real en Bayona, a la espera de obtener la corona para Francia, Napoleón había dado carta libre a Murat desde el día 10 de abril para reprimir con la mayor severidad cualquier intento de rebelión popular, estableciendo por la espalda un control real del territorio que la monarquía estaba a punto de entregar oficialmente.

Para ello, unos 30.000 soldados franceses se encontraban acampados en cinco cuarteles en los alrededores de la villa. Así, sin ningún aviso previo, la división de granaderos de la Guardia Imperial descargó un primer ataque contra la multitud, que causó diez bajas.

Inmediatamente, la Guardia Real y la Guardia Valona se atrincheraron en el Palacio a fin de defenderlo, mientras la población corría despavorida en todas direcciones. Del miedo inicial, se pasó a las ansias de venganza ante la desproporción del ataque francés.

Piedras, ladrillos y tejas caían sobre las tropas galas desde los balcones, mientras que en las calles se esgrimían palos y puñales frente a los cañones. Pese a que se buscaron armas con las que combatir, la Junta de Gobierno, siguiendo las órdenes de Fernando VII de conservar la paz, mandó cerrar los cuarteles con ejércitos españoles (apenas unos 3.000 soldados).

Sólo el cuartel de Monteleón se unió a la revuelta. Ante esta situación, las clases altas de la sociedad optaron por atrincherarse en sus casas a la espera de la intervención de “gente juiciosa y decente”, según Alcalá Galiano.

 

Francisco de Goya - La carga de los mamelucos

Joaquín Sorolla - Defensa del parque de artillería de Monteleón

Dispuesto a aplacar la revuelta, Murat envió a la mayoría de sus tropas contra la población, mientras la artillería sellaba los accesos a la villa. La Puerta de Toledo, la Plaza de la Cebada, la Puerta del Sol, la calle Álcala, la carrera de San Jerónimo o la Calle Mayor fueron el terreno en el que se libró un desigual enfrentamiento. Las clases bajas de Madrid, pendencieros, buscavidas, gañanes, tenderos, pescaderas y manolas del barrio de la Paloma no se amilanaron y ya fuera tirando objetos o lanzándose contra el vientre de los caballos armados con navajas, cuchillos y tijeras, protagonizaron heroicos episodios en evidente inferioridad.

En la Puerta del Sol, la masa se lanzó contra unos mamelucos –guardia egipcia napoleónica– que llevaban un parte de la situación a Murat. La despiadada acometida francesa terminó hacia mediodía con la dispersión de los ciudadanos, los últimos se unieron a Daoiz y Velarde, en el cuartel de Monteleón.

El único reducto militar que se enfrentó directamente a los franceses, era un solar indefendible que contaba con tres piezas de artillería. Artilleros, voluntarios y miembros de partidas dispersas lograron rechazar tres acometidas de fusileros y granaderos imperiales. Pero la suerte estaba echada y tras un feroz combate, la mayoría fueron pasados a cuchillo.

El terror se apoderó de la capital. Fueron detenidos cientos de personas que habían colaborado en la revuelta. Algunos sólamente, por llevar algún objeto sospechoso. Comenzaron inmediatamente los fusilamientos, que durarían hasta la madrugada. Murat y, por extensión, Napoleón creyeron que su manifiesta superioridad les otorgaba definitivamente el control del país. Nada más lejos de la realidad. La guerra de la Independencia estaba a punto de comenzar.

El bando de Móstoles

Bando firmado por los alcaldes de Móstoles el 2 de mayo de 1808 , con motivo del levantamiento ese mismo día del pueblo de Madrid contra las tropas francesas acantonadas en la ciudad.

El bando fue firmado por los entonces alcaldes Andrés Torrejón (por el Estado Noble) y Simón Hernández (por el Estado General u Ordinario), redactado por el aristócrata Juan Pérez Villamil y difundido por varias localidades de la carretera de Extremadura (hoy carretera A-5). El bando salió, portado por el postillón Pedro Serrano, con destino a Badajoz, a donde llegó el 4 de mayo . En la ciudad pacense el Comandante General de Extremadura enviaba otros oficios con destino a Sevilla y Cádiz.

El bando tenía una misión específica: avisar a los pueblos de Toledo y Extremadura para que movilizaran milicias que acudiesen a socorrer a Madrid, ocupada por los franceses. Se puede descartar que este bando constituyera una verdadera declaración de guerra a Napoleón y los franceses, acto que llevó a cabo la Junta Suprema Central de Sevilla un mes más tarde (6 de junio de 1808).

El texto del bando era el siguiente:

Señores Justicias de los pueblos a quienes se presentase este oficio, de mí el Alcalde de la villa de Móstoles: Es notorio que los Franceses apostados en las cercanías de Madrid y dentro de la Corte, han tomado la defensa, sobre este pueblo capital y las tropas españolas; por manera que en Madrid está corriendo a esta hora mucha sangre; como Españoles es necesario que muramos por el Rey y por la Patria, armándonos contra unos pérfidos que so color de amistad y alianza nos quieren imponer un pesado yugo, Después de haberse apoderado de la Augusta persona del Rey; procedamos pues, a tomar las activas providencias para escarmentar tanta perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos y alentándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan contra quien es leal y valiente, como los Españoles lo son. Dios guarde a Ustedes muchos años. Móstoles dos de Mayo de mil ochocientos y ocho .

Firmado por: Andrés Torrejón y Simón Hernández.

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Madrid crónicas

Fuentes: Wikipedia. ARTURO PÉREZ REVERTE, ANTONIO J. MARTÍNEZ - Madrid - 01/05/2008 21:05

Artículo para los alumnos de 2º de Bachillerato

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