Entrevista publicada a “Qué leer” el març de 2002 a cura d’Òscar López

Operación Triunfo: Tres treintañeros en busca de la consagración

Cinco a uno a que dentro de pocos años pretender organizar un encuentero con estos tres escritores va a ser una tarea complicada, si se cumplen las espectativas que han levantados sus últimas novelas. Así aprovechando la promoción del reciente premio Nadal de Ángela Vallvey; la inesperada visita de Carlos Ruiz Zafón que vive en Los Ángeles; la predisposición de Pablo Tuset a quien ahora le ha dado por vivir en el campo, y que sus anticipos aún no se han disparado, los juntamos en las alturas de Barceona pero a pie de Tibidabo, para que se vieran por primera vez las caras, valoraran sus trayectorias literarias y se pasaran sus direcciones electrónicas. Pero quien conoce a Ángela y sabe de su impetuosidad y de su facilidad para dar siempre el primer paso.

Ángela Vallvey: La novela de Carlos aún no la he leído, aunque me han hablado muy bién de ella, pero la de Pablo sí. Le envié un email para felicitarlo porque me había gustado mucho y por el premio Tigre Juan que le dieron después, y aún espero una respuesta más agradecida.
Pablo Tusset: ¿No te respondí? Si los respondo todos.
A.V.: Sí, pero la verdad es que fuiste muy soso.
P.T.: Perdona, pero no debí quedarme con tu nombre. Como recibo correo de gente muy importante, ja, ja...!
Carlos Ruiz Zafón: Yo os conocía pero aún no he leído vuestros libros.


Sois tres autores jóvenes, que han recibido muy buenas críticas de sus primeras obras y de los que se esperaba mucho ¿Notáis la presión?

A.V.: Sé que la próxima que escriba será la mejor que la anterior y prefiero no pensar mucho en lo que se espera de mí. A mí me da más vidilla que me digan que nunca llegaré a nada.
C.R.Z.: Mi caso es un poco especial ya que, aunque muchos piensan que soy un auror novel, La sombra del viento es mi quinto libro; lo que pasa es que los anteriores han sido novelas juveniles. Pero he vendido más de 250.000 libros i llevo diez años publicando. Claro que noto la expectativa, pero no me agobia.
P.T.: Yo me siento más presionado por la gente de mi entorno. Mi editor no me presiona, lo que digan los periodistas no me preocupa, pero tengo a mis padres y a mis amigos encima machacándome con que escriba otro libro.
A.V.: Es que la familia lo vive de otra manera. Mi madre, que se ha pasado la vida intentando darme en adopción, ahora está encantada con mi Premio Nadal, y el otro día decia “¿Pero cómo es que no pides las bases de ese otro premio” “¿De qué premio?””, le digo. “De ese que ganó Cela”. “¿El Planeta?” Y me dice: “No , hombre, no, el Nobel”.
P.T.: Si es que las madres...

Es curioso que a Ángela y Carlos se los conozca más en el extranjero que aquí.

C.R.Z.: Es cierto. Yo sufro el síndrome del autor de novela juvenil. Los medios de comunicación no te prestan atención. Lo que aparece en los suplementos literarios es un reflejo distorsionado de lo que la gente realmente lee.
A.V.: En el fondo los suplementos y las revistas culturales, como la vuestra, hacen un canon literario, lo pretendan o no, y a veces no es el adecuado.

Por alusiones: los medios de comunicación deben escoger entre una vorágine de libros que llegan a nuestras mesas todos los meses.

A.V.: ¿Y te parece mal esta vorágine? Estoy muy contenta de que se publique mucho aunque se venda poco, porque esto es síntoma de vitalidad, de pluralidad y de que el país está vivo culturalmente. Puede ser que se publiquen cosas nefastas, pero esto ya es problema del editor, no mío, ya que tengo la opción de leerlo o no.
P.T.: El exceso de publicaciones rebaja la calidad de los libros.
A.V.: ¿Y quién dice si el libro es bueno o no?
P.T.: Por ejemplo, el público, que es quien se gasta la pasta.
A.V.: ¿Tu crees?
P.T.: Es que yo escribo para vender.

No olvidemos el tema de los premios como fórmula para escapar de la vorágine. Los tres habéis gnado alguno. Ángela, el Nadal; Carlos, el Edebé, además de ser finalista del Fernando Lara, y Pablo acaba de recibir el Tigre Juan.

A.V.: Por eso yo me presenté al Nadal, para intentar evitar que mi novela se perdiera en la vorágine. Pero a otros de mis libros les ha pasado que no han superado los 10.000 ejemplares. Creo que uno echa los libros al mar y si tienen que flotar, flotan.
C.R.Z.: Los premios van bien. No es que te puedas comprar un piso con las dotaciones económicas, pero te dan prestigio y se habla más en la prensa. Pero la realidad es que se publica una barbaridad. Muchos libros se mueren en la mesa de novedades. Es un holocausto literario terrible. No hay que confundir libros publicados con libros impresos.
A.V.: Pero eso no debería ser un problema para ti.
C.R.Z.: Sí que es mi problema porque, por ejemplo, si tu novela no hubiera ganado el Nadal, correría el riesgo de perderse, siendo a lo mejor una novela cojonuda. Puede que luego no conectes con el público per al menos se te ha dado una oportunidad.
P.T.: Yo no prohibiría publicar libros, pero esa sobreabundancia es monstruosa. Vas a una librería y parece una selva.
A,V.: Yo prefiero la selva la desierto.
P.T.: Yo prefiero los campos cultivados.

Literatura a “Full time”: ¿Podéis vivir de la literatura?

A.V.: Yo sí.
P.T.: Yo ahora también, pero me ha costado.
C.R.Z.: Yo hace años que vivo de lo que escribo, ya sean libros o guiones de cine.

¿Tuvisteis problemas en vuestros inicios para encontrar editor?

A.V.: Nunca. He tenido mucha suerte. Y sin conocer al editor de nada.
C.R.Z.: La primera novela que escribí la envié al primer Premio Edebé de Literatura Juvenil y lo gané. Cuando terminé La sombra del viento decidí presentarlo al Fernando Lara y quedé finalista. Terenci Moix dijo que era su favorita, y lo mismo declaró José Manuel Lara. Pero, curiosamente, ganó Ángeles Caso.
P.T.: Yo envié un primer capítulo a una editorial de las gandes a la que prefiero no mencionar. Me dijeron que, si el resto del libro era así, no les interesaba. Tiempo después me encontré con el editor, que me reconoció que se estaba tirando de los pelos.
A.V.: Ahora que lo dices, y aunque siempre he tenido varias ofertas para elgir, recurdo que hay una excepción. Fue con Herralde, que dijo no a A la caza del último hombre salvaje. Suerte que tenia tes opciones más.
¿Has vuelto a hablar del tema con él?
A.V.: Lo vi la noche del Premio Nadal y me dijo que de quién era la chaqueta que llevaba, y le dije que de Moschino. Nada más.
P.T.: Acabando con lo mío, resulta que tiempo después veo en la tele a Pote Huerta, de Lengua de Trapo, diciendo que pretendía ser la mosca cojonera de la edición española, y me dije: “¡Tate, este es mi editor!” Se la mandé y le gustó.

Mamá, quiero ser escritor: ¿De niño queríais ser escritores?

A.V.: Siempre he escrito, aunque de niña quería ser astronauta o piloto.
P.T.: Yo también quería ser astronauta o algo que llevara uniforme. Creo que he llegado a la literatura después de haber fracasado en un montón de cosas. Empecé a trabajar a los 13 años como peón de albañil y después fui diseñador gráfico, trasnportista; trabajé en una floristería haciendo coronas de muertos; he sido camarero, informático...
A.V.: Eso es muy americano. Pues, mientras este ejercía múltiples oficios, yo iba de facultad en facultad y de marido en marido, ¡ja, ja...! Nunca he trabajado a la manera tradicional.
C.R.Z.: Yo nunca he querido ser otra cosa. A mí lo que me gustaba de niño era inventarme historias y contarlas. Historias góticas, muy gores, y a mis amigos les encantaban. A los 14 años escribí una historia terrible de quiñientas páginas que tuve la temeridad de enviar a Planeta y a Paco Porrúa, que me llamó a su despacho y me dio consejos sobre literatura, la vida... Fue muy amable.

Ángela reflexiona en Los estados carenciales sobre la felicidad. ¿Desde el punto de vista literario la vuestra por dónde pasa?

A.V.: Por mejorar como escritora, por influir a los lectores, que lo que escriba los ayude a cambiar algunos chips. Esa posibilidad de conectar es fantástica.
C.R.Z.: La mía pasa por tener la sensación de que, si me muero mañana, dejo una obra que he podido compartir con unos cuantos lectores.
P.T.: A riesgo de parecer superficial, lo que espero de la literatura es que me permita comprarme un Jaguar Sovereign.

¿Cuánto vale?

P.T.: Deber estar entre los quinze y veinte millones. A mí me gusta la imagen del escritor artesano, aislado, dedicado totdo el día a escribir; pero ese esfuerzo tiene que dar dinero, de lo contrario no vale la pena. Lo del amor al arte me da cien patadas.
A.V.: Yo escribiría aunque no publicara.
P.T.: Yo escribiría cartas, o poesía. Cuando me jubile escribiré poemas.
A.V.: Yo ya escribo poesía. Y soy la hostia de buena como poeta, ¡ja, ja!
C.R.Z.: No tiene abuela.
A.V.: Lo que tengo que decir. De la misma manera que digo que en narrativa voy poco a poco, aprendiendo y mejorando, en poesía soy muy original y muy buena.

Una curiosidad Pablo: ¿esperas comprate un Jaguar con lo que ganes escribiendo? No sé si Pote Huerta soltará quinze quilos por tu nueva novela.

C.R.Z.: Si a un Renault 5 le pones unos alerones, a lo mejor das el pego...
P.T.: Ya veremos, ya veremos, que Lengua de Trapo se va para arriba. Ya sé que con los libros lo tengo complicado, pero intenté dedicarme a la publicidad y no me quisieron en ninguna agencia.
C.R.Z.: No te has perdido nada. Estuve muchos años trabajando como creativo y, aunque ganas mucho dinero, es mucho más gratificante la literatura.
P.T.: Pero es que además del Jaguar quiero un chalet en los Pirineos, otro en la costa y un ático en Barcelona, así que tengo que ser más ambicioso. Por eso yo pretendo entretener al lector, para que con el boca oreja me compren muchos libros y pueda forrarme. Lo de ser un escritor hermético y experimental se me pasó en la adolescencia.

Los más deseados: Estáis en el punto de mira de muchas editoriales. ¿Cómo lleváis esta persecución?

A.V.: Bien. Yo noté que me buscaban desde la primera novela. Y cuando algunas editoriales extranjeras de prestigio com Penguin se interesaron por mis libros, vi que en España subía mi caché. Como vivo en el extrajero, es mi agente Mónica Martín la que recibe las llamadas y me filtra la información para que trabaje tranquila.
P.T.: De vez en cuando como algún editor. Pero es que a comidas, cenas y copas siempre digo que sí. Lo que pasa es que todavía no he decidido qué pasará com mi próximo libro. Lo tengo en la cabeza pero aún le queda al menos un año. Lo más seguro es que se lo pase a Lengua de Trapo. La tercera, ya veremos. Llegaron a ofrecerme dinero por un libro no escrito y dije que no. Una cosa es que quiera ganar dinero y otra escribir algo indigno, y prefiero no escribir por obligación.
C.R.Z: Mi próximo libro ya está comprometido con Planeta. Pero no me gusta hipotecarme la vida con nadie. La historia vuleva a situarse en la Barcelona modernista y gira alrededor de la figura de Gaudí.

¿Sois disciplinados?

A.V.: Yo soy muy indisciplinada , escribo cuando me sale de las narices, pero tengo todas las ideas en la cabeza.
C.R.Z.: Yo soy disciplinado. Veo la escrituta como un trabajo de arquitectura. La técnica es lo que más me importa de la literatura. Es la esencia de este oficio. Las novelas son para mi como una catedral de las palabras.
P.T.: Yo me pongo a escribir a menudo, pero antes debo sentirme motivado, deben darse unas condiciones favorables.

¿El paso de una editorial pequeña a una grande es inevitable?

A.V.: Yo empecé en Salamandra porque me apeteció, a pesar de que algunas otras editoriales como Planeta se interesaron por mí. Los elegí a ellos porque sabía que cuidarían mejor mi libro. Ahora he cambiado porque el Premio Nadal era muy impotante y merecía la pena.
C.R.Z.: Estoy en Planeta de forma azarosa. Pero es que cada día tengo más claro que en el mercado editorial se mueve por razonamientos bastante absurdos desde el punto de vista empresarial. Ves a editoriales grandes apostando por libros que difícilmente tendrán una salida comercial, y al revés. La gran mentira de la industria del libro consiste en decir que si se publica una cosa buena saldrá a la superfície.
P.T.: Me tiran los ceros de los cheques, pero me importa mucho la relación con el editor, y tengo la sensación de que en una editorial grande eso es imposible. Incluso por cuestión generacional. La relacióbn que tengo con Pote Huerta no podría darse con el señor Herralde, al que conocí el otro día en un programa de radio y que me pareció una persona encantadora. Pero difícilmente yo sería amigo de Herralde aunque publicara con él, porque nos separan muchas cosas. Y a mí eso me frena.

Pero tu quieres un Jaguar y pocas editoriales te lo podrán pagar.

C.R.Z.: Siempre te puedes ir de copas con tu antiguo editor y con el otro negociar con guantes de látex.

Generación literaria: Tenéis cosa en común, pero en España no se puede hablar de que exista una generación literaria concreta. ¿Os gustaría pertenecer a alguna?

A.V.: A mí sí. Yo estoy deseando crear algún grupillo, pero en la poesía nadie me quiere y en la narrativa todos van por libre.
P.T.: A mí no me importaría.
A.V.: Pero es que ahora es muy difícil. Tenemos uno niveles de soberbia que antes no existían. Antes eran grupos de amigos que quedaban para tomar copas, hablar de literatura, y ahora no pasa nada de nada.
C.R.Z.: A veces, más que de generaciones, deberíamos hablar de pequeños lobbies, que es una cosa distinta.

El contacto es fundamental y estáis a miles de kilómetros de distancia. Deberíais crear la primera generación cibernética.

A.V.: Sí, hombre si le mando un mail a Pablo y no sabe ni quién soy. Anda y que le den, ¡ja, ja!
C.R.Z.: Es que debería estar pensando en el Jaguar.

El humor es algo que os caracteriza, a lo mejor por ahí...

A.V: Yo creo que somos una generación pop, los residuos del pop.
C.R.Z.: Un momento, un momento, yo trato de no ser un residuo pop.
A.V.: Pues, aunque intentes hacer algo muy refinado, tú eres hijo de tu tiempo.
P.T.: Nosotros somos una generación que hemos mezclado la cultura universitaria y la más barriobajera. Somos una generación mestiza.
C.R.Z.: Yo no veo esta unidad ente nosotros.
A.V.: Pero Carlos, aunque nuestras novelas sean muy diferentes, a nivel personal hemos compartido un montón de cosas, por ejemplo, la televisión y el cine.
C.R.Z.: Eso es una cosa, y otra muy distinta es que eso te determine la existencia de una generación literaria concreta.
A.V.: Porque tú consideras que una generación literaria sus miembros deben tener una corriente estética similar y yo creo que no es necesario. Además, si no nos has leído aún, ¿cómo sabes lo que tienes en común con los demás o no?

El cine: imagino que el cine ya habrá hechado sus redes sobre vosotros.

P.T.: Yo he vendido los derechos a Paco mir, del grupo teatral El Tricicle. Creo que la va a dirigir.
C.R.Z.: Yo separo mi trabajo literario del cinematográfico. Estoy escribiendo un guión de encargo, pero de la posible adaptación de La sombra del viento no hay nada. Solo vendería los derechos en unas condiciones muy específicas que aún no se han dado.
A.V.: En mi caso, Neil jordan tuvo la opción de compra de A la caza del último hombre salvaje, pero al final se rodará en España con un guión de Rafel Azcona.

No va ser fácil trasladar el humor a esas dos novelas.

A.V.: Es que el exceso de ingenio es un problema, al menos para mí. Tú, Pablo, también tienes ese pequeño defecto.
P.T.: En mi primera novela sí.
A.V.: No se puede ser un buen narrador intentando ser un tipo ingenioso todo el rato.
P.T.: Además, las frases ingeniosas te arrastran. Acabas diciendo lo que no quieres simplemete por quedar bien.
A.V.: En Los estados carenciales he controlado más el ingenio y he subido el nivel de reflexión, que por cierto no está intertextualizado. Cuando hay que citar se cita, como queda reflejado al final del libro. Pero es que, además, estoy harta de ver cómo algunos humoristas de la televisión me roban las frases de mis libros para sus shows.

¿Como quién?

A.V.: Prefiero no dar nombres porque me tendría que meter en pleitos. Por eso he decidido er una escritora que sea imposible de plagiar por televisión. Quien quiera ideas, que pague.
P.T.: El humor encaja em mi personalidad, pero reconozco que en mi primera novela lo exploté al máximo porque era la mejor manera de introducirme en el mercado.

Es lo que te va a pedir en tu segundo libro.

P.T.: Pues no lo voy a dar. A lo sumo habrán dos o tres chistes.
A.V.: Es que hay que vigilar. La gente se apropia de tu ingenio. No te voy a dar ningún ejemplo, pero hay cosas del lenguaje popular de ahora que han salido en mi libros y que popularizó un tío en la radio.
P.T.: Quién era?
A.V.: Es igual, porque ya hace años de esto, pero cuando lo ves tienes la sensación de que todo lo que has escrito se acaba reduciendo a una o dos frases. Yo no quiero acabar siendo Jardiel Poncela, un tipo muy ingenioso pero que no era un buen narrador.
C.R.Z.: Yo utilizo el humor para engrasar la historia, para gratificar al lector, pero no es lo que más me interesa. Es la primera vez que lo he utilitzado, y me lo he pasado bien.

¿Vivir fuera de los cenáculos literarios os perjudica?

A.V.: En mi caso, todo lo contrario, porque si estuviera dentro acabaría siendo una alcohólica. A veces he hecho un poco de vida social literaria y he tenido que aguantar a algunos cretinos... Y prefiero dosificarme. Me refiero al tema de los cócteles y derivados, no a encuentros literarios como este, que sí me apetecen.
C.R.Z.: Para mí es mejor no estar muy metido en este mundo. La industria es una cosa y escribir es otra muy diferente. La distancia va bien.
P.T.: Yo suelo estar rodeado de gente que nada tiene que ver con el mundillo literario. Alguna vez he ido a dar alguna charla y he estado tres días en un hotel rodeado de escritores, y me he aburrido mucho.

Los tres habéis sufrido el inevitable etiquetado comparativo. Ángela, con Bridget Jones; Pablo, con Eduardo

Mendoza y John Kennedy Toole, y Carlos, con Pérez-Reverte y también Eduardo Mendoza. ¿Cómo lo lleváis?
C.R.Z.: Bien. Mendoza es uno de mis autores favoritos.
A.V.: Yo lo de Bridget Jones no lo entiendo, porque precisamente hago lo contrario: acabar con los tópicos victorianos de la caza del marido.
P.T.: En mi caso lo encuentro halagador. Sin embargo, nadie ha dicho que mi novela se parecía a El club Dumas de Pérez-Reverte, aunque yo era consciente de que era así.

¿Algún sueño literario, Jaguars aparte?

A.V.: Poder escribir lo que me apetezca. No me interesan cosas como el poder intelectual.
C.R.Z.: Mi único sueño es escribir libros que valgan la pena y que veinte años después esté orgulloso de ellos.
P.T.: Hombre, un Nobel no estaría mal. Si la Academia sueca se marcara un detalle conmigo, yo iría, aunque en Estocolmo debe hacer un frío del copón, ¿verdad?...

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