Entrevista a Fernando Trueba, publicada a “La Vanguardia” el 12/04/02 per Lluís Bonet

"El cine pollino me agota"

Hoy llega a las pantallas una de las películas españolas más esperadas de la temporada, "El embrujo de Shanghai", adaptación de la novela homónima de Juan Marsé. Proyecto con cierta aureola polémica, que estuvo algún tiempo en manos de Víctor Erice y fue retomado por Fernando Trueba, a partir de un guión propio, la película -gran parte de cuya filmación se realizó en el barrio de Gràcia, donde en 1948 transcurre la historia- tiene un reparto encabezado por Fernando Fernán-Gómez, Ariadna Gil -en el sorprendente doble papel de Anita y la china Chen-, Eduard Fernández, Antonio Resines, Rosa Maria Sardà, Jorge Sanz y una pareja de actores adolescentes: Fernando Tielves y la debutante Aida Folch.
-Algunos quizá le reprochen su exceso de fidelidad al libro de Marsé.
Pienso que lo de la fidelidad es anecdótico. Cuando adaptas una novela puedes ser a veces fiel y otras más infiel. Pero cuando filmas algo, lo reinventas, aunque sigas el texto literario al pie de la letra. ¿Todas las obras teatrales son muy fieles o cabe tener en cuenta la puesta en escena? Mi adaptación es bastante fiel, porque me gusta mucho la novela de Marsé. Pero hay cambios. Sintetizar lo que serían las primeras 30 o 40 páginas del libro, haber convertido a los hermanos Chacón en uno solo... La novela tiene dos finales y en la película hay tres. El filme exigía la versión oficial, la no oficial y la que el niño siente.
-Hay dos guiños cinéfilos de cosecha propia: la alusión wilderiana a la bragueta desabrochada del capitán Blay ("donde hay un muerto tiene que estar la ventana abierta") y la presencia de Bebo Valdés como pianista en un cabaret de Shanghai.
Lo de Bebo Valdés, que apareció por vez primera en una película en "Calle 54", casi viene de la novela, que habla de una cantante china cantando boleros y un pianista negro vestido de blanco.
-La película tiene un espléndido "look" visual y luce el presupuesto.
Es una película en la que no se ha tirado el dinero. Y yo, cuando la miro, no veo el dinero, veo el trabajo de cantidad de gente. Y ésta es una de las cosas más bonitas del cine, porque no se trata de una película electrónica. Es una película hecha a la antigua, con las manos.
-No es un filme sincopado, digital, rodado cámara al hombro...
Es que a mí el cine pollino me agota. Y hoy se abusa mucho de él.
-¿"Moulin Rouge", por ejemplo?
Es un tipo de cine que no puedo soportar.
-¿Es "El embrujo de Shanghai" una película sobre gentes derrotadas, en una Barcelona asimismo derrotada por la posguerra?
Sí, pero también hay el tema de la iniciación a través de una experiencia de sufrimiento. De iniciarte en la vida y en la realidad, con ese desgarro de que algo debe romperse dentro de ti para que puedas crecer. Pienso que la novela de Marsé te permite recrear cosas muy bonitas en el cine: provocar sensaciones, sentimientos.
-El cartel de la película es muy explícito. No oculta el doble papel de Ariadna Gil.
Al principio no quería que se supiera, pero luego pensé que daba igual. A mí no me gustan esas películas de las que te dicen que no te cuenten el final. Porque si todo está basado en que no debes saber el final, algo no funciona. Hombre, es mejor que no te cuenten nada, que no supieras nada de la película. Pero hoy te pasan tantos tráilers, "making-off", fragmentos de la película, que cuando vas a verla, en realidad ya la has visto.
-Algunos se preguntan si tenía usted necesidad de recuperar un proyecto ya existente.
Yo también he trabajado en proyectos que luego he dejado. "El embrujo de Shanghai" no era un proyecto de autor, un guión original de alguien que hubiera ideado esa historia. Es una novela publicada. Hoy la he rodado yo y puede que dentro de 10 años otro vuelva a filmarla.

 

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