Article publicat a “El País” el 15/03/02 per Joan de Sagarra

Comer, beber, fumar

Venite ad me omnes qui stomacho laboratoris ego restaurabo vos...", dice el apostol Rabelais. Se trata nada más y nada menos que de esto: de "restaurar los estómagos de los trabajadores", maltrechos por el diario ejercicio de subir y bajar de la cumbre, del tiovivo europeo.¿Dónde restaurarse en Barcelona? Voy a proponerles un par de locales. Ambos son restaurantes con solera, ambos son cosmopolitas, ambos se encuentran próximos al vientre de la ciudad, y en ambos se practica esa vieja y noble cocina mediterránea, tan jaleada y, también, por desgracia, tan traicionada, tan falsificada.Uno de esos locales es el Restaurant de les Set Portes (pasaje de Isabel II, 14), inaugurado el día de la Navidad de 1838. En él bailó de niña Carmen Amaya, por un plato de cocido y unas pocas perras; en él leyó Lorca su Poeta en Nueva York, en él han almorzado el príncipe Bakunin y la Bella Otero, André Malraux y Bufalo Bill. No lejos del mar, las Set Portes ofrece una excelente cocina del país, que va desde las faves a la catalana (habas a la catalana: es la época), hasta los peus de porc amb gambes (pies de cerdo con gambas). Gozan de especial estimación sus paellas y arroces. Paellas como la Manolete o la Parellada, y arroces como el picat -con conejo, cebolla, tomate, alcachofas, pimiento rojo, ajo y almendras tostadas-, un arroz del que se muestra especialmente goloso Floquet de Neu, nuestro gorila albino, el cual en más de una ocasión ha abandonado su jaula del Zoológico, no lejano, para irse a zampar el célebre arroz a las Set Portes. El otro local que quisiera recomendarles es Casa Leopoldo (Sant Rafael, 24), en la calle de San Rafael, esquina a la flamante rambla del Raval, en el corazón de lo que antaño fuera el mundialmente famoso Barrio Chino de la ciudad condal. Casa Leopoldo es una antigua bodega y mesón de comidas que con los años, y especialmente después de la guerra civil, con la presencia en sus comedores de figuras del toreo y estrellas de la farándula, ha acabado por convertirse en uno de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad, frecuentado por políticos, intelectuales y artistas, y por donde se dejan ver la mayoría de personalidades que visitan Barcelona. Amén de por los toreros y la gente del espectáculo, Casa Leopoldo ha sido inmortalizada en la novela La Marge, de André Pieyre de Mandiargues, que a principios de los años sesenta solía almorzar en aquel local, junto a una putilla llamada Juanita, cuando en este país todavía mandaba el Forúnculo (de Führer y culo), el generalísimo Franco. En Casa Leopoldo se come marisco, pescados, rabo de buey y el roscón de la casa.Y para antes o después del almuerzo o de la cena, la copa. Les recomiendo que se la tomen en el Boadas Cocktail Bar (Tallers, 1), en la Rambla, esquina con la calle de Tallers. El Boadas es un bar chico, una barra americana inaugurada en 1933 por Miquel Boadas. Hijo de emigrantes catalanes establecidos en Cuba, Miquel Boadas nació en La Habana en 1895. A los 19 años trabajaba ya en el famoso bar Floridita, propiedad de unos primos suyos. Cuando, en 1926, se instaló en Barcelona (donde moriría en 1967) , era ya una gloria de la cocktelería mundial. El Boadas es hoy un pequeño museo dedicado a la memoria de su fundador. Un bar para tomar el clásico Dry martini -los preparan muy bien-, o un Mojito, mientras suena la voz cálida, nada estridente, de Antonio Machín, y Maria Dolors, la hija del barman Boadas, y su yerno Josep Lluís, sonríen detrás de la barra.Y para terminar un cigarro, un buen cigarro habano. ¿Sabían que Barcelona es la ciudad del mundo que consume más cigarros habanos? Y a un precio muy razonable, en comparación con el de otras capitales europeas. Para comprar un buen puro -un robusto de Ramón Allones o un Lusitania de Partagás, pongo por caso-, les recomiendo que se dirijan a Casa Gimeno (la Rambla, 100), casi frente al mercado de la Boqueria. Es una casa seria y lleva muchos años ofreciendo un excelente tabaco.Almuercen, cenen bien; tómense un par de copas, enciendan un puro y den un garbeo por la Rambla. Verán como la Cumbre se les hace más llevadera.

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