Article publicat a “El País” el 23/08/03 per Ana María Moix

Plaza del Doctor Letamendi

No, no es lo que se dice una plaza hermosa, digna de aparecer entre las fotografías que ilustran las guías de la ciudad. Forzoso es reconocerlo: no es una plaza de postal, aunque una de las imágenes que merecía la pena llevarse a la tumba es la de los cuatro pelos de sus tres altísimas palmeras contra el cielo azul. Pero la plaza del Doctor Letamendi algún encanto tendrá cuando puede uno pasarse horas aquí sin aburrirse, ni con el exterior ni -aunque eso ya depende de cada cual- consigo mismo. Cortada la plaza por el centro, por la calle de Aragó, y situada entre la calle de Balmes y la de Aribau, resulta misterioso el hecho de que las dos semicircunferencias resultantes sean tan simétricas, tan iguales físicamente y, a la vez, tan diferentes desde el punto de vista ambiental. Así, la parte de la plaza que desde la calle de Aragó apunta hacia la de Consell de Cent, en dirección al mar, es la apropiada para el ensimismamiento; mejor dicho, lo único que ofrece (a no ser que uno entre a ver qué se expone en la sala Gaspar), ya que la presencia humana es escasa durante el día, quedando reducida a algún que otro paseante de perro de tamaño grande, presencia fiera y talante hosco. En cambio, la parte de la plaza que desde la calle de Aragó mira hacia la de València, invita a la extroversión pura y, por tanto, banal; aquí abundan los paseantes de perro de tamaño -ignoro por qué- más reducido que el de los canes de la parte inferior de la plaza y de carácter más afable y juguetón. Sin embargo, las diferencias entre las dos zonas de la plaza de Letamendi (los habitantes del barrio llaman plaza de Letamendi a la parte de montaña, la otra, la de mar, es "la plaza de abajo") no sólo afecta a los animales: también al reino vegetal y al género humano. Respecto al primero, es curioso observar que en la plaza de Letamendi de arriba, además del arbolado y de las palmeras -que coinciden con los de la plaza de abajo-, hay flores (inexistentes en la otra). No sólo las adelfas blancas y rosadas de los arbustos que bordean la plaza, sino florecillas amarillas o violetas que periódicamente plantan en la tierra, más bien seca por lo general, los servicios municipales. En lo que se refiere a la población humana, la diferencia entre ambas semiplazas es absoluta en la de abajo, casi nula; en la de arriba , abundante durante toda la jornada y distinta según las horas del día. Por la mañana, perros y sus dueños pasean lentamente, y hacen un alto en su reposado deambuleo sentándose en algún banco, que comparten con los jubilados que frecuentan el lugar. Todos (los canes, sus acompañantes y los jubilados) observan con cierta conmiseración a hombres y mujeres que cargan carpeta y, con expresión malhumorada, entran y salen del edificio más feo de la plaza, la Delegación de Hacienda. Por la tarde, en la plaza de arriba, humanos pequeñitos, con cubos y palas, llegan con sus madres para jugar con sus menudos contemporáneos en espacios cerrados dedicados a actividades lúdicas, de los que escapan para ir a beber a la fuente presidida por una mujer de gesto desolado, a cuyos pies aparecen los restos de un cántaro, y que fue esculpida en 1917 por Alentorn. Una mañana, esta protagonista de tanto va el cántaro a la fuente apareció pintada de azul añil. Lo que se consideró una gamberrada embelleció gratamente la fuente y la plaza (la de arriba). Pero no todo el mundo fue de la misma opinión, y la mujer del cántaro roto fue desposeída de su capa de pintura. Se dijo que la estética fechoría fue obra de los adolescentes que al atardecer frecuentan la plaza. Pero la verdad es que se trata de una muchacha que se limita a pedir algún que otro cigarrillo a los viandantes, a fumárselo a escondidas de la autoridad familiar y a dejar la plaza perdida de latas vacías y envoltorios de plástico. Lo único que se les ha visto pintar son inscripciones en los bancos de madera ("Rocko ama a..."; "Luisa gorda", etcétera). Uno de ellos debió de ser el autor de la pintada más hermosa aparecida en la ciudad durante las últimas elecciones: "Mary, yo botaré por ti" (la coma después de Mary es de quien esto escribe; la bde botaré se debe al anarko enamorado).

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