¿Qué le interesa al lector?
Aparte de valorar qué información sobre el tema tiene el lector, es importante conocer (o imaginar) sus intereses, su “perfil psicológico”, lo que nos ayudará a escribir de forma que le demos motivos para acercarse al texto. Visto desde esta perspectiva, podemos pensar en la composición de un texto como un reclamo publicitario, en la medida en que el texto tiene que autovenderse, y, en consecuencia, la seducción constituye un calificativo importante para cualquier tipo de texto[1].
Cabe comentar que divertir no constituye el objetivo principal de la mayoría de los textos, pero es importante ser consciente de que constituye un objetivo, secundario, que favorece la comunicación entre el autor y el receptor. Por otra parte, es necesario tener en cuenta que, en ningún caso, divertir pueda convertirse en un objetivo que anule u oscurezca el objetivo de informar, argumentar, exponer, describir; en otros términos, la amenidad constituye una cualidad que, sólo para determinados textos, es el primer objetivo y, en los otros, es un rasgo aconsejable.
Por último, las estrategias (técnicas) que escojamos para conseguir “divertir” al lector o amenizar el texto deben estar acordes con el tipo de texto: no es lo mismo amenizar un texto de física con la finalidad de exponer la teoría del caos que amenizar un examen, un texto de opinión política, de opinión social o de receta culinaria.
[1]Aunque no de forma global, podemos distinguir entre los textos científicos y los no científicos, puesto que normalmente el usuario de un texto especializado no espera que el autor dedique sus esfuerzos a convencerlo de que es interesante su texto, sino que el interés se supone de antemano.