2. Hacia la más viva intuición

2.1 Schopenhauer: una furiosa y ciega voluntad

Arthur Schopenhauer

Arthur Schopenhauer (1788-1860), el feroz crítico del idealismo de Hegel, ha incidido profundamente en bastante pensadores contemporáneos, especialmente en Nietzsche, Freud y Wittgenstein. Schopenhauer, arraigado en el pensamiento de Kant, afirma haber intuido cuál es la realidad más básica, más fundamental de nuestro mundo, o sea, afirma haber captado qué es el absoluto, aquello del que todo es manifestación y del que todo depende: es la voluntad de vivir. La voluntad de vivir es el absoluto que está presente en toda al realidad: en los seres humanos, en los animales, en los vegetales, e incluso en el mundo inorgánico, en la piedra que se resiste a la erosión o en el rayo de luz que quiere perdurar. Todo está al servicio de esta voluntad, incluida la misma razón humana.

Cada año, en una isla del Pacífico, -explica- unas tortugas de mar salen del agua para procrear en la playa, donde son volteadas y devoradas por los perros salvajes de la isla: eso es la vida, la vida que se manifiesta cada primavera desde hace milenios. Innumerable cantidad de seres vivos se devoran mutuamente para vivir y para sobrevivir; como los lobos devoran los gatos o los gatos devoran los ratones. La voluntad de vivir impone muerto, dolor y guerra eterna.

La voluntad de vivir no es una realidad individual, sino un principio universal, un impulso ilimitado nunca satisfecho. El ser humano es quién se da cuenta de esta insatisfacción insuperable: la finalidad de la vida no es la felicidad sino el dolor y la muerte. La intuición de la voluntad de vivir como realidad fundamental conduce a Schopenhauer a un profundo pesimismo, a una actitud de renuncia radical a la vida; Schopenhauer, siguiendo las doctrinas de Buda, propone el camino de ascetismo. No así Nietzsche, que partiendo de la misma intuición de la voluntad de vivir como realidad absoluta, condenará la actitud de renuncia y predicará el sí a la vida en todas sus formas.


2.2 El sí a la vida de Dionisio

El núcleo del pensamiento de Nietzsche se encuentra ya plenamente en su primera obra El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música. ¿Cuál es este núcleo? El reconocimiento de la vida como valor fundamental y la convicción que la cultura occidental ha rechazado o temido la vida.

Siguiendo Schopenhauer, piensa que la vida es una realidad irracional, cruel y ciega, es dolor y destrucción; ahora bien, el camino superior para hacer frente a esta realidad no pasa por la renuncia o por el ascetismo, sino por el arte, por un arte que afirme la vida en su plenitud. Éste ha sido, precisamente, el camino utilizase por la tragedia clásica griega: el arte trágico es un valiente y sublime sí a la vida pese a el dolor que esta comporta. La tragedia clásica manifiesta y mantiene oposición y equilibrio entre dos órdenes de valores: los de la vida, vinculados al dios Dionisio, y los de la razón, vinculados a Apolo. Según Nietzsche, con Sócrates y Platón se inicia el predominio de los valores apolíneos por encima de los dionisiacos, comienza el predominio de la racionalidad por encima de la vida: Sócrates dijo no a la vida prefiriendo la propia muerte.

El drama musical wagneriano ocupa el puesto que la tragedia clásica ocupaba en el mundo griego presocrático: expresa el sí a la vida que sale del corazón de Dionisio. Wagner es el prototipo de artista trágico, su insigne «precursor en el campo de batalla».