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Del capítulo "Mente, cerebro y conducta": «El organismo que soy yo actúa, es un agente, y la aparente coherencia de su actuación parece implicar un principio unificado de decisión, que sería yo. Sin embargo, si observamos lo que ocurre cuando actuamos, con frecuencia nos encontramos con un conflicto entre varios principios (o fuentes o programas) distintos de nuestra acción. Cada uno de nosotros, en cuanto iniciador de acciones, en cuanto agente, es como una empresa solo parcialmente centralizada, en que diversos directivos y comités enfocan los problemas desde puntos de vista distintos, disponen de información diferente y pueden llegar a conclusiones contrapuestas. A veces se llega a un consenso y otras veces un directivo o un comité se impone sobre los demás, o incluso se cae en la parálisis por falta de decisión. A trancas y barrancas, la empresa va tomando sus decisiones y actuando. También yo soy varios yoes, a la hora de decidir. Mis diversos centros de decisión se alternan entre sí o entran en franco conflicto, imponiéndose unos a otros o llegando a un consenso, según las circunstancias. El fumador, el alcohólico o el drogadicto quiere conscientemente dejar de fumar, de beber o de drogarse, pero por otro lado no quiere y, en efecto, no lo deja. Quiero mantener la calma, mas pierdo los estribos y digo o hago cosas que no quería hacer y de las que luego me arrepiento. Decido levantarme a las siete de la mañana y pongo el despertador a esa hora, pero, cuando suena, no me levanto, sino que lo paro, me doy media vuelta y sigo durmiendo. De hecho, nuestra acción está controlada y dirigida por nuestro encéfalo, que no es un sistema diseñado de un modo unitario, sino el resultado chapucero de la superposición sucesiva de "cerebros" distintos en diversas etapas de nuestra historia evolutiva Cada uno de ellos capta aspectos diferentes de la realidad, tiene sus propias metas y sigue estrategias distintas. Aunque interconectados e intercomunicados, no siempre actúan al unísono. En general, se da la división del trabajo y solo uno de ellos es responsable de ciertos asuntos, pero a veces se interfieren unos con otros y toman decisiones contradictorias. La asimilación de programas culturales distintos y a veces incompatibles es otra fuente de conflictos. También aquí nuestro yo -incluso referido a un organismo determinado- se manifiesta como un haz de yoes distintos, productos de otras tantas estructuras encefálicas diferentes y solo parcialmente integradas.»
«En diversas épocas,
algunos individuos han tratado de autoliberarse mediante la reflexión
filosófica y la conciencia cósmica. ¿De qué
nos libera la liberación filosófica? Nos libera de la ignorancia
y de los prejuicios, de las preocupaciones minúsculas, de los temores
infundados, de los afanes vacíos, de las ataduras tribales, de
las actitudes mentales que nos impiden alcanzar la plenitud posible de
nuestra vida y la unión intelectual con el Universo. Con nuestras
gafas sucias solo podemos ver de cerca. Limpiarnos las gafas equivale
a liberar nuestra visión. Después de la experiencia intelectual
liberadora, después de la contemplación de la inmensidad
cósmica, podemos volver a la vida cotidiana en la serenidad de
quien baja de la cumbre, observar con displicencia las minúsculas
querellas del campamento, introducir un poco de racionalidad en los menudos
problemas de la aldea.»
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