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«Nuestro antepasado común
con el chimpancé vivió después que el antepasado
común de ambos con el gorila y mucho después que el antepasado
común de los tres con el orangután. Por increíble
que pueda parecer, los chimpancés están más estrechamente
relacionados con los seres humanos que con los gorilas. [...] Nada en
la anatomía o el registro fósil de los simios africanos
sugería tal posibilidad. Los seres humanos no se diferencian de
los demás.»
«El periodo crítico del imprinting está en todas partes.
Hay miles de vías por las que los seres humanos son maleables en
su juventud, pero todas ellas quedan establecidas en la edad adulta. Del
mismo modo que una cría de oca adquiere la impronta de la imagen
de su madre durante las horas posteriores al nacimiento, un niño
registra una impronta respecto a todo, desde el número de glándulas
sudoríparas de su cuerpo y su preferencia por determinadas comidas,
hasta la percepción de los rituales y patrones de comportamiento
de su propia cultura. Ni la imagen materna de la cría de oca ni
la cultura del niño son en modo alguno innatas. Pero la capacidad
de absorber ambas cosas sí lo es.»
«El descubrimiento de que los seres
humanos, a nivel genético, son chimpancés en un 95 por ciento
agrava mi problema. Para describir los genes involucrados en el aprendizaje,
el instinto, el imprinting y el desarrollo, no tengo ninguna dificultad
en poner ejemplos de animales, ya que la diferencia entre la psicología
humana y la animal es una cuestión de grados. Pero con la cultura
es distinto. La distancia cultural entre un ser humano y el más
inteligente de los primates o el delfín es un abismo. Convertir
el cerebro de un antepasado primate en un cerebro humano fue tan sencillo
como realizar unos pequeños ajustes a la receta: los mismos ingredientes,
un rato más en el horno. Pero esos pequeños cambios tienen
consecuencias trascendentales: los humanos tienen armas nucleares y dinero,
dioses y poesía, filosofía y fuego. Tienen todas esas cosas
a través de la cultura, a través de su capacidad de acumular
ideas e inventos durante generaciones, de transmitírselas a los
demás y así unificar los recursos cognitivos de muchos individuos
vivos y muertos.»
«La mayoría de la gente piensa
que la presión del grupo de iguales empuja a los jóvenes
a ser conformistas. Si observamos desde el mirador de la edad madura,
los adolescentes parecen estar obsesionados por la uniformidad. Sea con
unos pantalones anchos llenos de bolsillos, con unas zapatillas de deporte
gigantes, paseándose con la tripa al aire o con la gorra puesta
al revés, los adolescentes se doblegan a la tiranía de las
modas con total sumisión. Se burlan de los excéntricos y
excluyen a los no conformistas. Las códigos tienen que ser acatados.»
RIDLEY, Matt. Qué nos hace humanos. . Madrid: Taurus,
2004. (Págs 37, 193, 237, 288-9)
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