Sabemos que todos los Cantares de Gesta, o su inmensa mayoría,
fueron
difundidos por el cantico de los juglares, por los caminos y por las
anchas plazas de
las aldeas y pueblos de Castilla. Su tradición era oral y el
publico las conocia
evidentemente al oirlos recitar. Pero para poder recitarlos covenientemente,
pese a
la siempre posible modificación a causa de la improvisación
por olvidar alguna
estrofa, los juglares solian hacer copias para poder memorizar dichos
Cantares.
Estas solian ser bastante deficientes, fragmentarias y nunca fieles
y escrupulosas,
con el paso del tiempo se perdian, se destruian o se deterioraban, salvo
que alguna
fuera conservada, ya por algun interesado coleccionista o algun cronista
de la epoca
deseoso de copiarlas en sus escritos.
Sin embargo no se ha encontrado rastroalguno del manuscrito del Cantar
del Mio
Cid en la versión original que diera el juglar de San Esteban
de Gormaz, pero si el
texto ya refundido por el de Medinacelli, al parecer tomado de una copia
de las más antiguas, aunque probablemente no el original de 1140.
Asi que el unico codice conocido del cantar bien podria ser uno hecho
tardiamente
aunque con espiritu arcaizante, por un tal Per Abbat, nombre que se
sabe y conoce,
porque así lo consigna el mismo al final del manuscrito, con
la fecha que
reduciendola a la cronologia actual es la del mes de mayo de 1307.
Ningun dato más se tiene de este copista, sino que tal era
su nombre, ya que el
"Abbat" que consigna es el apellido y no un cargo monacal,
como algun historiador
ha querido hacer constar. Se trata de un pequeño codice de grueso
pergamino que
consta de 74 hojas, escritas por ambas caras, figurando 3.731 versos
anisosilabicos
continuadamente escritos. Falta la primera hoja del codice, asi como
otras dos
hacia el final.
¿Que ocurrió con esas hojas que faltan? He aqui el misterio,
aunque quizás el
tiempo o alguna distracción o robo actuaran.
La historia de este manuscrito es interesante y enigmatica. Se sabe
que estuvo en
el Concejo de Vivar desde tiempo inmemorial, de alli pasó a un
Convento de Monjas del lugar, donde fué descubierto en 1775 por
Don Eugenio Llaguno y Amirola. De alli pasó por varias manos
para terminar en la Biblioteca Nacional el 20 de Diciembre de 1960,
cedido por la Fundación Juan March, que lo habia comprado anteriormente
por 10 millones de pesetas a los descendientes del Marquesado de Pidal.